Mu19
La oferta imposible
Crónica del más acá
Hay mundos en el mundo. Cualquier perejil lo sabe. Pero no todos tienen la oportunidad de ver esos mundos. La Madre tv nos muestra el mundo y nos dice: “aquí están, estos son” y nosotros, babeantes como Homero Simpson asentimos con la cabeza… completamente frita. En un bellísimo domingo de primavera encaré para Puente La Noria en un destartalado remis a fin de evitarme la desesperante espera de los destartalados micros en el destartalado conurbano Sur.
Atención porteños y anexos: Puente la Noria es algo más que un cruce carretero sobre esa cloaca a cielo abierto que se llama Riachuelo.
Hay vida después del Riachuelo.
Bordeándolo, existe el Camino de la Ribera y allí, a pocas cuadras, un mundo: la feria La Salada. ¿Cómo describirla? Imposible. Cuadras y cuadras de puestos sobre el camino de la Ribera, de ropa, de comida, de cualquier cosa. Pero lejos, lo que predomina es ropa. Puestos que están puestos y carritos, banquitos, sillas que son puestos. Todo. Se vende todo.
Uno camina y camina y hay puestos y puestos y puestos como en las infinitudes de Kafka.
Son los del Otro País.
No es el Shopping Abasto ni Unicenter ni el Village Recoleta. Es La Salada. Es el shopping del Alto Perú. Todo (pero todo ¿eh?) es trucho. Hasta los pichichos que dan vueltas por ahí son truchos. Es una suerte de apología de la falsificación, tercera marca, llamalo como quieras. Pero esto no es peyorativo. Es. Todos saben. Los que venden y los que compran
La inmensa mayoría de los puestos están atendidos por hermanos bolivianos, amables, corteses, de rostro curtido y serio, de dulce acento e implacable capacidad comercial.
En las “marcas”, sin ningún pudor aparecen Ricky Sarkany, Adidas, Reebok, casi como una ¿involuntaria? muestra de sentido del humor: no soy especialista textil, pero no vi originales por lo que descarté lo robado. Ergo, otra vez te lo repito: todo truchex.
Y miles, millones, trillones de personas. Una cosa increíble. El Roca a la hora pico. Con carritos changarines, con bolsas tipo consorcio, con bolsas comunes, con mochilas, con lo que sea (pocos van a comprar sólo una remerita, aunque los hay… ). Autos avanzando penosamente entre la gente y comiéndose alguna puteada sobradamente merecida, pero nada más. Y gente, gente, gente, gente…
Gente que sabe que son varias ferias en una y básicamente dos: la de espacio cerrado y la de “afuera”. La de espacio cerrado, inmensa, es más prolija y previsible: puestos ordenados y numerados (son pequeñas jaulas), casi todo textil, con personal de seguridad lejos del patovica usual y un cartel enorme antológico: que toda transacción comercial está sujeta a la Ley N° xxxxxxx de marcas y que cualquier infracción… vas a ver lo que te pasa. ¡¡¡Extraordinario!!!! Son los mismos que en su página web dicen orgullosamente ser la feria ilegal más grande de América Latina.
La de afuera es caótica, infinita, muestrario del show de Jesús: el chori, el cd cristiano al lado del dvd porno. Y un lugar cuyo cartel celebra “bienvenido a los baño de Carlito” dónde por un peso, mucho coraje y espíritu antiséptico podés entrar después de una prolija cola, ya que el baño es unisex.
Si a este país no lo salva el sentido de la ironía, no lo salva nada.
Impresiona la gente, los olores, los colores, la cosa abigarrada, siempre al borde de la catástrofe que nunca ocurre, donde te empujan casi como un trámite, sin agresividad, con naturalidad, pero si te quedás parado aparecés en Moreno.
Los productos son una especie de muestrario de los caminos a Katmandú: una bombacha lleva en el elástico “no soy virgen” (chocolate por la noticia dirá el susodicho…), una remera tiene un estampado del grupo ¡Lechuga! (ahí me entero que todavía no se murieron, bah, supongo), un pantalón que se anuncia como Adidas, cosido con un suspiro de hilo y con un cierre que se rompía de solo mirarlo, vajilla en un carrito de supermercado con una señora súper gritona atrás y sopa paraguaya dentro de una heladerita de telgopor, ofrecida casi a desgano por una anciana que parecía cansada de todo. Una chica insiste en lustrarme las zapatillas con vaya uno a saber qué (por las dudas dije no) y otra hace ensalada de fruta delante del mundo y detrás de cualquier precepto sanitario. Todo lo que tiene que ver con alimentación, andá al Senasa que te van a atender…
Muchas mujeres atendiendo. Muchas.
Fontanarrosa se hubiese hecho un pic nic y a los custodios de la lengua de Cervantes les daría un soponcio, como diría mi abuela, si vieran los “arreglos” lingüísticos en carteles y anuncios. Solo diré que conté la palabra sándwich escrita de 8 maneras diferentes, incluida una con zeta. Divertidísimo.
Todo es un caos y no y si…
A lo lejos se ven los rascacielos fanfarrones de la Santa María de los Buenos Aires, que cada tanto nos manda a Rolando Graña o a algún otro descubridor televisivo para no contarnos nada. Y ser alcahuetes de un patrón que sabe y no le importa. Cómo me aburren los alcahuetes.
Andá.
Se trata del Mundo.
Mu19
Que se vayan todos
El nuevo barrio queda en los suburbios de la ciudad donde se libra una batalla crucial del nuevo proceso político boliviano. Reivindican la autonomía como herramienta para enfrentar la pobreza y el racismo. Ya eligieron un alcalde propio y simbólico. Ya crearon una universidad. Y ya eligieron un nombre: Ciudad Igualitaria. Ésta es la utopía que están haciendo realidad.
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Mu19
La mejor noticia
Guillermo Mamami es bien porteño y bien hijo de bolivianos. Estudió Ciencias de la Comunicación en la UBA y desde hace diez años es el director del periódico de la comunidad boliviana en Argentina, que tiene su versión impresa y virtual. Dice que desde sus páginas busca recuperar la autoestima de un pueblo que está cambiando la Historia.
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Mu19
Voce abusó
La crisis boliviana de septiembre puso en evidencia el papel de Brasil en la región. Aunque los medios y los portavoces del progresismo proclaman que la intervención de unasur y del gobierno de Lula fue decisiva para sostener a Evo, lo cierto es que los intereses brasileños están más cerca de la Media Luna que de los movimientos populares bolivianos. En esta nota, el analista Raúl Zibechi describe cuál es el alcance de los negocios de las empresas brasileñas en el país andino: por diferentes vías, controla alrededor del 20 por ciento de su pbi. Sólo en Santa Cruz 200 familias brasileñas son propietarias de 350.000 hectáreas que representan el 35 por ciento de la producción sojera boliviana.
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