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Cuba sin Fidel: Héroes y tumbas
Una nueva generación sacude el ritmo de la isla que sigue sufriendo el bloqueo, pero que ya desarrolló sus propias estrategias de cambio. Por Franco Ciancaglini.
Los periodistas hablan de Fidel, de Raúl, de Trump y no se terminan de dar cuenta que el nuevo mito contemporáneo en Cuba es Cristiano Ronaldo. Lo mismo podría decirse sobre las banderas: entre las habituales rojas, azules y blancas se han colado el azulgrana del Barcelona y el blanco del Real Madrid.
Los periodistas sostienen que estos equipos mantienen dos sistemas distintos de juego. Con Messi como bandera, pero también con cracks surgidos de la cantera del club, el Barcelona apuesta al juego al ras del piso, construido lentamente hacia los costados y de abajo hacia arriba; el Real Madrid, en cambio, tiene un equipo compuesto por jugadores que compró a otros clubes a costos altísimos, con un juego que se caracteriza por ser vertical, efectivo y pragmático.
La televisación de los partidos de la Liga Española convirtió a los cubanos en expertos conocedores de los nombres que componen cada formación y el día y horario de cada partido. Y si bien la competencia está pareja, una caminata por el malecón basta para detectar en el revés de esa camiseta, en el banderín colgado del retrovisor de aquel carro o en la impresión berreta pegada al ropero, a este hombre: Cristiano Ronaldo.
En Santiago de Cuba, el cementerio de Santa Ifigenia tiene concurrencia récord: 10 mil personas por día. “La mayoría cubanos, porque vienen de toda la isla a ver al Comandante”, dice el jefe de seguridad. Es cierto: aunque está José Martí, el Panteón de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y muchos mártires de la revolución, todos dejan una rosa frente a una enorme piedra que lleva una sola palabra:
-Fidel.
Aquí se encarna la orfandad que sienten muchos cubanos desde su muerte: las lágrimas, los rostros afligidos o una pasada rápida sin tanto espamento, como parte de una devolución obligada:
-Gracias.
La muerte de Fidel puede analizarse con múltiples perspectivas políticas, pero muchos cubanos prefieren explicarla con los lugares comunes que uno usa cuando se va un ser querido:
-Lo lloré como si fuese un familiar – dice Dania, directora del teatro de títeres de la ciudad de Holguín.
Ana, que habita el barrio El Vedado en La Habana, precisa:
-Un padre.
Como en toda Cuba, Santiago sale a la calle el 28 de enero para recordar el nacimiento de José Martí, poeta y líder independentista cubano. Es el día de las marchas de antorchas encabezadas por estudiantes. Es la primera movilización que recuerda al mártir post Fidel. Santiago, la ciudad de Antonio Maceo, el lugar que eligió Fidel para empezar el camino revolucionario, esta vez, solo por esta vez, cambia el rostro de Martí para levantar el de su “mejor apóstol”, según titula al otro día el diario Granma. Quedarán pegados carteles en casas, autos y negocios que mezclan al eslogan de este siglo con el hombre del siglo pasado: “Yo soy Fidel”.
En la otra punta de Cuba, La Habana, la reputada compañía de teatro El Público presenta la obra Harry Potter, se acabó la magia. Representada por jóvenes de 17 a 23 años, dirigida por Carlos Díaz y escrita por la joven dramaturga Agnieska Hernández, el texto fue elaborado a partir de las propias experiencias personales de los actores: por ejemplo, el de un padre que va a la escuela a preguntar qué le han enseñado a su hijo hoy.
-Que Martí es un héroe
-¿Y qué es un héroe?
-Alguien muy herooooico – responden a coro los niños y su profesora trava.
Dicen que en una de las primeras funciones, uno de los Miami Five (los 5 cubanos que estuvieron presos en Estados Unidos por hacer contrainteligencia) se levantó a los 5 minutos y salió por donde había entrado. A pesar de este tipo de reacciones, la obra ganó los Premios Villanueva que otorga la crítica teatral cubana y durará 100 funciones. Hasta ahora, todas a sala llena.
No es novedad que el arte es político en Cuba – como en todas partes-, pero sí estos egresados de la Escuela Nacional de Arte de cuerpos entrenados, casi andróginos, que subliman la crítica no desde el discurso contrarevolucionario, sino desde el desate del deseo, en todas sus formas: de lo sexual a lo social, y viceversa.
Como un nieto rebelde cansado de escuchar las historias de su abuelo, Cuba se debate en una brecha generacional, pero también entre los gays y las trans que se dejan ver por las calles de La Habana. Así los artistas van creando nuevos paradigmas.
