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Misiones: el conflicto sigue encendiéndose

A cinco días del acampe policial, cada vez son mas los trabajadores y trabajadoras (autoconvocados o no) que adhieren a los reclamos laborales. Este miércoles fue tomado el ministerio de Salud. Antes, los docentes habían cortado un puente en una ruta nacional sin intervención de protocolo alguno. El acampe en la Avenida Uruguay de Posadas ya tiene miles de policías interviniendo, y ocupa 7 cuadras. Las contradicciones y absurdos del gobierno, blindado con medios afines, las ofertas rechazadas, mientras algunos gremios negocian aumentos menores a los reclamados. Las responsabilidades nacionales, el rol sindical frente a sus bases, el clima social y el devenir de un conflicto alimentado a base de ajuste e indiferencia oficial hacia la gente. (Desde Misiones, por Sergio Rondán)
“Acá nadie se mueve hasta obtener un 100%”, dice un uniformado tras la reunión de la mesa salarial y la oferta aparentemente sustanciosa de 62% de aumento, que fue rechazada. “No nos sirve, el policía de escalafón más bajo seguiría por debajo de una canasta básica alimentaria”, explica otro de los efectivos. El ministerio de Salud fue ocupado además este miércoles al mediodía, con el mismo reclamo del 100% como síntoma de la crisis que vive al provincia entre sus trabajadores estatales.
El frío de los últimos días ha quedado atrás pero solo por un tiempo, un alivio para los miles de policías que continúan el acampe en el Comando Radioeléctrico UR-I de Misiones. Eso que empezó tan solo con la Avenida Uruguay cortada entre la calle Félix Aguirre y Félix Bogado, hoy se extiende desde la Avenida Trincheras hasta Avenida Cabred: siete cuadras de la Avenida Uruguay están cortadas, repletas de carpas, anafes, parrillas, ollas populares, patrulleros, gazebos, pilas enormes de madera lista para encender el fuego para el mate o para cocinar. Ya resulta difícil encontrar a Ramón Amarilla o German Villalba, los referentes: la marea de gente y periodistas de Buenos Aires los tienen ocupados.
El parque del conocimiento
Quizás vista desde afuera la cifra del 62% parezca importante, pero hay que entender que el costo de vida en Misiones es de los más caros del país. Solo con hablar con cualquier misionero uno se da cuenta que el promedio de las boletas de luz rondan los 50 mil pesos. En muchos hogares, incluso, llegan a 100 mil. Si se le suma el agua, Internet, garrafa y colectivos, muy probablemente una familia misionera gaste tres cuartas partes de sus ingresos en pagar servicios.
“Mirá si serán caraduras los del gobierno, que hace unos meses anunciaron con bombos y platillos la posibilidad de pagar la luz en 3 cuotas. ¡Estamos todos locos!”, comenta Valeria, maestra preceptora en referencia a un planteo de la administración de Renovación, encabezada por el gobernador Hugo Passalacqua.
Con los docentes la situación es aún peor que con la policía: la mesa salarial del lunes, a la cual invitaron a unos pocos gremios, se realizó muy lejos de la ciudad, en el Parque del Conocimiento, un predio enorme similar a Tecnópolis, con naves grandes para hacer eventos, un teatro, centro de convenciones, cine IMAX, un observatorio y varias instalaciones más. Un detalle de color: muchos contratos de quienes trabajan allí se realizan a través del oficialista Multimedios SAPEM. Por supuesto que la locación de la reunión se conoció minutos antes de la misma, para que la docencia ya no pudiera movilizarse allí para hacer presión. ¿Qué sucedió en la reunión? Participaron cuatro gremios docentes: UDA, SADOP, SIDEPP y UDPM. Estos dos últimos fueron los que pusieron la firma al acuerdo de 34% y llevaron el básico a 100 mil pesos, para que una maestra de grado sin antigüedad gane 400 mil pesos, menos de la mitad de una canasta básica. UDPM es el gremio con más afiliados y el que históricamente firmó lo que la Renovación (el partido de gobierno) le ponía delante: esta vez no fue la excepción. El absurdo: su secretario, “Grillo” Caballero, llamó a sumarse al paro nacional docente del jueves, que tiene en su pliego de reclamos, justamente, un salario acorde a la inflación.

