CABA
La otra cara del crimen
Fue asesinado por otro chico en uno de los barrios más conflictivos de Comodoro Rivadavia. Una historia que su hermano, artista hiphopero, narra con ritmo propio trazando así una postal diferente de la inseguridad: la que soportan los pibes pobres.
Un pibe que mata a otro pibe en un barrio pobre de Comodoro Rivadavia: podría ser una historia tan relevante como media página de una noticia amarillista, tan dolorosa como las lágrimas de sus familiares y amigos, tan decisiva como la prisión para el asesino, sólo eso si en ella no apareciera Asterisco, artista rapero y hermano del chico asesinado, para construir justicia por fuera de la justicia, verdad al margen de los medios y conciencia en un barrio al que le robaron hasta el futuro.
Portación de cara
Cesare Lombroso fue un científico del siglo 19 que elaboró una teoría que explicaba el delito como resultado de tendencias innatas, de orden genético, asociadas incluso a ciertos rasgos físicos y fisionómicos como la forma del cráneo, de la mandíbula, las orejas y hasta los ojos, una especie de identikit del crimen.
Las teorías lombrosianas del siglo 21 en Argentina son más bien prácticas que científicas y tienen como blanco a los pibes jóvenes y morochos de las barriadas pobres de las ciudades; los detalles físicos podrían ser hoy reemplazados por sus vestimentas. Franco Ortega, 20 años, gorrita con visera, amiguero, nació y se crió en el barrio Jorge Newbery de Comodoro Rivadavia, donde la única presencia estatal es el brazo ejecutor del Estado lombrosiano: la policía. Vuelve Lombroso cuando Asterisco me dice: “La cara de mi hermano es la cara de todos los pibes”.
Si Newbery es uno de los barrios más marginados de Comodoro, la zona ubicada sobre el cerro está aun más aislada geográfica y socialmente. Se accede únicamente mediante unas escalinatas metálicas, por lo que los autos no circulan. No existe una escuela, un centro de salud, ni talleres ni una murga que le dé algo de alegría. La sede vecinal es un tráiler de camión, literalmente. Las casas se amontonan en pasillos bien angostos. Asterisco la ilustra como una favela, aunque la originalidad del tráiler municipal difícilmente encuentre comparaciones. “Ser del cerro” sienta así una posición social estigmatizada para el resto de Comodoro. Los pibes se quedan ahí arriba y raramente bajan al resto de Newbery, mucho menos a la ciudad.
Como otras ciudades de la Patagonia, Comodoro Rivadavia está marcada por la industria petrolera, lo que social y económicamente divide aguas entre quienes trabajan en esas empresas y quienes no. El destino se dirime según contactos y cuestiones hereditarias (acá sí entra Lombroso): “Mucha de la gente que tiene poder adquisitivo no terminó la secundaria, no estudió, entonces trabajar no tiene que ver con la clase social. Quizás en el mismo barrio tenés casas enormes, de dos pisos, una 4×4, pero el viejo que vive ahí es más mataco que vos. O al revés: deja el techo de chapa y el piso de tierra, pero gana 20 lucas. Se quedan ahí porque son de ahí”, relata Guillermina, compañera de Asterisco.
La desigualdad social convive así en un mismo barrio (pobre) y está a la vista de todos. La violencia se cuece en esa diferencia palpable. Los pibes del Cerro crecen en un barrio donde las armas, las drogas y la prostitución no son cosas de grandes y están a la vuelta de la esquina. “Me preguntaban: ¿lo quisieron asaltar a tu hermano? No, es otra cosa. Es la violencia estatal, del mercado, que tiene la cara de un pibe que mata a otro pibe. El chabón que mató a mi hermano, en ese momento, tenía el rostro del Estado, tenía el rostro del capitalismo que empuña un cuchillo y mata a un pibe pobre. No lo tomo como el asesinato de mi hermano y me cuelgo la foto; me cuelgo la foto porque mi hermano son miles, millones de pibes. Yo tengo la cara de Franco, cualquier pibe de barrio tiene la cara de mi hermano, una cara que se estigmatiza”.
La versión de los hechos
Franco era albañil, dibujante, buscavida, pibe de 20 años que su última noche estaba jodiendo con amigos en una casa cuando decidió irse, solo, temprano, porque al día siguiente, sábado, tenía que cambiar la membrana del techo de una casa. Eran las primeras horas del sábado 23 de junio.
