CABA
6 tips para evitar el desastre
Walter Pengue, ingeniero agrónomo y único científico argentino que integra el Panel Internacional de los Recursos de la ONU, es titular de la cátedra de Economía Ecológica de la UNGS y miembro del Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente de la UBA. De esta entrevista con MU surgen las propuestas para pensar los problemas del territorio y las ciudades desde el punto de vista ambiental y social. Los Escudos Verdes y la agroecología para superar la degradación de un modelo económico insustentable. Por Sergio Ciancaglini.
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“Estamos en lo que se conoce como una economía marrón, un modelo de producción que crece a costa de explotar y agotar los recursos naturales sin reconocer las externalidades: los costos sociales y ambientales que eso implica.
El planeta no aguanta más, hay una fuerte presión sobre bienes naturales de base como la tierra, el agua, la biodiversidad, los recursos energéticos. Es la expansión humana, no por crecimiento poblacional, sino por hábitos de consumo principalmente de países occidentales y de otros como China, tan devastadores o más que el capitalismo de Europa o los Estados Unidos.
Si consideramos todo el panorama, vemos que es un modelo totalmente inviable y la perspectiva que se tiene a mediano plazo es la de acumulación de costos presentes con impactos ambientales, sociales, y hasta para el propio sistema económico actual, que resulta insostenible. Un gigante con pies de barro.
El escenario de los próximos 40 años con esta tendencia muestra agotamiento de los suelos, del agua, una brutal pérdida de la biodiversidad y una sociedad que demanda energía que ya no tiene ni necesita. La economía marrón es también una economía podrida: los países industriales están consumiendo 40 veces más energía per cápita de la que precisan para vivir. Es una sociedad energívora.
Lo primero entonces es cambiar el enfoque. Y eso no lo van a hacer los políticos que piensan las cosas electoralmente, a cuatro años a lo sumo. Necesitamos pensar a 30 años, por lo menos”.
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“Hay indicadores que están reventando. Por ejemplo, la absoluta pérdida de biodiversidad. La tasa masiva de desaparición de especies emula la ocurrida en la época de los dinosaurios. Es un reflejo de la capacidad del ser humano de destruir recursos naturales, biodiversidad, y a sí mismo.
La situación también es crítica con respecto a los cambios en el uso del suelo: la expansión de lo urbano sobre lo rural y de ambos sobre lo natural. Se redujo además la capacidad de resiliencia del planeta, de absorber un impacto y volver a la situación anterior. Podés tirar un litro de agua contaminada al mar y el mar lo va a absorber rápidamente. Pero si son millones y millones de toneladas, esa capacidad se va anulando.
Por eso hay que pensar una transformación en la matriz de consumo, porque la catástrofe está a la vuelta de la esquina, pero a la vez es una oportunidad. Si seguimos pensando en términos de ‘crecimiento’, en cambiar de auto y de celular a cada momento, y en tener aire acondicionado en lugar de aire en nuestra cabeza, no hay solución. Los indicadores muestran una advertencia para que la civilización actual haga todo de otro modo. Hay que destruir el consumismo como modo cultural y de vida, y cambiar de hábitos. Pero hace falta un pensamiento que esté por encima del sistema económico. La economía no nos va a salvar. Lo que nos puede salvar es el humanismo”.
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“Hay quienes consideran que el capital natural puede ser canjeado, reemplazado por lo que es el capital hecho por los humanos. Es la sustentabilidad débil: el capital natural puede ser un chancho y el capital que pueden obtener los humanos es un chorizo. Pero lo que no se puede hacer –sin invertir una enorme cantidad de energía y conocimiento- es convertir un chorizo en un chancho. En la economía los números siempre cierran. Pero en la ecología jamás cierran, porque siempre hay pérdida de energía y materiales.
En el mundo 1.300 millones de toneladas anuales de alimentos van a parar a la basura, generando un costo perdido de casi 750.000 millones de dólares: un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano se desperdicia.
En las ciudades argentinas se tiran y ni siquiera se aprovechan para reciclado más del 50% de las frutas y hortalizas, el 30 % de los cereales y el pescado y el 20 % de la carne y la leche y sus derivados. En el AMBA los desechos alimenticios llegan al 41,55% de todos los residuos sólidos. El despilfarro es global. Según la FAO se pierde el 30% de los cereales, 20 % de los productos avícolas y lácteos, 30% de los pescados y productos marinos, 45 % de las frutas y hortalizas, 20% de la carne vacuna que equivalen a 75 millones de vacas por año, y un equivalente a 1.000 millones de bolsas de papas y batatas. Todo esto demuestra la falsedad del argumento de que hay que incrementar la producción de alimentos.
En el caso argentino, además, con la agricultura extractiva, no se habla del agua que perdemos al producir cada grano, ni de la huella de nutrientes que se regalan. Fósforo, nitrógeno y potasio, son como billetes que están en nuestro suelo. Cada cosecha se lleva esos billetes en una exportación invisible cuyo valor es del 30% de lo que deja esa cosecha (no menos de 6.000 millones de dólares anuales, regalados).
