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Amor Líquido

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Por Zygmunt Barman
(Fragmento del capítulo 2 “Fuera y dentro de la caja de herramientas de la socialidad”).

La supuesta llave de la felicidad de todos, y el explícito propósito de los políticos, es el crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI). Y el PBI es medido en función de la suma total de dinero gastado por la población.

Jonatan Rowe y Judith Silverstein escriben:

«Despojado del exitismo y la euforia, el crecimiento implica simplemente `gastar más dinero´. Y a dónde vaya a parar ese dinero y por qué no tiene la menor importancia».

De hecho, la mayor parte del dinero que se gasta, y una parte aún mayor del crecimiento de ese gasto, termina financiando la lucha contra los equivalentes de la sociedad de consumo de las `dolencias iatrogénicas¨, problemas causados por la exacerbación y luego aplacamiento de carencias y caprichos del pasado. La industria de alimentos de los Estados Unidos gasta alrededor de 21.000 millones de dólares anuales en sembrar y cultivar el deseo de productos más sofisticados, exóticos y supuestamente más sabrosos, mientras que la industria de las dietas y la pérdida de peso gana 32.000 millones de dólares al año, y la inversión en tratamientos médicos, en gran medida necesarios para luchar contra el flagelo de la obesidad, se duplicará a lo largo de la próxima década. Los habitantes de la ciudad de Los Ángeles gastan en promedio unos 800 millones al año en combustible, a la vez que los hospitales registran un ´récord de admisión de pacientes con problemas de asma, bronquitis y otros males respiratorios causados por la contaminación del aire, lo que hace que su ya astronómica facturación rompa nuevas marcas. Mientras consumir (y gastar) más que ayer pero (así se espera) menos que mañana siga siendo el camino soberano hacia la solución de todos los problemas sociales, y mientras el cielo sea el único límite para el poder magnético de las sucesivas atracciones consumistas, los cobradores de deudas impagas, las compañías de seguros y los inadaptados carcelarios seguirán siendo los mayores contribuyentes al crecimiento del PBI. Es imposible medir con exactitud el enorme y creciente papel que juega en el crecimiento del PBI el estrés emanado de las preocupaciones que consumen nuestras vidas de modernos consumidores líquidos.

El método más aceptado para calcular el «producto bruto» y su crecimiento, y en particular el guarismo fetiche que la política actual extrae de él, descansa sobre la presunción no verificada y rara vez explicada abiertamente, a pesar de las repetidas impugnaciones de la que es objeto. Según dicha presunción, la suma total de la felicidad humana aumenta a medida que mayor cantidad de dinero cambia de manos. En una sociedad de mercado, el dinero cambia de manos en múltiples ocasiones. Por mencionar apenas algunos de los patéticos ejemplos señalados por Jonathan Rowe, el dinero cambia de manos cuando alguien queda inválido como consecuencia de un accidente y el automóvil en cuestión es un amasijo de hierros retorcidos que no puede ser reparado, cuando los abogados presentan sus cargos al ocuparse de un caso de divorcio o cuando la población instala filtros de agua o decide directamente comprar agua embotellada porque la que sale del grifo se ha vuelto intomable. Y en todos esos casos y tanto otros similares, el «producto bruto» crece y los políticos al mando, los economistas de turno y sus grupos de expertos se regocijan.

El modelo del PBI que domina (de hecho, que monopoliza) la manera como los miembros de una sociedad líquida moderna consumista e individualizada piensan el bienestar o el «bien social» (en las raras ocasiones en que sus propias preocupaciones acerca de cómo tener una vida exitosa y feliz les dejan tiempo para tales consideraciones) es notable no tanto por sus clasificaciones erróneas o tergiversadas, sino por lo que directamente deja fuera de ellas, por todo aquello que elimina de plano de sus consideraciones y sus cálculos, restando de esa manera y en la práctica toda relevancia real al tema de la riqueza nacional y el bienestar individual y colectivo.

Así como los Estados modernos omniordenadores y omniclasificadores no podían tolerar a los «hombres sin amo» y así como los imperios modernos en expansión y ávidos de territorios no podían tolerar la tierra «sin dueño», los mercados modernos no toleran de buen grado las «economías de no-mercado»: un tipo de vida que se reproduce a sí misma sin dinero que cambie de mano.

