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Iluminate: Luz propia
Cinco cantantes y un percusionista integran esta banda de hip hop de larga trayectoria y corta edad, que intenta darle contenido social a la rima y una mirada crítica a la movida que sacude a los barrios.
Manu me recibe en su casa de Liniers y muestra orgulloso su estudio de grabación que, si bien es chiquito –4 por 4– le permitió grabar el año pasado el primer disco de Iluminate. Ahora, con el segundo disco listo y una banda que ya recorrió su camino con elogios, se relaja para contar su mirada sobre el hip hop argentino: “Desde el 98 hasta hoy el hip hop no creció nada intelectualmente. Es triste, pero es así”, sentencia Manu, que vivió desde adentro la movida que la cultura hip hop supo armar en los 90, cuando todos pensaron que estallaba y se quedo ahí. Parte de la revancha la vienen a dar estos seis chicos cuyas edades sorprenden porque no coinciden con la cantidad de experiencia vivida: el mayor es Manu, con 26 años. Explica: “Para nosotros la inteligencia está en decir algo y además, decirlo rimando”. En esa frase sintetiza lo que diferencia a Iluminate: la responsabilidad sobre lo que se dice le da batalla a la idea de que el rap es una sopa de letras que riman sin ninguna lógica. “Nosotros tratamos de comprometernos con las letras que hacemos. Es difícil. Acá no va esa onda gangsta, de cadenas de oro, si hay gente que se está cagando de hambre. Somos re conscientes de ese tipo de cosas y también de cómo transmitir esa conciencia con la música que hacemos”. Zack, otro iluminado (de 22) cuenta: “Llego a salir con cadenas de oro en mi barrio y en la esquina me roban o salen todos a gritarme: careta, bigote, gato”.
Una de las letras que están en el primer disco, se llama Esclavo de palabras y entre otras cosas dice:
Hay tantos chicos con sus sueños rotos,
la escuela no enseña,
la fe no mueve montañas.
La clave es aprender de los errores arriesgando lo seguro,
la nave para no morir,
alerta para resistir,
ver y seguir, ser la luz en lo oscuro.
Creer en el sistema es tu problema.
La mezcla
La banda se completa con Gaby, Diego, Mariano y Luciano, el amigo que hace de manager y los ayuda a organizarse y “les da contención espiritual”. Son de barrios diversos y lejanos entre sí: González Catán, Liniers y San Justo. Ensayan una vez por semana y tocaron desde en el Locomondo de Ramos hasta en el Personal Fest y el Festival Bue. Son cinco cantantes (mcs, o “maestros de ceremonias”) –algo extraño en una banda de hip hop– más un percusionista. Dieron sus primeros pasos en el año 2000, cuando estaban desperdigados por distintos proyectos que iban de algún modo agotándose. “En los 90 no alcanzamos a decir que se armó una buena movida. Los que tenían algo de éxito –por ejemplo el Sindicato Argentino del Hip Hop– ganaban un premio y tocaban para afuera. Para cuando sacaron su segundo disco, en Argentina nadie lo escuchó porque no los conocían”, explica Manu, que vivió esa época cuando recién estaba entrando en la adolescencia. Otra de las cosas que cuenta es que los más exitosos de ese tiempo tenían pose de estrella, eran inaccesibles y no compartían la música a la que accedían gracias a que podían viajar. Manu tiene una teoría. Dice que el éxito propio no basta, que hay que tratar de armar una movida colectiva, que sea algo más grande que lo propio. Es interesante ver cómo el espíritu de los 90 –el corto plazo, el éxito personal– lo atraviesa todo. Pero justo con el fin de esa década se forma Iluminate: “Nosotros nos juntamos para que se juntara nuestro público, para ganar público para el hip hop”, explica Gaby y agrega: “Todos teníamos los mismos ideales al momento de encarar el proyecto: crecer mental y musicalmente”.
Zack gesticula y se ríe: “Para nosotros fue importante ponernos de acuerdo en varias cosas: primero en que nuestras letras siempre van a decir cosas reales, o sea, cosas que vivimos”. Completa Manu: “La fantasía de querer ser el mafioso de la esquina y todo eso ya fue, son cosas que no te cree nadie, queremos ser reales, hacer música y que los mensajes digan algo copado, perfeccionar eso”.
