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Rebelión en la chacra
Cuando se habla del campo, todo parece evocar a la soja, los agronegocios y las 4×4. El Movimiento Nacional Campesino Indígena es otra realidad, formada por 15.000 familias de siete provincias, que viven de lo que producen, resisten a grupos paramilitares, retoman latifundios improductivos y plantean una democracia genuina como modo de vida. ¿Qué piensan sobre los biocombustibles, el gobierno nacional y el modelo de desarrollo? El paralelo de las violaciones a los derechos humanos con el saqueo de los recursos naturales.
“Así como hoy nadie puede discutir el genocidio de la dictadura, en 30 años va pasar lo mismo con el tema del saqueo de los recursos naturales.” Ramiro Fresneda mira el mate, mira el borrador que están preparando sobre el tema de los biocombustibles, y deja flotando una sensación: ni él ni los otros integrantes del Movimiento Nacional Campesino Indígena (mnci) se van a quedar sentados esperando 30 años a que vengan a darles -oficialmente- la razón.
La conversación y el mate giran en Quimilí, Santiago del Estero, en el patio de tierra de una de las centrales del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (mocase) que recibe cientos de visitantes por año, a fuerza de la fama y las luchas del movimiento. Es una casa grande y rectangular, con galerías en sus cuatro lados que permiten sobrevivir a temperaturas de infierno, cuatro habitaciones, un salón abierto para las asambleas y una antena de 52 metros de altura de la fm del Monte, una de las radios del mocase. La casa fue construida por Ingenieros sin Fronteras, ong europea de cooperación para el desarrollo, respetando el estilo santiagueño: las columnas de quebracho, por poner uno de los ejemplos más llamativos (que el quebracho sea llamativo explica la profundidad del saqueo ambiental).
Los santiagueños son los anfitriones de este encuentro del mnci. El movimiento incluye a 15.000 familias agrupadas en organizaciones campesinas de siete provincias. A Quimilí llegaron delegados de las diferentes comunidades, que volverán a sus pueblos con temas y preguntas a resolver con sus asambleas. El mecanismo es ese: se decide al revés de lo acostumbrado, de abajo hacia arriba. “Hay referentes, sería hipócrita no decirlo -reconoce uno de los fundadores del mnci- Pero que haya referentes no quiere decir que haya dirigentes. Hay una gran autonomía de las pequeñas organizaciones territoriales, y democracia de base. El movimiento no puede decirle a ninguna comunidad qué tiene que hacer”, cuenta Ramiro para explicar que las discusiones van desde las comunidades al movimiento, a través de delegados rotativos. No hay estatuto, presidentes, secretarios ni burocracias. ¿Cómo se hace para que los referentes no se transformen en dirigentes? La respuesta es la capacitación, para equilibrar posibilidades, que incluye tanto a los “manos blandas” -quienes tienen estudios o realizan un trabajo de gestión o administración- como a los “manos duras”, los campesinos dedicados al trabajo físico.
Ramiro pasa el mate. Pertenece al Movimiento Campesino de Córdoba y junto a Ariel Méndez (Red Puna) y Diego Montón (Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra de Mendoza) fueron elegidos para ser los interlocutores de MU, y conversar sobre varios temas cruciales de la agenda de estos tiempos.
Apuntes sobre agrocombustibles
Esa agenda incluye un asunto que estalló en estos tiempos: los biocombustibles. Los integrantes del mnci andan con papeles y biromes, tomando notas e intercambiando ideas, preparando el borrador que volverá a las asambleas de las comunidades para convertirse en un documento. Estados Unidos impulsa la producción de combustible a partir del procesamiento de maíz, soja y caña de azúcar. Lo postula como una cuestión “benéfica” para el medio ambiente, y como un modo de reducir la dependencia del petróleo. George Bush y el brasileño Lula da Silva firmaron en marzo un acuerdo de cooperación al respecto. México, Uruguay y Argentina ya buscan una porción de esa torta. ¿Qué plantean los movimientos campesinos? Por lo pronto, no hablan de biocombustibles, considerando que “bio” quiere decir vida, y es una palabra que le queda demasiado grande al tema. Se refieren por eso a agrocombustibles. Éstas son algunas de sus ideas para un documento.