Para los teóricos de la economía de mercado, ese tipo de vida no cuenta y, por lo tanto, no existe. Para los practicantes de la sociedad de mercado, constituye una afrenta y un desafío: un espacio aún no conquistado, una flagrante invitación a la invasión y la conquista, una tarea inconclusa que reclama acciones inmediatas.

Para demostrar la naturaleza provisoria de todo modus coexistendi posible entre las economías de mercado y las de no-mercado, los teóricos aplican a estas formas o fragmentos de vida autorreproductivas nombres que sugieren su anormalidad e inminente desaparición. La gente que se las arregla para producir lo que necesita para sostener su estilo de vida y, por lo tanto, no necesita realizar visitas periódicas a los comercios son entonces personas que «viven al día», cuya existencia cobra sentido por lo que les falta o necesitan: una existencia primitiva y miserable que precede al «despegue económico» con el que se inicia la vida normal, que obviamente no necesita calificativo alguno. Toda instancia en la que un bien cambia de manos sin intercambio de dinero queda relegada a la nebulosa de las «economías informales», una vez más la parte connotada de una oposición cuya contraparte normal ( a saber, los intercambios mediados por el dinero) no necesita dominación.

Los practicantes de la economía de mercado hacen todo lo posible por triunfar en esos lugares donde han fracasado los expertos en marketing. La expansión es tanto horizontal como vertical, extensiva e intensiva: no sólo hay que conquistar esas tierras que se aferran a su estilo de vida «de la mano a la boca», sino también la parte informal de la economía de pueblos ya convertidos al credo de compra/consumo. Las formas de vida no monetarias deben ser destruidas para que quienes confiaban en ella enfrenten la decisión de comprar o morirse de hambre. (aunque nadie les garantiza que una vez convertidos al consumismo no les ocurra de todos modos).

Se demostrará que los aspectos de la vida todavía no comercializados entrañan peligros que sólo pueden ser conjurados gracias a la compra de herramientas o a la contratación de servicios, o se los denunciará en tanto inferiores, repulsivos y, en definitiva, degradantes. Y como tales, son denunciados.

La ausencia más ostensible en los cálculos económicos de los teóricos y que a la vez encabeza la lista de blancos de guerra comercial de los practicantes del mercado, es el enorme sector de lo que A Halsey denominó «economía moral», el intercambio familiar de bienes y servicios, ayuda vecinal y cooperación entre amigos: todas aquellas razones, impulsos y acciones con los que están entretejidos los lazos humanos y los compromisos duraderos.

El único personaje digno de la atención de los teóricos, por ser quien mantiene aceitadas las ruedas del crecimiento económico, es el homo economicus, ese actor solitario, autorreferente y sólo preocupado por sí mismo que busca el trato más ventajoso y se guía por sus «elecciones racionales», atento a no ser presa de ninguna emoción que conspire con sus ganancias monetarias y en cuyo mundo vital pululan otros personajes que lo único que comparten son estas virtudes. El único personaje que los practicantes del mercado son capaces de reconocer y aceptar es el homo consumens, ese comprador solitario, autorreferente y sólo preocupado por sí mismo que ha hecho de la búsqueda del mejor precio una cura para la soledad y reniega de cualquier otro tratamiento, un personaje que sólo reconoce como comunidad necesaria de pertenencia a ese enjambre de compradores que atestan los centros comerciales, un personaje en cuyo mundo vital pululan otros personajes que no comparten más que esas virtudes.

(…)

El homo economicus y el homo consumens son hombres y mujeres sin ataduras sociales. Son los miembros ideales de la economía de mercado y hacen las delicias de los guardianes del PBI.

También son ficciones.

A medida que las barreras artificiales contra el libre mercado son quebradas y las naturales son erradicadas o destruidas, la expansión horizontal/extensiva de la economía de mercado parece estar a punto de completarse. Pero la expansión vertical/intensiva lejos está de haber terminado y uno se pregunta si tal cosa es posible o siquiera concebible.

Si las tensiones generadas por la economía de mercado no alcanzan niveles explosivos es sólo gracias a la válvula de seguridad de la «economía moral». Si los sobrantes humanos producidos por la economía de mercado no se vuelven inmanejables es sólo gracias al colchón de esa «economía moral». De no ser por la intervención correctiva, mitigadora, moderadora y compensatoria de la economía moral, la economía de mercado dejaría al descubierto su instinto autodestructivo. El milagro diario de salvación/ resurrección de la economía de mercado es fruto de su fracaso en seguir ese instinto hasta sus últimas consecuencias.

