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Dolores Fonzi: mujer orquesta

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Escribió, dirige y actúa en una nueva película, Blondi, que se estrenará en Amazon. Narra la vida de dos hermanas, entre la maternidad, el cannabis y el humor. El equipo y el amor que la sostienen, en medio del desfinanciamiento del cine argentino; los trucos para filmar, la tecnología de la sororidad, las inspiraciones, los actos de fe. Y una palabra que lo sintetiza todo, en tiempos de incertidumbre, para pasar de los sueños a la realidad: “¡Acción!”. Por Claudia Acuña.

Dolores Fonzi: mujer orquesta
Fotos: Lina Etchesuri.

1. Las noticias del día reproducen en todas las pantallas los alaridos de la periodista italiana Giorgia Meloni –“Sí a la familia natural, no a la ideología de género”– ; las últimas medidas de Isabel Ayuso, la alcaldesa de Madrid  –prohibió en las escuelas enseñar el cuidado del medio ambiente por considerarlo “adoctrinamiento”–; la arenga de la terrorista mediática Viviana Canosa –“ahora pueden meterse la e, la x y la arroba bien adentro”–, la flamante resolución que le permite a la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña, perseguir a docentes que utilicen el lenguaje inclusivo y la furia que desata en las catacumbas del inefable Milei que su mano derecha sea su hermana.

No hay metáfora.

Hay sí una persistente campaña protagonizada por mujeres que nos augura ese horizonte siniestro que nos obligan a mirar con los ojos desvalijados por el espanto.

“Acción”.

El grito me libera de la pantalla del celu y lo que me atrapa ahora es la inmensa sonrisa de Dolores Fonzi.

Estamos en Liniers y esto significa los bordes de la ciudad real. Las calles de este barrio amontonan coquetos chalecitos protegidos con jardines y rejas. Todas y cada una de estas casas son memoria y son resistencia. La que ahora es set de filmación, por ejemplo, es una perfecta biopsia de aquellos escasos años 70 pre Videla, con materiales tan Gelbard y ese estilo tan Perón –Perón capaz de sobrevivir impecable a dictaduras, hiperinflaciones, corralitos y más… hasta la pandemia

Ahora está en venta. Y hoy en alquiler, por jornada y para que cobije por horas la ilusión de ser la casa de Rita Cortese, la madre de la protagonista. 

Estamos en la cocina, entonces, pisando los mosaicos de puntitos mostaza, mientras Rita recita en voz alta las secuelas que le dejó el coronavirus: 

 –“Yo, mujer privilegiada, con casa, con jardín, con ahorros y con todo lo que necesitás para comprender que vivir no es solo producir sino existir. Yo, entonces, pude aprovechar esta pandemia para leer, para entender y para luego actuar de acuerdo a eso que comprendí, cuando llegara el momento…. Llegó. Y por eso estoy así…”

Dice “así” para explicar por qué tiene los ojos inundados. 

Y dice “así”, enfocando esos ojos transparentes de Dolores Fonzi que la emocionan tanto: la está viendo crecer.

Y lo dice “así”, hermoso, porque así es Rita. 

Dolores sonríe, enorme.

Corten.

2. Había una vez un niño norteamericano llamado Mark Johnson que abruptamente tuvo que emigrar a España cuando sus padres se separaron. A aquellos días tristes le debemos su habilidad para convertir el cine en trinchera, su perfecto español y su fascinación por la literatura latinoamericana. Aquel niño logró así crecer, mantener a salvo la sonrisa y regresar a Estados Unidos. Muy pronto se convirtió en el productor más joven en recibir un Oscar: fue en 1988 y por Rain Man, con el precioso Tom Cruise y el increíble Dustin Hoffman dándolo todo en la gran pantalla. 

Tras varios años de acumular premios y experiencia en el cine, como todo Hollywood se vio abruptamente obligado a emigrar a la República de las Series.  Allí otra vez se quedó con todo. Un solo título basta para dimensionar la gloria alcanzada: Breaking Bad.

Imaginemos entonces que en algún momento de esta historia reciente, el Mark Ganador hace flashback, recuerda al Mark Triste y todo lo que de él aprendió. Y así, quizá por azar o quizá para inspirar su próximo paso, brotó un libro y su siguiente proyecto: Distancia de rescate, la novela de la escritora argentina Samanta Schweblin. Fue entonces cuando conoció a Dolores Fonzi, la actriz que protagonizó esa historia que él produjo y se filmó en Chile.

Ahora estamos en Liniers, dijimos, y esto significa que fue en Santiago donde aquel productor le preguntó a Dolores si quería hacer la siguiente película que él iba a producir, pero antes de que complete la propuesta ella lo interrumpió con su sonrisa reflector:

 –Por supuesto: la mía.

La de ella entonces es la que Mark Johnson está ahora produciendo en Liniers.

Blondi se llama esta película.

Dolores Fonzi la escribió con la actriz y dramaturga Laura Paredes, en 2017, porque sí y con mucha alegría porque de eso se trata justamente: de una comedia.