Avenida Uruguay, en pleno centro de Posadas. Hay reposeras pero no hay reposo, sino cinco días de un acampe junto al Comando Radioeléctrico, que ya ocupa siete cuadras.
La gente y los aparatos
En salud la situación es similar a educación. Este martes los gremios de ATE y UPCN firmaron un acuerdo a espaldas de sus bases, que lo rechazaron tajantemente. “Por más que los diarios amigos se encarguen de titular que el conflicto en salud se terminó, eso no es cierto. No sólo no terminó sino que además nos sumamos al acampe”, nos cuenta una enfermera, apostada junto con sus colegas en Junín y Tucumán, sede de la cartera de salud, en un corte de calles en el centro neurálgico de Posadas. No es para menos: por más que Canal 12 se canse de promocionar en sus matutinos que los acuerdos superan a la inflación, la realidad es otra. Hasta ahora todos los salarios acordados están por debajo de la canasta básica alimentaria, aunque el ministro de Seguridad Marcelo Pérez haga malabares discursivos para decir que “ahora hay otra medición que es la Canasta Básica per cápita, que según el INDEC está en 268 mil pesos, y cualquier salario de la administración pública hoy supera esa Canasta Básica y el salario mínimo”. Por más discursos que se difundan, la realidad es la que los desmiente, y la que alimenta la rebelión de la gente.
Hay algo evidente cuando se comienza a caminar por la avenida Uruguay y sus calles aledañas: no hay aparatos sindicales. Son las bases trabajadoras las que se movilizan. Las banderas que se ven dan cuenta de eso: banderas de Argentina, pancartas de escuelas, carteles con proclamas. Por más que desde algunos medios quieran pegar el reclamo al kirchnerismo, peronismo, el trotskismo, a los piqueteros, al Polo Obrero, o a cualquier aparato denostado mediáticamente (con justa causa o no) la realidad es otra: la maestra de a pie, la enfermera, el empleado judicial, todos se están moviendo.
Justamente por esa razón muchos docentes deben hacer un tremendo esfuerzo personal para sostener el reclamo: cuesta movilizarse a Posadas, y dinero es lo que falta. Por eso abrieron un fondo de lucha para poder costear gastos. Precisamente los docentes autoconvocados por fuera de todo aparato son quienes están apostando a una estrategia que se simbolizó este martes, cuando cortaron por varias horas el puente de Garupá. Pese a los trolls oficialistas, ahí no había “colectivos rentados” ni ninguno de los estereotipos con los que se busca atacar a trabajadores y trabajadoras que se movilizan.
La plancha
Mientras tanto, el gobierno hace una especie de plancha política. Firma acuerdos con los sindicatos amigos, ignora a quienes reclaman aumentos y utiliza su aparato mediático para intentar imponer una realidad que no existe más que en los estudios de Canal 12. Es común ver a funcionarios, reconocidos trolls y amigos del poder replicar los anuncios que hace el Ejecutivo. El planteo general es conocido: no hay plata. Sin embargo, si uno analiza las cifras del Ministerio de Hacienda se da cuenta que la plata está, pero que no se sabe a dónde se gira. Resulta evidente que los medios relacionados con el gobierno reciben su tajada. Rodrigo Aranda, vicepresidente de Multimedios SAPEM, se encarga de producir contenidos irrelevantes. ¿Quién los paga? La crisis provincial es una respuesta.
¿Quién es responsable?
“Yo los apoyo, y todos los vecinos de la zona. La situación de miseria es insostenible. Pero los comerciantes de la avenida no sé cuánto más van a aguantar. Ya están perdiendo muchas ventas. No sé de quién es la culpa, pero alguien tiene que resolver esto”, explica un vecino de la zona acampe del Comando Radioeléctrico.
Para el misionero la culpa está repartida: hay quienes dicen que es un problema provincial, otros apuntan al gobierno nacional exclusivamente, pero la realidad está en el medio: la provincia tiene manejos oscuros con los fondos y no rinde cuentas a nadie de la plata que envía Nación; y Nación desde la llegada de Javier Milei no solo recortó muchos fondos sino que además generó una espiral inflacionaria y una caída de la actividad comercial, industrial y económica en general. La situación cada vez es más compleja porque ninguna autoridad del gobierno da respuestas a quienes reclaman. Mientras tanto, las calles son un hervidero.
Los docentes autoconvocados, luego de cortar el puente, resolvieron marchar hacia el acampe y decidieron hacer su propio acampe en Trincheras y Uruguay. En medio del silencio o las operaciones mediáticas, los recolectores de basura y los municipales autoconvocados también planean sumarse a lo que ya es un momento histórico en una provincia que está diciendo basta.
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Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

