CABA
Mar del Plata: lo inolvidable
Crónica sobre las lecciones de una historia ya olvidada: la del suicidio de Rodolfo Estivill en la Anses. Retrato de la vejez en una de las ciudades que más jubilados tiene en la Argentina. La otra cara del modelo que no sabe qué hacer con los más viejos. Por Melina Antoniucci.
«O me muero en Boedo o me muero en Mar del Plata, en ningún otro lugar del mundo pienso morirme”. Irene es contundente. “Mar del Plata es linda, muy parecida a Buenos Aires. Pero no sabíamos que el invierno era tan largo”. Hace 9 años que vive en Mar del Plata. Es soltera y no tiene hijos. Hace poco falleció su hermana, su sobrina la llama seguido y suelen almorzar una vez a la semana. “La tristeza la tengo atravesada en el corazón, pero no me voy a dejar vencer. Nunca me vas a ver desarreglada por ahí o sin rubor”. Es verdad: la cara de Irene ni asoma sus 83 años. El maquillaje en composé no sólo le resta edad, sino que le da una elegancia única.
“Me jubilé a los 55, en el 89, pero trabajé hasta el 2008 por que la plata no me alcanzaba –continúa-. La plata del jubilado no alcanzó jamás. Con Menem yo cobraba 143 pesos. Ahora cobro 6180 pesos finales. Hago un esfuerzo y pago Osecac porque siempre le tuve terror a Pami. Se escucha cada cosa de Pami, que te da miedo”. Sin parar de hablar, ni de tejer, sigue: “Soledad, depresión, falta de afecto, muchas cosas nos pasan a los viejos. Y lo de este hombre fue terrible. Él pensó que matándose ahí la gente iba a poner los ojos en la Anses, por que la guita desaparece, siempre pasó lo mismo. Somos descartables, los viejos”.
Inés respira con cierta dificultad: sus 84 años le pesan en el cuerpo. Hace 5 años que vive en Mar del Plata. “Me quedé sola allá en Buenos Aires y me vine para acá. El médico me dijo que me equivoqué de ciudad: acá no veo nunca a mis niestos, ellos tienen sus cosas. Tampoco nos vemos entre los jubilados, porque no se puede salir: el clima es jodido en invierno”. Toma aire y enumera uno por uno los remedios que debe tomar: son 7 en total. “Antes los tenía gratis. Primero me sacaron 5, después 2 y ahora ya no me dan ninguno. Gasto más de 2000 pesos por mes en farmacia”, se enoja y sigue: “Cobro la mínima y la pensión de mi marido, pero no alcanza: está difícil todo. Ahora mi hijo se quedó sin trabajo en Buenos Aires, trabajaba para un laboratorio brasilero que cerró”.
Inés e Irene forman parte de ese gran número de personas que pasan sus vacaciones y los últimos años de su vida en la ciudad feliz. Según el último censo, las personas mayores de 65 años ascienden en Mar del Plata a casi el 20 por ciento, 5 puntos más que la media nacional. En el imaginario colectivo, las postales de la rambla, el casino y el mar serán los días más felices.
La vida, un trámite
El jueves 29 de junio, un jubilado de 92 años se suicidó en la sede de la Anses de Mar del Plata. Según testimonios, el hombre, que estaba acompañado por sus sobrinas, se acercó a la dependencia para hacer un cambio de domicilio en el cobro de su haber. La noticia tuvo gran repercusión nacional y se viralizó casi al instante; las declaraciones de algunos funcionarios, también. El titular de la Anses, Emilio Basavilvasso, lamentó el “uso político de una situación tan personal y dolorosa”, desde su cuenta de Twitter. Desde uno de los sindicatos de trabajadores de la Anses, en cambio, sostuvieron: “Ya basta. Esto es un genocidio. No vamos a ser testigos silenciosos. No vamos a ser cómplices de este plan de exterminio de nuestros viejos”.
Rodolfo Oscar Estivill, de 92 años, vivía en Mar del Plata hace más de 20 años, donde había ejercido como médico cirujano. Junto con la pensión de su esposa fallecida, sus ingresos rondaban los 40.000 pesos. En conferencia de prensa, sus sobrinas dieron a conocer el cuadro depresivo de Estivill: hacía unos 6 años había fallecido su esposa y hacía pocas semanas, su último amigo.
