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La creatividad al poder: Adhemar Bianchi y Ricardo Talento
Son los padres del teatro comunitario. Uno es el director del Grupo Catalinas Sur, el grupo que nació sobre el fin de la dictadura. Otro dirige el Circuito Cultural Barracas, parido en 1996, en plena sobredosis menemista.
Teatro de y para vecinos. En la práctica signifca fusionar los conceptos de comunidad, arte, identidad, celebración, autogestión y juego como una unidad teatral. Sin embargo, lo que hace más interesante aún al teatro comunitario es la generosidad fundacional con la que creció: durante los días aciagos del 2001, Adhemar Bianchi y Ricardo Talento salieron juntos por los barrios a propalar el encuentro de vecinos a través del arte. Así, hoy existen casi 50 grupos en todo el país, unidos a través de la Red de Teatro Comunitario, de la que también fueron impulsores. Con ustedes, los reyes más plebeyos de la cultura teatral.
El paradigma
Talento: En la práctica hemos ido conceptualizando sobre lo hecho y podríamos decir que el teatro comunitario recuperó la esencia del teatro: esta ceremonia del ser humano que necesita de otros para que se produzca el hecho celebrativo.
Bianchi: Treinta años atrás, cuando salíamos de la dictadura, teníamos como propósito recuperar la red social, el espacio público. Ese paradigma se fue consolidando y mutando y, básicamente, lo que se instaló con fuerza es pensar el lugar donde uno vive como un espacio creativo y no como el lugar en donde uno duerme. Eso es transformador, porque el mercado te pone todo en el shopping, lejos de los barrios. Hay una tensión: la comunidad resiste los mandatos del mercado, que pretende arrasar con todo: las costumbres, la cultura; te segmenta.
Talento: La práctica ha generado cuestiones inéditas. Una es lo intergeneracional: recién nacidos, jóvenes y viejos compartiendo el mismo espacio. No hay otros lugares donde ocurra eso. Hay diversidad de profesiones, de trabajos, de sectores sociales. Y lo interesante es que si vos ves un espectáculo no decís: “Ése es ingeniero, esa limpia casas”. No te penetran los roles sociales: se mezclan. A mí me sorprende lo que pasa con los chicos. En todos los grupos hay muchos chicos, los hijos de los vecinos, y adquieren una socialización distinta: empiezan a relacionarse con un adulto que no es su padre, su maestro o su tutor y comienzan a confiar en la comunidad. Además, cuestionan parámetros estéticos que pone el mercado, que después trasladan a un programa televisivo, a cosas de la escuela: empiezan a tener una mirada que uno ni se había propuesto sembrar.
Bianchi: Los pibes empiezan a sentirse incluidos en algo colectivo. Ahora la palabra inclusión está de moda y nadie sabe muy bien de qué está hablando. Muchos dicen: “Que los chicos tengan derecho al arte”. Es una generalidad: acá tienen derecho a crear. Otro de los paradigmas que planteamos es que crear es un aprendizaje para otras cosas, porque en una obra de teatro pensas qué queres decir, cómo hacés la producción. La construcción de eso implica un trabajo colectivo de un montón de gente: lo opuesto del mercado, al triunfo personal.
Talento: Creatividad significa cómo puede imaginarse uno de otra manera, cómo puede modificar el entorno y puede construir política. Estás desarrollando prácticas a nivel comunitario, de construcción política, partiendo de la posibilidad de imaginar de otra manera. Y ejercerla, además, porque no es que lo decís teóricamente y después te vas a tu casa solo. No: lo estás ejerciendo todo el día en la práctica, con otros.
Bianchi: Vivimos en una sociedad donde lo principal es triunfar a nivel personal. Entonces, lograr un lugar donde pueda juntarse con otros es importantísimo: la clave de la igualdad. Pero, además, se trata de un espacio de pertenencia a donde se va a crear. El vecino puede venir con su hijo o con su madre y eso ya es importante. Pero no se trata de ir a esos tallercitos que hace el Estado para ocupar el tiempo libre, sino de un lugar donde se va a producir algo creativo. No es la producción del trabajo formal, pero es producción. El hecho de que sean espacios para crear y producir en conjunto, con otros, es un cambio fundamental para el vecino y para la red social. Otra cosa interesante es el vecino que ve a otros vecinos creando y dice: “Pará, si ésta es la del 4°A”. Ensancha el mundo de lo posible. Antes existía la vida en los barrios: los clubes de fútbol tenían sus grupos filodramáticos, los partidos políticos tenían sus bandas. Ahora qué ves en una unidad básica o un comité: al puntero sentado hablando por teléfono. Como espacios de pertenencia están muertos. Los clubes de fútbol se convirtieron en empresas, a todo nivel. Quedan los centros de jubilados, que son una cuestión argentina porque no existen en otros países, y funcionan porque los viejos tienen tiempo y se juntan.
