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Sergio Di Nucci: La Salada de las letras

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Se presentó a un concurso del diario La Nación y la editorial Sudamericana y lo ganó. Su novela fue luego denunciada por plagio, pero ya había donado el dinero del premio a un club de fútbol del Bajo Flores. Lo trucho como marca de autor.

Sergio Di Nucci agradece el interés por su obra, pero pide que la entrevista no se haga en persona sino por medio del correo electrónico. La organización escrita de sus palabras le permite abordar mejor el tema, me dice. Y entiendo sus reparos, porque el tema es la desventura de una novela llamada Bolivia Construcciones (BC) que en septiembre de 2006 ganó el Premio La Nación-Sudamericana por las mismas razones que lo perdió en febrero de 2007: la habilidad con que el autor –Di Nucci, quien eligió firmar con el seudónimo de Bruno Morales– cuenta la historia de dos potosinos que llegan al Bajo Flores. No hay representación de la voz del otro, como si esa voz no existiera, sino un juego de dobles: los bolivianos son el otro y los argentinos somos sus otros. Observa el narrador sin nombre de la novela:
“Cuando bajamos, había olor a asado (vaca sin adobo), la comida preferida de los argentinos”.
“Bolita, comprale un choripán a tu sobrino, le dijo alegremente a Quispe un vendedor que se había sacado la camisa”.

Estás nominado
Un joven lector de La Nación y estudiante de Economía denunció que había encontrado “extrañas similitudes” entre capítulos de BC y páginas de Nada, la primera novela de la catalana Carmen Laforet, que ganó el premio Nadal en 1944. La crítica Susana Santos, secretaria académica del Departamento de Letras (UBA) ya lo había advertido en una ponencia, pero como un mérito de “una novela que recusa a las nociones de autor, de seudonimia, de representación, de mimesis”. El uso de Nada, escribió, es alegórico de “aquellas usurpaciones de propiedades y trabajos manuales de las que los argentinos acusamos a los subrepticios invasores bolivianos”. El jurado encabezado por Carlos Fuentes y Tomás Eloy Martínez revocó el premio.
En La Nación se discutió si había que quitarle a Di Nucci los 60.000 pesos que había recibido al ganar el concurso, pero los habían donado a la Asociación Deportiva Altiplano (ADA) para comprar computadoras y brindar servicio gratuito de información sobre documentación a los bolivianos. Habría quedado muy feo reclamarlos, y entonces hubo revocación, pero sin recuperación de dinero.
El mundito literario ardía en discusiones. Algunos –como Jorge Panesi, director de la carrera de Letras, Carlos Alberto Ronchi March, miembro de la Academia de Letras, y la prestigiosa crítica y docente Josefina Ludmer– defendían “un procedimiento que enriquece los valores de la novela”; otros hablaban de menemismo y robo. Por un tiempo la blogósfera se transformó en una versión módica (¿una copia?) de Gran Hermano: Sergio Di Nucci/Bruno Morales, ¿se queda en la casa o se va?
Se quedó en la UBA, donde enseña Literatura Francesa e investiga. Más tarde sumó clases en la Universidad de Palermo. También se le abrieron otros espacios. Comenzó a estudiar formalmente quechua. Ha dado talleres de periodismo gráfico y radial en instituciones de la colectividad boliviana, ha colaborado con el semanario Renacer, el más importante de esa comunidad. En breve, dictará un taller sobre cómo leer, escribir, hablar y presentarse, ya para componer una noticia con eficacia, ya para redactar un proyecto. Y trabaja en la segunda novela, Grandeza Boliviana, que, anuncia, será parte de una trilogía.
¿Cómo apareció la idea de la novela?
El interés personal no surge de una serie de estadísticas, o de reconocer una coyuntura histórica, por excepcional que sea: nace de encuentros personales, casuales –si algo así existe–, con individuos singulares, únicos, generalmente comiendo y bebiendo con ellos. Pedro, personaje de la novela bc, evoca a muchos Pedros, empezando por el mártir de la cruz invertida, pero en su origen es Pedro, el amigo que me mostró sus manos de albañil el primer día que lo conocí, tomando cervezas que abrían con una cucharita en un bar de paredes amarillas de la calle Bonorino, en la 1-11-14. Las historias que oí y la convicción de que era improbable que su destino fuese literario resultaron para mí uno de los mejores, más eficaces estímulos.
¿Por qué los bolivianos?
En el conjunto de los migrantes que viven en Argentina, y especialmente Capital, los bolivianos sufrieron y siguen sufriendo las humillaciones mayores. La explotación laboral es la más importante, y excede, en sus consecuencias, cualquier psicología de la humillación. El trabajo en condiciones análogas a la esclavitud sigue existiendo. Una encuesta local señala que para el servicio doméstico las paraguayas y peruanas tienen más chances con las amas de casa porteñas, porque se las considera mejor educadas. La población boliviana también se ve identificada por los demás –y muchas veces por ellos mismos– como étnicamente india, y el prejuicio étnico-cultural sigue activo entre nos.
¿Hay diferencias positivas?
Los modos de organización de los bolivianos son diferentes a los de todos los otros que llegaron a Argentina. Así como no hay en el resto de América Latina un proceso de cambio comparable con el iniciado en Bolivia cuando en 2005 Evo Morales fue el primer indio que ganó las elecciones presidenciales por más del 53 por ciento de los votos; y que fue ratificado este año con el 70 por ciento.
Además de tener antecedentes, ¿la operación literaria de BC pertenece al futuro, de modo equivalente al proceso boliviano?
Si fuera así, me sentiría honrado. En el 18 Brumario, Marx habla de “la poesía del futuro”, en el doble sentido literario e histórico-político, pero espero nunca sucumbir a tan grandes esperanzas ni ilusiones perdidas.
¿Qué es para vos un autor?
No aspiré a convertirme en un escritor profesional gracias a la publicación de BC. La profesionalización del escritor es un avance moderno, que arrancó a algunos escritores de las rotas cadenas del mecenazgo y les permitió estrenar las del capitalismo editorial.

