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Café sin patrón: la confitería Piazza, recuperada
Doce trabajadores y trabajadoras recuperaron en plena pandemia la histórica confitería a dos cuadras del Congreso. Salarios impagos, presiones y maltrato laboral. La salida cooperativa y autogestiva. ¿Qué cambia en las personas cuando se toma una decisión así? Los desafíos de las empresas recuperadas para lo que viene. Por Lucas Pedulla.
La última vez que la hizo bajar a la oficina para hablar sobre las posibilidades del trabajo en la confitería, Analía González sintió que, efectivamente, sería el último diálogo. Con 41 años, 10 de ellos abriendo las puertas todos los días a las 6:30 de la mañana, entendía que cada escalón que bajaba de Piazza era una certeza. Sin saberlo aún, en el subsuelo de la histórica cafetería ubicada a 200 metros de Congreso, se estaba horneando algo más que las medialunas que, dicen quienes saben, son las más ricas de toda la Ciudad de Buenos Aires. Ella sabía qué ingredientes estaban bajo cocción:
“Cada cuatro años cambiaba la razón social”.
“Cuando vino el macrismo la problemática se acentuó. Allí no solo la cambió, sino que nos borró la antigüedad”.
“No teníamos recibo de sueldo”.
“No teníamos aportes”.
“No pagaba las cargas sociales”.
“El aguinaldo ya era algo que no entraba en nuestro vocabulario”.
“Lo mismo con los feriados”.
“Teníamos sueldos de 17 mil pesos, pero a veces solo pagaba por día: 500 pesos, 300, otros decía que no podía dar nada”.
“Cuando empezó la pandemia, el día que cerró, me dio 1.000 que me debía. A otro compañero le dio 300 y le dijo que lo administrara bien porque se venían tiempos difíciles”.
La estrategia del dueño Hugo Fogel era la misma: hacía bajar a les 12 trabajadores de Piazza de forma individual. “Así dividía mucho. Ese día me dijo que pensara en ideas para activar: ‘Hay compañeros que no me sirven más y no voy a poder llamar a otros’”.
¿Y qué le dijiste?
Que él mismo me estaba ayudando a generar ideas. Le dije que la salida es colectiva. Y me fui.
La salida fue colectiva: el 7 de septiembre hicieron una asamblea en la puerta. Fogel llegó y no lo dejaron pasar. Le explicaron cada uno de los ingredientes. Y la decisión final: armar una cooperativa para sostener las fuentes de trabajo.
Hoy Analía es la presidenta.
El limbo pandémico
Piazza está ubicada en la Plaza Lorea frente a la Plaza de los Dos Congresos, desde 2001. Ricardo Arcajo –44 años, cafetero y cajero– entró a trabajar en 1993, cuando el bar estaba en Paraguay y Maipú. Recuerda que la empresa era la principal proveedora de medialunas de diversos restaurantes, comercios y empresas en la ciudad. Otra vida, otra época, otros dueños. Hace 15 años Fogel compró el fondo de comercio, y allí las condiciones empezaron a cambiar. “Con los viejos dueños no podemos decir nada. Lo malo empezó con este. Yo tengo dos hijas, una de 21 y otra de 8, y con mi señora veníamos hablando de que en algún momento íbamos a tener que bancar. La pasamos mal. Mi suegra tuvo que salir a apoyarnos. Toda esta etapa fue muy dura”.
César Rodríguez –49 años, 11 como camarero– tiene cinco hijos. “Sobreviví gracias a la ayuda de mi mamá, y también pude conseguir un pequeño subsidio de La Matanza por mercadería. Sin esa ayuda, económicamente no sé qué hubiera hecho. Y las deudas no eran solamente con nosotros: Fogel quedó debiendo 12 meses de alquiler, y calculá que son 60 mil pesos por mes. Un millón entre las boletas de luz y gas. Más expensas”.
Tampoco –aclara Analía– esas deudas sirvieron para cubrir los salarios. “Su frase de cabecera era: ‘Ponete la camiseta’. ¿Cuánto más? ¿Qué más querés? Nosotros tenemos de 40 para arriba. Hoy por hoy el mercado laboral te pide hasta 30, y ahí. Todos somos gastronómicos, rubro que ya venía golpeado durante el macrismo, y es imposible ponerte en relación de dependencia en otro lado. Y la problemática se acentuó”.
Las condiciones laborales también eran pésimas: “En invierno trabajábamos con campera como si estuviéramos en un cerro y en verano, con 40 grados de calor porque no había un ventilador. Ni por los clientes lo hacía”. César recuerda que un día una clienta le dijo que pusiera un aire acondicionado. La respuesta: “Si tanto te interesa, dales trabajo vos”. Otra recurrente: “Si no te gusta, tenés otros bares para ir”.
La situación era de angustia. Damián Montenegro tiene 32, es pastelero hace 12, y por si fuera poco tuvo a su segundo hijo, Benicio, en medio de la incertidumbre laboral. “No tenía obra social ni plata para el hospital”. Yanina Sosa –25, camarera hace 6– se volvía todos los días a su casa en Moreno con mucha amargura. “Frustrada por el trato. Era la más chica y me tomaba de boluda. No podía ni ir al baño que me seguía a todos lados. Iba a agarrar otro trabajo y justo declararon la pandemia. Quedé en el limbo”.
Hicieron un encuentro por Zoom para poder verse y hablar. Surgieron las primeras inquietudes. Analía comentó que tenía un contacto en el Ministerio de Desarrollo Social. La pusieron en diálogo con Eduardo Vasco Murúa, histórico referente del sector en el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER) y actual Director Nacional del área en la Secretaría de Economía Social. Empezaron a hablar de la posibilidad de la recuperación. Julio Acuña –55 años, 12 como cocinero– fue claro: “No tenemos nada que perder”. Las familias les apoyaban. Analía tiene dos hijos y recuerda lo que le dijo el de 13 años: “Mamá, aunque comamos arroz todos los días, no importa”.