Si el homo economicus y el homo consumens son los únicos admitidos en el mundo regido por la economía de mercado, un número considerable de seres humanos queda excluido de la lista de candidatos que reúnen los requisitos necesarios para acceder a un permiso de residencia permanente, y poco o ninguno tienen derecho a gozar del estatus de residentes legítimos en todo momento y en toda ocasión. Pocos o ninguno logran escapar de esa zona gris que el mercado desdeña y que gustosamente desterraría o extirparía de raíz del mundo que gobierna.

Aquellos que desde el punto de vista de la conquista de los mercados -conquista ya alcanzada o aún en curso- es una «zona gris», para sus habitantes conquistados, conquistados a medias o a punto de serlo es una comunidad, un vecindario, un círculo de amigos, compañeros de vida o de por vida: un mundo donde la solidaridad, la comprensión, el intercambio, la ayuda mutua y la compasión (todas nociones ajenas al pensamiento económico y aborrecibles para la economía práctica) dejan en suspenso o dan la espalda a las elecciones basadas en la racionalidad y la búsqueda del propio interés individual. Un mundo cuyos habitantes no son competidores ni objetos de uso y consumo, sino compañeros (que ayudan, que reciben ayuda) en el constante e interminable esfuerzo conjunto de construir una vida en común y de hacer que esa vida en común sea más fácil.

La necesidad de la solidaridad parece resistir y sobrevivir a los embates del mercado y no precisamente porque el mercado ceje en sus intentos. Siempre que hay necesidad, existe una oportunidad de lucro y los expertos en marketing aguzan su ingenio al punto de sugerir que la solidaridad, una sonrisa amigable, la unión o la ayuda en caso de necesidad, pueden ser compradas en un mostrador. Siempre tienen éxito y siempre fracasan. Los sucedáneos comprados son incapaces de reemplazar los lazos humanos. En su versión comercial, los lazos se transforman en bienes, es decir que son transferidos a otra esfera, regida por el mercado y dejan de ser lazos capaces de satisfacer esa unión que sólo concibe y mantiene viva con más unión. La cacería de los mercados en pos del capital escondido o inexplotado de la socialidad humana no puede tener éxito.

(…)

el blanco principal del ataque de los mercados son los humanos en cuanto productores. Una vez conquistada y colonizada toda la tierra, sólo los consumidores obtendrán su permiso de residencia. El difuso albergue donde se alojaban las condiciones de vida compartida será clausurado y desmantelado. Los modelos de vida, así como los tipos de vínculos que los sostienen, sólo están disponibles bajo la forma de bienes. (…) Es justamente porque la economía moral tiene tan poca necesidad de los mercados que las fuerzas del mercado se han alzado en armas contra ella.

En esa guerra se ha desplegado una doble estrategia.

Primero, todos los aspectos posibles de economía moral independiente de los mercados es cosificada hasta cobrar el aspecto de objeto de consumo.

Segundo, todo elemento de la economía moral que resista dicha cosificación es considerado irrelevante para la prosperidad de la sociedad de consumo. Se lo despoja de todo valor, en una sociedad entrenada para medirlo todo en término pecuniarios e identificar el valor con el precio que figura en las etiquetas de bienes y servicios vendibles y comprables. Por último, se lo corre de la atención pública (y se espera que también de la individual) borrándolo de las cuentas públicas indicadoras del bienestar humano.

El resultado de esta guerra actual no está ni remotamente definido, aunque hasta el momento la ofensiva proviene de uno solo de los bandos, mientras que el otro se encuentra en permanente retirada. (…) Perder terreno es un suceso ominoso y potencialmente desastroso en el desarrollo de una guerra, pero el factor que en definitiva decide el resultado de las hostilidades es siempre la habilidad de las tropas para luchar. El terreno es más fácil de recobrar que el ánimo cuando se ha perdido, y que la confianza en los objetivos y probabilidades de la resistencia cuando ha flaqueado. Es esto precisamente lo que augura un destino más oscuro para la economía moral.

