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Las chicas del 166

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Tres amigas subían a cantar al colectivo 166, como para foguear los temas durante el viaje. En 2005 armaron su banda y grabaron el disco Lápiz japonés. Chicas made in Ramos Mejía, se suben ahora a la ola electro pop y disparan: “Tomamos la joda como algo serio”.

Las chicas del 166

Karaoke pop. Electro pop. Alternativas. Bizarras. Cuando no se entiende demasiado una propuesta –o se evita deliberadamente pensarla– los adjetivos y los rótulos empiezan a caer como quien oye llover. The Calefons, este trío de chicas sub-23 oriundo del oeste del conurbano, no fue la excepción.
Su aparición data de fines de 2005, cuando Dani Umpi decidió “apadrinarlas”. La historia: “Subíamos a cantar al colectivo 166, cuando salíamos los fines de semana”. Cantaban cualquier cosa, y la gente se entusiasmaba. “Nos pedían temas. Algunos ya nos conocían y nos paraban por las calles”, cuenta Johana, que la juega de callada, pero sabe sorprender.
“Un día fuimos a verlo a Dani Umpi a Capital porque nos gustaban los chicos que bailaban con él. Terminó el show, quedó el micrófono abierto y nos subimos a improvisar y a bailar como en el 166. A la salida, Dani nos empezó a sacar fotos y preguntó si teníamos una banda. Le contestamos que sí, que se llamaba The Calefons, y que estábamos por grabar un demo. Todo mentira… A la semana nos preguntó si queríamos tocar con él, y tuvimos que reconocer que no teníamos canciones propias. ‘Armen cuatro temitas y vengan’, nos dijo”, recuerda hoy la Peque. Se pasaron de aplicadas: terminaron componiendo catorce temas que, luego, dieron forma a su primer álbum, Lápiz Japonés.
En aquel momento el trío lo componían Johana, la Peque y la Coca. Esta última decidió que era el momento de hacer uno de esos viajes existenciales, y partió a Europa a recorrer-trabajar-conocer(se). Sintieron el impacto, pero lo resolvieron a lo Calefon: convocaron a un casting. Julieta no es del oeste, pero las había visto en un show, fascinada: “Me enteré del casting por Internet y me dije ‘yo puedo ser una chica calefon’. Mandé fotos, me pasaron dos temas para que los aprendiera. Fui a la entrevista. Estaba tan ansiosa que llegué antes que ellas. Hice la prueba. Al día siguiente entré a su página web y vi que estaba mi cara… Era domingo. El miércoles estaba debutando con ellas arriba del escenario”. El grupo logró así volver a su (des)equilibrio habitual.

No son travestis
El texto que cuenta su historia se titula “No somos travestis” y empieza así: “Todo comenzó el día en que biológicamente Coca, Joha y Peque se empezaron a sentir diferentes. Sus senos crecieron, sus caderas se ensancharon, y sus voces se volvieron roncas. Todas se dieron cuenta de que era la música que salía por sus poros, y que no había forma de negar que ése era su destino. Se equivocaron: era la pubertad”.
Destino o pubertad, siguieron para adelante. Salen a escena sin instrumentos: cantan sobre las pistas que disparan desde una computadora. El vestuario es fundamental; en sus shows siempre hay alguna temática: Día de Reyes, Hawai, tenistas…, cualquiera puede ser la opción de vestimenta, y el cotillón de regalo para el público. Es que ir a ver a The Calefons es ir a una fiesta. Esto puede parecer el paraíso, pero las dificultades muchas veces se multiplican por diversos motivos. Uno, importante, es la “seriedad” de la propuesta. “Nosotras tomamos la joda como algo serio. Si yo no me divierto, no me sirve. Aunque gane plata y el lugar esté lleno”, dicen a coro Johana y la Peque. Sus rostros se vuelven adustos. “A veces ser mujeres, y chicas de edad, lo hace más difícil: te tratan de boluda, o te ponen más obstáculos. El colmo es cuando en algunos lugares pedimos agua y no nos quieren dar. Pero ojo, a veces son más jodidas las mujeres que los varones: hay chicas que nos han llegado a decir que lo único que queríamos hacer era llamar la atención”, cuentan. Pero el momento adusto no dura demasiado: “Cuando la Presidenta dice que a ella todo le cuesta el doble porque es mujer, nos identificamos mucho…”.
Tomaron una decisión: no organizar ellas mismas las fechas. “Me rompe la cabeza buscar lugares, arreglar con la gente, negociar… No estamos acostumbradas a cobrar entradas anticipadas, ni tenemos sonido propio. Te dicen algo, no lo cumplen, es un garrón. En cambio, cuando nos invitan es mejor”, se sincera Peque. Y las invitan seguido: han llegado a tocar tres veces en el mismo fin de semana, y es fácil ubicarlas en shows fuera de la Capital. “El mejor público es el del oeste. En Padua o en Ramos nos sentimos cómodas, la pasamos muy bien, y en Capital es cada vez más difícil conseguir lugares”, cuenta Julieta, la única porteña de la banda.