Tomaron la decisión. El 7 de septiembre, acompañadxs de otras cooperativas integrantes del MNER, hicieron la asamblea en la puerta y le dijeron a Fogel que ya no podía ingresar y que no pertenecía más a Piazza. Ese día César llegó a su casa a las 22:30. “Sentí un alivio. Nunca había llegado tan relajado. Siempre con malhumor, con angustia, a veces me acostaba sin comer por todo lo que vivíamos. La señora de un compañero nos mandó un mensaje: ‘Es la primera vez que veo feliz a mi marido’”.
Empezaba una nueva etapa.
Hacer caja
Recibieron el apoyo de los vecinos, del barrio y de otras empresas recuperadas. César se sorprendió de las donaciones y las mercaderías que recibieron: “Nunca me ayudó nadie, y de repente ver algo así fue impresionante”. A partir de las disposiciones porteñas, pudieron sacar las mesas a la calle para empezar a trabajar. En este momento hay cinco mesas ocupadas: “Empezamos a hacer caja. Nos pudimos llevar un pesito cada uno para empezar a sobrevivir. Pudimos limpiar. O sea, las cosas se podían hacer”.
Analía también destaca el apoyo de la Dirección Nacional de Empresas Recuperadas. “La autogestión existe y somos nosotros los que sacamos el trabajo adelante. No necesitamos de una persona diciendo lo que hay que hacer”. Hoy no solo reciben apoyos e insumos de otras fábricas –Farmacoop o Aceitera La Matanza, por ejemplo– sino que también piensan con otras empresas proyectos para mejorar las maquinarias.
La cooperativa expresará en su nombre esa renovación: La Nuova Piazza. César cuenta con entusiasmo el nuevo diseño del nombre, las modificaciones que le harán al frente del local, las ideas para las sillas y las mesas, la importancia de poder trabajar con productos e insumos de otras recuperadas, cooperativas y empresas de la economia social, y el deseo de generar nuevas fuentes de trabajo. “Yo era anti todo, anti política, anti organización. Llegaba a mi casa de malhumor, me ponía Netflix, y chau. Era muy cerrado, un ermitaño. El cooperativismo lo defino como humanidad. Pensar en el otro. Ser compañeros, solidarios. Te abre mucho la mente. Algunos cambios sí son buenos”.
Junto con la fábrica de alfajores La Nirva (MU 148) y la pizzería 1893 (MU 150), La Nuova Piazza es una de las tres empresas recuperadas en plena crisis económica y sanitaria. El cocinero Julio había encontrado trabajo en una textil para poder tener algún ingreso durante la cuarentena. Cuando le contaron, no dudó y se sumó al equipo con sus compañeros y compañeras. “No sé si lo estamos evaluando ahora, pero sabemos que hicimos algo groso. Para nuestras familias. Para nuestros hijos. Fue un logro muy importante. No sabíamos que podíamos hacer esto. Y lo hicimos. Antes había desunión, llegabas a tu casa mal, con dos mangos”.
¿Y cómo están?
Hoy pensamos que tenemos futuro.
Pre–ocupaciones
Al cierre de esta edición, además de apoyar y asesorar a lxs 12 trabajadxs de La Nuova Piazza la Dirección Nacional de Empresas Recuperadas, que conduce Murúa dentro del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, está brindando respaldo a las 40 familias de la Cooperativa 1º de Mayo, un aserradero recuperado en 2010 en General Roca, Río Negro. Hace semanas que están bajo una amenaza de desalojo luego de un fallo de la Cámara de Apelaciones Civil y Comercial de la ciudad. Murúa subraya que apelarán a la Corte Suprema de Justicia.
Los desalojos están suspendidos por decreto presidencial con motivo de la pandemia, pero Murúa apunta que es el momento de discutir la Ley de Recuperación de Unidades Productivas, una histórica demanda del sector que este año ingresó nuevamente al Congreso: “Necesitamos que se trate de una vez por todas esa ley. Ese sería el modo de darle seguridad jurídica al conjunto de empresas recuperadas. Y, también, serviría para recuperar a las que no tengan la posibilidad de seguir funcionando como sociedades anónimas”.
Los puntos más importantes del proyecto: “Recuperar un bien social para el conjunto de la sociedad. Declarar de utilidad pública el trabajo, el bien más escaso no solo en la Argentina, sino en el mundo. Y que la empresa la adquiera el Estado y sea cedida a los trabajadores en comodato, convirtiendo esas deudas en un activo”.
En la MU 148 (nota Es por abajo), Murúa destacaba la importancia de lograr potenciar el sector de la economía popular y solidaria en su conjunto. Después de más de seis meses de cuarentena, el balance de la gestión –dice– presenta sinsabores. “Por un lado, hay un trabajo desarrollado con apoyo económico que estamos logrando brindar. Tenemos más de 40 proyectos a punto de salir que tienen que ver con capital de trabajo e incorporación de maquinaria. Mucho del presupuesto que soñábamos estuvo destinado a la urgencia. Es lo amargo de la situación, porque ya veníamos de cuatro años de mal gobierno”.
Desde la Dirección avanzaron en poder evitar los cortes de servicios y lograr convenios para aplicar tarifa diferenciada que se tradujo en rebajas de hasta el 30%. Murúa destaca tres caminos a seguir trabajando: “El fortalecimiento del capital del trabajo. La generación de un fideicomiso para asegurar créditos para cooperativas. Y complementar la demanda de las empresas, para dar una respuesta a la comercialización de nuevos productos en ventas”.
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