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Otra pandemia. La obra “El virus de la violencia”
Una pareja en plena pandemia. La violencia machista que crece puertas adentro. Y se contagia. Una obra que se ensayó en casa, se dirigió de modo remoto, se estrenó en vivo y tomó como fuente los datos del Observatorio de violencia patriarcal Lucía Pérez. Por María del Carmen Varela.
La obra teatral El virus de la violencia arranca con un spoiler: ocurre un femicidio. Lo que le sigue es la trama narrativa que muestra qué pasó antes. Al terminar la función no se corre el telón; la realidad no supera a la ficción sino que ambas están entrelazadas por el horror. Cuando la violencia machista impregna los resquicios de una sociedad atravesada por el espanto, el arte es un aliado indispensable.
Romina Pinto e Iván Steinhardt son les protagonistas de la obra de teatro que se hace eco de una realidad que duele. Conforman la compañía El Vacío Fértil y además de compartir proyectos artísticos son compañeres de vida. En julio de 2020 leyeron juntes el guión de la obra que les envió la actriz, dramaturga y directora Marina Wainer, argentina que vive en España hace más de cuarenta años y a quien ya conocían de haber trabajado juntes y realizando una gira por España e Italia. Confluyeron, por un lado, la intención de Romina e Iván de abordar el tema de la violencia machista -que ya habían conversado con Marina-; y por el otro, la predisposición de la directora a darle forma y plasmarla en el escenario. “Es un honor porque escribió pensando en nosotros”, dice Iván. La historia les conmovió y comenzaron a ensayarla en plena pandemia. Como no podían acudir a salas de teatro, los ensayos fueron en su departamento de dos ambientes: corrían los muebles y colocaban la computadora a la altura de los ojos de Marina, que observaba y dirigía desde otro continente.
El virus de la violencia refiere a una pareja de recién casados que se va de luna de miel y queda confinada por la pandemia mundial. Completamente aislades, sobrevienen los conflictos. El personaje de Romina es alegre, entusiasta –al principio- y se declara feminista. El de Iván la va empujando a un túnel que se torna cada vez más oscuro y agobiante. “La obra nos interpeló mientras la íbamos ensayando. Marina Wainer quiso trabajar en un personaje masculino que no fuera el estereotipo habitual. Tampoco el femenino, que es una mina con fortaleza, feminista. Trabajar un estereotipo de mujer débil, sumisa, es alejarse de la realidad”, afirma Romina e Iván agrega a la descripción de les protagonistas: “Esta es una pareja que no cae en el estereotipo de pareja en situación estigmatizante, esos lugares comunes donde la clase media no se hace cargo. Esto ocurre en todos los estratos sociales porque corresponde a un comportamiento patriarcal que tiene miles de años”.
El otro virus
Hay una radio en la escena. Las noticias dan cuenta de lo que sucede en el país y en el mundo. La cuarentena que deviene de la situación pandémica, la obligatoriedad del encierro. El virus se expande a alta velocidad, como la violencia. Otro virus, que también puede ser mortal.
En el programa de mano que se entrega a quienes asisten a la obra, la directora explica: “Muchísimos casos se han invisibilizado aun más, por haberse recluido entre cuatro paredes. Lejos del auxilio de vecinos, cerradas muchas oficinas de ayuda y des-angeladas las calles, el grito de auxilio no se podía ni siquiera gritar, porque en muchos casos, no había nadie que los pudiera oír. Las ausencias de las victimas en reuniones, en las tareas cotidianas, no se pudieron notar”. Con respecto al femicida agrega: “El ogro del maltrato no es verde y deforme, se presenta gentil, amoroso. Si le ríes las gracias tal vez no se pronuncie, pero si algo se interfiere en su diseños, irá revelándose ogro con exquisita cautela”.
Para Romina e Iván componer los personajes fue un desafío personal y un aprendizaje a medida que avanzaban y profundizaban en la obra. Iván: “Terminamos una escena y dije: yo me veo acá, en algunas actitudes del personaje. Había un decir cotidiano donde me veía a mí, a mis amigos, a mi papá, a mi abuelo y dije cuidémonos mucho nosotros porque este es un caso donde me sorprendió verme muy reflejado. El arte sirve para eso, como elemento de reflejo de las virtudes y miserias humanas”. Suma Romina: “Venimos de una cultura italiana y española, donde el hombre se sienta en la mesa y dice alcanzame tal cosa. Ese micromachismo está muy presente”. Iván: el teatro tiene ese poder de espejar. Nosotros podemos hacer esta obra y van personas que pueden detectar esas actitudes. Es un tema complejo, por eso la idea es poder sacarle el velo a la intimidad de la pareja”.
El observatorio
Para aportar datos concretos y reales, recurrieron al padrón del Observatorio de violencia patriarcal Lucía Pérez y, concluida la obra, enumeran cuántos femicidios ocurrieron durante el año al día de la fecha. Dos horas antes, escriben con fibras los nombres de las victimas de femicidios y travesticidios. “Empezar a escribir esos nombres, ya te coloca en otro lugar, una opción prolija era imprimirlos, pero decidimos escribirlos a mano, poniendo el cuerpo”. Una vez finalizada la obra, invitan al público a salir de a uno de la sala y a les que quieran, a quedarse a charlar en la recepción del Patio de Actores, sala teatral donde sucede El virus de la violencia. Romina: “No nos sale terminar la obra e irnos, sentimos que tenemos que ir a hablar, si para eso es la obra, entonces salimos y hablamos. Mucha gente se acerca movilizada y nos cuenta sobre situaciones puntuales”. Iván: “En la primera función, una mujer se acercó y nos mostró el botón antipánico”. Remarca Romina: “En tanta distancia por la pandemia, tan cerca estamos del público, es paradójico”. Las palabras de Iván resuenan con firmeza: “Tenemos que hacer algo”. Las dice luego de la obra y lo repiten durante la entrevista.
En febrero de 2017 nació El Vacío Fértil, la compañía que integran Romina e Iván. El virus de la violencia es la tercera obra que encaran. Antes fueron De tiburones y otras rémoras, de Sergio Villanueva con dirección de Marina Wainer y El Mal de la Piedra, de Blanca Domenech con dirección de Tony Lestingi. En ellas trataron temáticas como la estafa financiera, el abuso psicológico y sexual en el ámbito laboral, las grietas ideológicas, la guerra y el derecho a la identidad. Al término de cada función organizaban charlas debate con les asistentes y las devolución era muy enriquecedora tanto para el público como para elles. ¿Por qué el “vacío fértil”? Romina: “Cuando no hay nada, hay todo. Todo está por crearse. Se lo puede ver como un campo para sembrar, se vuelve fértil”.
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