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Higui & Fabi: lucha lésbica x 2
Una fue presa por defenderse de un grupo de hombres que intentó violarla por ser lesbiana, y se transformó en un símbolo. Y la otra, activista histórica, creó una agrupación, un archivo documental y un sello editorial que levanta las banderas lésbica, feminista y queer. De las batallas ganadas, a todo lo que falta. MARÍA DEL CARMEN VARELA
Si soltamos un ave, no se va a sentar en una silla, va a buscar lo alto, no va a hacer una lectura humana de lo que es el espacio, las aves tenemos visión aérea, miramos desde arriba y miramos cómo ustedes han hecho esta humanidad, y cómo no paran de chocarse, abarrotarse, transitar amontonados. Y sobre todo nos preservamos de ustedes, los máximos depredadores que hay. Por eso, buscamos lo alto”.
Con estas palabras delineadas y proclamadas por la artista Susy Shock arrancó el ciclo Cotorras en MU Trinchera Boutique. Por segundo año consecutivo, la cita es los primeros jueves de cada mes, con anfitrionas de lujo: las artistas, escritoras y activistas trans Susy Shock y Marlene Wayar.
En este primer encuentro de aves de plumas verde esmeralda, amigas de las alturas y de los nidos comunitarios, hubo dos invitadas: Higui y Fabi Tron. “Las dos se presentan como lesbianas y eso me encanta. Fabi fue una de las primeras en identificarse como una persona trans, pero en otro sentido al mío: de mujer a lesbiana”, cuenta Marlene desde el micrófono.
Fabiana Tron es activista lesbiana y feminista. Integró la agrupación Lesbianas a la vista, hace ya más de veinte años, participa de Potencia Tortillera, archivo documental digitalizado del activismo lésbico, y dirige el sello editorial Bocavulvaria, un emprendimiento autogestivo que fomenta la difusión de ensayos de teoría feminista y queer.
Siguió muy de cerca el juicio a Daniel Torres, el asesino de Pepa Gaitán. Torres es el padre de quien fue la novia de Pepa; la mató de un escopetazo el 7 de marzo de 2010 en Córdoba. La familia pidió que se lo considere un crimen por orientación sexual, pero para la justicia fue un homicidio simple.
Eva Analía De Jesús, más conocida como Higui, estuvo siete meses presa en el penal de Magdalena por haberse defendido de una patota y apuñalar a un hombre -que luego falleció- cuando intentaban hacerle una “violación correctiva2, por ser lesbiana, el 16 de octubre de 2016 en Bella Vista. La presión ejercida por distintas organizaciones territoriales, asambleas de mujeres trans y lesbianas que participaron de escraches al fiscal y jornadas para exigir la libertad y absolución permitió que Higui aguarde en libertad el comienzo del juicio previsto para este mes de abril, pero finalmente pospuesto hasta febrero de 2020.
Algo íntimo
Vestida de negro y con plumaje verde coronando su melena recogida, Marlene propone: “Este es el sitio donde podemos hacer intimidad”. Higui toma la posta: “Tengo ganas de contar algo íntimo. Tuve mi primer orgasmo sin culpa. Parecía que iba a reventar mi cuerpo, mi cabeza, mi corazón y por allá también. ¡Qué lindo! Y encima con una chica. ¡Olvidate! Estoy re agradecida, me llena de felicidad. Estoy aprendiendo un montón de cosas, se abrió mi cabeza, gracias a todas, a todes, no sé a veces cómo hablar porque es un lenguaje nuevo, todos los días estoy aprendiendo. Antes sentía mi pecho vacío y ahora cada una de sus personitas llena mi pecho de felicidad y ya no puedo vivir sin ustedes. Antes me sentía nadie, no me veían, y ahora me ven. Me puedo morir mañana porque ustedes me hicieron sentir la felicidad”, agradece Higui por micrófono ante decenas de personas que ocupan todo el espacio cultural del barrio de Congreso.
Varias cotorras nos miran desde las alturas de las escaleras, cercanas a sus nidos, chillan con su modo tan característico y cantan: “La carne más barata del mercado es la carne trava”, parafraseando la canción A carne, interpretada por la brasileña Elza Soares, que dice: “La carne más barata del mercado es la carne negra”.
