Mu145
El Mendoaguazo
MU en Mendoza. Cómo se gestaron las masivas movilizaciones en toda la provincia que lograron dar vuelta la votación de diputados y senadores provinciales en apenas 10 días. Del lobby minero con apoyo estatal, a los cortes de ruta autogestivos y las marchas que terminaron en represión. Lecciones sobre agua, política, vida, juventud, y la alegría de dar vuelta la historia. Por Sergio Ciancaglini.
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Junto a la Ruta 40, mirando las montañas que tienen cada vez menos nieve y antes de ir a conocer un río absurdo, se puede trazar el mapa de un conflicto que tenía el destino escrito hace apenas 90 días.
El conflicto: la derogación o no, en diciembre de 2019, de la Ley 7722 llamada Guardiana del Agua, que prohíbe en Mendoza la megaminería y el uso de sustancias criminosas como el cianuro.
De un lado: en pro de tumbar la 7722, el flamante gobernador radical Rodolfo Suárez, ganador en elecciones casi con el 52% de los votos, que envió la nueva ley como primer acto de su gobierno + una parte sustancial de sus opositores peronistas provinciales, que lo acompañaron en el voto, ajenos a toda grieta en el tema extractivo + el gobierno nacional, que a través del presidente Alberto Fernández anunció dos días antes que la ley sería derogada + las corporaciones mineras & afines + los diarios, canales de TV y radios autopercibidos como “grandes”, que antiguamente se dedicaban al periodismo + el apoyo territorial de las llamadas “fuerzas del orden”.
El argumento: la minería es una oportunidad, genera ingresos en dólares, puestos de trabajo, y eso es vital para un país en default posmacrista, endeudado de modo metafísico, con 40% de pobres también a nivel provincial y otras desventuras conocidas y desconocidas. Esa masa de poder logró el 20 de diciembre evaporar la 7722 y generar una ley nueva, la 9209, una apertura a la minería, los explosivos, el cianuro, las sopas ácidas y el resto del menú corporativo.
Del otro lado: en defensa de la 7722, las comunidades calificadas por la clase política como “pelagatos” y/o “cuatro gatos locos” que observaron atónitas cómo se iba por el desagüe la ley que habían sabido conseguir en 2007 para defender el agua del dispendio masivo y la contaminación que provoca la megaminería.
El enigma: ¿cómo pudieron esas comunidades dar vuelta un resultado cantado y restituir la 7722? Pilar Castilla, de General Alvear, recuerda: “Cuando San Carlos empezó a salir a las rutas a pedir que veten la nueva ley, decíamos: ¿Cómo alguien que recién asume va a vetar su propio proyecto? Nunca pasó algo así. ¿Cómo vamos a lograr eso?”.
Junto a la Ruta 40, viendo cómo hay cada vez menos nieve en el volcán Tupungato, Sandra, una de las asambleístas de San Carlos ensaya una posible respuesta:
–Es que estamos totalmente locos.
Ríen maestras, reinas de la Vendimia, trabajadores rurales, andinistas, adolescentes del grupo Les Pibes, agricultores y vecinas, mientras desde autos, micros y camiones tocan bocinas y agitan brazos para celebrar un triunfo impensable: político, social, ambiental.
Las movilizaciones continúan, incluso durante la Vendimia, sabiendo que mineras y políticos insistirán con el tema. “Pero nosotros somos más insistidores que ellos”, dice Pilar, de General Alvear, riendo de su propio neologismo. “Y también está ardida la cosa contra el fracking”, agrega Marcelo Giraud, geógrafo, profesor y asambleísta procesado por manifestarse. Mendoza sigue sumergida en la peor crisis hídrica de su historia. La nieve y el agua desaparecen. En las rutas se descubre un error aritmético: los gatos locos no son cuatro.
Cianuro y democracia
Mendoza es el único lugar del país en el que se habla cotidiana y popularmente no de “clase” sino de “casta política” (no confundir con “política casta”), en referencia a las etnias partidarias que han permitido que la gente de la provincia nunca se aburra. En 2003 empezaron las puebladas en San Carlos en defensa de la Laguna Diamante, ampliando su área protegida para frenar a la minera Anglo American. “Primero creíamos que la minería era una esperanza de progreso, pero mi hermano estuvo en Esquel (durante el plebiscito de marzo de 2003 que rechazó la minería con un 82% de los votos) y volvió con folletos e informes que nos hicieron ver el tema de la contaminación y la destrucción”, recuerda Daniel Funes, andinista y docente de educación física. “Cuando con esa primera pueblada conseguimos el área protegida, nos dimos cuenta de que juntos tenemos poder”.
