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Atacar al pánico
Kris Alaniz, rapera. Desde Catamarca comenzó a viajar en busca de espacio para sus sueños. Curó sus ataques de pánico con música y haciendo lo que más quiere. Lo que dejó y lo que viene.
“El mundo es grande, no te quedes en un solo lugar”, solía decirle la madre a la pequeña Kris Alaniz, y ella respondía: “Cuando sea grande voy a ser famosa y voy a ganar mucha plata para que vos no tengas que trabajar más. Solo me vas a tener que hacer la valija para que viajemos”. El deseo de Kris se debía menos al ansia de perseguir dinero que al hecho de ver a su madre trabajando durante todo el día, todos los días, en ese pueblo ínfimo, perdido entre los cerros de Catamarca: Santa María, un infierno demasiado encantador como para soportar a una madre soltera con cinco hijas mujeres, de las cuales Kris es la penúltima.
Y así fue: con solo catorce años, armó su mochila y llegó a la ciudad de Salta, donde se instaló en un hostel. Pero lo importante empieza un año después cuando Kris, que no quería estancarse en un solo lugar, viajó a Tucumán y se hospedó en otro hostel. Allí ocurrió un hecho que no es ni épico ni trivial, pero que marcó el rumbo que tomaría la vida de Kris y que a continuación ella misma lo resume en tres actos:
“Había dos pibes chilenos haciendo freestyle en el pasillo”.
“Me acerqué”.
“Empecé a rapear”.
Desde aquel día, Kris sumergió de lleno en la cultura del hip hop, y formó diferentes bandas con las que empezaron a componer y dar shows a pesar de no tener público. “Tocábamos tres bandas y hacíamos de público nosotros mismos. La banda que no tocaba se ponía abajo y así ibamos rotando”, recuerda con una sonrisa.
La música cura
Todo parecía andar bien hasta que Kris, esa chica que se había hecho fuerte dejando su hogar para recorrer el norte argentino a pie, tuvo un ataque de pánico. “Fue una época en donde no nos dejaban hacer nada. Nos paraba la policia todo el tiempo y nos corrían de las esquinas. Era demasiado sofocante la situación y sobre todo, en una sociedad tan machista y tan religiosa como la tucumana. Entonces estallé”. Los episodios se sucedieron durante dos meses. En algunas ocasiones llegó a salir corriendo por la calle gritando desesperada, en otras estuvo cerca del suicidio, hasta que encontró un remedio efectivo: “Me curé con la música”, cuenta Kris y agrega: “Ahí tomé la decisión de irme a vivir a Córdoba. Me decían que estaba loca, porque encima de que estaba enferma me iba a ir sola a otro lugar. Fue la salvación. Desde que pisé Córdoba se me fue todo, ¿sabés por qué? Porque empecé a vivir de lo que quería. Me profecionalicé, empecé a producir a otros raperos, creé mi propia productora, llamada Nómade. Hace cuatro años que no tengo más ataques de pánico”.
En Córdoba, Kris tocó con la Funky Animal Orquesta y Armando Flores, bandas – por si queda alguna duda- de funk y reggae, respectivamente. Estudió música en el conservatorio y entró en contacto con raperos de del sur del gran Buenos Aires.
Allí empieza a darle forma a lo que hoy es mucho más que su primer disco como solista: Conexión natural, un CD de trece temas que puede pensarse, en principio, desde tres perspectivas:
Desde lo individual, Kris plasma la experiencia musical que la ayudó a mantenerse en pie en sus peores momentos
Desde lo estético , el disco busca alejarse de la monotonía rítmica del rap fusionando melodías de jazz, bossa nova y música latina.
Desde lo fáctico, Conexión natural es la consagración de un hecho saludable: hay una rapera pisando fuerte en un universo de raperos.
Canta Kris:
Soy protagonista de esta comedia
Soy la ira de la peor bestia
Soy el grito, el llanto de la pobreza
Soy la risa en la calle de la sociedad perversa.
“Tengo un compromiso muy grande con la música, porque siento que el rap me devolvió la vida, y dejé muchas cosas por eso: dejé dos facultades, dejé a mi familia, a mis amigos y sigo dejando cosas, entonces no tienen nada para decirme”. Me explica, también, por qué no le fue difícil asentarse y hacerse respetar en un universo donde la masculinidad y la egolatría (quién-la-tiene-más-larga) van de la mano. “Siempre luché contra la sociedad machista. Mi vieja era madre soltera y se hablaba mucho en el pueblo. Mi vieja me enseñó algo que lo entendí desde muy pendeja: una mujer fuerte vale más que diez mil hombres.También hay algo concreto: yo estudié música en el conservatorio, soy percusionista y toco la guitarra desde los once años. Entonces los chicos me tienen como referencia musical. A veces vienen raperos que tienen un ego enorme y me preguntan si está bien una melodía, si falta un tiempo, o cosas así. Por otro lado, yo insito a las mujeres a que se sumen a la cultura del hip hop. Hoy en día somos muy pocas y es importante que seamos cada vez más”.
Periférica
Kris hace tres meses que vive en Buenos Aires. Se hospeda en un hostel de la calle Montevideo y trabaja allí durante toda la noche, aunque a veces la reemplaza una compañera colombiana. Esas noches Kris tiene otros planes: viaja al conurbano a recorrer escenarios de ese circuito que algunos llaman undergrownd, pero que para ella no es más que la escencia misma del Hip Hop. Por aquellos pagos cada vez suena más fuerte el nombre de esta chica que ya recorrió Catamarca, Salta, Tucumán y Córdoba y de la cual ya no queda más que decir: anotenló, googleenló y pongan play.Que suene Kris Alaniz.
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