Nota
Otra recuperada en San Martín: la hora del aguante
El miércoles 6 de febrero una patota acompañada por la policía bonaerense ingresó a la fábrica de autopartes de la ex Bosch – RBI para desalojar a los trabajadores que intentan ponerla a producir organizados en la cooperativa Mecanizados Progreso Ltda., desde que los empresarios la abandonaran a principios de 2012. También sufrieron otro ataque: el gobernador Daniel Scioli vetó la ley de Expropiación votada a por unanimidad en las dos cámaras. Ahora, los trabajadores esperan una nueva sanción de Diputados, en tanto mantienen una vigilia en la planta de San Martín para que no sea vaciada.
Despido global
El conflicto que se está dirimiendo estos días se arrastra desde 2009, cuando el grupo internacional Bosch despidió a 10 mil trabajadores en todo el mundo y la planta de San Martín no fue la excepción: “Nosotros ya teníamos información de que se estaban llevando la producción para Brasil”, cuenta Gerardo Robbiano, vocero de la cooperativa, que trabajó durante 15 años en la planta.
En ese momento – con sospechosa rapidez- apareció un nuevo grupo, Río Bravo Industrial, comandado por un nombre conocido: Pablo Rojo, ex funcionario menemista, encargado de privatizar el Banco Hipotecario en los noventa. Rojo anunció un plan de salvataje que Alejandro Romero, otro joven trabajador, describe de este modo: “Prácticamente dejó caer la empresa: no se invertía, nos adeudaban los sueldos y no nos daban los elementos para trabajar en condiciones”.
Así y una vez más, Rojo hizo lo que mejor sabía.
En 2011 la situación se agudizó y la producción cayó al punto de perder sus principales compradores. Las máquinas no se renovaron, pero tampoco se arreglaron las que ya había. Romero: “Llegando a fines del 2011 nos vuelven a despedir a todos los compañeros, pero nosotros pasamos las fiestas dentro de la fábrica. Luego cae otro interesado en comprarla, que resultó ser un socio anterior que dilató bastante las cosas. Volvemos a arrancar en enero de 2012 con el compromiso ante el Ministerio de Trabajo de pagarnos los salarios que nos debían. Habremos trabajado dos semanas, no cumplieron y prácticamente abandonaron la fábrica de nuevo”.
Cincuenta trabajadores – ingenieros, preparadores, programadores, operadores y administrativos- decidieron no esperar más un falso salvador y se conformaron como cooperativa. “Era la única instancia que nos quedaba, ya veníamos peleando en el Ministerio y no nos daban respuesta”.
La ley y el veto
Lo siguiente, según el manual actual de las recuperadas, era lograr la legalidad para obtener la firma y la planta junto a todas las maquinas necesarias para volver a producir: “Logramos la sanción de la ley de Expropiación (fue aprobada por unanimidad en las dos cámaras) y Scioli la vetó (el 7 de enero). Es sabido que Scioli veta las leyes, argumentando la falta de presupuesto, pero además sabemos que tiene contactos con la patronal. Y apenas salió el veto en el Boletín Oficial cae la patota acompañada de la policía: reventaron la planta”.
Pedro Sánchez tiene esposa, dos hijos y hace un año no percibe ingreso alguno. Analiza la situación: “Armamos la cooperativa para poder llevar un mango a la familia, pero viste como es la política, te ponen trabas, hay muchas mentiras”.
Pedro era uno de los que estaba dentro de la fábrica cuando entró la patota de Pablo Rojo; relata: “Eran las cuatro de la tarde y caen, estábamos con cuatro compañeros, afuera se escucharon frenadas, gritos, policía. Rompieron la puerta y nosotros logramos salir por atrás”. No está de más decir que la entrada se hizo sin orden judicial alguna y bajo la antigua ley del más fuerte.
Desde entonces, desde que están fuera de la fábrica, temen por su vaciamiento: “El ejemplo es la otra fábrica del grupo Bosch, Argelite, que la vaciaron totalmente. Una de las principales máquinas era una inyectora muy moderna que fue vendida, sabemos dónde está, a quien se le vendió. O sea: lo que hicieron en Argelite lo van a hacer en RBI”, dice Robbiani.
Para que eso no sucede mantienen una vigilia en la puerta de la planta, y periódicamente se reúnen junto a organizaciones sociales y partidos para hacer un acto, compartir experiencias y dar el próximo paso hacia la producción.
Mientras, la puerta de ingreso es celosamente custodiada por personal policial. Dentro, la patota espía por los ventanales.
La marcha
Es 14 de febrero y hay una marcha hacia la Delegación San Martín del Ministerio de Trabajo de la Nación; al llegar la columna, desde adentro amagan a cerrar la cortina metálica. Un grupo de trabajadores se adelanta y entra. Luego de un rato les dicen que los empresarios ha presentado un plan de reactivación en reuniones donde no participaron los trabajadores. Sánchez: “Les manifestamos nuestra preocupación de que intenten vaciar la empresa como ocurrió con Argelite”.
Jorge Ovejero es trabajador de la cooperativa 19 de Diciembre (ex ISACO), una metalúrgica recuperada en el año 2000. Con una delegación de compañeros participa de la marcha: “Nosotros nos quedamos en la fábrica para evitar el vaciamiento de lo que era Industrias ISACO. Hoy nos acercamos a los compañeros y les traemos la solidaridad”, comenta desde la experiencia. “Lo importante es que la lucha continúe igual. Nosotros también pasamos por esa burocracia… hay que aguantar, luchar y estar muy atentos”.
La receta de Ovejero se ejerce día a día, en la puerta de la fábrica o en la sede de Diputados, donde presionan para que ejerzan el derecho que tienen de rechazar el veto de Scioli, tal cual ocurre con muchas de las recuperadas bonaerenses.
Por otro lado, intentan demostrar que el plan de salvataje de Rojo y sus socios ya fracasó, que no quieren patrón: “Ellos dicen que la gente sigue trabajando, se siguen presentando las planillas de liquidaciones de sueldos en el ANses, acá hay una fantochada que está dibujada por Rojo donde quiere demostrar que él quiere producir y nosotros no los dejamos. Pero nosotros estamos en la fábrica porque ellos la abandonaron y la quieren vaciar”, explica Rubbiani.
Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
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