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El vagamundo

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Juan Villarino se propuso dar la vuelta al mundo a dedo y en eso está desde hace varios años. Escribe crónicas sobre los lugares que las noticias convierten en infiernos y que él ilumina con detalles de la vida cotidiana y con una mirada micropolítica .

El vagamundo“Al hombre del neolítico lo hizo sedentario la agricultura, al hombre moderno lo hace sedentario el miedo a no tener un ingreso fijo todos los meses, a carecer de obra social, al desarraigo” es una de las primeras cosas que me dice Juan Villarino cuando intenta explicarme esa pulsión que lo llevó a dedicar su vida a una aventura: viajar a dedo.
Su primera expedición no fue a mundos ni distintos ni exóticos. Desde su Mar del Plata natal emprendió una travesía a Villa Gesell. Objetivo: asistir al programa de Alejandro Dolina. Sin embargo, en ese viaje descubrió la magia del autostop, que es -según me explica Juan, didáctico- la palabra correcta e internacional para designar el acto de levantar el pulgar. Aquel primer viaje le develó algo demasiado bello que lo obligó a salir a la ruta cada vez más seguido: descubrió la comunión con el camino, aprendió a escucharlo y a interactuar con él. Por entonces, comenzó su etapa de trotamundos, casi un entrenamiento para el gran salto que decidió dar en mayo de 2005 cuando se propuso dar la vuelta al mundo. Ni más ni menos.
Su travesía arrancó de una manera muy particular: Juan le hizo dedo a un velero en Belfast, Irlanda del Norte. “Un día encontré una pequeña embarcación llamada Big Wamp que viajaba a Escocia. A medida que nos acercábamos a la costa apareció entre la bruma un continente, como una rayuela intacta”, me cuenta aún encantado.
Aquel viaje tuvo punto de partida, pero nunca terminó. Lo transformó en lo que sigue definiéndolo hoy: “Soy un nómada. Vagabundeo por el mundo con un presupuesto de 5 dólares díarios. ¿Por qué? Porque creo en el viaje como estilo de vida”. Y ese estilo, para Juan, se define así: “Todos los viajeros somos parte de una misma caravana que recorre su trayecto con un andar libre y en paz”.
 
Ciber viaje
Sus primeras crónicas las hizo vía blog. Sólo bastaron una buena dosis de disciplina y una notebook para que entre textos y fotos Juan cuente su paso por los lugares más inhóspitos. Desde entonces, su sitio web es seguido por miles de fieles que esperan con ansias sus nuevos relatos. Cuenta que le llegan mensajes de lectores preocupados cuando tarda días en “aparecer” y no actualiza sus relatos. La gran cosecha de seguidores es consecuencia de su estilo, de esa mirada capaz de captar lo más complejo en las cosas más simples. “Viajar me enseñó a no creer en ningún discurso sin conocer antes la escala humana de una cultura. Hay cosas que descubrí en este largo camino que no hubiese podido entender de otra manera y cuando escribo trato de transmitirles a otros lo que aprendí, sin generalizar, sin simplificar”. ¿Un ejemplo? Juan me da varios: “En Europa encontré hippies que conducen automóviles alimentados con biodiesel a base de soja, pero boicotean la desertificación que la cosecha de esa soja genera en nuestro país. En Irán me topé con uno de los pueblos más hospitalarios del planeta, pero choqué con muchísimas situaciones desagradables provocadas por un sistema legalista basado en el Corán que interfiere con las libertades individuales. Y en Ecuador descubrí cómo el gobierno de Correa, nominalmente progresista y de izquierda, da vía libre a la explotación minera de transnacionales canadienses, pero a los ambientalistas que las combaten los acusa de hacerle el juego a la derecha.”
 
El best seller
Sus relatos tomaron fuerza autogestiva cuando publicó su primer libro que llamó Vagabundeando en el eje del mal. La primera versión la escribió en inglés al llegar a Tailandia en marzo de 2007, que era el último país de lo que él bautizó “la etapa asiática”. El proyecto nació de una necesidad concreta: costear su vuelta. Y se le ocurrió que vender un libro podía ser la forma más adecuada de ir reuniendo el dinero, a medida que avanzaba en la ruta de regreso.
Al llegar a Argentina se tradujo a sí mismo al español, agregó capítulos y lo presentó en fotocopias que dobló y abrochó. Luego, un amigo le hizo un préstamo y así obtuvo una versión encuadernada. Y su libro trajo sorpresas. La primera: en la última Feria del Libro de Mar del Plata fue el más vendido. En dos semanas vendió la mitad de la edición, ganándole nada menos que a Harry Potter. La última: la propuesta de la editorial Del Nuevo Extremo que acordó distribuirlo por todas las librerías del país a partir de noviembre de este año. “El trato con una editorial es un intercambio de favores. Por un lado, ellos se encargan de la financiación, logística y distribución del libro y, a cambio, retienen parte de las ganancias. Y por el otro, yo tengo una obra que dar a conocer y ellos suman un canal de comunicación, ” precisa.
 