Cualquiera puede cantar
Miranda! puso al electro pop en boca de todos. Festivo y de gran simplicidad a primera vista, este estilo musical fue furor en España hace unos años y todavía conserva vigencia en aquel país. Bandas como Fangoria (con la veterana Alaska a la cabeza), o La casa azul están en un gran momento. ¿Qué sucede en Argentina? Más de lo que habitualmente se dice, como suele pasar. La fiesta Divas & Divos empezó siendo un secreto a voces en Buenos Aires, hasta que se consolidó como la meca electro pop de la ciudad. Por allí desfilaron, entre otros, grupos como Sexydance, las Kumbia Queers, Nerdkids, Peter Punk, y The Calefons, por supuesto. Quizá suene pomposo hablar de una ola electro pop en Argentina, pero negarla puede resultar psicótico. ¿Qué la caracteriza? Desfachatez, ambigüedad sexual, ritmos pegadizos y optimismo al límite de lo soportable. “Hemos encontrado gente que está en la misma que nosotras y que es muy copada. Lo que hacen Aldo Benítez, Vanesa Strauch y Dani Umpi nos encanta”, afirman ellas.
En esta movida hay algo que distingue a muchas de las bandas (pero no todas): las canciones no ocupan el lugar central. “Nos gusta hacer las letras y armar las pistas, pero lo principal es el vestuario y el cotillón que vamos a regalarle al público”, informa Johana. Les pregunto cómo surgieron los catorce temas que grabaron. “Espontáneamente, a partir de alguna anécdota o algo que nos pasó. No tenemos la rutina de ensayar un día fijo a la semana, sino cuando hay alguna canción nueva o algo que ajustar, como cuando Julieta se integró a la banda”, narra la Peque.
Las críticas están a la orden del día y son demasiado fáciles. Ellas no se hacen cargo y siguen con su propuesta. ¿Banal? Sólo en apariencia, de acuerdo a temas como Soy amiga de la policía, la tecno-cumbia Palermo Freud o BB Bush. Y no olvidemos que el lema “cualquiera puede cantar” fue uno de los puntos de partida del subversivo punk de los 70.

Sobre ruedas
Internet es clave para difundir las fechas y para generar un contacto más directo con los fans. Y el fotolog funciona como lugar de reunión. “Nos sirve para conocer a los que nos vienen a ver o para vender los discos”.
Les pregunto sobre el futuro. Las tres desean larga vida a la banda. “Es buenísimo haber grabado un disco. Quizás la meta ahora sea llegar a grabar otro en mejores condiciones, con buen packaging y temas nuevos. Y que vuelva la Coca para que sigamos creciendo”, ruegan. Como todo trío que se precie, pasarían a ser cuatro. Se van juntas a esperar el colectivo. No sé qué línea, ni hacia dónde. Tal vez sólo se trate de viajar, buscando juntas la materia prima para el próximo disco.

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