Marlene continúa el diálogo con las invitadas. Higui cuenta emocionada: “Yo tengo una hermana travesti, y las pasé cuando la llevaban en cana. Una vez estuvo tres meses y no sabíamos en qué lugar estaba. Yo sé todas las que pasaron ustedes, por eso las adoro. Me gustaría que mi hermana estuviera acá. Ustedes están preparando el camino para los niños que gracias a la lucha de ustedes van a ser felices, que van a crecer sin todos esos traumas de mierda en la cabeza”.
Con su ropa deportiva y su gorrita, Higui despierta la carcajada con su espontaneidad, inocencia y sus chistes constantes. “Me queman la cabeza todas esas palabras, no entiendo bien. Yo no me siento nada, me siento Higui, nomás. No me siento ni nena ni nene, todos los días me levanto distinta. Cuando estoy con mis sobrinitos estoy hecha una doña, les hago bizcochuelo, los llevo a la calesita; después voy y me tomo una birra, no me siento ni masculino ni femenino, ni binarie ni no binarie: son palabras que no entiendo”.
Una hora antes de que arrancara Cotorras, Higui y Fabi charlaban en el bar de la esquina. Se habían cruzado en enero en el Festival de la Diversidad, en El Bolsón. “Pero esta es la primera vez que estamos conversando”, dice Fabi. Higui: “Sí, en El Bolsón bailé mucho. Yo era la única que estaba con ropa”. ¿Cómo te preparás para ser una de las invitadas de la noche? “Estoy ansiosa. Una vez sola fui a un teatro, no conozco mucho. Todo lo que está pasando es nuevo para mí y lo estoy disfrutando. Susy es mi ídola. La amo”.
A Higui la acompañan algunas de las chicas que forman parte de la Campaña por la Absolución, que fueron fundamentales en la decisión de su libertad y la sostuvieron mientras estuvo presa. “Yo no sabía que tenía derechos. Me di cuenta después de toda la lucha. Yo soy una piba de barrio, que no estoy metida en las redes. He tenido celular para las clientas que les corto el pasto, para estar comunicada con mi familia, pero nunca fui de meterme y ver otras cosas. Yo era feliz con mis sobrinos, mis hermanas, mi mamá, mi gatito y mi perrito; ir a cortar el pasto con mi hermana, esa era mi vida antes. Y era un acostumbramiento, como las mujeres golpeadas, lo que me pasaba a mí en el barrio. Hice cosas porque creía mucho en la Biblia y hacia lo que dice la Biblia pero en realidad no era lo que yo sentía. Tuve muchas novias violentas y me tuve que alejar, sufrí mucho. Me quise un poco y me alejé. No tuve buenas experiencias por ahí porque no me respetaba yo. Ahora lo aprendí. Yo pensaba: para qué voy a salir al mundo si en el barrio la paso tan mal. En el mundo me van a matar, tenia miedo, siempre me quedaba ahí, y después que me pasó lo que me pasó… Mi hermana y mi mamá me contaban de las chicas que se habían organizado, hicieron una bandera, están levantando tu bandera, me contaban. Fue el momento justo porque yo quería tirar la toalla, no quería comer, fue algo muy fuerte, yo pedía que me manden cartas. Se fue acomodando mi camino, yo no quería hablar. Las presas, las mismas policías me mostraban videos de lo que las pibas estaban haciendo. Eso me fue levantando y recuperé fuerzas. Empecé a tener fe en las pibas, yo estaba muy perdida, me sentía muy sola, pensaba que me iba a morir adentro de la cárcel. También conocí a Norita Cortiñas”.
Fabiana pregunta: ¿Y qué sentiste cuando Norita se puso el cartel que decía Yo también me defendería como Higui? “Conocí la lucha de las Madres, esa fuerza. Estoy aprendiendo un montón de cosas. También estoy aprendiendo a cuidarme, a valorarme, a respetarme. Tengo derechos: no soy una mierda como te hacen ver ellos”.
¿En qué confiar?
Fabi nació en un pueblo de Santa Fe y en su juventud se mudó a Buenos Aires para estudiar. “Me hice torta en Buenos Aires, cuando salí de la Facultad de Teología. Se me movió toda la estantería: empecé a militar acá a fines de los ochenta. No había lesbianas públicas. Y salimos con Lesbianas a la vista. Sentí que tenía una deuda pendiente de ser visible en el lugar de donde yo soy, y no lo hice por muchas razones. Yo migré a Buenos Aires para estudiar, no por torta”. Fabi vivió en Córdoba durante catorce años y el año pasado volvió a Santa Fe, a un pueblo tranquilo, cerca del río, cerca de donde nació. “Mi etapa en Córdoba estaba cerrada. Lo tomé como un desafío: el último closet que me quedaba por abrir”.