En 2007 Julio Cobos quería la provincia tranquila para candidatearse como vice de Cristina, pero había vetado la única ley que ponía algún freno a las mineras. Un acto masivo frente a su casa dio nacimiento a la Asamblea Popular por el Agua de la capital, y General Alvear hacía cortes de ruta cada vez más duros. En una solicitada a Cobos y a los legisladores, la Asamblea había planteado: “El estallido social del pueblo es responsabilidad de ustedes”, y anunciaba piquetes por tiempo indefinido. Funes, memorioso: “Los cortes parecían caóticos, no había ningún cabecilla, nadie con quien pactar. Los políticos y los policías no entendían nada”.
Cobos cedió y el Día de la Bandera de 2007 se sancionó la 7722 prohibiendo la minería metalífera “con uso de cianuro, ácido sulfúrico, mercurio y otras sustancias tóxicas similares”, con el fin de “garantizar debidamente los recursos naturales con especial énfasis en la tutela del recurso hídrico”.
Llegaron las andanzas del gobernador peronista Celso Jaque y su ministro (y luego gobernador) Francisco Paco Pérez impulsando el proyecto San Jorge, de la canadiense Coro Mining. Paco era socio como abogado del presidente y del apoderado de San Jorge. El proyecto debía ser refrendado por la Legislatura. Las comunidades, además de movilizarse ingresaron a la Legislatura. El 22 de febrero de 2011, con las bancas y galerías colmadas, vecinos de toda la provincia levantaron sus manos votando contra la minería. Un señor de Uspallata dijo: “Estamos haciendo un ejercicio de democracia directa”. Todo esto fue silenciado por la prensa nacional “opositora” y “oficialista” de aquel momento grietudo. Luego las asambleas marcharon en el Carrusel de la Fiesta de la Vendimia: 10.000 personas, y cientos de miles apoyándolas a su paso ante la incredulidad de locutores y de la casta.
Paralelamente colapsaba el intento de instalar Potasio Río Colorado, de la minera brasileña Vale, entre los reclamos asamblearios y la baja del precio internacional de las sales de potasio. Vale protagonizaría en 2015 y 2019 dos desastres ambientales en Brasil con la rotura de diques de desechos mineros tóxicos que mataron a 19 personas en Rio Doce y a 270 en Brumadinho. Contaminó cuencas y territorios de modo nunca visto, sembró la muerte y confirmó las alarmas de las asambleas que defienden el agua.
La profecía
La AMPAP (Asambleas Mendocinas por el Agua Pura) reúne a todo el universo asambleario provincial sin jefes, patrones ni partidos políticos. Hace tiempo tomaron una decisión: no le dirigen la palabra a los medios comerciales. “No paran de insultarnos y atacarnos, mientras reciben pautas tanto del Estado como de las corporaciones. ¿Para qué vamos a hablar con ellos? Hablamos con Comecuco (Colectivo de Medios Comunitarios de Cuyo)”, cuenta la docente María Teresa Guni Cañas. Hay ataques más sutiles, como tildar de “ambientalistas” a las comunidades, cual si fuesen empleados de una ONG y no ciudadanos defendiendo derechos. Guni agrega: “En todo este conflicto, las redes sociales se llevaron puestos a los medios”.
La historia según la cual se trata de cuatro gatos locos quizás es una amnesia o un efecto etílico sobre la historia hasta aquí brevemente narrada. “Veníamos haciendo actos semanales ante la Legislatura para que sancionen una ley antifracking”, explica Guni. “Eso significó ir todas las semanas a la Legislatura; a veces éramos un puñado y creo que casi nunca más de 50, siempre en horarios en que mucha gente está trabajando”. En ese limbo de 2019, succionado además por lo electoral, muchos políticos interpretaron que el movimiento en defensa del agua estaba desinflado.