El éxito principal y más trascendente de la ofensiva del mercado hasta el momento ha sido la gradual (pero de ninguna manera completa o irremontable) aunque sistemática erosión de las habilidades de socialidad. En términos de relaciones interpersonales, los actores carentes de entrenamiento funciona cada vez más seguido en «modalidad de agencia», actuando de forma heterónoma, siguiendo instrucciones explícitas o subliminales, y guiados principalmente por el deseo de cumplir órdenes al pie de la letra y por el miedo a apartarse de los modelos en boga. El magnetismo seductor del comportamiento heterónomo redunda sobre todo en un abandono de las responsabilidades: una receta autorizada que viene en un mismo paquete junto con un acta que nos libera de la necesidad de tener que responder por los resultados adversos de su aplicación.

El retroceso de las habilidades de socialidad se ve fogoneado y acelerado por la tendencia, inspirada por el modelo de vida consumista dominante, a tratar a los otros seres humanos como objetos de consumo, según la cantidad de placer que puedan llegar a ofrecer y en términos de «costo-beneficio». A lo sumo, los otros son valuados en tanto compañeros-en-la-esencialmente-solitaria-tarea de consumir, compañeros de alegrías consumistas, cuya presencia y activa participación pueden intensificar dichos placeres. Perdido por el camino ha ido quedando el valor intrínseco de los otros en cuanto seres humanos únicos e irrepetibles, así como la preocupación por el cuidado de la propia y ajena especificidad y originalidad. La solidaridad humana es la primera baja de la que puede vanagloriarse el mercado de consumo.

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Más allá de tu vereda: un documental sobre personas en situación de calle en CABA

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Más allá de tu vereda.

Así, a secas, es el nombre del documental que acaba de estrenarse. 

No es un documental más. Así se llama el programa de radio de y para personas que viven o vivieron en la calle, que se realiza semanalmente en la organización Sopa de Letras. Esta cobija y aborda la problemática así como la salud mental, desde hace más de 10 años en el barrio porteño de Parque Patricios.

El documental explicita la importancia de la radio, el valor de la comunicación, la potencia de lo colectivo, la necesidad de comunicarse, y que alguien escuche del otro lado, o mejor aún: al lado. Y también refleja la historia de Víctor Rodríguez Lizama, su director, que tiene 64 años y vivió varios en situación de calle.

El Cuervo, como le dicen a Víctor por su fanatismo por San Lorenzo, visibiliza en primera persona junto a otrxs protagonistas lo que se ve a diario, pero no tanto. Lo que se sabe, pero no tanto. 

En Más allá de tu vereda, Víctor entrevista a muchos de los integrantes del programa que se emite en Radio Parque Vida (105.9) desde hace más de tres años.

Marcela dice que antes sólo escuchaba. Y que ahora se animó a decir.

Luciana dice que perdió un poco la timidez. Y que, quizá, eso la ayudó a crear la sección “la música que nos hizo”. 

Cata dice que encontró un espacio para hacer arte. Para animarse a leer sus poesías.

Alicia dice que antes hablaba “poquito”. Y que ahora “habla un poquito más”. 

Lautaro habla cuando llora, emocionado. Dice que no tenía experiencia. Y que ahora se sorprende de sí mismo.

Juan Bautista dice que es el encargado de informar las noticias. Y que ahora sí, alguien escucha su punto de vista.

Cristian dice que está más atento a su alrededor. Tanto, que ahora se anima a opinar.

Víctor dice que hasta no hace mucho, había personas que no agarraban el micrófono. Y que ahora no lo quieren soltar.

Termina el documental, con una última imagen; pantalla en blanco y una sola línea en letras negras.

«A todos los que estuvieron en situación de calle y ya no están».

Hay aplausos, hay felicidad, hay valoración. 

Hay orgullo.

Luego, se abre el micrófono para que quien quiera diga lo que quiera. 

Jorgelina: “Hagamos más radios”.

Adrián: “Podría estar en cualquier otro lado, haciendo cualquier otra cosa en este momento y gracias a ustedes estoy acá, me ayudaron un montón desde lo emocional”.

