Mu152
Agrupación ESCENA: romper el molde
Desde Espacios Escénicos Autónomos se le dio proyección a los eventos de las Postas Sanitarias Culturales, que se siguen replicando en decenas de teatros con distintas presentaciones artísticas y variantes de cuidado. Cuáles son las preocupaciones y ocupaciones de estos proyectos, quiénes los integran, y las propuestas para imaginar el futuro del arte. Por María del Carmen Varela.
Escena 1: Desde un parlante comienza a sonar música electrónica con su compás característico, como si fuera el ritmo de un corazón que late. La bailarina Carla Di Grazia vestida con ropa deportiva inicia una danza en la vereda y luego irrumpe en la calle desierta de autos y colectivos un domingo a la tarde. Un solo gesto hacia quienes la observan funciona como contraseña para que la danza sea grupal. Movimiento a repetición, la descarga de los cuerpos.
Escena 2: Un ramo de flores rosadas, una bandeja con objetos de colores, cinco actrices y actores con vestuarios disímiles limpian la vereda y rocían alcohol. La escenografía y el vestuario pertenecen a obras teatrales programadas para este año. Las obras que aún no pudieron estrenarse.
Escena 3: La superficie del vidrio está escrita con preguntas en diferentes colores fluorescentes: ¿La pantalla es nuestra nueva piel? ¿Qué sentís? ¿Qué pasa con los cuerpos? ¿Te bancarizaste? ¿Llegás a fin de mes?, ¿Te preocupan los $? Una bailarina y performer –Cynthia Pineda– baila dentro del espacio cultural. Luego borra las preguntas escritas en colores sobre el vidrio y va escribiendo otras: ¿Qué sucede después de estar horas frente a la pantalla? ¿Mantenés las distancias? ¿Qué te pasó en el encierro? ¿En qué mapa queda la cultura? ¿Cuántos abrazos diste durante la cuarentena?
Apenas tres fragmentos de las acciones callejeras de cada domingo que sucedieron en diferentes espacios culturales. El ritual de la lectura del texto de creación comunitaria persiste en cada posta y también la actividad de la Brigada Pegatina que estampa interrogantes sobre paredes y carteles publicitarios. Hojas blancas tamaño A4 con letras negras esparcen preguntas: ¿Cuántos falsos vivos viste hoy? ¿Viste a la danza por ahí? ¿Cuánto vibra una palabra detrás de un barbijo? Y en todos los encuentros al aire libre, los espacios que participan imprimen en sus fachadas la frase que los identifica y condensa el deseo colectivo: “Acá hay un espacio para imaginar un futuro”.
¿Cómo se llama la obra?
Al espacio público
“¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo sostener nuestros espacios sin el apoyo necesario? ¿Cómo vamos a volver a estar juntes? Necesitamos imaginar un futuro. Uno nuevo, uno distinto. ¿Sabías que acá hay un espacio para imaginar un futuro?”
Así finaliza el texto de escritura colectiva que se lee en cada posta cultural callejera organizada por Escena –Espacios Escénicos Autónomos– que agrupa a más de 40 espacios culturales de la ciudad de Buenos Aires.
Y a la vez que comparte las principales preguntas que se hace cada espacio –o que nos hacemos todxs– traza una fuga hacia adelante que permite salir de la parálisis cultural.
La propuesta es tan simple como potente: imaginemos.
El primer domingo de septiembre se produjo la primera incursión en el espacio público. Tuvo como escenario a Parque de los Patricios, luego se trasladó a Galpón FACE y concluyó en el espacio cultural Planta Inclán. Luego, más una docena de lugares dedicados a la cultura fueron sede de acciones artísticas para contrarrestar la parálisis impuesta en el sector y para plantear desde la autogestión las formas de imaginar lo que viene.
Pero primero lo primero: ¿qué es Escena? “Un espacio horizontal y asambleario. Nos organizamos en comisiones de trabajo, en este momento por whatsapp y zoom”, cuenta Ana Laura López, actriz, directora, escritora y productora de la agrupación. “Escena nació hace diez años, originalmente para defenderse de las clausuras arbitrarias, por la necesidad de ampliar el marco legal que también contenga este tipo de espacialidades en relación a salas más grandes. Si bien surge con este objetivo, poco a poco fue mutando, y sobre todo en los últimos tiempos. Para nosotres un espacio es todo lugar donde se milite intensamente y donde se produzcan contenidos o formación escénica y esto incluye a todos los lenguajes de lo escénico. No hay un órgano de gobierno, no hay un grupo o una mesa chica, sino que se vota y se consensúa entre todos los espacios integrantes”.