Ester, otra jubilada, interpreta. “Hay gente que está muy sola y que encima ahora se quedó sin muchos remedios. Lo que más necesitamos los viejos es el apoyo psicológico, de la familia, el afecto: en la vejez el acompañamiento es todo. Cuando llegas a esta edad, empezás a perder la familia, los amigos. Yo tenía 6 hermanos varones, tenía cuñadas, primas. Ahora no tengo a nadie”. Nacida y criada en Mar del Plata, a sus 87 años vive sola en un barrio típico marplatense.
Ester tiene su propia conclusión de lo sucedido en Anses: “Él no lo hizo por necesidades económicas. Si quería suicidarse porque no quería vivir más, porque ya la vida no le significaba nada, podría haberse matado en otro lugar: en la casa, en la despensa, en la playa. Él se mató en Anses para que recapacitemos sobre lo que están haciendo con los viejos”.
Uno de los programas que Pami ofrece es el de acompañante terapeúticos para las personas mayores. Belén es acompañante terapeútica y trabaja con una gran población de personas de la tercera edad. “Hay un aparato burocrático detrás de cada aspecto que tiene que ver con la vejez. Si no tienen un familiar que se ocupe de la cantidad de papeles y trámites que tienen que presentar, ir a PAMI para tramitar la medicación es muy complejo. Para las personas mayores esto es muy agotador, física y emocionalmente. Muchas veces se sienten solos, en un estado de desidia que los angustia mucho y con algo de culpa por llegar a viejos y ser una carga. Hay muy poco conocimiento de la vejez, de cómo abordar la vejez: lo familiares se terminan agotando y los viejos les da vergüenza pedir ayuda”.
El Estado, a través de PAMI, destina 2400 pesos por mes para este servicio por cada adulto mayor. “El trabajo de acompañante terapéutico es importante para muchas personas: a veces es lo único que tienen. Pero en la mayoría de los casos, nosotros terminamos siendo algo así como gestores, y no nos queda resto para trabajar en el estímulo o en la sociabilidad.Cuando cambian los gobiernos, también cambian muchos de los requisitos y papeles a presentar. Entonces todo el circuito de trámites vuelve a empezar”, concluye Belén.
Relatos salvajes
Gernán, secretario pro-gremial de ATE y trabajador de la Anses desde hace 21 años, cuenta que, luego del suicidio, la dirección de la Anses organizó una jornada con un grupo de psicólogos y el director ejecutivo se acercó hasta el lugar. También contó que decidieron tapar a la escalera: “Va a pasar mucho tiempo hasta que alguien vuelva a subir por ahí”. En un gran esfuerzo por confundirse con la estructura, una mampostería de durlock asoma al fondo de la sede de Anses para cubrir la escalera donde se desplomó Rodolfo Estevil.
La mampostería está ahí: azul, grande, alta, impoluta. Como si en un costoso ejercicio de borrar la memoria, la resaltara aún más. Los policías se miran cómplices y sonríen: “Yo estaba ahí adentro –señala uno hacia una puerta contigua a la escalera-. Me queda la duda si esperó a que yo entre para dispararse. Capaz pensaba que lo podía detener o socorrer, y él estaba decidido a matarse”. El otro oficial no quiere perder protagonismo en el relato: “El cuerpo quedó trabado en la escalera, casi en peso muerto, pero no rodó por los escalones. Respiraba con mucha dificultad. Nadie lo tocó hasta que llegó la ambulancia. Había gente que corría, otra que se tiraba al piso, todos gritaban. Nadie se esperaba algo así”.
Lorena tiene 19 años y es estudiante de enfermería. Hace unos meses dejó de percibir el Plan Progresar y ese día estaba averiguando el motivo. Cuando Estevil se pegó el tiro, Lorena estaba parada al lado de la escalera. Le costó mucho recuperarse de la escena que presenció y por varios días no pudo salir de su casa.
Francisco es ingeniero y ese día comenzaba el trámite para jubilarse: “En un momento mi abogado grita ´cuidado´ y me empuja como para que me tire al suelo. Ahí es cuando escucho el disparo. Cuando el hombre saca el arma, la gente se desbandó y empezó a correr hacia afuera. La chica que nos atendió estaba muy consternada: no paraba de llorar. Cuando logramos salir, había una persona en el piso que estaba siendo atendida”.
