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Genocidas en el barrio

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Juan Miguel Wolk, procesado por torturas y robo de bebés, ya vive en Peralta Ramos. A pocas cuadras puede instalarse Miguel Etchecolatz. Madres, Hijos y vecinos explican por qué la calle sigue siendo clave para defender los derechos humanos. ▶ LUCAS PEDULLA

Genocidas en el barrioLa referente de la filial Mar del Plata de Abuelas de Plaza de Mayo, Ledda Barreiro, se enteró por teléfono de que el juez federal Ernesto Kreplak había concedido la prisión domiciliaria a Juan Miguel Wolk, responsable del centro clandestino Pozo de Banfield, procesado por más de 300 torturas y por el robo de bebés durante la dictadura. Y dice:
“Este hombre sabe dónde está mi nieto: él nació en Pozo de Banfield”.
El dato estremece.
“Es demasiada impunidad como para que no te vuelvas loca”.
Fue en febrero.
En marzo Abuelas, Madres, Hijos y vecinos organizaron un escrache. “Él está tranquilo, porque es un asesino frío y despiadado, pero lo hicimos para que por lo menos piense: ‘Otra vez estas viejas acá’. Fastidiarlo”.
¿Qué hacemos cuando el vecino del barrio es un genocida?
La respuesta, dice Ledda, es social.
Esta nota parte de una pregunta: cómo se construye.
 

Recuerdos de la muerte

 
Leda es mamá de Silvia Muñoz, militante de la Juventud Universitaria Peronista desaparecida el 22 de diciembre de 1976, pero su persecución se había desatado en democracia. “Comenzó con la CNU (Concentración Nacional Universitaria, organización parapolicial vinculada a la Triple A). Es más: la primera vez que fueron a mi casa el Presidente todavía era Perón. Había familias marcadas. Nosotros éramos una”. Esa primera vez que entraron a su casa fue en 1975. “Ahí supimos lo que era el terror. Y todavía no había llegado lo peor: la dictadura”.
Silvia y Alberto, su otro hijo militante, entraron en la clandestinidad antes del golpe. Ledda y su marido, junto a su hijo menor, Fabián, tuvieron que irse. “De día estábamos en casa y a las 6 de la tarde en punto, Fabián agarraba la bicicleta, salía y nos avisaba si habían llegado. Eran tres coches. Cuando avisaba, yo tenía la comida preparada, mi marido se sentaba al volante, poníamos todo en la olla y salíamos volando. Los tres coches nos seguían atrás a ver dónde dormíamos”. Al otro día, cuando regresaban, se encontraban con la casa desordenada. “Entraban todas las noches. Nosotros, todos los días a las 6, salíamos. ¿Sabés cuánto tiempo hicimos esa vida? Ocho meses”.
En el 75 lo llevaron preso a Alberto. Silvia, clandestina, le dice a Ledda que está en Mendoza. Viajan a verlo y cuando llegan Fabián grita: “¡Beto! ¡Beto!”. Señalaba un puesto de diarios: en la tapa de Los Andes la noticia era la captura de un “subversivo”. En primera plana, estaba la foto de uno de los detenidos, torturado. Era Alberto. Lo encuentran tras varias recorridas y amenazas. Lo pasan a disposición del Ejecutivo: estuvo preso durante siete años en distintas cárceles del país. Quedólibre en 1981.
Volvamos a la Navidad de 1976: Ledda se preparó para pasarla junto a su hija y su compañero Gastón. “Nos dijo que tenía que darnos un regalo. La última vez que la habíamos visto tenía un dedo fuera del mocasín. Pensamos: ‘¿qué regalo nos puede hacer?’. Pero en navidad llegó Gastón solo. A Silvia la habían secuestrado. Él nos contó que el regalo era el nieto. Estaba embarazada”.
“Mar del Plata tiene casi 600 desaparecidos, 10 centros clandestinos, aunque yo les digo lisa y llanamente campos de exterminio: yo estuve en uno. Para una ciudad de poco más de 200 mil habitantes, es mucho”.
 

