CABA
Esa maldita rodilla
Crónicas del más acá, por Carlos Melone.
El aislamiento anti bicho me invitó a ajustar rutinas, crear otras e indagar acerca de mi deteriorada psiquis en el mundo infectado.
Al poco tiempo de estar encorsetado en mi casa, mi introspección me puso ante la evidencia de dos variables con la robustez de lo obvio: iba camino a aumentar entre 100 y 200 kilos y eso iba a ocurrir en estado de ebriedad perpetua.
Con fastidio empecé a desandar el camino de Santiago.
Trabajosos ajustes alimentarios y reducción (eliminación nunca) drástica de cerveza y Malbec.
Una tragedia griega.
Desarrollé una rutina gimnástica a fin de, al menos, detener la catástrofe calórica: botellones plásticos con agua como pesas tercermundistas; palo de escoba haciendo las veces de barra de pesas africana; ladrillos sapo para ejercicios de extensión y fuerza conectado con lo telúrico de la fuerza laboral; manta vieja de linyera como colchoneta y caminar dando vueltas (como un marmota) en mi pequeño jardín a fin de completar un trabajo preeminentemente aérobico.
Funcionó.
La existencia de Dios no debe ser cuestionada.
Con moderada pero creciente exigencia, compartiendo la rutina con música, escuchando charlas en YouTube o la vieja y eficaz radio, la cosa fue.
Pero nací en el año en que se fabricó por primera vez la Estanciera IKA; en el año en que a la pobre perrita Laika la lanzaron al espacio; en el año en que Bill Haley y su jopo (el horror) era el éxito del momento con Rock alrededor del reloj.
Y mi rodilla crujió.
Dolor intenso y acumulación de líquido sinovial que la transformó en una bonita pelota de básquet.
Unos años antes ya me había avisado que era imposible encontrar la fuente de la juventud. Y lo hizo también tomando la bella forma esférica.
Ya se sabe: la memoria es frágil y Gilgamesh es inmortal.
Teléfono, consultas y pude dar con el salvador de las Estancieras IKA: un especialista en rodillas.
La entrada al consultorio es una pequeña puerta escondida entre dos edificios monstruosos en el centro de la imperial Lomas de Zamora.
Yo arrastraba ostensiblemente mi pierna deambulando cual zombie porque no daba con la entrada.
Un trapito, a lo lejos, me hizo las señas correspondientes para ubicar la entrada.
Un verdadero faro popular para rengos desorientados.
Entré y me ubiqué en una amplia sala de espera: las salas de espera de los consultorios médicos merecen un tratado antropológico.
Un lugar que parece mucho más una situación que una espacialidad; una puerta giratoria hacia un infinito aburrido.
Un pibe joven esperaba mirando la nada con su pierna izquierda envuelta en una férula.
Pocos minutos después entró una señora de unos cincuenta largos llevando del brazo a otra señora visiblemente mayor.
La señora mayor tenía ostensibles dificultades para caminar y se valía de un bastón.
Un sobrepeso importante le dificultaba aun más los movimientos.
Se sentó trabajosamente, con un gesto dolorido y comenzó a acomodarse saco y prendas que llevaba con mucha coquetería.
La cincuentona empezó a decirle “mamá” y el juego comenzó…
La hija le pedía que sacara la tarjeta de la cartera, cosa que la mamá hacía parsimoniosamente ya que estaba agitada y, además, no había un apuro evidente.
La hija, apurada vaya uno a saber por qué, la empezó a retar:
-Dale, ¿por qué tardás tanto? ¿Dónde metiste las cosas? No puedo estar toda la tarde esperando, nunca sabés donde guardás las cosas…
La mamá no contestaba y sacó la bendita tarjeta a su ritmo, de manera precisa y sin vacilaciones.
Sabía dónde guardaba las cosas.
Imaginé que allí había alguna interna, tal vez añeja, tal vez nueva.
Hay un momento de las internas familiares en que se pierde de vista el origen y simplemente ocurren.
Y van.
Tarjeta en mano, la hija informó al Universo, o sea a mí, al pibe y a la secretaria:
-Lo que pasa es que le pegó mal la cuarentena. Yo no sé qué voy a hacer con ella. Ya no sé qué más hacer: está así todo el tiempo.
Nadie había preguntado nada.
Yo no entendía que era estar así.
La mamá había recompuesto el aliento -la elegancia nunca la perdió- y miraba la escena como de lejos.
No dijo una palabra.
No hizo un gesto.
La hija seguía denostando a la madre con dedicación y esmero, por lo que se me ocurrió una salida humanitaria: tirar a la mamá por el amplio ventanal.
Si me guiaba por la descripción que escuchaba, semejante monstruo no merecía otro final.
Estábamos en un segundo piso, por lo que el éxito parecía garantizado dadas las características morfológicas y añosas del monstruo materno a eliminar.
La hija continuó y pasó a describir intimidades acerca de dificultades retentivas de la señora.
Aclaró que era aleatoria en un nivel de minimalismo que empezaba a resquebrajar los frágiles muros de la paciencia.
Su discurso estaba orientado espacialmente a la secretaria que tras la máscara de plástico no le prestaba la mínima atención.
Crucé una mirada con mi predecesor en la sala de espera.
Ambos dirigimos la vista a la hija que hablaba sin parar y a los gritos sobre la intimidad de su mamá.
Cambié el enfoque porque soy una persona de rodilla rígida pero de pensamiento flexible, casi mutable.
Era posible que, como en un cuento de Lovercraft, el monstruo fuese otro y la escena debía cambiar: tirar a la hija por la ventana en un gesto solidario con la mamá.
Sospeché que la secretaria y el enyesado iban a colaborar.
El obstáculo era que no se podía garantizar el éxito y si sana era insoportable, averiada sería el Apocalipsis.
En un instante luminoso, la mirada perdida de la mamá se cruzó con la mía.
Levantó las cejas.
Torció la boca en una media sonrisa-
Me guiñó un ojo en un movimiento delicado, cómplice y divertido.
Era claramente un “qué querés que haga con esta, es mi hija”.
Desestimé la ventana.
Una madre es una madre.
CABA
Super Mamá: ¿Quién cuida a las que cuidan?