La comunicación
Talento: En los espectáculos que hacemos hay una necesidad colectiva de contar algo, de compartir algo. Luego surge todo lo demás. Hay una empatía con el espectador, que siente que no es excluido, que lo invitamos a una fiesta y no lo dejamos afuera.
Bianchi: Las obras interpretan el lugar y el momento histórico en el que están, las claves de la época.
Talento: Eso hace que sean tan efectivas, que actuemos a sala llena todos los fines de semana y que los grupos creados no se hayan desintegrado con el paso del tiempo.
Bianchi: La comunicación que hacen los grandes medios es vertical. Acá es al revés: surge de la necesidad de incluirr al receptor, que es el pueblo, la cosa se invierte. Lo comunitario es una práctica de resistencia en la cual, en instancias finales, el asunto pasa por interpretar qué está pasando.
Talento: Ojo: también se corre el riesgo de armar islas: creernos los esclarecidos. No. Tenemos las virtudes y defectos que tiene nuestra sociedad en el momento que se está viviendo. Y ésa es una fortaleza porque si no, vivís en una comunidad cerrada. Acá entran y salen vecinos. Y eso, después de un tiempo, lo pudimos ver como una fortaleza. Descubrimos que esa movilidad define a la comunidad.
Qué sería de nosotros
alento: Que las obras de casi todos los grupos tengan muy buena calidad artística rompe las estructuras, porque cuando la gente viene, dice: “Ah, mierda, esto es bueno”. Si uno hiciese las cosas así nomás sería ir en contra de los que creemos ideológicamente
Bianchi: Hay una cosa que es importante resaltar: la necesidad. Porque vos no armás un hospital si no tenés médicos, entonces tampoco podés armar un grupo de teatro comunitario si no tenés gente capaz de compartir la experiencia.
Talento: Esa famosa individualidad del actor en el colectivo no se pierde: se potencia.
Bianchi: Lo que uno hace, como director de los grupos, es crear un marco. Lo que llena ese marco es la creatividad de la gente y el rol de uno es organizar la creatividad.
Talento: ¿Te imaginás un chico que ve a su padre maquillándose, jugando, actuando, riéndose con el otro? Nunca tiene dónde ver a sus padres en una situación así: que se ponga otra ropa, arme un personaje y ese hijo arme un personaje también, se maquille y actúe con el padre. Eso no se lo sacás más de la cabeza
Bianchi: Hay una pelea con el mundo de los artistas, que se resisten. No toleran que cualquiera pueda ser actor; que no es cualquiera en realidad: es el que lo elige. Hay un montón de actores profesionales que sienten que son distintos, y resulta que ahora la tía actúa
Talento: Y a sala llena, con funciones toda la semana.
Bianchi: Hay una anécdota. Una vez Miguel Ángel Solá, que es un tipo bárbaro, vino a ver una obra y al final se acercó a felicitar a una vecina/actriz de 85 años. Y ella le dijo: “Ay, gracias, pero qué sería de nosotros los artistas sin ustedes, el público”. Y Solá se mató de risa.
¿Y si falta uno?
Talento: Cuando se habla de horizontalidad, liderazgo, producción colectiva se arma un matete en el que parece que todo vale, que todo es asamblea. Nosotros usamos el término “aportes colectivos”. Después está el equipo de dramaturgia y el director, que hace su aporte para que las obras no sean un Frankenstein, un pastiche. Lo interesante es que hay mucho aporte colectivo y no solo teórico: corporal, de propuestas. Una de las cualidades es que podemos ver el proceso de cada uno y que debemos incluir a todos. Tenés 70 personas, no podés decir: “No, esta obra es para 30 actores. Cuando se muera alguno, vení”. Todo esto crea una dinámica única: trabajar con elencos numerosos, calcular que puede haber ausencias. En esos casos, ni siquiera hablamos de reemplazos, sino de versiones sobre un mismo personaje. Y el vecino lo toma bárbaro porque sabe que si no puede venir, está otro vecino para hacer ese personaje, con su impronta.
Bianchi: Cuando ven a otro trabajar, en vez de mirarlo como competencia se plantea como apertura.
La regla rota
Bianchi: Sin falsas humildades creo que ha sido muy bueno que los más viejos en esto, que somos nosotros, hayamos demostrado que se puede romper una regla del mundo teatral: la competencia. Nosotros dirigimos juntos, separados, trabajamos en conjunto y eso ha creado una forma de trabajo donde la redes, con sus conflictos naturales, funcionan. La red ha permitido crecer no sólo hacia afuera sino hacia adentro: un grupo ayuda a otro. Antes éramos nosotros dos, pero ahora se ha multiplicado. Y hemos logrado un concepto de red que camina, con los grupos del país y también con los de Latinoamérica.