La expansión de los cultivos afectará a los alimentos, que serán más caros; a los suelos, que se degradarán por el uso de agroquímicos; e impulsará aun más el monocultivo para alimentar las plantas de etanol.
Es falso que el etanol beneficie en materia ambiental. Si no cambia el modelo de derroche energético, seguirá la producción de gases de invernadero, principal responsable del cambio climático.
El papel de la región será suministrar energía barata a los países ricos, a través de políticas como las de la colonización: apropiación de territorio, de bienes naturales y de trabajo, lo que representa mayor concentración de tierra, agua, renta y poder.
La producción de agrocombustibles pondrá en peligro la soberanía alimentaría y agravará el problema del hambre en el mundo. En México, por la exportación del maíz para etanol, hubo un aumento del 400% en el precio del maíz.
Con los cereales que se necesitan para llenar el tanque de una camioneta se puede alimentar una familia por mucho tiempo. La mayor parte de la energía producida se consume en el cultivo y el procesado -en petróleo, riego, maquinaria, transporte-. Hasta puede darse saldo negativo de energía. Y más negativo aun, si se suma la destrucción de los bienes naturales y la contaminación que las refinerías causan en las comunidades cercanas.
Las industrias y gobiernos del Norte necesitan que la producción sea en el Sur, porque no disponen de tierra o no quieren usarla para esto, y porque asumen que en esos países los problemas ambientales son obviados por gobiernos ávidos de “inversión” extranjera y de promover la agricultura intensiva de exportación.
Es un proyecto de Estados Unidos para disminuir su dependencia de las naciones petroleras, pero además, un interés propio de sus empresas de agronegocios, petroleras y automotrices.
Usar los alimentos para llenar millones de autos o para millones de estómagos. ¿Usted que elige?
Los efectos del superávit
El mnci nació hace dos años, pero las organizaciones que lo integran vienen trabajando desde hace años. Lo que han hecho es poner en red sus experiencias y sus proyectos, para potenciarlos, compartiendo una convicción que Diego explica del siguiente modo: “Ninguna estructura, ya sea de gobierno o cualquier organización ajena al territorio, será la que salve a las comunidades que están sufriendo las consecuencias. Serán las mismas comunidades organizadas las que pueden y deben hacerle frente para avanzar en otro modelo de desarrollo”.
El país tiene superávit y se exporta como pocas veces. Los sectores tradicionales igualmente reclaman mejoras. ¿Cómo evalúan ustedes la situación del campo?
Diego: No somos parte de ese campo con superávit, con empresarios y ricachones nucleados en entidades tradicionales que nunca han metido las manos en la tierra y que explotan a nuestros compañeros. Aclarado eso, la palabra que mejor define la situación es saqueo, por el modelo económico en sus diferentes expresiones: la soja, las mineras, las pasteras. Son modelos productivos que extraen aquí para subsidiar a los países de Primer Mundo. Y están los capitales nacionales, como para no echarle toda la culpa al de afuera, concentrados en corporaciones. El peso de sostener todo esto recae sobre las comunidades campesinas e indígenas, malvendiendo su producción o siendo mano de obra explotada. La forma de vida se deteriora, hay expulsión del campo y crecen las ciudades con sus villas miseria. Uno de los grupos que integran el movimiento es de Buenos Aires, con un interesante trabajo que busca la vuelta al campo de muchas familias.
Ramiro: El peor daño es la invasión de nuestros territorios por el monocultivo, sea de soja o pino; por las mineras y la contaminación y desaparición del agua.
¿Qué tipo de modelo plantea el Movimiento?
Diego: La soberanía alimentaría entiende que el pueblo debe poder tomar las decisiones que lo afectan. Y desde hace tiempo el Estado toma esas decisiones a favor de la rentabilidad de las empresas. En cambio, el modelo campesino indígena no es tan cuantitativo sino que tiene que ver con lo que cuido, porque vivo de lo que produzco.
