CABA
La otra cara del crimen
Fue asesinado por otro chico en uno de los barrios más conflictivos de Comodoro Rivadavia. Una historia que su hermano, artista hiphopero, narra con ritmo propio trazando así una postal diferente de la inseguridad: la que soportan los pibes pobres.
Un pibe que mata a otro pibe en un barrio pobre de Comodoro Rivadavia: podría ser una historia tan relevante como media página de una noticia amarillista, tan dolorosa como las lágrimas de sus familiares y amigos, tan decisiva como la prisión para el asesino, sólo eso si en ella no apareciera Asterisco, artista rapero y hermano del chico asesinado, para construir justicia por fuera de la justicia, verdad al margen de los medios y conciencia en un barrio al que le robaron hasta el futuro.
Portación de cara
Cesare Lombroso fue un científico del siglo 19 que elaboró una teoría que explicaba el delito como resultado de tendencias innatas, de orden genético, asociadas incluso a ciertos rasgos físicos y fisionómicos como la forma del cráneo, de la mandíbula, las orejas y hasta los ojos, una especie de identikit del crimen.
Las teorías lombrosianas del siglo 21 en Argentina son más bien prácticas que científicas y tienen como blanco a los pibes jóvenes y morochos de las barriadas pobres de las ciudades; los detalles físicos podrían ser hoy reemplazados por sus vestimentas. Franco Ortega, 20 años, gorrita con visera, amiguero, nació y se crió en el barrio Jorge Newbery de Comodoro Rivadavia, donde la única presencia estatal es el brazo ejecutor del Estado lombrosiano: la policía. Vuelve Lombroso cuando Asterisco me dice: “La cara de mi hermano es la cara de todos los pibes”.
Si Newbery es uno de los barrios más marginados de Comodoro, la zona ubicada sobre el cerro está aun más aislada geográfica y socialmente. Se accede únicamente mediante unas escalinatas metálicas, por lo que los autos no circulan. No existe una escuela, un centro de salud, ni talleres ni una murga que le dé algo de alegría. La sede vecinal es un tráiler de camión, literalmente. Las casas se amontonan en pasillos bien angostos. Asterisco la ilustra como una favela, aunque la originalidad del tráiler municipal difícilmente encuentre comparaciones. “Ser del cerro” sienta así una posición social estigmatizada para el resto de Comodoro. Los pibes se quedan ahí arriba y raramente bajan al resto de Newbery, mucho menos a la ciudad.
Como otras ciudades de la Patagonia, Comodoro Rivadavia está marcada por la industria petrolera, lo que social y económicamente divide aguas entre quienes trabajan en esas empresas y quienes no. El destino se dirime según contactos y cuestiones hereditarias (acá sí entra Lombroso): “Mucha de la gente que tiene poder adquisitivo no terminó la secundaria, no estudió, entonces trabajar no tiene que ver con la clase social. Quizás en el mismo barrio tenés casas enormes, de dos pisos, una 4×4, pero el viejo que vive ahí es más mataco que vos. O al revés: deja el techo de chapa y el piso de tierra, pero gana 20 lucas. Se quedan ahí porque son de ahí”, relata Guillermina, compañera de Asterisco.
La desigualdad social convive así en un mismo barrio (pobre) y está a la vista de todos. La violencia se cuece en esa diferencia palpable. Los pibes del Cerro crecen en un barrio donde las armas, las drogas y la prostitución no son cosas de grandes y están a la vuelta de la esquina. “Me preguntaban: ¿lo quisieron asaltar a tu hermano? No, es otra cosa. Es la violencia estatal, del mercado, que tiene la cara de un pibe que mata a otro pibe. El chabón que mató a mi hermano, en ese momento, tenía el rostro del Estado, tenía el rostro del capitalismo que empuña un cuchillo y mata a un pibe pobre. No lo tomo como el asesinato de mi hermano y me cuelgo la foto; me cuelgo la foto porque mi hermano son miles, millones de pibes. Yo tengo la cara de Franco, cualquier pibe de barrio tiene la cara de mi hermano, una cara que se estigmatiza”.
La versión de los hechos
Franco era albañil, dibujante, buscavida, pibe de 20 años que su última noche estaba jodiendo con amigos en una casa cuando decidió irse, solo, temprano, porque al día siguiente, sábado, tenía que cambiar la membrana del techo de una casa. Eran las primeras horas del sábado 23 de junio.