El acto de jubiladas y jubilados volvió a exhibir este miércoles la absurda represión contra personas que trabajaron toda la vida y se manifiestan pacíficamente ante la licuación brutal de sus ingresos. Tras los golpes, las fuerzas de Gendarmería, Prefectura y Policía Federal (que no parecen estar donde deberían), recibieron orden de retirada, mientras la gente celebraba otra batalla ganada. El acompañamiento de personas discapacitadas, la creatividad de los carteles, las estampitas de la Virgen y las teorías sobre el fernet para describir parte de la actualidad.
Por Lucas Pedulla y Sergio Ciancaglini
Fotos: Juan Valeiro/ lavaca.org
El horario de marcha de jubilados y jubiladas de todos los miércoles es a las 15 horas: a la hora señalada ya había un jubilado detenido –Julio Vargas, luego liberado– y una decena de heridos entre gases, palos y escudos. Por ejemplo Carlos, más conocido como Chaca, el mítico hincha de Chacarita Juniors, en un día en el que el gobierno había anunciado descuentos en supermercados: “Ni enterado, pero ya nadie les cree nada. Mirá”, dice y muestra sus brazos golpeados, su codo ensangrentado, el labio partido por un golpe. “Hoy de vuelta nos fajaron. Pero que hagan todo lo que quieran hacer, ya se van”.

Golpes en los brazos, el labio partido y la sonrisa de Carlos Chaca: las fuerzas de Bullrich terminaron yéndose mientras la gente celebraba.
Tapar a Espert
Las agresiones incluyeron a la Prefectura Naval y a la Gendarmería, ubicadas en Rivadavia y Callao para castigar a personas ancianas mientras las fronteras siguen siendo un colador por el que entran y escapan narcos, según se informa cada día.

Un total de 20 heridos, según mencionó el Centro Provincial por la Memoria.
Después de la represión, la escenografía del Congreso volvió a evidenciar su irracionalidad: el cordón de policías federales, prefectos y gendarmes circundaba la plazoleta y abarcaba dos cuadras. Es la segunda semana consecutiva en la que el despliegue del operativo queda a cargo de las fuerzas federales, luego de varios miércoles donde la única fuerza que se veía era la Policía de la Ciudad.
“Esto se llama Operativo No Rompan Las Pelotas”, define Lorenzo, 73 años, vecino del partido bonaerense de San Martín. “No quieren mostrar debilidad y quieren tapar a Espert. Tienen mil quilombos, y creen que esto a Bullrich le suma puntos para su campaña”.

La marcha pacífica después de otra represión absurda. Gendarmería y Prefectura, ¿no deberían estar en otra parte?
Esa sumatoria todavía está por verse: alguien debió pensar algo distinto si hoy desistieron repentinamente de agredir a jubilados. El razonamiento de Lorenzo emparenta el despliegue policial con la candidatura de la ministra de Seguridad a una banca en el Senado, un lugar donde tendrá fueros que la podrían proteger ante un eventual avance en las causas por las diversas represiones que la tienen como la máxima responsable política, entre ellas el balazo que dejó al borde de la muerte al fotógrafo Pablo Grillo, hoy en rehabilitación.