Ramiro: Otra diferencia es que los políticos, las empresas y el Poder Judicial ven al territorio como mercancía. Pero para nosotros es una historia, una cultura. La lucha no es algo discursivo, tiene que ver con defender una forma de vida que sentimos propia. Y luchar por eso es luchar por mantener mi forma de vida, la de mi viejo y mi abuelo.
Soja, mineras y parapoliciales
“Para los campesinos e indígenas actualmente hay políticas asistencialistas en el mejor de los casos”, señala Ramiro. El mnci pretende otra cosa. Tiene un proyecto de ley que reclama: “Moratoria al desalojo de campesinos e indígenas, y revisar todo lo que se vendió. Pero no hay voluntad política de hacerlo, mientras la frontera agropecuaria avanza con títulos truchos. Nadie sabe qué se puede destapar si alguna vez se revisan en serio todos los campos que fueron vendidos en estos años”. Reconoce, además, que pese a estar en veredas opuestas, la disputa “no es ahora con la Sociedad Rural, sino con las grandes empresas de agronegocios.” Las viejas oligarquías corren el riesgo de salir bien paradas de la comparación con las nuevas, que son todavía más depredadoras. “Nuestra idea es que se repartan tierras colectivamente para garantizar que no se venderán al mejor postor sojero” dice Ramiro.
Diego agrega que el secreto no consiste precisamente en la espera: “No hemos esperado que un juez nos devuelva la tierra. Fuimos, impulsamos un plan estratégico y hasta desarmamos a los paramilitares para retomar la tierra. Además, estamos haciendo un trabajo silencioso para que se puedan hacer tomas de predios y latifundios improductivos o especulativos”.
Los paramilitares y las topadoras son parte del paisaje rural. Hay que pensar que se habla de familias y comunidades alejadas, en condiciones de vida durísimas (los llamados adelantos de la vida moderna no llegan a estos campos). Como contrapartida, los grupos empresarios cuentan con ejércitos privados contratados o con policías locales siempre dispuestos a dejar un rato el uniforme para ganarse un extra reprimiendo ciudadanos. Con las topadoras arrasan las casas de los campesinos, mientras los paramilitares los amenazan, matan sus animales y ejercen un terrorismo privado. El Estado es un espectador que deja hacer. Un dato clave que conviene retener: todas las veces que los campesinos de estos movimientos fueron expulsados con las topadoras y lograron responder colectivamente, pudieron recuperar la tierra. “El detalle -dicen- es que no puede buscarse una solución individual Hay que organizarse”.
¿Cuál es la relación con el gobierno nacional?
Ramiro: El Estado es estático, ya no responde a las necesidades, no ha evolucionado. Y esta democracia también es estática. Están los que mandan, organizan y ordenan. Los demás siguen. Hay un punto errado ahí. Ésta es una democracia formal. Como dice la Constitución: representativa. No hay espacio para una verdadera participación.
Ariel: Sobre el gobierno, no creemos que haya que tirar de la cuerda hasta que se rompa. Pero tampoco vamos a hacerle el juego, como otras organizaciones, de no tirarse en contra porque es “un gobierno en disputa” y hay que quedarse quietos y callados para no favorecer a la derecha. Eso es una chicana.
Diego: El andamiaje para que todo este modelo avance comenzó con la dictadura militar. Menem lo perfeccionó. Y el actual gobierno no ha tomado medidas que reviertan la situación. Continúan las mineras, las pasteras y sojeras y nada parece modificarse. En el discurso alguna gente del gobierno tiene coincidencias con nosotros, pero la mayoría de las veces son sólo palabras. Hay que ver hechos. Un ejemplo: mirá cómo están trabando la Ley de Bosques, que es una herramienta para frenar los desmontes.
Ramiro: Los gobiernos hacen sociedades de arriba hacia abajo. El zapatismo y el Movimiento Sin Tierra de Brasil están haciendo una sociedad de abajo hacia arriba. Nosotros por ahora somos apenas una fotocopia de eso, pero nos animamos a más. Antes estábamos solitos y dispersos, hoy somos quince mil familias. Y esto recién empieza.
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