¿Cómo surge la idea de llevar a cabo las postas? “A partir de acción de Susy Shock y MU de comenzar con las postas en el espacio público (ver MU 151), lo conversamos en asamblea y nos dedicamos a armar la logística para adaptarnos a la propuesta con algunos criterios que fuimos consensuando –responde Ana Laura– . Tratamos de unir espacios y esto tiene que ver con algo que viene de la tradición de los festivales de Escena y de una acción en particular que se llamaba Mapa Escena que tendía a situar a los espacios dentro del mapa de la ciudad y a unirlos entre sí. Con esta idea y con este antecedente empezamos a gestar los recorridos y esto tiene que ver con la necesidad de poner en valor qué representan los espacios para el entramado cultural y social de la ciudad, y por otro lado también decidimos hacernos cargo de que teníamos más dudas que certezas. Por eso empezó a aparecer el signo de pregunta, nos formulamos muchas preguntas con intención de generar espacios de apertura, de dislocar, de producir extrañamientos que nos permitan pensar de manera colectiva y eso lo dejamos plasmado en el espacio público pegando las preguntas en las inmediaciones de los espacios”.
La parálisis cultural
Desde marzo, los espacios que conforman Escena están en contacto permanente para elaborar estrategias que los ayuden a paliar la situación y buscar recursos que los mantengan en pie. No pueden abrir sus puertas ni levantar las persianas para generar ingresos pero las facturas de servicios y el pago del alquiler se mantienen como gastos a afrontar mes a mes. La virtualidad se convirtió en una aliada, en una manera de solventar gastos mediante los ingresos de las clases por zoom. En algunos casos también hubo experiencias de teatro vía streaming o subidas a youtube e incluso apuestas por el delivery gastronómico.
Cecilia Gruner es intérprete, docente, gestora cultural y una de las personas a cargo de un espacio escénico ubicado a dos cuadras de Parque Centenario, El Piso: “Escena es un espacio de contención muy grande. Hubo un acompañamiento cercano a cada espacio para ver qué se podía hacer desde la realidad de cada uno. Hay dos grandes zonas de ayuda, las que provinieron del gobierno nacional y las del gobierno de la Ciudad. Las de la ciudad tuvieron la complejidad de no hacerse cargo de que esto es una emergencia, una situación extraordinaria, eso es en un sentido un grado de violencia institucional. Nos pidieron que escribiéramos propuestas de proyectos con equipos de trabajo y es terrible tener que juntarse con un grupo de gente a escribir un proyecto para luego decirles que no les vamos a poder dar ese trabajo porque esa plata la tenemos que usar para pagar las cuentas. En ese sentido es importante recalcar que nadie se hizo cargo de que esto es una verdadera emergencia”.
Analía Slominsky es bailarina, gestora cultural y coordina junto a otras tres bailarinas un espacio escénico, MOVAQ–Aquelarre en movimiento, en el barrio de Villa Crespo. “Nosotras tenemos un espacio físicamente muy enorme, hemos recibido subsidios, nos ha generado la imposibilidad de hacer cualquier cosa más que mandarlos al alquiler y a los servicios para no seguir adquiriendo deuda, en detrimento de todo el plantel docente que somos 25 personas trabajando virtualmente, aportando un porcentaje de esa virtualidad para poder llegar a cubrir los gastos fijos del proyecto”.
¿Cómo salir de esto? “La salida es colectiva –apunta Analía– más allá de la frase que viene bastante en boga, que no sea frase hecha sino empezar a hacerla cuerpo. Es indispensable. Poder hacer este ejercicio colectivo de las postas nos está dando la pauta de que es la única forma de sobrevivir y seguir resistiendo en este momento”.