El radical de Cambiemos Rodolfo Suárez ganó las elecciones por 15 puntos a la peronista Anabel Fernández Sagasti. En ambos casos defendían el fracking y la minería. Sagasti matizaba planteando hacer minería en el marco de la 7722, proyecto levemente indescifrable mientras los hermanos Emir y Omar Félix (intendente de San Rafael y diputado respectivamente, peronistas) habían creado su propia minera, Sierras del Nevado.
Suárez asumió el 9 de diciembre de 2019 y al día siguiente su primer acto de gobierno fue el envío de la ley que liquidaba la 7722 con los consabidos argumentos de generar trabajo y progreso. Más de 500 docentes e investigadores de la Universidad Nacional de Cuyo, la Universidad Tecnológica Nacional y el CONICET respondieron en una carta: “La idea de desarrollo provincial a partir de la expansión de la minería aparece a todas luces simplificada y anacrónica y, en tanto, irresponsable. De las múltiples actividades con valor económico existentes en la provincia, la propuesta de insistir en viabilizar la minería como una de las principales alternativas puede ser la peor forma de ‘ampliar’ la matriz productiva”.
El 18 de diciembre el presidente Alberto Fernández anunció ante la siempre inquietante Asociación Empresaria Argentina que la minería es una actividad primordial y que “en Mendoza logramos que salga una ley para que se involucre en la explotación minera” frase un tanto inconclusa, pero clara. Replay: dijo “logramos”.
La profecía se cumplió. Se organizó una inédita sesión exprés para el viernes 20 de diciembre, encadenando el tratamiento en el Senado con el de Diputados. El peronismo-kirchnerismo planteó diferencias poco sustanciales y la nueva ley fue aprobada por 28 a 7 en Senado y 36 a 11 en Diputados. Es notable el entusiasmo de las legislaturas de muchas provincias por aprobar leyes conflictivas en fechas en las que consideran que la gente está con la cabeza dispersa, pendiente de las fiestas o cerca del Día de los Inocentes.
Sociedad en movimiento
Algo muy extraño empezó a ocurrir ese mismo viernes 20. Luciana, de la Asamblea Les Pibes de Tunuyán: “Se supo que aprobaron la ley del cianuro, y la gente salió a la Ruta 40. Era raro, muchos lloraban, y a la vez era una fiesta por el hecho de estar ahí. Alguien gritó: ‘Nos vamos a Mendoza caminando’. Y todos levantaron la mano por la afirmativa. Era viernes a las 7 de la tarde, y salimos a las 8 de la mañana del domingo”. Daniel recuerda a la ya fallecida asambleísta Fabiana Villafañe: “Ella decía que si la cosa se complica, hay que salir a la ruta”.
Ese domingo 22 fue en parte caminata, y en parte caravana. Más que movimiento social, sociedad en movimiento. Damián Moreno, uno de los encargados de logística: “Todo autogestión. Pedimos agua, te traían una botellita o te donaban una camionetada. Uno caía con una patamuslo y otra te donaba cinco pollos. Necesitábamos un grupo electrógeno y trajeron cinco. Una señora de 80 años vino con un paquete de fideos y una bolsa de tutucas (maíz inflado)”. Tite Barboza: “En todo el trayecto había casas amigas, coordinadas por WhatsApp, donde la gente podía ir al baño, recargar el celular o calentar agua para los mates”. Consigna y humor por las redes: “Malbec sí! Cianuro no!”.
La caravana hizo 88 kilómetros hasta Luján de Cuyo. “Llegamos domingo a la noche, se venía sumando gente de cada lugar por el que pasábamos. Nunca se había visto algo así. En Luján era una fiesta. Acampamos en la ruta y descansamos un poco”. Aylén, de Les Pibes: “Arrancamos rumbo a la ciudad a las 4 y media de la madrugada. Pasamos por Godoy Cruz, por barrios de trabajadores, y la gente salía a saludarnos con banderas y a marchar”. El razonamiento: “Todo este movimiento es transversal y policlasista, pero los más afectados por la contaminación y la falta de agua son siempre los sectores más pobres. En La Gloria habían puesto mesas para poder desayunar”.
La ruta se había poblado con más de 30 o 50 mil personas, o el cálculo que cada quien elija, que en realidad fue mucho mayor ya que en cada localidad la gente salió a reclamar. Desde el Mendozazo de 1972 no se veía algo parecido. Ya frente a la Casa de Gobierno mendocina, que esperaba absolutamente vallada y pertrechada, la multitud se duplicó. Y nació “el Mendoaguazo”.
