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Todo x 2 pesos
. Ya editaron más de quinientos títulos en pequeñas tiradas que autogestionan los propios autores.
El criterio con el que se dice que una editorial es “grande” o “pequeña” suele ser absurdo, y referido a la cantidad de asalariados, teléfonos o baños que poseen. Demasiadas veces, bosques enteros se han consumido para imprimir “grandes” ediciones de basura gerenciadas por estas grandes empresas. Mientras tanto, en la Argentina hay un grupo “pequeño” (siete personas) que ha sido capaz de publicar sus propias obras, y además las de una generación entera de de jóvenes poetas, novelistas y cuentistas. Logran hacerlo de modo autogestivo y realmente independiente, sin someterlos a humillación alguna (arte que queda para las “grandes” editoriales) sino al contrario, ayudando a que hagan lo que siempre quisieron. Así, han logrado editar:
524 títulos independientes.
298 de ellos son de poesía.
61 novelas.
119 de cuentos.
47 varían entre libros infantiles, ensayos, libros de fotografía.
Lo hacen a precios absolutamente insólitos y accesibles (desde 6 pesos, según el tamaño, colores, etc).
Enseñan con pelos y señales cómo hacer para que cada uno edite su propio libro a menos de dos pesos por ejemplar.
Rompieron el lugar común según el cual editar un libro es una hazaña imposible.
Liberaron la creatividad de cantidad de autores que saben que pueden publicar.
Por todo lo anterior, pusieron la cuestión en el lugar exacto: lo importante, gracias a El Asunto no es ser un superhéroe para editar, sino tener algo que expresar.
Un modo de acercarse al viejo tríptico de realización personal: plantar un hijo, escribir un árbol, y gestar un libro.
Una idea en la plaza
La definición de “editorial independiente” es un tanto mezquina para )El Asunto(, que se escribe así, dejando entre paréntesis a todo lo que lo rodea. Organizan encuentros, distribuyen más de 107 discos también editados por ellos de modo independiente (rock reggae latino, punk, jazz, rock heavy y alternativo, por ejemplo), han armado una red de editoriales, y están entre los inspiradores de flia, la Feria del Libro Independiente.
Pablo Strucchi, sujeto peligroso para todo lo solemne que ande suelto, inspirador de buena parte de este proyecto, y que aún vive de lo que gana como obrero de la construcción, relata que toda esta movilización nació en 2001: “Con tres amigos, Guillermo De Pósfay, Diego Arbit y Juan Pablo Souto vendíamos nuestros libros en Plaza Serrano. ¿Qué hacemos los tres acá vendiendo cada uno su propio libro? ¿Por qué no hacemos algo juntos?”, dijimos.
Convocaron a otros escritores y se empezaron a reunir todos los martes en la entonces casa de Niceto: “Llegamos a ser 30 escritores que decíamos: tenemos que armar esto, lo otro, muy bien no sabíamos para qué, por ahí crear un centro de edición más barato, por ahí crear ciclos de lectura donde difundir lo que escribimos. Hacer un frente de escritores. Se formó la Agrupación de Escritores Independientes (aei). Derivamos en cualquier cosa y nos disolvimos pero El Asunto continuó como proyecto”, cuenta Pablo, el único que quedó. Era 2002 y El Asunto ya estrenaba página web en la que, en especial, se proponía el intercambio de libros y se presentaba una declaración de principios de las que había por miles en esa época. La de ellos definía algo que sigue en vigencia hoy:
El Asunto no puede destruirse porque no existe.
Nadie puede entrar ni salir de El Asunto porque no tiene límites.
En El Asunto no hay reglas, ni dogmas, ni leyes, ni estatutos ni nada.
El Asunto es incorruptible porque no tiene integrantes.
Además trabajan bajo el concepto “individualmente unidos” que, según explican, se refiere a que “no hace falta pertenecer al proyecto sino que se trabaja colaborativamente”. Por ejemplo una chica llamada Nadia, escritora y diseñadora del colectivo Poesía Urbana se puede encargar de hacer la tapa de un libro y por eso recibir dinero. Es decir trabaja con El Asunto pero no forma parte del proyecto en el que sí están, por ejemplo, el propio Pablo, Marilina Winik (Marol), Alejandro Raymond, Anahí Ferrari, entre otros.