Retenciones y fin de mes
A Lorenzo lo escucha Juan Manuel, uno de los tantos jubilados que redacta carteles que van marcando el ritmo de la época: lleva 115 frases anotadas en una libretita, ordenadas por fecha de creación.
Hoy exhibe dos, que aquí registramos:


Sobre esta última hipótesis, Juan Manuel hace un gesto con su mano derecha, como quien describe a algo que está rumbo a otra parte.
Despidiendo policías
Los que primero parten, en este caso, son los efectivos (?) federales. La gente de a poco fue sobrepasando al cordón policial, empujándolos hacia la vereda, hasta que de alguna parte llegó la orden de abandonar el lugar.
La manifestación los despide cantando: “Son todos narcos”. Lo pesado de los trajes policiales, sus escudos, armas y tonfas, hace cada movimiento más robótico, y en muchos sentidos más absurdo. El vallado que separa el punto de fuga de la plaza es tan grande que solo por un pequeño pasillo los cientos de efectivos se escabullen a un ritmo que permite que el estribillo que no cesa –“son todos narcos”– sea capturado por cientos de cámaras.

Una imagen resulta conmovedora. Alberto, un hombre ciego, camina con un bastón en la mano derecha y la izquierda la lleva apoyada –para guiarse– en el hombro de Sergio, que avanza en silla de ruedas.

Alberto y Sergio.
Forman parte de un pequeño grupo que incluye a Ariel, que tiene síndrome de Down, Remigia en su andador eléctrico, integrante de la CTA, Julito, también ciego, Sol, Daniel. Marcela y Leonor los acompañan y llevan una pequeña bandera que dice “Unidos por la especial”, en referencia a la educación especial eliminada, calcula Leonor, en más de 20 escuelas porteñas. Alguien que ve a ese pequeño grupo manifestarse plantea una posibilidad: “Este pueblo es invencible”.

Alberto dice: “No podemos dejar que nos quiten los derechos, nos pisoteen como un trapo sucio en el fondo de una casa”. Sergio agrega: “Hoy encima, como vienen las elecciones, te dicen que te van a dar descuentos en los supermercados. Nos toman de idiotas. Pero así les va a ir”.
Sobre las estampas y el fernet
Cuando se va el último policía, la plaza celebra. Entonces empieza la marcha, como cada miércoles. Aparece una tercera fuerza –Policía de la Ciudad– que sólo armará un cordón sobre Sáenz Peña para que la marcha no siga hasta Plaza de Mayo.
Allí está Patricia, 68 años, de zona norte del conurbano, que le reparte estampitas de la Virgen María a los policías.

La sonrisa de Patricia, observada por la policía y por un «eternauta» de prensa.
Algunos se ríen, otros permanecen inmutables, y ella dice: “Necesitamos bendiciones. Prefiero confiar en la misericordia. Es una forma de decirle al Presidente que se está equivocando. Confiemos en que puede escuchar, ¿no? Escuchó el resultado de las elecciones, pero no está escuchando la calle. Hay que seguir viniendo. Y pedir por los derechos del pueblo”.
La insistencia sonriente de Patricia genera lo inesperado: varios policías aceptan la estampa de la Virgen y le agradecen. Nadie sabe muy bien cómo interpretar eso. Ella arquea las cejas: “No se pueden conocer los caminos de la misericordia”.
Un poco más allá hay una celebración de cumpleaños, con orquesta de bombos y trompetas, con baile de jubiladas y jubilados al ritmo de «como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar».
Selva, 65 años, vecina del barrio porteño de Floresta tiene una bandera argentina atada como capa, gorrito celeste y blanco, y un cartel que ranquea entre los más llamativos de la jornada:

Su situación –dice– es como la de cualquier otra jubilada: “Tengo la suerte de tener mi casa, un baño con agua caliente, mi comida calentita, pero la veo feo para mis hijos”. Por eso no se pierde un miércoles. Tampoco pierde el humor: “Toda mi vida traté de ser respetuosa. No me gusta venir y pelear con la policía. Pero no nos vamos a dejar asustar. A mi hermana y a mí nos tiraron con el hidrante en el invierno pero seguimos luchando”.
¿Cómo seguimos? “Hay que ir a votar. Cada uno sabe en qué momento estuvo mejor. Hay que luchar. Siempre con esto”, dice y señala su obra de arte sobre el fernet: “Con la palabra y la sonrisa”.