Pasado el mediodía del lunes 23 la policía salió a reprimir valerosamente a manifestantes pacíficos con la excusa de un grupo que tiró unas piedras: “Infiltrados” sentencia Giraud, “no sabemos si de la Federal o la local. Aquí nos conocemos todos, y a esos no los conocía nadie”. Luciana: “Corrían a mujeres, a jubilados, a niños, fue una cacería por todo el centro”. Hubo más de 40 detenidos, balas de goma, gas pimienta, motos para dispersar a la multitud.
“Pero hubo un contagio de no tener miedo”, describe Tite, reconociendo otro contagio que venía del otro lado de los Andes: Chile. La gente se reagrupó permanentemente. La represión duró toda esa tarde del lunes pero la noche encontró a la multitud haciéndose dueña de las calles para seguir reclamando lo que parecía imposible: que el gobernador vetase su propio proyecto. Daniel: “Habíamos perdido la ley, nos habían apaleado, estaba todo mal, y la gente estaba feliz, junta, festejando y con un optimismo de decir: ‘no nos van a parar’”.
Las reinas rebeldes
Con la represión consumada el peronismo dio media vuelta en el aire y Guillermo Carmona, su jefe provincial, pidió vía Twitter a Suárez que no se promulgase la ley. Fernández Sagasti planteó por el mismo pajarito que la represión era el límite y pidió “diálogo, razonabilidad y consensos”, cosa que ni oficialistas ni opositores habían considerado la semana anterior.
El obispo Marcelo Colombo en carta al gobernador pidió vetar la nueva ley y dijo que hay que escuchar el “clamor del pueblo”. Escribió: “Quizás usted pudo identificar su importante victoria en las urnas con la licencia social. Pero no es así. Para estos proyectos mineros, como para todo cuanto compromete la vida y la salud de los habitantes y la Casa común, se requiere un consenso específico y explícito”.
Suárez, hipoacúsico frente a los reclamos, promulgó la nueva ley. La sociedad mendocina pasó la Nochebuena haciéndose oír en las calles y en las rutas y apareció el pronunciamiento de la Comisión de Reinas Nacionales de la Vendimia, Corenave: “Nos unimos al pueblo de Mendoza que se ha manifestado en contra de las modificaciones a la Ley 7722 que regula la actividad minera. Haciendo caso omiso al reclamo de la marcha más grande de la historia en la provincia, el Gobierno ha decidido promulgar las modificaciones igual, pasando por arriba de los mendocinos y mendocinas que pacíficamente pidieron el veto”. Yasmina Abraham, reina de San Carlos 2012, detalla: “Siempre estuve en las marchas, desde los 12 años. Esta vez pudimos lograr que San Carlos suspendiera la Vendimia, y eso lo tomó también la Corenave. Se dieron cuenta de que no somos un adorno: pensamos”. Agregaron las reinas: “No hay nada que festejar. Sin agua no hay Vendimia”.
El gobernador anunció que no reglamentaría la ley sino que llamaría al diálogo, dijo. “Saquemos este debate a la luz seriamente”. Giraud: “Entendimos que era un argumento mentiroso para ganar tiempo, porque la 7722 estaba derogada y la nueva ley 9209 no estaba reglamentada pero sí vigente”.
Suárez se reunió el 26 de diciembre con la Corenave, que agradeció educadamente el encuentro y volvió a plantear: “Sin agua no hay Vendimia”, con lo cual empezaba a derrumbarse en modo papelón la gran fiesta provincial, con todas sus implicancias turísticas y económicas. Segundo diálogo: los religiosos. El obispo Colombo, el rabino Fabián Zaidemberg y dos pastores evangelistas. Aunque las declaraciones posteriores fueron mansas, se supo que el encuentro fue más bien apocalíptico.
La no reunión
Tercera invitación: las asambleas. Relata Daniel Funes: “Me llamaron el jueves para invitar a San Carlos el viernes. No tuvimos tiempo de coordinar con el resto del Valle de Uco. Hicimos asamblea de 2.000 personas a la noche y se resolvió ir, planteando condiciones para un diálogo. Otras asambleas decían que no fuéramos. Pero teníamos mandato de San Carlos”. Giraud reconoce riéndose: “No entendíamos cómo habían decidido ese disparate. Después entendimos”.