Además de juntarse entre ellos, los Iluminate son amigos de bandas de reggae como Los Cafres, grabaron un tema con el Pity de Intoxicados en un disco tributo a Pappo, y también son amigos de César Andino de la banda hardcore Cabezones. Podría pensarse que músicas tan disímiles con tribus algo sectárias son difíciles de juntar. Sin embargo, son incontables los links que surcan estas bandas. En esos cruces encuentran ritmos, experiencias que después se transmiten en las canciones. “El rap acá se hizo re sectário y nosotros queremos romper eso”, dice Manu. “A la hora de componer usamos todo lo que escuchamos”, agrega Gaby. “Por eso Iluminate es diferente, no se parece a nada, porque es una mezcla de todo”, sintetiza Zack.
Quizás éstas sean algunas de las cosas que se pudieron aprender desde los 90 a hoy: que para que algo sea más interesante hay que mezclarlo con otra cosa o con muchas otras cosas. Que para eso hay que juntarse con otros. Que para eso hay que organizarse. “En el medio, además, pasó Internet”, reflexiona Zack. Que fue lo que posibilitó el acceso a otra música y que les permite hoy conectarse con gente de todo el país que los invita a Misiones, a Comodoro Rivadavia, a Santa Cruz.
Pasaron por las plazas de González Catán, donde tocaron a beneficio de un comedor comunitario, y por las de La Matanza, para participar de una jornada de hip hop gratuita. “Si bien lo de La Matanza lo organizó la Municipalidad, nos gustó la idea porque era gratis, habían grafiteros pintando, pibitos chicos que se acercaron… Creemos que si le podemos robar esos espacios al municipio está bien”, cuenta Manu. Por ahora, dicen, están recuperando lo que invierten en la banda, con la venta de discos y, sobre todo, con los recitales: “Hicimos un montón de shows en todas partes, festivales grandes y chicos, y como nos registramos en Sadaic, cobramos bastante. Fuimos pensando que iban a ser treinta pesos y cuando llegamos no lo podíamos creer”, dice Zack con risas. “Hicimos un desastre”, cuenta Gaby: se regalaron ropa unos a otros, se invitaron a comer, se dieron todos los gustos en una tarde para ellos inolvidable.
¿Y dónde están las chicas?
Sobre la difusión de la movida del hip hop tienen algunos recaudos. Opinan que a veces es favorable, pero “hay bocha de veces que te da bronca. Dicen que el hip hop es marihuana, armas, pandilla, y vos que lo vivís sabés que eso acá no existe”, dice Zack. Sigue Gaby: “Y si no, te muestran la típica historia del pibe que lo salvó el hip hop y ahora no se droga y no roba más; andá a preguntarle a uno que hace rock o cumbia si no te cuenta la misma historia. Eso no tiene que ver con solamente con el hip hop”. Se quedan unos minutos en silencio y abandonan la diplomacia dirigiendo las siguientes palabras –así, sin comas– a un supuesto Gastón Pauls: “Si vivís en un lugar re mutante qué venís a llorar a la villa…”.
Pregunta obligada:
¿Es machista el hip hop?
“Sí. Es machista si lo ves por la tele”, responde Manu.
Zack cuenta la realidad que ellos viven: “Melanie es una chica de Córdoba, re-grosa a nivel freestyle, llegó a la final con Sandoval y Mustafá, los dos mejores mc. Hay grafiteras muy grosas, hay bailarinas, hay cada vez más hip hoperas y nosotros nos ponemos contentos porque le suman a la movida”.
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Consumidor final
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Las pasionarias
Mujeres al Oeste. Crearon un espacio para la acción y desde allí arremeten juntas contra la violencia sexual, en todos sus aspectos. Se definen como subversivas, porque quieren cambiar el mundo público y privado. En eso andan: dictan talleres, brindan asesoramiento, hacen campañas y desafian los prejuicios barrio por barrio.
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