¿Qué futuro imaginan? “Ante el panorama incierto que plantea la pandemia en todo el mundo y dada la situación frágil de un sector precarizado, se hace difícil a veces imaginar –dice Ana Laura–y por eso la frase ‘Acá hay un espacio para imaginar un futuro’ es una invitación y un empuje que nos damos a nosotres mismes, para no olvidarnos de eso, en un momento que es oscuro. Pero por otro lado pienso en lo que deseamos y que para mí tiene que ver con todas estas organizaciones y nuevas alianzas que vamos tejiendo y que nos hacen más vivible este presente y nos permiten la posibilidad de imaginar. A lo largo de todo este tiempo no solo en las artes escénicas independientes sino en general, ha surgido mucho esto de que no queremos volver a una normalidad que tampoco era la medida de algo que estaba bueno. Pretender volver a esa normalidad implica seguir en una línea que nos trajo a este punto. Entonces si no imaginamos otro futuro posible es difícil romper con esa línea y vamos a la extinción como especie. La acción de las postas es una forma de recordarnos esto y la acción política que vamos haciendo como organización y las redes que vamos tejiendo son las formas en las que tratamos de habilitarnos otro futuro posible”. Suma Fagner Pavan, actor, director y codirector de Galpón FACE.: “Vamos a tener que resignificarnos, reinventarnos, no podemos volver como antes. Hay que reconfigurarse de varias maneras, hay muchas herramientas que son interesantes, una conexión en la que se puede estar tomando clases con gente del norte, del sur del país, de otras partes del mundo. Hay complejidades de un mundo globalizado. Vamos a tener que hacer un ejercicio de dejar ciertas cosas, algunas prácticas que veníamos haciendo y descubrir otras nuevas. Estamos en ese proceso, escuchando y aprendiendo”.
Analía: “Hay una responsabilidad de la investigación artística. No se puede volver a lo que era porque si no es demasiado obtuso. ¿Estamos esperando una vacuna? No, tenemos que reinventar la forma de seguir creando. Como hacedora de danza, de movimiento, tengo una responsabilidad social, no puedo estar solamente sentada esperando una vacuna”.
Imagin–arte
¿Qué sucede con unx artistx que transita meses sin actuar, sin bailar con otres? Ana Laura: “Se redefine el cuerpo, la función de la cultura y el lugar de la cultura en la vida de las personas y en mi propia vida. Como artista si salgo igual que antes y vuelvo a lo mismo, sería un fracaso. Esto va a tener un fuerte impacto en nuestros lenguajes, por las hibridaciones que también se van a dar. Lo tecnológico ya estaba, ahora apareció como la única posibilidad, no había otra chance y de esto van a quedar vestigios, va a haber nuevas formas de expresión, incluso nuevos lenguajes”. Fagner: “A veces nos cerramos con nuestras búsquedas estéticas, políticas, etc., nos cerramos en nuestros espacios de proyecciones imaginarias de deseos, y está bueno que esto sea cada vez más perforado por lo que está afuera , por la calle. Las postas tienen que ver con una necesidad de ocupar, de encontrarse, una hermosa posibilidad de conocer otros espacios, volver a vernos”.
¿Qué nuevos desafíos encontraron durante este tiempo? Cecilia: “Seguir tendiendo estas arquitecturas cálidas, dinámicas, sensibles, humanas, entre nosotres, es una estrategia para el futuro, para construir una cultura que entre y salga de los espacios como una misma cosa, que empecemos a habitar nuestros espacios como si fueran uno solo”. Analía: “Cuando hablamos de nuestros propios cuerpos, la pandemia nos dio una resignificación: el espacio es el público, les alumnes, no hay espacio sin todo ese ecosistema de personas sucediendo. Las clases y los espacios de investigación y análisis tienen que ser populares y con toda la población que quiera hacerlo, y es indispensable la existencia de la danza, el teatro y la poesía en la vida de cada ser humane”.
El contexto adverso para la cultura independiente sobresale en época de pandemia global. Los espacios resisten, se unen y elaboran estrategias de la única manera posible: estando juntes. La calle es una trinchera a ocupar, porque lo hostil no quita la esencia creativa del arte y la posibilidad de seguir imaginando un futuro: el ritual construido de presencias. Las pantallas quedan a un costado porque la atención necesita posarse en otro lado. Se escucha una voz que amablemente nos invita a apagar los celulares porque, al fin, está por comenzar la función.
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