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Campaña Nacional Somos Lucía: margaritas a los chanchos
Se organizaron junto a la familia de Lucía Pérez y hoy son la fuerza que más moviliza en Mar del Plata. Proponen acciones públicas para deshacer la impunidad y conjurar juntxs la violencia machista. El acompañamiento a las familias sobrevivientes de femicidios, y qué significa Lucía como símbolo de lo colectivo para la generación del Ni Una Más. Por Claudia Acuña.
La mamá de Lucía Pérez no sabe cómo, pero recuerda perfectamente cuándo lo descubrió. Aquel día Marta Montero acababa de escuchar que el Poder Judicial dejaba impune el femicidio de su hija. Había soportado las jornadas de un juicio oral durante el cual se había juzgado el cuerpo, el alma y hasta el carácter de la víctima, con jueces que contenían la risa cuando le preguntaban a los peritos qué medidas debería tener un órgano masculino capaz de producirle las laceraciones que llevaron a la muerte a una adolescente de 16 años, para recibir, al fin, el cachetazo de ese fallo. Aturdida por el dolor, salió del edificio de los tribunales marplatenses y las vio.
Ahí estaban Las Lucías.
Ni el frío húmedo y helado ni las horas de pie, plantadas en medio de la calle, les habían diluido la intención. Estaban ahí, dispuestas a acompañarla hasta dónde fuese.
Marta dirá que comprendió entonces, así, en un instante y con la claridad de un rayo, su tarea y también su responsabilidad: para cuidarlas tenía que aprender a luchar. Así nació la Campaña Nacional Somos Lucía.
¿Qué aprendieron a hacer? A hacer justicia. A deshacer la impunidad.
Ahora, cuando las veo arrojar flores contra el edificio de esos tribunales, y el piso de cemento –donde esos jueces aparcan sus coches lujosos– se cubre con margaritas, rosas y hortensias, comprendo que el relato de Marta es certero, pero también verdadero. Ahí está ella aprendiendo a tirar flores contra la injusticia y a sentir el alivio que esa acción representa.
¿Por qué? “Porque en nada podemos ser como ellos”, dirá Marta.
Las meseras son hadas
La performance de las flores comenzó a planificarse veinte días antes del 6 de junio y como siempre: en una asamblea, después de compartir el almuerzo que la familia de Lucía prepara en su comedor, mientras otras se suman por zoom o por celu. Así, entre varias voces y con el aporte de muchas miradas, van sumando los ingredientes de cada acción. En esta, por ejemplo, serán los que aporta la época: “Hay que salir a la calle”, “Hay mucha bronca”, “Hay ganas de romper todo”, “Nos quieren hacer sentir que organizar una acción no sirve para nada, que es como tirarle margaritas a los chanchos”, “Margaritas a los chanchos: ¡qué buena idea!”.
En la Campaña hay un grupo de artistas que son hadas: de noche trabajan de meseras, de día se transforman en actrices, dramaturgas y poetas. Durante una semana y en una plaza trabajaron juntas hasta definir el contenido y la forma de la acción en un guión que compartieron con todas las integrantes de la Campaña por Whatsapp: “Luego de movilizarnos al mediodía y marchar hasta el tribunal vamos a estar con vestuarios muy coloridos y amplios que llamen la atención, con flores en nuestro cuerpo, pelo, ropa. Puede ser pantalón, pollera o vestido. El concepto es ‘ser flores’ y que de nuestres cuerpes se desprendan las flores del color que llevemos en el vestuario”.
Primer momento: comienza la intervención con la lectura de una poesía de Alejandra Pizarnik. El resto de les sujetes están en acción a la vez en “stop” manteniendo la distancia. Nos posicionamos en distintos niveles, como estampadas contra la reja, en el piso algunes, otres en nivel medio, pero manteniendo la quietud todo el tiempo que dure la lectura.
Segundo momento: comienza a sonar la canción Si me matan de Silvana Estrada. Con la música vamos a ir incorporándonos despacio y danzando con libre expresión, movimientos sutiles, pausados, sintiendo los tiempos de la canción, en sintonía con ella. Al finalizar la canción une se acerca adelante y dice: “No quiero que me recuerden ni por mi sonrisa ni por lo que canto, quiero estar viva para poder sonreír y cantar todos los días”.
Tercer momento: comienzan los sonidos de platillos, palos de lluvia y chasquidos. Una voz nos invita “¿Y si llenamos de flores el dolor? Invitamos a las familias víctimas de femicidios a arrojar flores a los Tribunales, mientras todo el grupo de performers nos ubicamos trazando un pasillo que enmarca el paso de las familias, mientras sostenemos bien alto nuestros ramos de flores, como antorchas de colores”.