Franco sale a la 1:40 de la casa de su amigo y va por los pasillos; encuentra a un conocido y lo saluda; sigue por un pasaje. La secuencia que viene después la reconstruye este conocido que saludó a Franco, hoy testigo principal del crimen: “Cuando él va pasando por una casa que funciona como prostíbulo pasa algo: suponemos que habrá querido pegarle a los perros, porque ahí los perros son algo con que tenés que lidiar. Entonces sale este pibe de 19 años que trabaja haciendo favores a los fiolos: 1:50 de la madrugada. El pibe se pone a discutir con mi hermano. El loco le mete tres piñas, mi hermano cae, y lo que dice el testigo es que Franco empieza a retirarse de la pelea. El otro, cuando él se está yendo, lo agarra por la espalda y lo ataca: le mete una puñalada detrás de la oreja derecha, y cuando mi hermano cae, lo da vuelta y le mete otra puñalada en el ojo derecho, le revienta el nervio ocular y parte del cráneo”. Esa sería la herida que le costó la vida un día más tarde.
Veinte minutos después llega la policía; treinta tarda la ambulancia. Siguiendo los preceptos lombrosianos, lo primero que hacen los efectivos es esposar a Franco, malherido.
El testigo reconstruye la escena para la policía: confirma que Franco había tomado un par de cervezas y eso lo había dejado indefenso; otro vecino también vio el ataque, pero se niega a ser testigo porque tiene un hijo preso y teme represalias policiales. Finalmente encuentran al agresor, de apellido Huenuman, que ya se había cambiado la ropa manchada con sangre; encuentran también el cuchillo. Hasta que su sentencia quede firme, se mantiene desde aquel mismo día en prisión preventiva y por su propia seguridad: “Si sale, lo matan”, resume Asterisco.
Luego del asesinato en plena a noche, salen de esa casa las tres mujeres que ahí se prostituían, custodiadas por la policía. Los días siguientes, los amigos de Franco queman ese rancho vacío. La bronca la desata la impunidad que resguardó al fiolo y la muerte de Franco.
Informar para estigmatizar
En agosto de este año, el diario La Nación etiquetó a Comodoro como “la capital del crimen”, justificando el mote en un informe que registró el siguiente índice: 14 homicidios cada 100 mil habitantes. La noticia recopila voces de vecinos asaltados o heridos o de familiares de víctimas, como para ilustrar las cifras. Omite, en cambio, metáforas de la vida chubutense: Mario Das Neves, gobernador 2003/2011, marchando él mismo a la cabeza por la seguridad –si él marcha, ¿quién debería garantizarla?–; o que Martín Buzzi, hoy gobernador, ganó las elecciones provinciales tras gestionar la seguridad de Comodoro hasta 2011 con más policías y cámaras de seguridad.
El otro diario que atiende a Comodoro es Crónica en su versión patagónica: “Desde siempre fomentan la identidad de una ciudad peligrosa, de jóvenes peligrosos, de determinadas características, que roban, que por eso los matan. Alimentan la xenofobia”, es la lectura de Asterisco. Da un ejemplo: mientras Franco todavía peleaba por su vida en el hospital, Crónica publicó que, según sus fuentes, él estaba adentro de un Peugeot 206, propiedad de Huenuman, el asesino. “Ni se tomaron la molestia de ir al barrio, porque si van sabrían que los autos no pueden subir al cerro”, explica Asterisco.
Post-estado
Asterisco tuvo la misma infancia que su hermano Franco, zarpada, al límite, pero los caminos del hiphop lo sacaron de esos círculos destructivos y le empezaron a dar causa a su rebeldía. Hoy es un rapero reconocido, con letras de corte social y una militancia artística que viaja por los barrios. Guillermina, su compañera, también es actriz y juntos trabajan de clowns en lo que han decidido llamar Sin Fin Teatro, un grupo artístico itinerante con sede en Pilar.
Ambos fueron responsables del armado y sostenimiento de la muestra Ningún pibe nace para chorro, organizada por lavaca y que viajó inclusive hasta ese Comodoro Rivadavia. “Uno si bien venía laburando con estas cosas, con estos discursos, ahora que te pasa de cerca, la vida te pregunta: ¿vas a seguir manteniendo ese discurso o no?. Porque en el momento en que te pasa algo así están todos especulando con el discurso de los familiares, y si uno habla desde el dolor y la bronca puede decir muchas pavadas”. Eligieron entonces el silencio mediático, la acción barrial y la presión estatal.
Corrían con desventaja: el 1° de julio empezaba la feria judicial. Desde el vamos les negaron una copia de la causa por no ser parte de la querella, lo que anuló cualquier posibilidad de empujarla. Comenzaron, entonces, un raid por fiscalías y oficinas estatales de Comodoro. Los citan primero de la Secretaría de Derechos y Garantías, donde los atiende una abogada. “Nos toma todos los datos, llena una planilla y luego nos dice: ‘Bueno, algo me contaron de lo que pasó, a ver, cuéntenme ustedes. Le dijimos que estábamos organizando un festival y le presentamos nuestra postura sobre las cosas que faltaban en el barrio. Entonces nos respondió: ‘Mirá, en cosas políticas no nos metemos’. Ahí nos levantamos y no fuimos a los gritos”, relata Asterisco, que ahora recuerda con gracia la escena. “Como dormíamos de casa en casa, andábamos con una bolsa de ropa sucia: sucia en serio. Y salimos tan apurados que me la olvidé –cuenta Guillermina–. No daba para volver después de todo lo que le habíamos gritado, así que decidimos dejarle como regalo nuestro peor olor a pata”.