Higui pregunta: ¿Se dice militar? Fabi responde: “Muy buena pregunta. Es una discusión muy interesante. Algunas personas cuando eligen transformar al mundo, plantean que militan por algo, militar como acción, no como ponerse la gorra, y otros dicen yo soy activista: tiene que ver con en lugar ideológico donde estás parada”.
Higui: “El mundo no creo que cambie pero las personas sí pueden cambiar”.
Fabi: “Yo pensaba que el mundo se podía cambiar, creía mucho en salir a la calle, con el tiempo me di cuenta de que hay cosas de la micropolítica, de las cosas más pequeñas, más cotidianas, que a veces cambian mucho más. Como decís vos, las personas pueden cambiar. Si vos cambiás tu barrio, la otra de más allá también cambia su barrio, yo creo que también podés cambiar el mundo. De a poco, es lento”.
Con la Ley de Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género, ¿qué se modificó? Fabi: “El matrimonio es una institución que te marca, que regula la heteronormatividad obligatoria, que regula la monogamia obligatoria, es la institución más importante para sostener la heteronorma. Para mi modo de pensar, funciona para el sometimiento y control de las mujeres, entonces yo no podría avalar ni pedir por una institución que es opresora. Como no soy necia no puedo dejar de reconocer que produjo un avance: muchos gays y lesbianas querían casarse y el Estado les reconoció esa unión, entonces se animaron a ser más visibles. A partir de la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario, por ejemplo, las marchas del orgullo son más masivas. Esa visibilización me parece que es un proceso personal.
ste es un momento muy represivo, fascista, homolesbotransfóbico. Con la Ley de Identidad de Género me parece que es totalmente distinto: en su momento fue un avance muy grande pero me dio pena que otra vez estuviera la casilla de varón y mujer. Pero esa discusión no era viable. Es una de las mejores leyes de identidad de género porque no tiene un tribunal que determine, sino que la persona puede decidir libremente. El problema con esa ley es que la implementación nunca se llevó adelante de manera adecuada. Hay que hacer un trabajo mucho más fuerte, falta concretar el acceso a los tratamientos médicos, la educación, la ESI no funciona como debería, etcétera. Seguimos viviendo en una sociedad muy biologicista”.
Durante todo el juicio por el asesinato de Pepa Gaitán, Fabi se levantaba a las 7 de la mañana para ir en su moto a grabar las sesiones para luego publicarlas. También escribía una crónica de cada jornada. “Para mí fue salir de la negación de que en la Argentina no se mataban a lesbianas. En Córdoba el 7M se vive de otra manera, como un duelo, una herida que sigue abierta. En algún momento hay que cerrarla y eso se logra colectivamente. Además estuvo la actitud del abogado defensor del asesino de la Pepa, que decía cosas horribles de ella. El fiscal lo frenó y ahí se hizo todo más transitable”.
¿Te preocupa el juicio, te estás preparando para esa situación?, pregunta Fabi a Higui. “Yo sé que me van a dar con un caño. Tengo mucha ansiedad por el juicio, estoy como una criatura rebelde, de mal humor. Antes yo tenía todo muy guardado, estaba cohibida, para adentro, ahora ya está: aprendí por las pibas. Me emociona mucho, yo maduré mucho, era una criatura que no quería crecer, porque la gente grande es muy mala, empecé a crecer desde que salí de estar en cana. Me estoy descubriendo todos los días, voy al colegio, a la psicóloga, las pibas de la mesa son re copadas conmigo. Me siento como que soy Súper Higui, me siento más segura. Era hora: ya tengo 44 años”.
Sentada en lo alto sobre un almohadón, Marlene invita a Higui a subir a la escalera, para ver todo desde arriba:
-Si vos cerrás los ojos, yo te llevo a volar, ¿confiás?
-Sí, ustedes son mis hermanas, y si me caigo ahí hay un colchón de gente para amortiguar la caída- contesta Higui, en referencia a la multitud que la aplaude sentada en el suelo.
En su primera noche del año, las Cotorras hicieron lo que mejor saben hacer: abrieron el pico para sacar ramilletes de palabras, mezcladas con cantos combativos y chillidos amorosos. Desde las alturas, invitaron a disfrutar de las caricias de sus plumas y, juntas, armoniosas, aguerridas y alegres, hicieron volar sueños de lucha y libertad.
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