Recuperando costos
La nómina es inmensa. El estallido de poesía, cuentos, novelas, en tantos títulos es una convocatoria al asombro. Se llega de a poco. Un ejemplo: Diego Rojas es un chico que no tiene mucha plata y que vive de vender sus libros. El se acercó a El Asunto y planteó que el podía encargarse de todo: hacer las tapas, sacar las fotocopias y armar sus libros. Lleva su propio papel y usa el taller del barrio de Florida (Vicente López) equipado con una guillotina, fotocopiadora y computadora. En forma de pago, Diego deja libros que la editorial después vende para recuperar el gasto.
El proyecto hace algo todavía más generoso: da a conocer en su página web el modo exacto en el que cada uno puede preparar su propia edición (80 páginas, de 11 x 18 centímetros), comprando los materiales y haciéndose cargo de todo (desde la resma hasta el armado, incluyendo la técnica de cómo organizar el material), a valor total de menos de dos pesos por cada ejemplar final impreso.
“También nos pasa que viene gente con mil pesos que nos dice: quiero un libro con tapa color y no quiero hacer nada. En ese caso, cobramos y lo hacemos nosotros”, explican.
En el taller, además, trabaja Javier que gana un sueldo de 400 pesos que es el que acordaron entre todos. Y según Marol, todos aunque sea simbólicamente, tienen un reconocimiento económico por las tareas que cumplen en el proyecto. “Viene un escritor y le decimos: lo querés corregir vos o querés que te lo corrijamos. Lo mismo con la diagramación y lo demás. Lo que hacemos es organizar una edición que te convenga”, explican.
Hay opción de imprimir y fotocopiar o de llevar a imprenta. Las tiradas son chicas. La distribución queda a cargo del autor que lo sale a repartir entre amigos y familiares. Cuando se juntan varios escritores y arman un grupo de afinidad, crean emprendimientos o ciclos. De un proceso con estas características surgió la flia. la Feria del Libro Independiente que recorre diversos espacios sociales llevando producciones autogestivas.
Alejandro se sumó en 2006, cuando se acercó para editar un libro de poesía. Hoy se encarga de armar y distribuir la agenda de eventos culturales. Y se lo ve orgulloso de ser parte: “Le dedico bastante tiempo por semana y lo hago porque me gusta formar parte de este colectivo”.
La apuesta del grupo para este año es la autogestión de sus propias vidas. Cómo trabajar para poder vivir de lo que les gusta hacer. No pueden calcular aún a cuánto se puede llegar. “Estamos tratando de generar una bolsa de trabajo, ganar nuestro propio dinero, resolver la autogestión”, dice Pablo. Además, están craneando Distribulla la cajita, una idea en proceso de maduración que describen así: “En una cajita vamos a seleccionar veinte o treinta libros de autores independientes. La caja estará intervenida por distintos artistas”. Tal vez un modo de llegar a espacios comerciales con una propuesta diferente: la idea de que entre muchos es más interesante.
El movimiento
Estos años han ido poniendo en contacto al grupo con otras experiencias, (Eloísa Cartonera, Poesía Urbana, Mujeres Públicas, Milena Caserola) y en especial, con la chaqueña Cospel. Difunden además novedades propias y ajenas. Las últimas que incorporaron a la página web son Duendes del Conurbano, de Alejandro Raymond y Vagabundeando en el eje del mal, de Juan Villariño, una novela sobre una recorrida de un argentino por Afganistán, Irak e Irán.
El grupo rompe además la idea de competencia: “Agarramos a un escritor que nos interesa y lo coeditamos. Por ejemplo, Pablo Om. Y lo hacemos con la idea de colaboración –dice Marol–. En Poesía Urbana estamos ayudando para que tengan su propio sello editorial”. Extraña idea: en lugar de competir, potenciarse entre todos. Y de paso, funcionar como un reflejo creativo y artístico que permita acceder a esta época.
“Toda la vorágine de 2001 a mi me llevó a darme cuenta que lo que hacíamos era un laburo”, dice Pablo. Marol aclara: “Hay un momento en el campo de la cultura que permite que proyectos como la flia crezcan, y es importante, porque se afianzan todos los principios de itinerancia, de gratuidad, de independencia del Estado que siempre defendimos”. Alejandro: “Se abrieron los canales para ver otros modos de producir, de comprar, otra forma de canalizar las cosas que uno quiere hacer, el trabajo en red. Mirar un poco mejor lo que estás haciendo y consumiendo. Esto está buenísimo”.
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