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Ni Una Menos con voz propia: lo que necesitamos escuchar

Por Claudia Acuña
Empecemos por el final, que es el principio de todo.
La mujer lleva una remera blanca con la cara de una de las masacradas encima del pullover y resguardada por un chaleco negro. Sostiene la cabeza con una mano mientras con la otra se frota la mollera donde recibió el golpe de un palo. No está sentada, sino derrumbada en la silla cuando comienza a hablar. Lo que dice y cómo lo dice es lo revelador porque esa mezcla de aturdimiento e información es lo que define esta jornada en la que miles de personas se movilizaron para decir aquello que necesitábamos nombrar en voz alta.

“No sé cómo terminamos así, pero ahí estamos” arranca.
Su joven hija la observa en silencio.
“Tenía de la mano a los chicos que se subieron al micro… quisieron acompañar, pero son muy chicos… y las madres… bueno: eso no es lo que importa ahora. Son chicos: eso es lo que importa. Y está bien que vengan a la marcha porque es una manera… ya saben, de salir de toda la lógica que quieren imponerles… Siento que sus manos tiemblan… Ellos que siempre se muestran tan… tan como que nada los afecta… y estaban agarraditos a mi mano… siento eso y me doy cuenta que son nenes, que hay que cuidarlos y no sé si puedo… y los chicos se sueltan y ahora… ¿dónde están?
Repite:
¿Dónde están?
Suspira:
“No doy más”.
Llora.
La abrazo.
Un vaso de agua, un ibupirac para el golpe, un mate, el silencio que riega sus lágrimas.
Sigue:
“Queríamos llegar al micro y no podíamos: estábamos encerradas por la policía. Tiraban gases. Golpeaban. Y cuando logramos doblar no sé por qué calle (era Solís) aparece un pelotón de motos con policías y ahí es como que me perdí, no sabía para dónde ir… Estaba paralizada… lo único que pensaba era por qué… por qué”.
Su joven hija la ubica:
“Por el periodista que se estaba riendo de nosotras”.
Se refiere a un cronista de La Nación+ que tuvo un gesto hacia las mujeres y fue repudiado por las manifestantes, lo que justificó que la policía comenzara a golpear y arrojar gases a las familias de las víctimas.
La mujer sigue:
“También se ríen de nosotras en las redes, pero bueno: eso no es lo que importa ahora… Lo que importa… (cierra los ojos en un largo silencio) Ya está. Ya estoy en eje otra vez: lo que importa es que tenemos que volver al barrio”.
La mujer llama al chofer del micro: las están esperando en el edificio con la cara de Evita, la ubica.

Lo que se mueve
Tres chicas muy jóvenes y muy empobrecidas masacradas con crueldad lograron algo imposible: que la marcha la encabecen sus familias. Detrás, miles de nadies. En el cordón de protección, las travas y putas de Constitución, las heroínas anónimas de la economía social, las jóvenes no binaries que protagonizaron la primera rebelión antifascista en aquel febrero que parecía tan lejano. Muy detrás los kioscos –encabezados por el de Ni Una Menos– todavía por delante de los partidos y los sindicatos, pero eso hoy tampoco es lo importante. Lo que suma es el todo porque es lo impredecible para los criminales que ejercen su saña sobre cuerpos que creen socialmente descartables. Que así no lo sea es lo que hace único a este movimiento y a este país, todavía: eso es lo importante.
Hay muchas madres acompañadas por hijas de la edad de las víctimas, aun cuando sin duda no comparten esos destinos sociales. Le pregunto a una –Isabela, 15 años– qué sintió cuando leyó la noticia. “Miedo”. Su madre, Carolina, completa. “Por eso le dije que había que estar hoy acá: lo que saca el miedo es salir a la calle”.
Le pregunto a otra –Dina Sánchez, secretaria general de la UTEP– qué representa esta marcha: “Estamos expresando con mucha contundencia que está pasando algo gravísimo: avanza el narcotráfico y no pasa nada. Desaparecen el Estado y no pasa nada. Matan pibas ¿y no pasa nada? No: acá estamos”.