Cómo diseñar la acción
Hay dos formas de valorar la dimensión de la Campaña. Una es la clásica: ¿cuántas cuadras ocupa cuando se moviliza? La respuesta: hoy se ha convertido en la fuerza social que más gente convoca en las calles marplatenses. Detrás de la bandera que la mamá de Lucía pagó con su aguinaldo de enfermera en el hospital público, se encolumnan personas, organizaciones, partidos y grupos de todos los sectores y edades. La otra forma es la capacidad de producir esa convocatoria: lo puede hacer en forma planificada, pero también exprés. Un ejemplo: cuando la familia de Lucía se enteró de que el limbo en el que está ahora atrapada la causa judicial podía favorecer la excarcelación y posible fuga de los femicidas, se organizó en la puerta de los tribunales una radio abierta desde la cual interpelaron a todo el Poder Judicial con la pregunta: ¿ustedes son cómplices de la injusticia?. El interrogante se lo repetían a cada persona que ingresaba o salía del edificio y a la que le pedían que respondiera púbica y sinceramente. Diseñar, producir, hacer y sostener esta acción en apenas un par de horas les posibilitó obtener la respuesta que buscaban: impedir una vez más la impunidad.
Así también lograron anular el fallo. Y así también lograron que se constituya un jury que sentará en el banquillo a aquellos jueces que pretendieron burlarse de semejante crimen. También esperan lograr pronto una fecha para un nuevo juicio.
Mientras tanto y al mismo tiempo, en la casa de una las integrantes han acomodado un cuarto para recibir a quienes necesitan escapar de violencias y organizan actividades para recaudar fondos para sostener la Campaña. La mamá de Lucía, por ejemplo, creó una huerta en el fondo de su jardín donde cosecha los tomates y zapallos con los que elabora el dulce que vende en ferias y plazas de Mar del Plata. Así financió el micro que trasladó a las integrantes de la Campaña hasta la puerta del Tribunal de Casación, en La Plata, en oportunidad de la audiencia en la que se argumentó por qué debía anularse aquel asqueroso fallo.
No es solo la razón, ni siquiera la fuerza lo que le otorga a esta red la capacidad de haber logrado algo que en otros femicidios también se necesitó y nunca se pudo. Logros, además, que no solo favorecen a un expediente judicial, sino que sientan un precedente, una jurisprudencia y un límite que el Poder Judicial debe sí o sí aceptar.
¿Qué es? Dirá Agustina Olivar, estudiante de Trabajo Social: “La característica de la Campaña es lucha, amor y sororidad. Es un espacio seguro, tanto para las integrantes como para cualquier persona que necesite contención. Acompañamos día a día a muchas familias sobrevivientes de femicidios, tanto de Mar del Plata como de toda la Costa. Creo que la gran diferencia con respecto a otros espacios es que nosotres no solo pensamos, hablamos y luchamos por Lucía, sino por todas las víctimas de femicidios. Eso es algo que no se ve a menudo en el resto de las organizaciones de acá”.
Dirá Angie Giuliani, actriz: “Nos une la solidaridad, la perseverancia, el espíritu de lucha y el compañerismo. La diferencia con otros espacios es la autonomía, por sobre todas las cosas. La Campaña solo responde a las familias”.
Dirá María Inés Benítez, presidenta de la Sociedad de Fomento del barrio La Serena: “Nos define la escucha atenta y el acompañamiento a las familias. La diferencia es que logramos sostener un espacio plural, de acción cotidiana”.
Dirá Matías Pérez, el hermano de Lucía: “Es un espacio que propone la participación de las víctimas, que les da voz a las familias. Es una herramienta de apoyo y guía, que nos ayuda a enfocar y unir esfuerzos”.
Es la pregunta que responde ese coro de voces que tiene apellido y mirada propia, pero que reconoce en “Lucía” una forma de nombrar todo lo que defienden y todo por lo cual luchan.
Les pregunto entonces qué es Lucía, su significado. Dirá Agustina: “No bajar los brazos”. Dirá Angie: “Mi hermana, mis primas, mis amigas, las pibas de Mardel”. Dirá María Inés: “Una bandera de lucha para dar un gran vuelco al Poder Judicial. Un antes y un después”.
Dirá Matías, su hermano: “Lucía es amor”.
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Esta nota forma parte de la edición 160 de MU que hicimos gracias a nuestrxs suscriptorxs. #HaceteCómplice acá.
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