¿Cómo ser una Super Mamá? La protagonista de esta historia es una flamante madre, una actriz a la que en algún momento le gustaría retomar su carrera y para ello necesita cómplices que le permitan disfrutar los diferentes roles que, como una mamushka, habitan su deseo. ¿Le será posible poner en marcha una vida más allá de la maternidad? ¿Qué necesitan las madres? ¿Qué necesita ella?
Por María del Carmen Varela
Como meterse al mar de noche es una obra teatral —con dirección y dramaturgia de Sol Bonelli— vital, testimonial, genuina. Un recital performático de la mano de la actriz Victoria Cestau y música en vivo a cargo de Florencia Albarracín. La expresividad gestual de Victoria y la ductilidad musical de Florencia las consolidan en un dúo que funciona y se complementa muy bien en escena. Con frescura, ternura, desesperación y humor, abordan los diferentes estadíos que conforman el antes y después de dar a luz y las responsabilidades en cuanto al universo de los cuidados. ¿Quién cuida a las que cuidan?
La escritura de la obra comenzó en 2021 saliendo de la pandemia y para fines de 2022 estaba lista. Sol incluyó en la última escena cuestiones inspiradas en el proyecto de ley de Cuidados que había sido presentada en el Congreso en mayo de 2022. “Recuerdo pensar, ingenua yo, que la obra marcaría algo que en un futuro cercano estaría en camino de saldarse”. Una vez terminado el texto, comenzaron a hacer lecturas con Victoria y a inicios de 2023 se sumó Florencia en la residencia del Cultural San Martín y ahí fueron armando la puesta en escena. Suspendieron ensayos por atender otras obligaciones y retomaron en 2024 en la residencia de El Sábato Espacio Cultural.
Se escuchan carcajadas durante gran parte de la obra. Los momentos descriptos en escena provocan la identificación del público y no importa si pariste o no, igual resuenan. Victoria hace preguntas y obtiene respuestas. Apunta Sol: “En las funciones, con el público pasan varias cosas: risas es lo que más escucho, pero también un silencio de atención sobre todo al principio. Y luego se sueltan y hay confesiones. ¿Qué quieren quienes cuidan? ¡Tiempo solas, apoyo, guita, comprensión, corresponsabilidad, escucha, mimos, silencio, leyes que apoyen la crianza compartida y también goce! ¡Coger! Gritaron la otra vez”.
¿Existe la Super Mamá? ¿Cómo es o, mejor dicho, cómo debería ser? El sentimiento de culpa se infiltra y gana terreno. “Quise tomar ese ejemplo de la culpa. Explicitar que la Super Mamá no existe, es explotación pura y dura. No idealicé nada. Por más que sea momento lindo, hay soledad y desconcierto incluso rodeada de médicos a la hora de parir. Hay mucho maltrato, violencia obstétrica de muchas formas, a veces la desidia”.
Durante 2018 y 2019 Sol dio talleres de escritura y puerperio y una de las consignas era hacer un Manifiesto maternal. “De esa consigna nació la idea y también de leer el proyecto de ley”. Su intención fue poner el foco en la soledad que atraviesan muchas mujeres. “Tal vez es desde la urbanidad mi mayor crítica. Se va desde lo particular para hablar de lo colectivo, pero con respecto a los compañeros, progenitores, padres, la situación es bastante parecida atravesando todas las clases sociales. Por varios motivos que tiene que ver con qué se espera de los varones padres, ellos se van a trabajar pero también van al fútbol, al hobby, con los amigos y no se responsabilizan de la misma manera”.
En una escena que desata las risas, Victoria se convierte en la Mami DT y desde el punto de vista del lenguaje futbolero, tan bien conocido por los papis, explica los tips a tener en cuenta cuando un varón se enfrenta al cuidad de un bebé. “No se trata de señalarlos como los malos sino que muestro en la escena todo ese trabajo de explicar que hacer con un bebé que es un trabajo en sí mismo. La obra habla de lo personal para llegar a lo político y social”.
Sol es madre y al inicio de la obra podemos escuchar un audio que le envió uno de sus hijos en el que aclara que le presta su pelota para que forme parte de la puesta. ¿Cómo acercarse a la responsabilidad colectiva de criar niñeces? “Nunca estamos realmente solas, es cuestión de mirar al costado y ver que hay otras en la misma, darnos esa mirada y vernos nos saca de la soledad. El público nos da devoluciones hermosas. De reflexión y de cómo esta obra ayuda a no sentirse solas, a pensar y a cuidar a esas que nos cuidan y que tan naturalizado tenemos ese esfuerzo”.
NUN Teatro Bar. Juan Ramirez de Velazco 419, CABA
Miércoles 30 de julio, 21 hs
Próximas funciones: los viernes de octubre