Dina Sánchez, de la UTEP.
Le pregunto a Bianca, militante de izquierda, cómo seguir después de esto: “Para mi tendría que seguir con asambleas en todos los lugares porque esta pelea es muy grande. Tenemos que juntarnos a pensar cómo dar la batalla no sólo a estos femicidios crueles, al narcotráfico y a la pobreza, que es la madre de todas estas batallas. De arriba no va a venir ninguna idea ni mucho menos, una solución”.

Le pregunto a Georgina Orellano –trabajadora sexual y secretaria general de Ammar– qué expresa esta marea, pero hoy prefiere no hablar. Solo repite por el pequeño megáfono –que es el único lujo de la organización de la marcha– los tres nombres que duelen:
Lara.
Morena.
Brenda.

Georgina lo gritará mil veces a lo largo de las diez cuadras que separan Plaza de Mayo del Congreso y todavía más alto cuando pasa delante de la bandera que sostiene el pequeño grupo de Mujeres Abolicionistas, la vieja cicatriz que divide esas aguas. Y aunque eso no sea hoy lo importante me tienta decirlo: la bandera proclama “Ninguna mujer nace para puta”, frase robada a la activista boliviana María Galindo, quien batalla desde hace añares por terminar con esa grieta apelando al realismo: sin políticas sociales el abolicionismo suena negacionista. ¿Significa afirmar esto estar a favor de la explotación sexual? No: significa Lara, Morena, Brenda, mutiladas en vivo por Instagram. El horror aniquila disputas teóricas. Es cruel realidad: abre preguntas nuevas que hay que comenzar a responder urgente y colectivamente.
Ya está.
Recuperemos el eje.

Lo importante hoy quedó claro cuando en las calles de la ciudad este Ni Una Menos representado –al fin– por los bordes más castigados gritó con voz propia lo que necesitábamos escuchar:
“Yo sabía,
yo sabía
que a los narcos
los protege la policía
¡y la justicia!”.
Luego, vino el final: las familias de las víctimas acorraladas por la policía.
Y esa mujer que, como todas, necesita nuestro abrazo.

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Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

El gobierno montó nuevamente una coreografía de represión buscando imágenes que ensamblen con la del presidente Javier Milei, su hermana Karina y el ministro Luis Caputo en Estados Unidos, alborozados por los tuits de Donald Trump y el nuevo endeudamiento del país. En Congreso pudo verse a lisiados marchando en sillas de ruedas, jubilados atacados y gaseados por la policía, la libertad de expresión en los carteles que dicen mucho más que los exmedios de comunicación. Reflexiones sobre préstamos y deudas y las primeras reacciones en la calle frente al triple femicidio de Lara, Brenda y Morena.
Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi
Fotos: Tadeo Bourbon / lavaca.org
“La timba de la city es la tumba del país”.
Podría ser una síntesis de esta época. Es un cartel que lleva Juan Manuel, jubilado de asistencia perfecta los miércoles. Dice que espera que hoy no haya gases ni represión. Lo dice por un cuidado colectivo, pero también por una necesidad personal. Muestra contento, feliz, una entrada que sacó al teatro (Sala Lugones, del San Martín, $4000) para ver “El gran desfile”, sobre la Primera Guerra Mundial. Sus carteles, como los de tantas jubiladas y jubilados suelen decir más sobre la actualidad del país que los editoriales y comentarios del experiodismo que fatiga los medios.

Pero sus deseos sobre un miércoles sereno no serán órdenes porque a los 10 minutos, por reloj, la Policía Federal y la Prefectura empiezan a reprimir, en una imagen que pareciera que las Fuerzas vinieron a buscar.
El saldo: varias personas gaseadas, dos demoradas (entre ellas, una mujer embarazada de dos meses) y dos heridas fuera de peligro trasladadas por el SAME: Mabel, jubilada de 64 años, enfermera de Malvinas, a quien le pegaron con un casco y su cabeza dio contra el asfalto; y Diego Gómez, comunicador, al que gasearon y le pegaron con un palo. A ambos los llevaron al Hospital Ramos Mejía y para hacerles estudios.

La Prefectura gaseando a jubilados.