Infierno

 
A Ledda la secuestran en el 78. “Hacía tres años que mi hijo estaba en la cárcel y dos años que mi hija estaba desaparecida. Decidimos volver, si ya nos habían destruido. A los diez días nos secuestran. La pregunta del millón es por qué, si ya tenían a nuestros hijos. Y también por qué nos sueltan. En eso consiste el terrorismo de Estado. Crea miedo. Eso circula. Después no se te arrima nadie. Y te largan, deshecho, roto”.
Estuvieron en La Cueva, el centro clandestino que funcionó en la Base Aérea de Mar del Plata. “Cinco metros bajo tierra. Ahí estábamos. No voy a hablar de eso”.
 
¿Cuánto tiempo estuvieron?
Casi cuatro meses. Pero Einstein dijo que el tiempo es relativo: no es lo mismo esta charla de dos horas que dos horas ahí adentro. Lo peor de todo fue saber dónde estuvo mi hija, cómo era el lugar. Es el infierno.
 

Piedra

 
A menos de 24 horas de la marcha número 2.000 de las Madres de Plaza de Mayo, con la expectativa sobre si el Tribunal Oral Federal de La Plata otorgaba la domiciliaria al genocida Miguel Etchecolatz en el Bosque Peralta Ramos y a días de las declaraciones a BuzzFeed en las que dijo “no tengo idea” si los desaparecidos “son 30 mil ó 9 mil”, el presidente Mauricio Macri arribó a Mar del Plata y los medios titularon que había sido apedreado, responsabilizando a la organización HIJOS.
La desmentida fue inmediata.
Tres hijas cuentan ese día.
Ana: “Hicimos una acción de fuerte contenido simbólico, pero se quiso instalar la victimización”. ¿Cuál fue la acción? En medio del breve discurso de Macri, se desplegó una enorme bandera de 60 metros con los rostros y nombres de los desaparecidos. Yamila: “Era muy impactante el silencio. Mucho silencio. No dijimos nada. No había nada más que decir tampoco. Solo la bandera. Después, sí: terminamos gritando 30 mil compañeros detenidos desaparecidos, presentes, ahora y siempre”.
La noticia fue otra.
Rosana: “La idea fue instalar un enemigo externo para la gente”.
Paula Píriz, hija del periodista desaparecido Luis Píriz, subraya la verdadera acción: “La única piedra que recibió fue la bandera con los 30 mil. No tenían dónde esconderse”.
 

La mesa vacía

 
Una es hija de Enrique Pecoraro, desaparecido en 1979, militante de Montoneros. Su mamá, socióloga, también fue secuestrada: “La vinieron a buscar. Se robaron joyas, plata. La llevan a la ESMA. Estuvo cuatro meses. Después la liberan. De mi papá sabemos que lo matan, porque encontramos un expediente que dice que lo tenían fichado”.
Rosana Cassataro, hija de Daniel Cassataro y Alicia Ramírez Abella, vivía en La Plata con su familia. En febrero de 1977 secuestran al hermano de su papá y a su mujer. No militaban. “A partir de ahí mi viejo piensa que lo están buscando y pasamos a la clandestinidad”. Rosana tenía casi 2 años, su hermana tenía 3. En abril secuestran a la hermana de su mamá y al marido: a él lo agarran en la calle, lo llevan a la casa y lo matan delante de sus hijos. “Cuando vienen a secuestrar a mis viejos, el 6 de diciembre del 77, hacen un operativo con 15 autos, camión del ejército, bloquean toda la manzana. Los sacan encapuchados. A mi hermana y a mí nos sedan y nos sacan envueltas en sábanas. Los vecinos pensaban que nos habían matado”. Se roban todo. A la semana secuestran a la prima de su mamá, al marido y a su bebé de 5 meses. A Rosana y a su hermana las llevan a un hogar de niños por orden el Juzgado de San Martín. “Son 8 desaparecidos en la familia. No encontraron ningún cuerpo. Al bebé lo pudieron encontrar: lo tenía un comisario. Todos nosotros terminamos criados por nuestros abuelos. Era una mesa grandota, vacía: todos primos, sin ningún padre”.
Daniel y Alicia militaban en Montoneros.
Yamila Zavala Rodríguez es hija de Olga Irma Cañueto -militante de la Juventud Peronista y profesora de Ciencias de la Educación- y del diputado peronista Miguel Zavala Rodríguez. “Sucedió en la calle, el 22 de diciembre de 1976. Justo era Navidad: llegábamos con mi mamá y mi hermana con unas bolsas y vimos que enfrente venía mi papá. Cuando estábamos por encontrarnos, llega un auto y lo matan delante de nosotros. Lo matan ahí. A mi vieja se la llevan. Nosotras nos quedamos en la calle. Nos llevan a la Comisaría 10 y de ahí al Instituto Riglos, en Moreno. Estuvimos desaparecidas tres meses, hasta el 15 o el 20 de marzo del 77”.
Olga sigue desaparecida.
 