Talento: Cuando uno habla de red tiende a pensarla como un cuerpo humano, un sistema con centros. Como si fuera una telaraña con un centro, una autoridad, pero las redes pueden ser de cualquier manera. Lo que sí hay que estar atento a la emisión de señales. Nosotros ahora estamos acá, charlando. En 9 de Julio ahora están ensayando, en Parque Patricios, en La Plata también. Si vos visualizás eso, ves que todo está en movimiento: eso es la red, los lazos sin un centro. En cambio, si lo mirás desde un lugar central, cuando no hay interacción con el núcleo pareciese que no pasara nada.
Menemismo explícito
Talento: Antes de la autogestión está el tema de la independencia con la que nacieron los grupos: no hubo un proyecto del Estado. Eso da una impronta, es una piedra fundacional que se mantiene. De ahí surge la autogestión, de la más mínima –juntar plata o hacer fiestas– a haber aprendido a gestionar recursos, asociarte con otros grupos, formar a nuestra gente, aprender a armar un proyecto o cómo rendirlo. La autogestión contribuye a tu empoderamiento. Nuestra comunidad entendió que la cosa pasaba por lo cultural, la religación social. La única forma era juntarse de vuelta con los vecinos. Es interesante pensar que Catalinas nació con el fin de la dictadura, el Circuito Barracas en pleno menemismo, el peor momento del individualismo. Evidentemente era necesario porque la gente empezó a venir: en Barracas no había nada que tuviera que ver con lo cultural. La mayoría de los grupos surgen tras la crisis del 2001 y los que surgen ahora lo hacen porque hay una intencionalidad comunitaria de construcción.
Bianchi: Y parte de la autogestión es saber qué es lo que pasa. El Estado debería comprender eso para asociarse a la comunidad. Pero no terminan de entenderla y el presupuesto cultural sigue siendo todo para el Colon, cuando podría ser más equitativo. Todavía no está visualizada la necesidad de potenciar esto. El Estado recién lo está viendo. Lo comunitario tiene muchas implicancias porque, por ejemplo, al ocupar el espacio público genera seguridad. Es más seguro un circuito cultural vivo que poner policías. Cuando vamos a buscar financiamiento del Estado no vamos con la carpetita a decir: “Mirá quiero hacer un proyecto”. No, el proyecto se está haciendo y lo tenés que apoyar por esto, esto y esto, aunque ni siquiera de esa manera siempre lo apoyan. Pero los principales recursos con los que contamos son entusiasmo y ganas, que son los que hacen que después consigas otros recursos. Y se crece. Lo importante es intentar e intentar. ¿Qué necesito para empezar? Cantidad de fracasos.
Los tres rengos
Talento: Una de las dificultades troncales sigue siendo el dinero, porque estos proyectos han crecido siempre al borde de la quiebra, en el día a día. Nuestros propios equipos se van empobreciendo porque formamos gente que no podemos absorber, que podrían estar de coordinadores, de profesores. Ésa es la discusión que tenemos con el Estado: de una vez por todas apoyen en serio. Siempre te dan un poquitito y continuamente nos hacen disfrazar de otras cosas, porque sacan un subsidio, por ejemplo, para “jóvenes en situación vulnerable”. Entonces, miramos y decimos: “Sí, tenemos”. O “hay subsidio si tienen tres rengos”. Tres rengos, tenemos. Vas respondiendo de esa manera para poder subsistir. Ninguno de los grupos tiene un subsidio anual por lo que están haciendo. No tendría que ser así: generamos productos exitosos. Tenemos un gran porcentaje de recursos propios (amigos y socios, éxito de taquilla), pero estos grupos no tendrían que estar basados en el éxito de taquilla.
Bianchi: Es un peligro.
Talento: Te encorseta a hacer un espectáculo cuando tal vez el vecino quiere hacer otro. Esto no es teatro comercial. No puedo hacer cuatro funciones semanales porque estaría explotando al vecino.
Bianchi: No se puede quedar preso ni de la taquilla ni de las oenegé. Si mañana deciden cambiar de proyecto y retirar el subsidio y vos basaste todo en eso, chau. Así se fueron a la mierda el 90% de los proyectos chilenos después de la dictadura. En América Latina se está logrando influir sobre las políticas públicas a partir de los Puntos de Cultura, impulsados por Gilberto Gil, en Brasil, cuando fue ministro. Eso significa que el Estado comienza a asociarse con la comunidad para resistir al mercado. Es un ejemplo, un camino a seguir. Se debe entender que la cultura y el arte son parte de los derechos del ciudadano. No son un accesorio. El lío es que muchos, incluso buena parte de la izquierda, los consideran como una herramienta. Y no lo es: es mucho más. El arte es transformador en sí mismo.
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