El eje del mal
Desde que comenzó a viajar Juan supo que el mundo es un sitio mucho más amistoso que lo que la televisión se empeña en informar. Al mejor estilo Marco Polo, y con una excusa turística, empezó a demoler los estereotipos que el discurso oficial construye diaria y globalmente, revelando los detalles que mejor se ocultan: los matices de cada cultura. Sus relatos no son ingenuos. Se detiene minuciosamente en aquellos puntos del mapa que están demonizados por los medios. “La alegría que demuestra el zapatero del bazar de Der-ez-Zoir, en Siria, al reparar mis botas cansadas de andar, desmiente mejor que cualquier monografía antropológica el supuesto recelo de los musulmanes hacia los occidentales. Todo mi periplo en Irak, Irán y Afganistán tenía precisamente el fin de desmantelar, a fuerza de evidencia, esa idea de que Medio Oriente es intrínsecamente violento. En mi viaje fui alojado por familias campesinas, por maestros y caminé al lado de nómadas con camellos. Siento que mi deber es contar quién es toda esa fantástica gente que los medios tratan en paquete y tildan de terroristas. Escribo en defensa de esa pluralidad, de los casos particulares, y en contra de las generalizaciones escritas por periodistas de despacho que copian y pegan noticias que encuentran en Google”.
Tomemos un trago de su crónica sobre Afganistán como aperitivo ejemplo:
“Casi todos los puestos del bazar están cerrados en mayo. ¿Por qué no abren? Porque aún no es tiempo de la cosecha del opio. Es en julio cuando el opio es almacenado en los depósitos de adobe y llegan los traficantes de Helmand y Kandahar para llenar sus camiones y empezar el lento proceso de contrabando hacia Europa. A cincuenta mil dólares por kilo (precio de calle, en forma de heroina) simplemente no hay manera de que todo el aparto policial de Afganistán no esté enroscado. La diferencia con los cocaleros de Bolivia está en que el opio aquí nunca fue parte de la cultura, como sí la hoja de coca en el área andina, sino que fue introducido por los ingleses en el siglo 19. La lección de historia casi me hizo olvidar, esa noche, que hacía un año que estaba viajando. Imposible celebrar: lo más cercano a la lujuria que hubiera podido encontrar en el bazar hubiera sido un paquete de galletitas de frutillas”.
 
La explicación de Juan sobre su estilo periodístico se aleja del concepto abstracto de los académicos sabihondos. Para él la comunicación tiene que ver con el cuerpo y está unida al movimiento. “Siento que el escritor viajero tiene la responsabilidad social de contrabandear las palabras de lucha en lucha. Y viajo como forma de conocer con los pies. Y escribo para transmitir ese conocimiento. Me prometí dedicar mi vida a recorrer el mundo, a describirlo, a fotografiarlo y a cultivar el movimiento como manera de reconciliarme con la humanidad en un sentido amplio, como método para que no haya pueblo que esté lo suficientemente lejos para serme ajeno”.
 
El capital
Con su experiencia, Juan derriba otro mito poderoso: para acercar distancias no hace falta ni mucho dinero ni agencias de turismo. Cita un ejemplo: las redes de alojamiento gratuito, como Hospitality Club que tiene medio millón de miembros en todo el mundo. “Cuando inicié mi viaje en 2005 recibí de manos de Werner Kraft, un viajero alemán residente en Londres, la bandera de la paz de Hospitality. Cuenta la leyenda que se hicieron sólo cinco banderas como esa y se entregaron a cinco miembros al azar para que las fueran pasando a otros integrantes del club que conocieran en sus viajes. La idea es que esas banderas fueran un símbolo nómade de paz. La mía tenía el número 3 y un solo mensaje, escrito en alemán. Tomé la posta y la llevé durante 27 meses en mi viaje por Europa y Asia. Al finalizar la bandera tenía 30 mensajes en 16 idiomas distintos”.
Juan insiste en sus cuentas: sólo bastan cinco dólares diarios para sobrevivir en cualquier lugar del planeta. Lo que no tiene precio –como dice la propoganda de una tarjeta de crédito– es la capacidad de convertir a un extraño en un compañero de ruta. Y un viaje a dedo se financia básicamente con eso. Cuenta Juan: “En Ecuador se detuvo un hombre muy amable, Pedro, y me entregó la llave de su casona para que descansara. ¿Cuánto me hubiera costado alquilar esa casa? Mucho más que cinco dólares, seguro”.
Juan está a punto de retornar al camino. Esta vez lo espera el continente americano con una nueva propuesta. Subido a una bicicleta reciclada de doble altura –especialmente diseñada por él y bautizada Americiclo– piensa cubrir el trayecto que iniciará en Mar del Plata y culminará en Alaska. La bicicleta tiene una excusa: detenerse a conversar y hacer amigos. Y un fin: robarle una sonrisa a cada persona que se cruce por su camino.
Al final de la entrevista me regala su fórmula: “Cumplí hace poco 31 años, y mucha gente sabe más que yo sobre la vida. Pero nadie puede prohibirme dar mi receta. Hay que ser totalmente serio a la hora de tomarse la vida como un juego. Soñar está bien, pero no alcanza. Los sueños hay que intentar cumplirlos a capa y espada. Salvo que lo único que sueñes se pueda comprar en 12 cuotas en una tienda de electrodomésticos”.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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