Se trata también de un clan femenino compuesto por tres mujeres –madre (Rita Cortese) y hermanas (Dolores Fonzi y Carla Peterson)– y todo lo que esa trilogía significa generacional y vitalmente: elecciones, destinos, consecuencias. 

La trama arranca con una crisis: la hermana más adaptada, exitosa y “normal”, se mandó a  mudar. Esa es la noticia que acaba de comunicarle a Rita y a Dolores el marido de Carla (Leonardo Sbaraglia) en la cocina de Perón/Perón, escena que necesitó tres tomas, más cuatro planos cortos.

“Corten”.

3. La inflación de este mes es la más alta de los últimos 30 años, en estos 5 meses ya asesinaron a 15 infancias en Rosario  –2 eran bebés recién nacidos– y ya suman 3 los casos de viruela del mono: cifras todas de las noticias que gritan “último momento” desde las pantallas más diversas. 

“Acción”.

En la vereda de Liniers una sabia aymara a cargo del catering  prepara el conjuro que necesitamos para soportar estos tiempos implacables: miel líquida, pequeños dados de limón, jengibre, agua caliente y listo. Todo el equipo está abrigado en el silencio redoblado: se está filmando y se está viendo jugar a la selección argentina, por celular y sin sonido. Mientras, Dolores Fonzi va de la mesa de la cocina al monitor de la cámara, ida y vuelta, ida y vuelta, concentradísima en los detalles de la filmación, capturada por la ficción, hasta que dice:

 –Y con ese gol de Messi, señoras y señores, damos por finalizado el maravilloso  trabajo de Leo Sbaraglia. ¡Aplausos por favor!

Efectivamente: Messi acaba de anotar el tercer gol contra Italia.

Ese modo Mujer Orquesta es el que está desplegando Dolores desde que comenzó la filmación de la película que escribió, protagoniza y dirige. Que su debut detrás de cámara implique tantas responsabilidades lejos de mostrarla agobiada la hacen desplegar esa sonrisa extra large. Le pregunto entonces si al final de cada jornada termina extenuada y responde:

 –Termino feliz. 

Se nota que está bailando un ritmo para el cual entrenó. Y que sabe de qué se trata este baile: el éxito es hacer. El premio es lograrlo. El postre, el resultado.

4. Había una vez un tiempo en el que el sueño de todo director de cine era llegar a Hollywood y conquistar a un productor para que ponga todo dinero que necesita una película hasta llegar a la pantalla. 

Ya no.

Ahora la meca del cine no es una glamorosa localidad estadounidense sino una plataforma virtual. En el caso de Blondi es Amazon, nada menos. Diríamos que la mejor, si por mejor se entiende la que tiene más dinero y otorga más libertades a los creadores de contenidos, nombre que haría revolcarse en su tumba a Passolini o Buñel, por decir nostálgicas viejadas.

Mark Johnson, entonces, es el productor que interesó a Amazon para hacer Blondi, lo cual es una noticia excelente y un maravilloso reconocimiento,  pero  –y acá el pero tiene el tamaño de la colina de Hollywood– Amazon recién pondrá todo el dinero contra la entrega de la película terminada. Así es el capitalismo de plataforma: cash.

Cuando le pregunto a Dolores Fonzi cómo hizo para superar todo el embrollo que significa tener y sostener un presupuesto semejante, su sonrisa es un láser que señala a Agustina Campbell, la superhéroa de esta película, una de las tantas que crió el cine argentino en las últimas décadas. Ella es una de las socias de la Unión de los Ríos, productora que parió junto a dos compañeros de la universidad del cine  –Fernando Fader y Santiago Mitre– y la encargada de concretar el acuerdo con Amazon en fecha y en regla. Está ahora mismo sentada a mi lado en una de las mesas del Club Liniers, donde el equipo cena, masticando una tarta mientras me cuenta que apenas termine este rodaje va a salir a buscar con su auto locaciones para Las aventuras de la China Iron, su próximo desafío basado en la novela de la escritora Gabriela Cabezón Cámara, una mega producción que ella hace parecer sencilla, fácil, posible. Y realmente lo es: Agustina y todo el equipo de la Unión de los Ríos han logrado el milagro de filmar en plena pandemia con todas las restricciones sanitarias y con cientos de extras. Se estrena en septiembre, la dirige Santiago Mitre y narra nada menos que la epopeya del primer juicio a las juntas militares. (Spoiler: es maravillosa y muy oportuna políticamente. Estuvimos ahí y ya vamos a contarlo). Filmar luego de esa experiencia les ha dejado un hándicap en sortear con éxito restricciones mortales. Y acá tampoco hay metáfora.

Le pregunto entonces por su desafío actual: cómo hacer para sacar cuentas y pagos en una economía tan inestable y su respuesta es mostrarme el celular:

 –Mi trabajo se hizo mucho más sencillo desde que armamos un chat de productoras. Ahí nos cruzamos data, compartimos estrategias, nos acompañamos. Todo con total confianza y con una incondicionalidad que te conmueve y compromete. 