Las condiciones en las que trabaja el personal de la Anses no tienen en cuenta las presiones psicológicas a las que son sometidos los empleados. “Los medios y un sector del gobierno fogonearon mucho la idea de que todos los trabajadores del Estado son vagos y malos, entonces la gente ya viene mal predispuesta. Esto, sumado al contexto de recortes y ajuste, convierte a cualquier delegación pública en un caldo de cultivo para que pase cualquier cosa”, sostiene Hernán. “La gente no maltrata al funcionario que decidió revisarle la pensión o darle de baja los medicamentos, sino a vos que sos el que le tiene que dar la noticia: que las puteadas, las escupidas y los cachetazos no sean noticia, no quiere decir que no hayan pasado”.
La máquina
Durante los meses de febrero y marzo hubo varias manifestaciones de jubilados frente a la puerta de la sede ubicada en una de las avenidas principales de la ciudad balnearia. En plena temporada de verano, un grupo de jubilados decidió ocupar la sede de la Anses para reclamar mejoras en los servicios y denunciar la falta de medicamentos y la mala atención recibida.
Según estudios de la Universidad Católica Argentina (UCA), el 16% de los jubilados y pensionados del país dejaron de ir al médico o de realizar alguna consulta por problemas de salud por falta de dinero. Y casi el 15% dejó de comprar, por lo menos, un medicamento. Del mismo informe se desprende que 3 millones de adultos mayores en la Argentina viven con una jubilación mínima, el equivalente al $6394: es decir que el 70% de estos jubilados es pobre y el 6%, indigente.
Hasta el 2014, de acuerdo a la Ley de Movilidad, las jubilaciones recibían un aumento igual o superior al índice inflacionario. Con el cambio de gobierno, durante el 2015, las variaciones en los índices de medición complicaron las estimaciones. Pero en el año 2016, los jubilados perdieron más de 15 puntos de su poder adquisitivo.
A comienzo de este año, las autoridades de PAMI y la Superintendencia de Servicios de salud implementaron la obligatoriedad de las recetas electrónicas. Varios médicos no solo se han encontrado con inconvenientes técnicos –cortes de luz y falta de computadoras en los centros de salud- sino también con un límite anual de carga de medicación. La decisión no tiene demasiado fundamento científico y la fórmula para calcular el límite de “dosis anual” huele más a achicamiento del gasto que a política sanitaria y de control de la salud.
Christian D’Alessandro, Director del Instituto de Derecho de Jubilados del Colegio de Abogados de Morón y especialista en Derecho Previsional, estimó que con el último incremento -alrededor de 700 pesos en mano para las pensiones mínimas-, los jubilados recibirían en aumento lo equivalente a medio kilo de pan por día. Si a esto se le suma las políticas de acceso a los medicamentos, el combo es letal.
Juana tiene 71 años y dos hermanas discapacitadas. Llega con un sobre de papel madera, adentro un folio y adentro del folio, otro sobre. Saca uno por uno los papeles y arranca: “Mi hermana cobra una pensión por mi papá, que falleció hace 39 años. Cuando fui a cobrar su jubilación, en la parte de abajo del ticket de cobro me pedían que actualice todos los papeles de la pensión. Decí que justo lo vi”. Juana forma parte de los 37.236 beneficiarios que la Anses llamó a corroborar las pensiones que recibían. En la mayoría de los casos, habían pasado entre 30 y 40 años del fallecimiento y de la presentación original de los certificados de defunción.
Nada personal
Al día siguiente del suicidio de Estivill, una mujer de 65 años decidió quitarse la vida en la zona de la playa Punta Iglesia.
Otro caso ocurrió en diciembre del año pasado cuando, luego de ser atendido por un cuadro de hipertensión, Edgardo Nicolás, 70 años, se encerró en el baño del Hospital Español, uno de los centros de atención destinado a los jubilados de PAMI, y se disparó en la cabeza también con un arma. El jubilado dejó una carta impresa para la gobernadora de la provincia de Buenos Aires. En el escrito, sostenía que cobraba la mínima, que su situación económica era insostenible y le pedía a María Eugenia Vidal que pagara los gastos del sepelio y la cremación. “Anses me debe 6000 pesos, pero el sepelio más barato se encuentra alrededor de los 12.000 pesos”.
Según las estadísticas, los suicidios aumentan en épocas de guerras y en momentos de profundas crisis económicas. Algo parecido a decir que todo lo personal es político.
Estivill convirtió a esta escalera en el patíbulo de su propia soledad.
-Atención, atención -fueron las primeras palabras que dijo, como quien nos llama a asistir a un espectáculo y reclama el interés negado. Y antes de hacer sonar el disparo, la sentencia:
-Esta situación no da para más.
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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