Lo trucho
Ves la truchada otra de las alegorías de la novela: usar lo que se pueda, como los migrantes?
Concuerdo con la interpretación que proponés: BC, dos mayúsculas, es una novela de bolishopping, de La Salada de las letras, del mal lado del Riachuelo, que recusa la ilusión cómica de la autenticidad.
Y si salimos del criterio de propiedad, ¿cuáles serían los conceptos que aplicarías a BC?
Me interesan mucho las artes visuales y la música; me interesan los samplers, plunderphonics, ready-mades. Es cierto que algunas discusiones sobre literatura quedaron por detrás de las transformaciones propias de la reproductibilidad técnica que forjaron buena parte del arte contemporáneo. También es cierto que la búsqueda de una articulación y equilibrio entre tradiciones literarias y técnicas reproductivas está en el corazón de BC.
¿Has pensado alguna vez en colgar BC en la web para que cualquiera lo descargue libremente?
Nunca pensé en erigir en la web un sitio dedicado a “mi obra” o algo así. Pero desde luego que me parece perfecto que alguien lo haga, si le place. Envío en un correo, para que en ñla web de lavaca.org esté el texto de la novela. Porque todo texto se vuelve, una vez situado en el cyberespacio, libre.
¿Te alentó que cuando, luego de cuatro ediciones, la editorial cancelara las reimpresiones, en Bolivia se lanzara una edición pirata y que ahora haya salido otra, a cargo de la par boliviana de Eloísa Cartonera?
Me emociona –seguramente está mal que sea así– cuando hablo con personas que no me conocen, porque veo que tienen, acá en Buenos Aires, la novela fotocopiada; no me identifico ante ellos. Me habría gustado darle al texto mayor movilidad, y en sucesivas ediciones, mayor importancia al quechua y al aymara. El libro cambiaría a medida que conociera mejor esas lenguas.
¿En qué consiste la trilogía que estás componiendo?
BC es la pieza central y tiene su continuación en la novela que estoy trabajando ahora, cuyo título es Grandeza Boliviana. La primera de la serie, cuyo título también serán dos palabras, las dos con mayúsculas, correspondería a los años de infancia y pubertad del narrador, en el campo boliviano, antes de la migración.

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