Cierra Víctor Rodríguez Lizama, con la remera puesta de su San Lorenzo querido y su pelo repleto de canas:

“La finalidad de este documental es mostrar cómo a través de la salud mental podemos llegar a la gente invisibilizada, que está ignorada. Ojalá que se reproduzca en otros lugares, que sirva de herramienta para salir adelante. Hoy hay mucha más gente viviendo en situación de calle. Además de haber vivido mucho tiempo, participé de los censos populares. Recientemente censamos en la comuna 1 (Retiro, San Nicolás, Puerto Madero, San Telmo, Monserrat y Constitución) y sólo acá contamos 1480 personas, por donde vos camines están. En la olla popular que hacemos en el Parque Lezama se ve algo similar al 2001. Más personas en calle y más hambre”.

Detrás del Cuervo hay un pizarrón donde se completa al nombre de su documental: 

“Más allá de tu vereda,

hay otra realidad,

atrás de tu puerta”.

Al costado, un mural con un puñado de palabras escritas en letra cursiva: 

“Hasta que no quede ni una sola persona en situación de calle, 

allí seguiremos estando”.

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La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos

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Este domingo a la madrugada murió María Teresa López, asambleísta contra la contaminación en su ciudad natal, Caleta Olivia, luego mudada a Capital Federal y parte del grupo Jubilados Insurgentes. Mary se enfermó de cáncer producto de la contaminación que ella misma denunciaba, y luego fue abandonada por el Estado en modo motosierra: el PAMI se negaba a entregarle medicamentos, pese a amparos judiciales a su favor. Una historia que genera bronca e impotencia, pero que a través del recuerdo de sus compañeras de lucha se revela como una lección de vida, en el más profundo sentido de la palabra: lo colectivo frente a lo personal, la idea de no perder el tiempo, la movilización permanente, la generosidad, la sabiduría, y qué es la muerte.

Por Franco Ciancaglini

Algunos dirán que Mary era bajita y otros que tenía el porte enorme de Nora Cortiñas.
Desde la pandemia solía esconder su sonrisa detrás de un barbijo, aunque sus motivos de alegría eran cada vez menos:

  • su salud era cada vez más delicada;
  • los medicamentos oncológicos no llegaban;
  • y la lucha que encaró desde siempre —primero en su Caleta Olivia natal contra la contaminación, luego contra el sistema de salud público y, al final, como parte del grupo Jubilados Insurgentes— cada vez implicaba poner más el cuerpo.

Fue su cuerpo lo que, este domingo 21 de julio, dijo basta.

Mary se convierte así en algo odioso: un símbolo. Un símbolo de la muerte sistemática que genera un sistema que enferma y abandona. Pero también en un símbolo de lucha por la vida, en el sentido más profundo de la palabra.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Mary junto a Nora Cortiñas.

Contaminada

María Teresa López nació en 1959 en Caleta Olivia, Santa Cruz. Falleció el domingo pasado a sus jóvenes 67 años, en un hotel de la calle La Rioja, en Once, ciudad de Buenos Aires. Sí: vivía en un hotel. Sola, producto del desarraigo que le produjo tener que trasladarse para atenderse de un cáncer de hígado.

Ese fue el diagnóstico médico: una metástasis que avanzó en el último tiempo al ritmo frenético de una motosierra.

La causa que no figura en su partida de defunción es aquella que ella misma denunció hasta el final: a Mary le negaban medicamentos oncológicos indispensables para su tratamiento.

Lo que tampoco figura en su partida es que Mary fue arrancada de su Caleta Olivia natal porque se enfermó, al igual que decenas de personas de esa localidad, producto de la contaminación del agua por actividades extractivas en la zona.

Contaminada

La vida de Mary fue la de una militante social de una estirpe rara: austera, firme, silenciosa, estudiosa, imparable.

Sus compañeros reconstruyen sus historias: que de chica le hicieron un test de inteligencia y un profesional le dijo a su madre que ella era más o menos superdotada; que seguramente podría hacer dos carreras universitarias a la vez; que terminó la secundaria antes de tiempo y luego cursó dos carreras; que se enganchó con el ambientalismo muy joven y empezó a investigar cuando las empresas petroleras negaban la contaminación de las napas de agua.

Formó parte de la Asamblea Ambiental de Caleta Olivia, desde donde luchó sin descanso contra la contaminación provocada por el fracking. Mucho antes de enfermarse, denunciaba que el agua que llegaba a las casas estaba contaminada con petróleo. Lo sabía por la evidencia científica más contundente que tiene una comunidad contaminada: que sus vecinos, familiares y amigos enfermen y mueran.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
En Plaza de Mayo, con una bandera contra la megaminería contaminente en Chubut.