Artes
Sacate la careta y ponete el antifaz: una caravana para defender al teatro con color y calor

“Vestite de gala y salí a la calle. Sacate la careta, ponete el antifaz”. Con esa consigna trabajadorxs de las artes escénicas salieron a exigir la derogación del decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro y pone en serio riesgo al sector teatral independiente. Hubo color y calor, pese a los tiempos oscuros y fríos. El apoyo de la gente en la calle, el fondo del planteo, y la inesperada reacción de Pluto.
Por María del Carmen Varela. Fotos: Sebastián Smok

El público en la calle, sumándose al reclamo en favor del Instituto Nacional del Teatro.
La cita fue en la puerta del cine Cacodelphia, en Diagonal Roque Saenz Peña 1150, desde donde partió la colorida y ruidosa caravana que dobló por 9 de Julio y continuó por Av. Corrientes, hasta llegar a Rodriguez Peña. A las dos de la tarde el tramo de la Diagonal entre Lavalle y Corrientes fue punto de encuentro para actores, actrices, músicxs, bailarinxs, cirquerxs y zanquistas que engalanadxs con trajes de colores, vestidos de puntillas, tapados simil piel y elegantes sombreros le pusieron alegría y movimiento a una lucha que viene desde hace tiempo y se agudizó con el decreto que pone fin a a la autonomía y financiamiento del INT, entre otros organismos afectados. Una de las consignas: “Vestite de gala y salí a la calle. Sacate la careta, ponete el antifaz”.