En tiempos miserables la ética sorora cotiza más que el bitcoin.

5. Las noticias del día informan que el Departamento de Defensa de los Estados Unidos admite que financia  46 laboratorios biológicos en Ucrania, algo que había negado hasta hoy y que el portavoz del ministerio de Defensa rusa había denunciado así: . “Durante años y bajo control de expertos estadounidenses se llevó a cabo un estudio sobre la transmisión de enfermedades mediante murciélagos”, según cita el cable de una agencia internacional que parece dictado por el guionista de una película de ciencia ficción.

Quizá porque el mundo se ha convertido en un lugar incomprensible, por inverosímil, el registro de lo verdadero ha quedado ahora en manos del cine.

Blondi cuenta una  historia pequeña que registra enormes cambios: otra maternidad posible, lejos del estereotipo tradicional, sostenida por una red de complicidades y donde las jerarquías se horizontalizan. Dolores resume: “La protagonista fue madre a los 15. Por estar fuera del sistema está fuera de su tiempo. Su vida es su hijo. Y al ser una madre soltera pudo maternar porque la sostuvieron su madre, su hermana. Es una película de mujeres”. 

La historia fue parida por un mix de inspiraciones: “Santi Mitre (su pareja y cómplice en este lío que es llenar la vida de cine) me regaló El mundo según Garp (la novela de John Irving). Algo de eso quedó y se sumó a mi mirada sobre Lebowsky y la cultura cannábica (se refiere a la película El gran Lebowsky, protagonizada por Jeff Bridges y a su experiencia de escuchar a Mamá Cultiva y de integrar la Red Pro Cann), más  la necesidad de mostrar otro tipo de maternidad,  y la hermandad de las mujeres… De lo que se trata esta película, finalmente, es de crecer. Y de contar ese proceso con  humor, tan necesario en estos momentos”. 

El horror se espanta con parodia.

Dolores tiene las cejas pintadas de verde y la boca rosada, y habla mientras le colocan rastas también verdes y define con Ezequiel Díaz, el coach de actuación,  la coreografía de la próxima toma, que será en el sótano del bar de la esquina de Bartolomé Mitre y Rodríguez Peña, donde ya está estacionada la caravana de móviles que se transforman en camarín, sala de maquillaje y vestuario, equipos de iluminación, depósito de escenografías y guarida de todos los exquisitos oficios que requiere esta fábrica de sueños. Sesenta personas, precisa Dolores, están detrás de cámara hoy y en lugar de sentirlo como un peso, dice, lo vive como una bendición. 

“Hacer cine es un acto de fe” reza Dolores Fonzi al terminar la charla y antes de gritar amén, que en el idioma de la ilusión se pronuncia “Acción”.

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Sierra maestra

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MU en Traslasierra. La primera papa agroecológica con venta en el Mercado Central. Huertas comunitarias que le pelean a la malnutrición, el desempleo y la contaminación. La producción de uvas de mesa que eliminó el glifosato y duplica su rentabilidad. Experiencias y transiciones en Traslasierra: la comunidad boliviana, el salto en el consumo de productos campesinos, el ingeniero que se “deformó” y la mujer que entendió todo a partir de un linfoma. Vida y obra de quienes están construyendo nuevas lógicas y enseñanzas para producir, comer y vivir.  Por Sergio Ciancaglini.

Sierra maestra
Madre e hijo en la huerta comunitaria de San Pedro. La posibilidad de cultivar y de compartir producción sana. Fotos: Nacho Yuchark
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Mujeres sin veneno: encuentro de pueblos fumigados en San Miguel del Monte

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Tres mujeres de distintos pueblos azotados por las fumigaciones fueron las protagonistas de un encuentro que permitió tender puentes en común entre las distintas experiencias de organización y lucha vecinal contra los agrotóxicos, el agronegocio y la complicidad estatal. Un combo que, en contraposición, suele estar liderado por hombres. La Matanza, Pergamino y Lobos, parte del modelo tóxico bonaerense resistido por ellas que estudiaron derecho, reúnen evidencia y discuten los falsos eslóganes para defender lo elemental: la vida. Por Florencia Paz Landeira.

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Erika Gebel (Virrey del Pino, La Matanza), Florencia Polimeni (Lobos) y Sabrina Ortiz (Pergamino), tres de las mujeres que encarnan la denuncia contra el modelo tóxico en la provincia de Buenos Aires. Fotos: Sebastian Smok
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Dulce de lucha: Cooperativa de Trabajo Mielcitas

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Fabrica alfajores, galletitas y dos populares golosinas: los Naranjú y las Mielcitas. Había sido vaciada durante el macrismo, a lo que se agregó la pandemia. El proceso de lucha incluyó peleas no solo con el patrón sino con ministerios y sindicatos. Inspirada en otras recuperadas, levanta la producción con autogestión. De 88 integrantes, 66 son mujeres. Lo que sienten, lo que ganaron y lo que falta: una ley que fortalezca a estos procesos genuinos de generación de empleo. Por Lucas Pedulla.

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