Mu152
Día de final
Crónicas del más acá, por Carlos Melone.
La mañana se acomodaba el pelo revuelto cuando me conecté a la plataforma de videoconferencia.
Era día de exámenes finales en la Universidad. Conectividad de por medio, barajaba en mi cabeza las múltiples posibilidades que las fragilidades de esta tierra podrían desatar: comunicación pobre, cortes de luz, pixelado, delay…
No hay cuerpo… El crimen perfecto diría el Sr. Baudrillard.
Manejar lo inmanejable, ilusiones del control. Y los clásicos (y lógicos) nervios del estudiantado que a veces desatan frustraciones, enfrentados a la situación de mostrar qué y cómo se aprendió bajo la mirada panóptica de su profesor.
Los fantasmas del Sr. Foucault.
Quedaban despejados del horizonte los temores de copia y demás avatares de esa coloratura que tanto desvelan a algunos colegas: hace muchos años que nuestros estudiantes pueden tener a la vista lo que deseen, incluyendo guardaespaldas, psicólogos, videos porno y monjes budistas.
La cuestión siempre está en qué y cómo preguntamos.
El viejo Sócrates siempre ventila nuestros pulmones.
Entró Ella en la conexión. Saludo inicial y las preguntas esenciales que permiten aflojar un poco: cómo está, con quién comparte estos días, cómo viene la vida en tiempos de pandemia.
Ella me cuenta de dos varones y una nena, uno de ellos adolescente y los otros miembros del seleccionado sub-7. El adolescente es de un matrimonio anterior de su compañero pero está con ellos desde los 6 años así que para ella es “un hijo más”. El compañero de Ella trabaja como repositor en una cadena de supermercados. El adolescente controla hermanitos y mascotas para que Ella pueda dar su examen con tranquilidad, sin interrupciones inoportunas.
Ella (sabiamente) ha tomado las precauciones posibles en un hogar poblado y pequeño. El fondo que recuadra su figura muestra una pared sin revocar y un modesto cuadrito con una foto inescrutable en blanco y negro.
El dispenser de agua mineral es un espectador silencioso de la escena que se ha puesto en marcha.
Está muy nerviosa. Muy. La dejo arrancar y a medida que va calentando motores va ganado serenidad. La mayéutica del examen va generando el nacimiento.
Despliega, responde, duda, mete la pata, afirma, vuelve a desplegar, se pregunta. Su voz tiene una entonación que denuncia un origen diferente al rioplatense. Revuelve papeles, saca “machetes” y lee tramos de un libro bello y provocador: El origen de la desigualdad entre los hombres de J.J. Rousseau. Superado el vértigo de los nervios, muestra que ha entendido y que lo ha hecho con aplomo y argumentación.
Alcanza holgadamente la aprobación entre una insistente pixelación y congelamiento de imagen que ignoro porque la voz fluye en tiempo y forma. Cuando está cerrando su examen, el pase de magia se produce y la imagen se ajusta. Los dioses del mundo digital, caprichosos como todas las divinidades, han resuelto normalizar el encuentro.
Cuando le comunico aprobación y calificación la sonrisa le cubre el rostro. Hago una breve devolución más afectiva que académica. Me escucha atentamente o al menos eso parece.
Repentinamente llora.
Intenta contenerse pero no puede. Imagino que es de alegría. Espero en silencio para dar lugar al desahogo.
Llora mansamente en la mañana africana del Conurbano Sur.
La virtualidad se vuelve una barrera infranqueable, un dique salvaje, una distancia inexorable. No hay pañuelo que acercar, mano que tomar, presencia que susurrar. Mis palabras (pocas) me suenan fláccidas, desvaídas, un mal adorno de una fea habitación.
Ella logra recomponerse. Me cuenta de su alegría. Me cuenta cómo la asola una artritis reumatoidea que vuelve muchos días un destino en la boca infernal de Moloch.
Me cuenta haber vivido y trabajado en la calle. No se victimiza ni se postula como heroína: cuenta con una emoción que le sale de las tripas. Es la estudiante que quiere compartir con “su” profesor esa significación; que imagina que “su” profesor puede entender desde un lugar distinto al amor de los que la rodean.
Se me entibia el alma, si tal entidad anda por ahí.
Lanza un misil: está sorprendida y agradecida de que en la cátedra hayamos dado tanto espacio en nuestros análisis a la situación “de gente como ella”.
En el elogio hay una paradoja que anida una catástrofe. ¿Acaso hay otro tema más importante que los desheredados del mundo?
Acaso que sí.
Paulo Freire rezonga al Universo.
Sigue emocionada. No es la primera vez que me ocurre algo similar y nunca logré la impermeabilización necesaria. La distancia pandémica resquebraja los frenos inhibitorios.
Lagrimeo un poco y disimulo mucho. Trucos del oficio.
Ella sonríe y me cuenta que esa mañana, cuando se levantó para dar el examen, no le dolía nada. Que no sabía porqué.
Yo tampoco.
No era tiempo de hipótesis.
Nos despedimos.
Me quedé mirando la pantalla un buen rato mientras la mañana estaba definitivamente peinada.
Entró el pedido para unirse de la siguiente estudiante.
Me preparé nuevamente para seguir en el mejor oficio del mundo.
Mu152
Pan para hoy: trigo transgénico y modelo tóxico
El gobierno dio luz verde para que el pan de la mesa de los argentinos contenga transgénicos y agrotóxicos, con consecuencias impredecibles en la salud y el ambiente. Ningún país del mundo hizo algo semejante. Se trata de la semilla de trigo modificada genéticamente, impulsada por la científica del Conicet Raquel Chan y millonarios como Gustavo Grobocopatel y Hugo Sigman. El peligro del glufosinato de amonio. Y los rechazos en Argentina y el alerta de organizaciones y empresarios en Brasil.
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Alerta Jujuy: entrevista a la mamá de Iara, de Palpalá
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