Funes, la ingeniera agrónoma (y agroecológica) Laura Costella y la integrante del grupo Les Pibes, Aylén Mariano (23) en Casa de Gobierno exigieron pasar al salón de reuniones con un acompañante que filmaría todo. “Para que no haya dudas”. De pie al otro lado de la mesa estaban el gobernador, el vice y algunos ministros. Suárez les invitó a sentarse pero se negaron. Funes explicó que estaban en representación de miles de personas en las calles y las rutas. Laura y Aylén fueron leyendo la carta al gobernador mirando también a los enmudecidos funcionarios. Algunas frases:
“Venimos a establecer condiciones irrenunciables para dialogar porque no queremos otra operación de prensa diciendo que no estamos dispuestos”.
“No hay diálogo y no salimos de la calle con la Ley 9209 vigente. Devuelvan la 7722”.
“No hay diálogo en mesas separadas por sectores y cerradas a la comunidad. Todos, y públicamente”.
“Basta de decir que solo algunos sectores o solo el Valle de Uco se oponen. Deben reconocer que en la provincia entera, incluido Malargue silenciado, hay oposición”.
“La 7722 es la ley más debatida de la provincia. 16 años de debate. Basta de decir que ‘vamos a iniciar un debate serio’: es una falta de respeto a miles de mendocinos”.
“No hay diálogo en una mesa donde participen personajes que nos han engañado, insultado, denigrado, manipulado, etc. Emilio Guiñazú y Humberto Mignorance (subsecretario de Minería y secretario de Ambiente que miraban la escena con cara de póker) no pueden estar en ninguna mesa. Pedimos su renuncia”.
“Exigimos también seguridad y paz social. No más represión. Los hacemos responsables de cualquier problema y de la integridad física de los manifestantes”.
“Es una vergüenza que llame a esta mesa por seguridad o preocupación porque sus hijos no pueden salir a la calle tranquilos, cuando tiene a miles de mendocinos en la calle, con sus hijos”.
“Sin nuestra ley 7722 no hay diálogo”.
Funes le acercó una copia a Suárez para que la firmase como recibida, y terminó la reunión sin saludos. Curioso: respetaron la institucionalidad para cuestionarla. Fueron al diálogo, para explicar por qué no lo aceptaban. Fueron respetuosos, para ser implacables. Demostraron que hay otros modos de ser y de actuar.
“En el gobierno se pudrió todo”, le contaron al rato a Funes por teléfono. “Suárez salió de la reunión a los gritos y va a derogar la 9209”. El anuncio se hizo ese mismo viernes y el lunes 30 otras dos sesiones exprés dieron vuelta lo que habían votado 10 días antes. Fue imposible para MU encontrar respuestas de senadores y diputados peronistas y radicales, que votaron en contra y luego a favor de la 7722. La consulta era: ¿Cuál de esas dos veces votaron más de acuerdo con sus propias ideas? Al enterarse del tema a todos y todas se les complicaba la agenda o dejaban de atender sus celulares. “La verdad es que las bases peronistas y hasta muchos radicales salieron a la calle. Había mucha indignación con esta gente”, cuenta Giraud.
Lo animal y lo nuevo
En el peronismo votó las dos veces en favor de la 7722 la docente y senadora Andrea Blandini (foto con Alberto en el WhatsApp): “Al presidente le informó mal Fernández Sagasti, y eso generó mucho ruido en el gobierno. La simplificación es que la minería trae plata. Es falso. Me decían mis colegas: ‘la gente se muere de hambre’, pero cualquiera que recorre la provincia se da cuenta de que el problema que más afecta es el agua”. Signos: en muchos barrios falta el agua, o llega sin presión, y los productores agrícolas (futura nota) calculan que están recibiendo ya la mitad de agua que hace tres o cuatro años y los turnos de irrigación son cada vez más escasos, cada 18 o 20 días.
Blandini: “Un problema es que muchos hacen de la política su kiosco y votan o hacen cualquier cosa que aumente su capital. ¿Se entiende?”. ¿El rol de Alberto Fernández anunciando la votación? “A quienes dicen estar al lado tuyo podés creerles o no. Nadie le dijo a Alberto lo que en realidad ocurría en la provincia y lo dejaron ir al choque. La provincia puede potenciar el turismo, las energías renovables, polos productivos, recursos del petróleo convencional, pero no: van directamente a romper la Cordillera”. (Uno de los jóvenes de Les Pibes en la asamblea dijo: “No se conoce un solo pueblo minero rico, o al que le vaya bien”).