Mabel golpeada por la policía. Fue enfermera en Malvinas.
Para la foto
La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, otra vez montó una coreografía de represión, buscando una imagen de violencia en las calles que dialoga con la del presidente Javier Milei y el ministro de Economía Luis Caputo con la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, en Estados Unidos. La imagen llega también después de la reunión con Donald Trump, la noticia del swap de miles de millones de dólares de los que nada llega al país ni a su población, sino al esquema de vaciamiento financiero, con el agregado del supuesto pedido/orden de la Casa Blanca de que el gobierno retome el control político del Congreso.

Editorial sobre la actualidad argentina.
Por eso, en la previa de la marcha, algo de la disposición policial callejera olía extraño.
A diferencia de otros miércoles el vallado no cruzaba de punta a punta la plaza. El tránsito tampoco estaba cortado. Y la impronta Bullrich se veía en las fuerzas: el control de la calle estuvo a cargo de Prefectura y Policía Federal. Había gendarmes pero no intervinieron en la represión, que comenzó en Entre Ríos e Hipólito Yrigoyen, mientras un grupo de jubilados realizaba un semaforazo. Primero avanzó la Prefectura con violencia en el cuerpo a cuerpo con escudos frente al puñado de personas. Luego, cortaron el tránsito y colocaron las vallas, mientras desparramaron su gas tóxico sobre los manifestantes.




Teatro antidisturbio
Durante la marcha Juan Manuel, dudando sobre si ir o no al San Martín, analiza la economía argentina en este teatro antidisturbios: “El nuevo acuerdo con Estados Unidos potencia este circuito de guita en el que nos prestan y nos prestan, y solo nos queda más y más deuda que pagará el pueblo. Por eso siguen prestando. Es simple”.
Lo que más se escucha y se lee en la movilización de hoy está vinculado a la relación cada día más carnal con los Estados Unidos. Un señor espigado camina al grito de “vendepatria, Milei vende patria”. Otro hace lo mismo golpeando un jarrito de lata. Abundan los carteles alusivos: “cipayo”, “no faltan recursos, nos sobran ladrones”.

En la radio abierta, no van con vueltas: “Esta semana volvió a quedar claro que es un gobierno de transnacionales, que le sacaron las retenciones al campo mientras a nosotros nos tienen acá, dando vueltas en este marchódromo”. También hay carteles por el triple femicidio de las chicas de La Matanza: “Justicia por Lara, Brenda y Morena”.

Sin palabras
Una de las que vino a movilizarse es Amanda, que dice ser “barra y patotera”. Lo dice en el dorso de su guardapolvo blanco. Tiene 86 años y llega en bastón con un mantra que suelta al aire: “No nos han vencido; no nos han vencido”. Amanda dice que repite esto porque ya no tiene palabras para describir lo que ve. Que ya no quiere ni mencionar el apellido del presidente porque le hace mal a la salud. Señala su garganta y señala que le quedan atragantadas justo ahí. “A mi edad, pensé que ya había visto todo”.

Amanda cuenta que le gusta usar el diccionario y conocer palabras nuevas y que desde hace semanas tiene un pasatiempo: encontrar un adjetivo que encaje para describir a Javier Milei. “Pero ya se acabaron, no hay palabra que describa a este sinvergüenza que vino a sacarnos lo que no teníamos a los jubilados”. Amanda tiene 4 hijos. Uno de ellos está ahora en Hamburgo, Alemania, “puchereando”. Su hijo es músico, dice, y que se llama Ariel Prat. “Ambos estamos puchereando, él allá; y yo acá”.

El Himno al sol
Sobre avenida Rivadavia, tres jubilados y una jubilada en silla de ruedas van por el medio de la calle. Se detienen al sol y cantan el himno. Se emocionan. La Plaza, que había comenzado sin cortes de tránsito ni vallas, ahora está cercada y sin tránsito.

En otra postal del epílogo del miércoles, Zulema, de Jubilados Insurgentes, agarra el megáfono y dice a todos los vientos: «Ante la deuda externa que crece más y más, la única que nos queda es organizarnos cada vez más y más, no solo contra este gobierno sino contra todos los poderes que lo sostienen. Esto va a seguir, sea el gobierno que esté, y nos tiene que encontrar organizados y dispuestos a hacernos oir para que las cosas cambien».

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