Franco sale a la 1:40 de la casa de su amigo y va por los pasillos; encuentra a un conocido y lo saluda; sigue por un pasaje. La secuencia que viene después la reconstruye este conocido que saludó a Franco, hoy testigo principal del crimen: “Cuando él va pasando por una casa que funciona como prostíbulo pasa algo: suponemos que habrá querido pegarle a los perros, porque ahí los perros son algo con que tenés que lidiar. Entonces sale este pibe de 19 años que trabaja haciendo favores a los fiolos: 1:50 de la madrugada. El pibe se pone a discutir con mi hermano. El loco le mete tres piñas, mi hermano cae, y lo que dice el testigo es que Franco empieza a retirarse de la pelea. El otro, cuando él se está yendo, lo agarra por la espalda y lo ataca: le mete una puñalada detrás de la oreja derecha, y cuando mi hermano cae, lo da vuelta y le mete otra puñalada en el ojo derecho, le revienta el nervio ocular y parte del cráneo”. Esa sería la herida que le costó la vida un día más tarde.
Veinte minutos después llega la policía; treinta tarda la ambulancia. Siguiendo los preceptos lombrosianos, lo primero que hacen los efectivos es esposar a Franco, malherido.
El testigo reconstruye la escena para la policía: confirma que Franco había tomado un par de cervezas y eso lo había dejado indefenso; otro vecino también vio el ataque, pero se niega a ser testigo porque tiene un hijo preso y teme represalias policiales. Finalmente encuentran al agresor, de apellido Huenuman, que ya se había cambiado la ropa manchada con sangre; encuentran también el cuchillo. Hasta que su sentencia quede firme, se mantiene desde aquel mismo día en prisión preventiva y por su propia seguridad: “Si sale, lo matan”, resume Asterisco.
Luego del asesinato en plena a noche, salen de esa casa las tres mujeres que ahí se prostituían, custodiadas por la policía. Los días siguientes, los amigos de Franco queman ese rancho vacío. La bronca la desata la impunidad que resguardó al fiolo y la muerte de Franco.
Informar para estigmatizar
En agosto de este año, el diario La Nación etiquetó a Comodoro como “la capital del crimen”, justificando el mote en un informe que registró el siguiente índice: 14 homicidios cada 100 mil habitantes. La noticia recopila voces de vecinos asaltados o heridos o de familiares de víctimas, como para ilustrar las cifras. Omite, en cambio, metáforas de la vida chubutense: Mario Das Neves, gobernador 2003/2011, marchando él mismo a la cabeza por la seguridad –si él marcha, ¿quién debería garantizarla?–; o que Martín Buzzi, hoy gobernador, ganó las elecciones provinciales tras gestionar la seguridad de Comodoro hasta 2011 con más policías y cámaras de seguridad.
El otro diario que atiende a Comodoro es Crónica en su versión patagónica: “Desde siempre fomentan la identidad de una ciudad peligrosa, de jóvenes peligrosos, de determinadas características, que roban, que por eso los matan. Alimentan la xenofobia”, es la lectura de Asterisco. Da un ejemplo: mientras Franco todavía peleaba por su vida en el hospital, Crónica publicó que, según sus fuentes, él estaba adentro de un Peugeot 206, propiedad de Huenuman, el asesino. “Ni se tomaron la molestia de ir al barrio, porque si van sabrían que los autos no pueden subir al cerro”, explica Asterisco.
Post-estado
Asterisco tuvo la misma infancia que su hermano Franco, zarpada, al límite, pero los caminos del hiphop lo sacaron de esos círculos destructivos y le empezaron a dar causa a su rebeldía. Hoy es un rapero reconocido, con letras de corte social y una militancia artística que viaja por los barrios. Guillermina, su compañera, también es actriz y juntos trabajan de clowns en lo que han decidido llamar Sin Fin Teatro, un grupo artístico itinerante con sede en Pilar.
Ambos fueron responsables del armado y sostenimiento de la muestra Ningún pibe nace para chorro, organizada por lavaca y que viajó inclusive hasta ese Comodoro Rivadavia. “Uno si bien venía laburando con estas cosas, con estos discursos, ahora que te pasa de cerca, la vida te pregunta: ¿vas a seguir manteniendo ese discurso o no?. Porque en el momento en que te pasa algo así están todos especulando con el discurso de los familiares, y si uno habla desde el dolor y la bronca puede decir muchas pavadas”. Eligieron entonces el silencio mediático, la acción barrial y la presión estatal.
Corrían con desventaja: el 1° de julio empezaba la feria judicial. Desde el vamos les negaron una copia de la causa por no ser parte de la querella, lo que anuló cualquier posibilidad de empujarla. Comenzaron, entonces, un raid por fiscalías y oficinas estatales de Comodoro. Los citan primero de la Secretaría de Derechos y Garantías, donde los atiende una abogada. “Nos toma todos los datos, llena una planilla y luego nos dice: ‘Bueno, algo me contaron de lo que pasó, a ver, cuéntenme ustedes. Le dijimos que estábamos organizando un festival y le presentamos nuestra postura sobre las cosas que faltaban en el barrio. Entonces nos respondió: ‘Mirá, en cosas políticas no nos metemos’. Ahí nos levantamos y no fuimos a los gritos”, relata Asterisco, que ahora recuerda con gracia la escena. “Como dormíamos de casa en casa, andábamos con una bolsa de ropa sucia: sucia en serio. Y salimos tan apurados que me la olvidé –cuenta Guillermina–. No daba para volver después de todo lo que le habíamos gritado, así que decidimos dejarle como regalo nuestro peor olor a pata”.