-Un Martí gay, un Fidel trans – dirá alguien al salir de la sala.
Al igual que la muerte de Fidel, la marcha de las antorchas y las telenovelas brasileras, los cubanos siguieron por tevé el apretón de manos entre Raúl Castro y Barack Obama en la VII Cumbre de las Américas en Panamá, símbolo del reanudamiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, esperando que ese saludo se transformara en un futuro mejor.
-En Cuba no hay Mc´Donalds –avisa Ana. – Nada cambió.
El último cambio político concreto respecto a Estados Unidos ocurrió en el tiempo de descuento del gobierno de Obama: la ley que beneficiaba a los cubanos que llegaban a Estados Unidos dejó de tener vigencia. La tapa del Granma notificó el cambio como siempre cuando se trata de anuncios importantes: “Declaración del Gobierno Revolucionario”, titularon las letras rojas que daban pie al comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores. Celebraba así “un importante paso en el avance de las relaciones bilaterales” como conquista de un “interés permanente del gobierno de Cuba de adoptar un nuevo acuerdo migratorio con los Estados Unidos” para “garantizar una migación regular, segura y ordenada”.
Sin embargo, jóvenes como Laura (27) no terminan de ver la parte positiva del acuerdo: “La ley echa para atrás. No propone nada nuevo, sino que cancela una realidad que ya existía”. Laura, que ya cursa una maestría y está bien posicionada en su trabajo, se plantea la posibilidad de un viaje como deseo legítimo. Si bien países como Rusia, China, Venezuela, Canadá ofrecen ventajas para los cubanos, y Estados Unidos otorga 20 mil visas anuales, Laura aclara que no es sólo cuestión de pasaporte: “No se trata solo de poder viajar, sino de tener la plata para poder viajar. Eso no cambia”.
Sigue Ana: “Lo que no cambió nunca es el bloqueo”.
Donald Trump, ¿qué cambia?
-Nada. Aguantamos 58 años con ellos en contra: 4 años más…
El videoclip de la canción Nada más triste del trovador cubano Tony Ávila narra la historia un pueblo que se llama La Felicidad, donde los mendigos le dan plata a él, donde hay una casa de cambio que cambian oro por libros y un cura pasa con un parlante pegado a la oreja. Cuando los músicos de la banda de Tony acceden a ir hasta el lugar a comprobar sus cuentos, los ojos de Tony se abren estupefactos al notar que cambió su nombre a La Realidad y lo que se ve es un joven tirando con un hilo un juguete hecho de botellas, en medio de un campo desolado.
Por fuera de este tipo de artilugios artísticos, contar hoy la realidad es casi un asunto imposible en Cuba y en cualquier lado.
Así como éste, Tony tiene otras canciones que pintan otros mundos cubanos, como por ejemplo El timbirichi, como se les llama a los negocios cuentapropistas que el Estado ha permitido instalar en las casas. Dice la canción:
“Ya tengo la competencia
a dos puertas de mi casa,
si vender es una ciencia,
vamo a ver qué es lo que pasa.
Con los timbirichi,
todo es muy lindo por fuera,
pero mi preocupación,
es que Cuba no se muera
vendiendo en el mostrador
de un timbirichi”.
Si bien Tony puede parecer sumamente crítico con Cuba, los programas de chimentos cubanos lo han acusado de lo contrario, y, en ocasión de un viaje a Miami para tocar, congresistas republicanos pidieron y lograron la revocación inmediata de su visa.
Hace años la viene remando, pero recién este año logró pegar un hit que se canta en las fiestas como un verdadero himno. No habla ni de críticas al régimen ni a Miami. El estribillo dice así: “A Chacho lo que más le gusta de Chicha es que siempre tiene limpia la choza”.
En el interior de la isla, las licencias para montar un negocio propio – hostel, peluquería, restorán o almacén- son junto a la posibilidad de comprar y vender casas los dos nuevos motores del cambio social cubano. “Hay mucha gente que así se independiza”, analiza Ana, que lee los cambios dentro del conjunto de medidas “nuevas” del gobierno revolucionario.
Leonardo, que es médico, dejó de ejercer cuando se enteró que uno de sus tres hijos padecía una grave enfermedad, tenía que viajar y pagar medicamentos caros que su sueldo no podía cubrir: 800 cubanos, unos 60 dólares estadounidenses. Ahora alquila una pieza en su casa para viajeros en la turística Trinidad, y ya planea hacer más cuartos con la misma función.
-Esto es como Venecia: o sos turista o vivís del turismo – dirá Leo.