Las otras entrevistas siguieron en la fiscalía y en la Procuraduría fiscal, donde les ofrecieron el “servicio de atención a la víctima”. Asterisco: “Mi familia no es víctima de nada porque mi mamá no vive en el barrio, mi hermano más chico no vive en el barrio, ni yo… Lo que pedimos, entonces, no es para nosotros: es para los pibes que viven en ese barrio. Ellos son los que están inseguros. Así que fijate lo que está pasando ahí: si vos no llorás, no saben qué hacer”.
Qué hacer
Pasaron tres semanas hasta que los pibes del barrio, motivados por Asterisco y Guillermina, maduraron la idea de transformar la pérdida de Franco en un festival artístico. De tanto ir a tocar solidariamente a otros festivales contra la impunidad, Asterisco tenía a mano un caudal de raperos y amigos que podían acompañarlo. Guillermina se encargó de los bailes y de ambientar el lugar; graffitis, poetas, payadores completaron la grilla. Los pibes se encargaron de hacer, cortar y pegar los afiches en el barrio, pero también en otros lugares de la ciudad; consiguieron la parrilla e hicieron una vaquita para la choripaneada.
Fue el domingo 29 de julio. “Para nosotros es importante que los pibes hayan escuchado a un trovador, a un poeta, a raperos con letras muy sociales… Ellos pensaban que todo aquel que lee es cheto o es careta; yo les decía que careta es el que le roba al vecino. Lamentablemente esta sociedad ha elitizado el arte, el conocimiento, y parece que a nosotros, los populares, no nos pertenece. Esos poetas eran gente del barrio que hoy en día tienen un reconocimiento social, que eran un modelo para ellos, que vinieron ese día para que vean que se puede”.
Lo que pasó, sin embargo, fue otra cosa: al día siguiente del festival tuvieron que volver a la terapia intensiva del hospital. “Los pibes estaban en la esquina, justo hablando de lo bueno que había estado el festival, cuando escuchan un ruido: dos pibes les tiran cinco tiros y salen corriendo. Uno le entró al Checho atrás de la oreja y le fue hasta el pómulo”. Asterisco relaciona el tiroteo con el “ojo por ojo” que manda en estos barrios. “Fue una respuesta a la quema del rancho”. Enseña así Asterisco cómo tomarse estas cosas: “Nosotros les planteamos que nuestra venganza no era esa. Que un par de chicos se rescaten es el único consuelo que podemos tener; generar otro tipo de espacio común: eso es lo que me puede consolar de la muerte de Franco”.
Asterisco no es buen candidato para ser reporteado por los multimedios por frases como esta: “El sistema carcelario no sirve como consuelo tampoco, el pibe que mató a mi hermano no va a tener ahí una recapacitación de sus actos. A mí me gustaría que el día de mañana este pibe se rescate y diga: ‘Me mandé una cagada y para compensarla voy a hacer algo por mi vida’. Eso para mí sería fabuloso. Yo te puedo decir que no lo perdono ni en pedo al guacho, eso es algo personal; pero eso no quiere decir que yo no pueda pensar en algo bueno para él. ¿Yo qué gano con que lo maten? Sufre su familia, como sufrió la mía”.
La solución
La solución de la “seguridad” en Comodoro sumó, entre sus últimos timonazos, el desplazamiento del subjefe de la policía por parte del gobernador Buzzi, reuniones vecinales espontáneas que reclamaban más policía, licencias para portar armas y, literalmente, permisos para matar.
Asterisco y Guillermina, en cambio, se preparan para viajar en diciembre y pasar el verano junto a los pibes; para pensar entre todos formas de ir tejiendo otros destinos. La muerte de Franco fue para ellos un cachetazo que ahora apuestan a convertir en otra cosa. Para Asterisco falta la otra parte, la voluntad estatal y la presencia de actores políticos y sociales con ganas de laburar en el barrio y junto a los pibes. ¿Se puede? En su rebeldía, Asterisco ve una veta, que para él está en el arte: “Yo estoy a favor de que sean rebeldes con causa, y para eso tienen que darle contenido, sin caer en una demagogia boluda de ‘hacé un taller de arte para expresarte y sacar las emociones’. A ese pibe si no le enseñás cómo morfar no lo ayudás en nada. El arte se tiene que laburar desde el trabajo. Yo no creo en el artista, pero sí en el trabajador del arte. Lo importante es que entiendan que cada uno puede vivir haciendo lo que le gusta”.
Asterisco transforma así esta explicación en un verbo privado para estos pibes: soñar.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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