¿Quién dijo que hace frío?
Al grito de “Señor, señora no sea indiferente, estamos defendiendo el teatro independiente” la caravana de la cultura logró su objetivo. Irrumpieron sobre el carril peatonal de una Avenida Corrientes poblada de gente en plenas vacaciones de invierno y nadie quedó indiferente. Aplausos, bocinazos, brazos en alto y muchas gargantas se unieron al canto. El reparto de volantes con el logo de ENTRÁ –Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa– puso palabras al reclamo:

¿Te imaginás la calle Corrientes sin teatros?
Las luces apagadas, las pizzerías vacías
Los artistas callejeros sin público
¡Esta peatonal es orgullo nacional!
Y eso es gracias a nuestro teatro
Hoy, nuestro teatro llena la calle de música y color
en este desfile en defensa del Instituto Nacional del Teatro
que para quienes se pregunten ¿qué es y de qué sirve?
Para fomentar y garantizar que el teatro llegue a todo el país
Hace dos meses, el gobierno firmó el decreto 345 que vacía al Instituto
con argumentos falsos sobre su funcionamiento y financiación
¡Al INT, que con los impuestos que pagan los medios de comunicación y los juegos de azar,
produce obras, abre salas, genera trabajo y construye cultura e identidad federal!
¡El Instituto no solo implica poco gasto, sino que genera tanto valor!
¡Defendámoslo!

Las familias y el apoyo a la creación, al arte y al significado del teatro.
El teatro que habla y Pluto en marcha
Nora es una de las mujeres que no resultó indiferente. Mientras paseaba por Corrientes se topó con la caravana y se sumó con canto y aplauso. “Me resulta muy conmovedor porque están defendiendo lo más precioso que tenemos, nuestra posibilidad de seguir creando. Esta puesta en escena me emociona, es poner en escena el deseo”.
¿Vas al teatro? “Todo lo que puedo, cuando puedo pagarlo”.

Los besos vuelan.
Las niñeces se sintieron muy atraídas por la caravana y no dudaban en acercarse a saltar y aplaudir. Frente al Teatro General San Martín, hicieron una parada y allí el Teatro habló:
- Ay, ay, ay, me duele todo
- Teatro, ¿qué pasa?
- ¡Me dieron una piña en la cara! Y en la panza y en las piernas. ¡Me tiembla todo!
- ¿Por qué?
- ¡Quieren desmembrarme!
- ¿Quién?

- El teatro explicándo por megáfono la situación.
- El decreto 345 quiere vaciar mi instituto
- ¿Al instituto que produce obras y abre salas en todo el país? ¿Al instituto que genera trabajo y construye cultura e identidad?
- Sí. (El Teatro llora y casi se desvanece)
- ¡Cuidado el teatro se desmaya!

- Al teatro le da un soponcio.
- Yo les juro, no hice nada, el instituto recauda los impuestos que pagan los medios de comunicación y los juegos de azar, pero parece que no sirvo para nada
- ¿Qué serían las noches sin tus risas y tus lágrimas? ¿Sin tu forma de imaginar? ¿Sin que nos animes a encontrarnos?
- ¿Alguien vio un teatro? (Señalan a los distintos teatros de calle Corrientes y gritan: ahí, ahí)
- ¡Quiero vivir! (grita el Teatro).
- Si, acá estamos y nos organizamos– replican todas la voces.

Pluto junto a las familias en la calle, observando y aplaudiendo.
La escena de un Teatro golpeado pero en resistencia, revitalizado por la suma de voluntades que lo quieren vivo, se repitió en la puerta del Teatro Astral, donde mucha gente salía de una función infantil. Una vez más, muchxs se acercaron y acompañaron. Pluto, o la persona con el disfraz del famoso perro creado por Walt Disney, saludaba niñxs a su paso aprovechando la alta concurrencia del Astral.
Una vez finalizada la performance del Teatro que quiere seguir contando historias, la caravana emprendió el regreso hacia el lado del Obelisco. Y hasta Pluto decidió abandonar el teatro comercial y se sumó a la fiesta del teatro independiente, mientras otra mujer con su familia se hacía oír con cuatro palabras: “¡Que viva el teatro!”

CABA
Disparatemos: artistas al poder
Un experimento con artistas clave de la escena independiente cruzó textos y discursos políticos con música, danza, canto y perfomance en MU Trinchera Boutique. Qué nació como resultado de las Postas Culturales Sanitarias. Los cambios de percepción que implicó la pandemia, la vuelta a los escenarios, la creación de comunidades de sentido y la necesidad de encontrarse, más acá de Zuckerberg. ¿Que queremos ser, y qué no? Por Claudia Acuña.
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