Pavel, en la ciudad del Holguín, trabajaba en una dependencia estatal y también decidió dejar el empleo por razones familiares – pronto será padre- y también acomodó el cuarto del fondo para recibir viajeros.
Elio habita un extraño paisaje: el valle de Viñales donde campesinos como él cultivan tabaco y ron. Elio cuenta su historia de amor con María y sus dos hijos, y cuenta también una de terror: cuando los militares en la época del dictador Fulgencio Batista les robaban los chanchos y no dejaban que se juntasen más de dos o tres personas en este enorme valle.
-Si éramos tres, ya pensaban que éramos revolucionarios.
Elio fue uno de los tantos campesinos beneficiados con los títulos de propiedad que otorgó el gobierno revolucionario tras expropiar hectáreas a los grandes latifundistas. Comenzaba entonces la revolución dentro de la revolución: la de los alimentos. La consecuencia fue que se comenzó a practicar una agricultura de corte agroecológico sin precedentes en la región, sin combustibles fósiles ni insumos importados desde la ex URSS.
Un hombre parado surfeando sobre
un remolque tirado por dos bueyes que remueven la tierra ilustra cómo se hizo esto:
-El tractor cubano – bromea Elio.
En el partido de Pinar del Río, dentro del cual se encuentra Viñales, es el sitio donde se cultiva el mejor tabaco del mundo y se elabora el más sabroso ron del planeta y también frijoles, yuca, malanga, tomate, boniato y otras verduras que van rotando pasados los meses.
La producción es vendida al Estado en uno 90%. Luego, el gobierno la comercializa a las más conocidas empresas de tabaco del mundo: Cohiba, Romeo y Julieta, Partagás… Con el 10% restante los campesinos fabrican sus propios puros:
-En vez de productos químicos, lo fermentamos con frutas como mango, papaya, guayaba – explica Elio, demostrando que todo cubano es especialista en marketing.
Pero estos valles fértiles no son los únicos lugares donde se ve la revolución verde cubana. Durante el “período especial”, los cubanos empezaron a cultivar alimentos donde podían, sobre todo en terrenos baldíos en las ciudades: es común ver en barrios como El Vedado o Miramar de La Habana prolijas hectáreas entre edificios plantadas con variedad de cultivos. Golpeado por la crisis inducida por el bloqueo y la escasez de alimentos, Cuba se volcó así a una agricultura de subsistencia y en pequeña escala que llegó a representar el 50% de la provisión de frutas y verduras en La Habana y hasta un 80% en pequeños pueblos. Según cálculos estatales, hoy se ocupan 140 mil personas particulares que usufructúan la tierra pública: granjas familiares, cooperativas y granjas estatales.
Cuando se le nombra el monocultivo de soja y una empresa llamada Monsanto, Elio simplemente levanta los hombros, como quien escucha una historia sobre extraterrestres.
En una librería cubana uno puede comprar por monedas libros de distintos autores de la isla y también de otras partes del mundo. Es el caso de la española Belén Gopegui, quien tiene editada en Cuba una novela excelente, Acceso no autorizado, y también un pequeño libro llamado Un pistoletazo en medio de un concierto acerca de “escribir de política en una novela”.
Dice: “En una de mis novelas un personaje observa cómo nadie en España dice, por ejemplo, de España, o de Francia o de Inglaterra: “La sanidad pública no funciona bien, por tanto, la democracia representativa debe dejar de existir”. Nadie dice: “En España el índice de SIDA en las prisiones es alarmante, por tanto, acabemos con el capitalismo”.
Este mecanismo de tomar la parte
por el todo suele aplicarse sólo a los proyectos revolucionarios pues -como se sabe- no resulta extraño oír decir: “En Cuba, los autobuses no funcionan bien, por tanto, la Revolución debe dejar de existir”.
Propone Gopegui: “Probemos a seguir esta lógica, una vez, con el capitalismo”.
Como pasa a menudo al hablar de Cuba, las chicanas políticas se alargan cuando en verdad uno pretende hablar de otra cosa. Por ejemplo, de literatura.
Cierra Gopegui: “Las historias pesan, las novelas pesan, y pesan más todavía las historias que no han llegado a ser novelas, las que no se abren camino: pesan por todo lo que no muestran, por todo cuanto impiden vislumbrar. (…) Ahora ha empezado un nuevo siglo y es tiempo de que empiece una nueva novela en abierto conflicto con la verosimilitud dominante; una novela que contará las vidas de todos quienes sabemos que no estamos solos, que venimos de muy lejos, que somos muchas personas y, aunque apenas se nos oiga, podríamos voltear la Historia”.
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