¿Y ahora?

 
Después de la marcha número 2003 frente a la Catedral, con los pañuelos blancos tatuados en el cemento marplatense, las tres Madres de Plaza de Mayo ayudan a pensar a MU.
Ellas:
Ángela Barili de Tasca, o Angelita, mamá de Adriana Leonor Tasca, militante de Montoneros junto a su compañero Gaspar Onofre Casado. Vivían en La Plata. Fueron secuestrados entre el 10 y el 15 de diciembre de 1977. Adriana fue llevada a la Comisaría 8° y a La Cacha. Gaspar fue visto en la ESMA. Adriana estaba embarazada de 5 meses. El 9 de febrero de 2006 Angelita se reencontró con Sebastián José Casado Tasca: es el nieto recuperado N° 82.
Herminia Soledad de Bernini, la Chiqui, mamá de Guillermo, militante del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) desaparecido el 8 de noviembre de 1976.
Irene Molinari de Chueque es una de las Madres más jóvenes de la Asociación y una de las pocas que no tiene hijos desaparecidos: desde el 27 de junio de 1978 busca a su compañero, Marcos Daniel Chueque, con quien militaba en Vanguardia Comunista. Los secuestraron y los llevaron a la Base Naval. Los torturan. A Irene la liberan. Marcos sigue desaparecido.
 
Irene: “Lo más tremendo de Wolk es que al lado de su casa, cuando hicimos la marcha silenciosa, vivía una vecina que estaba embarazada. Cuando se entera, se desespera por tener a esa bestia ahí. Pero todo esto forma parte de una política: Macri ya había dicho, había dado señales, de que los derechos humanos para él son un curro. Hay una política de liberar a los genocidas. No es una casualidad”.
¿Cómo debe leerse esta época?
Irene: “Habilita a que se piense que un hombre de 70 años pueda estar en su domicilio aunque haya asesinado y violado a miles de personas. Habilita a seguir profundizando el odio como hicieron desde los medios y para crear miedos. Porque después de saber que un genocida anda suelto por la calle, caminando con impunidad total, ¿qué queda para nosotros?”.
¿Cómo se actúa frente a esto?
Irene: “Nosotras pasamos por una dictadura donde el silencio era salud. No teníamos medios de comunicación, nos manejábamos muy precariamente, las conexiones eran mucho más difíciles. Entonces, lo que hacíamos era hablar. Por eso las Madres decidimos estar en la calle para comunicarnos con el otro, con el ciudadano común, que no sabía o no quería saber lo que estaba pasando. Hoy tenemos otros medios que son las redes, pero lo importante es estar en la calle. No puede ser que esto ocurra tan livianamente: hay que reaccionar, discutir. Las Madres entendimos que juntándonos era la única forma de revertir una dictadura. Veníamos de experiencias e ideas diferentes, pero nos unía algo muy importante que era el amor a nuestros hijos. Fue el motor de nuestra lucha. Volcarnos a la solidaridad y al compromiso es la única manera de no tener que volver a empezar de cero, porque este gobierno está destruyendo todo”.
Ledda: “Tenemos el precedente que marcamos nosotras. Mujeres que no sabíamos de política, donde el hombre era culturalmente el amo y el señor. No es una metáfora cuando lo decimos: literalmente nos sacamos el delantal de la cocina y nos fuimos a la calle. Y cuando estaba prohibido, nosotras gritamos. Teníamos una consigna que empezaba diciendo: ‘Milicos, hijos de puta’, y en casa no puteábamos. Creo que hemos demostrado que se puede resistir, que nos podemos organizar, que es natural tener diferencias ideológicas, pero hay que ponerlas en pausa y decir: juntémonos”.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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