El mundo está yendo a una segunda ola de urbanización. En el caso argentino la proporción de población que vive en las ciudades es de las más altas del mundo: 92%. (Nota: sólo superada por Bélgica, Japón, y por países que son ciudades, como Mónaco o Singapur). Vivimos de espaldas a la naturaleza o al campo. Por eso el sistema puede hacer tantas macanas en el territorio: se llenan las periferias urbanas, y el campo se vacía de gente”.
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“Argentina ha cementado el campo, lo pavimentamos, lo impermeabilizamos. La lluvia no se absorbe y escurre. Estamos viendo los efectos, al haber más lluvias. Eso es por el masivo uso de agroquímicos: estamos sembrando petróleo. Pero las sociedades no se suicidan. Se nota una toma de conciencia que implica un pasaje de lo individual a lo colectivo y que eso se convierta en políticas públicas y ambientales más armónicas. Muchos que se llenaban de plata con la soja hoy están literalmente con el agua al cuello y pidiendo agroecología.
La idea de un crecimiento infinito de la economía es totalmente loca e inviable. Lo que dicen los políticos es: ‘Hay que crecer para tener más trabajo’. Pero es un error de la izquierda, que quiere un supuesto derrame, y de la derecha, que apunta a la concentración. Cometen equivocaciones gravísimas y todos pagamos el pato. Pero si discutís la idea de crecimiento es piantavotos. Hoy, en realidad, lo que conviene es pensar en otra matriz productiva, o en una transición agroecológica. Pero eso no lo van a resolver los economistas, sino las acciones de las propias comunidades.
La ciencia también puede tener un rol si piensa en gente, en lugar de trabajar como furgón de cola de las corporaciones internacionales con el discurso de la innovación”.
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“La agroecología no sólo significa producir de un modo diferente, sin agroquímicos, sino que implica el manejo ecológico de los recursos naturales a través de formas de acción social colectiva, que presenta alternativas a la actual crisis de la modernidad mediante propuestas de desarrollo participativo. Incorpora a la gente, y encima le da de comer. El fundamento es lograr la seguridad y la soberanía alimentaria.
Eso enlaza con Agroecología y urbanismo en el siglo 21 un trabajo que hice que va a publicarse este año, con la propuesta de crear Escudos Verdes Productivos (EPV) en los pueblos y ciudades del país. Es la idea de producir en una escala agroecológica en la interface entre lo urbano y lo rural. Así se puede lograr es que la agricultura industrial no avance hacia las ciudades, con la contaminación que significa. Y que lo urbano no avance hacia zonas productivas. Los productores que están en lugares en los que se prohíbe fumigar podrían trabajar agroecológicamente para mercados locales, con lo que se cortan también los monopolios de distribución de alimentos.
Con los Escudos Verdes se impulsa el trabajo rural, recuperar suelos, frenar la contaminación, generar producción de alimentos baratos, sanos y accesibles. Le agregamos la mirada de lo urbano, donde los nuevos barrios de planes sociales, por ejemplo, en lugar de un jardín inútil podrían tener una huerta en 10 o 15 metros cuadrados, capaz de generarle anualmente a cada familia 200 kilos de hortalizas, por valor de unos mil dólares. Planteamos además la idea de los techos verdes que se aplica en ciudades como Chicago, y la de plazas comestibles, en la que se generen comunitariamente alimentos: un cambio absoluto de la ciudad”.
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“La propuesta de los Escudos Verdes alrededor de los pueblos y ciudades permite, además, pensar en recuperar escenarios de solidaridad, cooperatividad y salud, que hoy perdieron terreno frente al capitalismo urbano que es brutal.
Las ciudades verdes pueden tener sistemas agroecológicos como los que ya se han probado con el Prohuerta, que ha permitido la autoproducción de alimentos a casi 2.500.000 personas a través de 400.000 huertas y granjas familiares, escolares y comunitarias. La agroecología es un modelo que propone algo superador frente a la crisis energética, la degradación de la diversidad y de los suelos, la expansión urbana, los serios problemas de salud, los impactos derivados del cambio climático.
Con los Escudos Verdes, entre muchas cosas, se logra disminuir el riesgo socioambiental producido por la agricultura industrial, promover modelos de recuperación ambiental, impulsar la agricultura familiar de base agroecológica, controlar el crecimiento urbano, recuperar suelos, incluir población rural y periurbana, mejorar la calidad alimentaria y nutricional, crear mercados locales y redes de comercio justo con canales de certificación que escapen a la concentración y costos de la certificación orgánica.
Todo esto implica también otro rol del Estado. El gobierno actual quitó las retenciones al campo y la minería. Las estaban usando pésimamente en la administración anterior. Pero bien vistas y bien aplicadas, las retenciones ambientales son un derecho soberano para resarcir el daño ambiental que se está produciendo. Ahora se está regalando, lo cual genera más concentración económica, empobrecimiento ambiental y social, y economía marrón.
Creo que cada vez hay más conciencia de estos temas. En ese sentido la agroecología puede resultar revolucionaria, porque conecta a las comunidades y movimientos sociales con la ciencia, mostrando un camino a seguir que nos saque la economía podrida. No se trata del pasado, sino del futuro de la agricultura”.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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