Las otras entrevistas siguieron en la fiscalía y en la Procuraduría fiscal, donde les ofrecieron el “servicio de atención a la víctima”. Asterisco: “Mi familia no es víctima de nada porque mi mamá no vive en el barrio, mi hermano más chico no vive en el barrio, ni yo… Lo que pedimos, entonces, no es para nosotros: es para los pibes que viven en ese barrio. Ellos son los que están inseguros. Así que fijate lo que está pasando ahí: si vos no llorás, no saben qué hacer”.
Qué hacer
Pasaron tres semanas hasta que los pibes del barrio, motivados por Asterisco y Guillermina, maduraron la idea de transformar la pérdida de Franco en un festival artístico. De tanto ir a tocar solidariamente a otros festivales contra la impunidad, Asterisco tenía a mano un caudal de raperos y amigos que podían acompañarlo. Guillermina se encargó de los bailes y de ambientar el lugar; graffitis, poetas, payadores completaron la grilla. Los pibes se encargaron de hacer, cortar y pegar los afiches en el barrio, pero también en otros lugares de la ciudad; consiguieron la parrilla e hicieron una vaquita para la choripaneada.
Fue el domingo 29 de julio. “Para nosotros es importante que los pibes hayan escuchado a un trovador, a un poeta, a raperos con letras muy sociales… Ellos pensaban que todo aquel que lee es cheto o es careta; yo les decía que careta es el que le roba al vecino. Lamentablemente esta sociedad ha elitizado el arte, el conocimiento, y parece que a nosotros, los populares, no nos pertenece. Esos poetas eran gente del barrio que hoy en día tienen un reconocimiento social, que eran un modelo para ellos, que vinieron ese día para que vean que se puede”.
Lo que pasó, sin embargo, fue otra cosa: al día siguiente del festival tuvieron que volver a la terapia intensiva del hospital. “Los pibes estaban en la esquina, justo hablando de lo bueno que había estado el festival, cuando escuchan un ruido: dos pibes les tiran cinco tiros y salen corriendo. Uno le entró al Checho atrás de la oreja y le fue hasta el pómulo”. Asterisco relaciona el tiroteo con el “ojo por ojo” que manda en estos barrios. “Fue una respuesta a la quema del rancho”. Enseña así Asterisco cómo tomarse estas cosas: “Nosotros les planteamos que nuestra venganza no era esa. Que un par de chicos se rescaten es el único consuelo que podemos tener; generar otro tipo de espacio común: eso es lo que me puede consolar de la muerte de Franco”.
Asterisco no es buen candidato para ser reporteado por los multimedios por frases como esta: “El sistema carcelario no sirve como consuelo tampoco, el pibe que mató a mi hermano no va a tener ahí una recapacitación de sus actos. A mí me gustaría que el día de mañana este pibe se rescate y diga: ‘Me mandé una cagada y para compensarla voy a hacer algo por mi vida’. Eso para mí sería fabuloso. Yo te puedo decir que no lo perdono ni en pedo al guacho, eso es algo personal; pero eso no quiere decir que yo no pueda pensar en algo bueno para él. ¿Yo qué gano con que lo maten? Sufre su familia, como sufrió la mía”.
La solución
La solución de la “seguridad” en Comodoro sumó, entre sus últimos timonazos, el desplazamiento del subjefe de la policía por parte del gobernador Buzzi, reuniones vecinales espontáneas que reclamaban más policía, licencias para portar armas y, literalmente, permisos para matar.
Asterisco y Guillermina, en cambio, se preparan para viajar en diciembre y pasar el verano junto a los pibes; para pensar entre todos formas de ir tejiendo otros destinos. La muerte de Franco fue para ellos un cachetazo que ahora apuestan a convertir en otra cosa. Para Asterisco falta la otra parte, la voluntad estatal y la presencia de actores políticos y sociales con ganas de laburar en el barrio y junto a los pibes. ¿Se puede? En su rebeldía, Asterisco ve una veta, que para él está en el arte: “Yo estoy a favor de que sean rebeldes con causa, y para eso tienen que darle contenido, sin caer en una demagogia boluda de ‘hacé un taller de arte para expresarte y sacar las emociones’. A ese pibe si no le enseñás cómo morfar no lo ayudás en nada. El arte se tiene que laburar desde el trabajo. Yo no creo en el artista, pero sí en el trabajador del arte. Lo importante es que entiendan que cada uno puede vivir haciendo lo que le gusta”.
Asterisco transforma así esta explicación en un verbo privado para estos pibes: soñar.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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