Otro senador, Jorge Difonso, es un ex demócrata que apoyó a Cambiemos, aunque votó siempre por la 7722 de la que fue firmante. “Soy vecino de San Carlos, donde siempre les vimos los colmillos a las multinacionales mineras y a los funcionarios adictos. Y acá puede haber una cuestión ideológica pero sobre todo hay una cuestión práctica de supervivencia. Sin agua no hay cosecha, alimentos, uva, no hay vida. Necesitamos desarrollo sustentable y no pan para hoy y hambre para mañana. Acá al lado tenemos a San Juan, donde sigue la pobreza, hay desastres ambientales, corrupción, funcionarios funcionales y paupérrimas regalías”.
Cree Difonso que en 2001 los partidos políticos explotaron, que ya no son una herramienta de participación, que hay otra sociedad, otra cultura y por eso nacen “otros espacios no alineados ni partidarios”. Persiste el dilema sobre la contradicción entre el sistema electoralista burocratizado e irrepresentativo, frente a esa expresión de democracia cotidiana que encarnan las comunidades en movimiento.
En el espacio asambleario, además de apoyar la agroecología, las energías menos contaminantes y todo lo que permita defender el agua y la vida, han sacado otra cuenta técnica que explica Marcelo Giraud: “Mendoza tiene una de las menores coparticipaciones federales per cápita del país. Tendría que cambiar por ley, pero el sistema está congelado desde 1996. San Juan recibe el doble. Catamarca, el triple. Pero con mucho menos, por ejemplo lo mismo que recibe actualmente Santa Fe, Mendoza contaría con 15.000 millones de pesos anuales extra contra 300 millones que dejarían mineras como San Jorge. Los políticos en lugar de seguir rosqueando deberían reclamar por ese derecho que permitiría que la provincia invierta en educación, salud, canales de riego, fomento de la agroecología y de las energías renovables, como si se tratase de 50 mineras. En el sistema de coparticipación es apenas una pizca, que equilibraría una injusticia contra Mendoza de más de 20 años”.
Hablé con Les Pibes, que me contaron con jerga no sexista cómo crear su propio espacio mejoró la relación, en las asambleas, con les viejes. Con Ana, de San Rafael, y la angustiante falta de agua. Con el médico Fabián Navas, de Tupungato, que explica cómo el fracking es la actividad más contaminante que se conoce, con efectos cancerígenos peores que los agrotóxicos (cada pozo consume unos 25 millones de litros de agua). Con Eugenia, de Uspallata, donde impulsan un área protegida para proteger las cuencas de los ríos. Con Belén, Fernando, Paula y Alejandro, de la Asamblea de Lavalle, que me mostraron el Mendoza convertido en un río de arena por las represas que desvían agua a zonas urbanas y vitivinícolas, por la irrigación discriminada y, otra vez, la obvia falta de agua, que está matando además a las lagunas de Guanacache. Cada imagen, cada palabra, es una conmoción. Un juego de vida o muerte.
Junto a la Ruta 40 en San Carlos, Rubén Rodríguez (sub 70) razona: “Yo soy de los que creían en el futuro hace 40 años, y también ahora. Pero esta es la nueva revolución. Esta es la vida: la biodiversidad. Eso no lo sabíamos”. Me cuesta pensar cómo sería esa revolución que plantea Rubén porque tal vez es algo en construcción, pero no me cuesta nada verla, sentirla, en la actitud, la desobediencia y la acción de estas personas. Sandra explica: “Sin agua aquí, literalmente, nos morimos. No es una filosofía. Es algo vital, instintivo: animal. Cuando íbamos a ver legisladores, un agricultor viejito dijo en asamblea: ‘ustedes vayan, pero aquí nos quedamos afilando los cuchillos y preparando las escopetas. Porque harán la ley que quieran, pero acá vamos a estar defendiendo el agua por nuestros nietos”.
La muchachada de Les Pibes observa y escucha junto a la ruta. Les pido que me digan tres palabras que expliquen lo que se está logrando en Mendoza. Se ríen y pronuncian una palabra cada una (o une): “revolución”, “biodiversidad” y “amor”.
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Toxi thriller
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