Ante los medios Mary describía lo que vivía y veía alrededor: “La gente se muere o queda discapacitada”. En una entrevista para el programa Conciencia Solidaria, precisaba sobre su territorio:

  • “Caleta Olivia… tiene un problema grave: falta de agua potable, y encima está contaminada por la industria petrolera. Los muestreos de agua que hemos sacado y analizado han dado positivo: está contaminada el agua que estamos tomando.”
  • “La situación es muy grave, se está muriendo muchísima gente de esas 11 localidades, 9 están en terrible condición… además tuvimos un caso muy grande de gastroenteritis que afectó a 340 personas”.
    También contextualizó el vínculo entre agua contaminada y salud pública: “Los metales pesados son cancerígenos, mutagénicos, van mutando de una generación en otra… nacen chiquitos con problemas… o fallecen de cáncer».

Denunciaba en Caleta Olivia la presencia de hidrocarburos, arsénico y metales pesados en el agua, además de enfermedades poco frecuentes que, como decía ella, “no tienen cura” y crecen en esa región patagónica. Alertaba con claridad: “No es solamente cáncer, sino Enfermedades Raras o Poco Frecuentes. Muchos pacientes no están bien atendidos… La situación se agrava cuando se trata de estas patologías: solo se ofrecen tratamientos paliativos.”

Un mal día le tocó a ella, ya con la certeza profunda de que la contaminación ambiental fue parte del combustible de su cáncer de hígado.

En agosto de 2015, en un foro en defensa del agua organizado en Comodoro Rivadavia, otras asambleístas como Lidia Campos, de la asamblea contra el fracking de Allen (Río Negro), la conocieron personalmente luego de años de tramar resistencia contra el extractivismo: “En el Foro en Comodoro había gente de todos lados… Y estaba Mary, que ya tenía problemas, como un problema en la boca del estómago… No se sabía bien… Uno tapa esas cosas y habla de la lucha, la salud quedaba en segundo plano. Mary no era de hablar de lo personal; siempre se preocupaba más por lo colectivo».

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Lidia y Mary, durante el acampe del Malón de la Paz en Buenos Aires, hace dos años.

La describe así: “Era menuda, callada. Pasaba desapercibida. Pero cuando abría la boca, te dejaba con la boca abierta. Sabía muchísimo. Y tenía una convicción inquebrantable.”

Recuerda Lidia que, en 2019, Mary pasó de la denuncia mediática a la judicial: presentó un amparo colectivo ante la Corte Suprema contra la contaminación del agua con hidrocarburos, arsénico y metales pesados. Denunciaba así, ante el máximo tribunal argentino, el abandono del sistema cloacal, basurales a cielo abierto, y exigía la puesta en marcha de una planta de ósmosis inversa paralizada (actualidadjuridicaambiental.com). En ese expediente Mary detallaba:

  • “Frecuentes interrupciones en el suministro… agua contaminada con hidrocarburos totales y arsénico… napas freáticas contaminadas por fracking…”.
  • Solicitaba medidas cautelares urgentes: provisión gratuita de agua apta, saneamiento cloacal, cierre de basurales y puesta en funcionamiento de la planta de ósmosis inversa.

Esa presentación inédita, que firmó ella misma, reflejaba años de trabajo comunitario, denuncias y… enfermedades. Pero su denuncia fue ignorada, archivada y judicialmente ninguneada: tras seis años, la Corte se declaró “incompetente” y desestimó el recurso, sin resolver la situación de fondo.

Mary no se rindió: en 2020 fue caminando hasta Balcarce 50 para presentar a través de Mesa de Entradas de la Casa Rosada una carta firmada por una red de organizaciones en defensa del agua dirigida a Alberto Fernández, denunciando la contaminación del agua y relacionándola lúcidamente con argumentos que el ex Presidente daba como recomendaciones durante la pandemia.

Lidia Campos es la que recupera y comparte a lavaca este documento, y la que como asambleísta define su legado: “Lo que ella hizo fue histórico. Vale la pena hablarlo para las próximas generaciones… En esta época hemos perdido tanta humanidad que a nadie le importa. Pero acá hay alguien que dio su vida. Dio, literalmente, su vida.”

El último recuerdo que Lidia conserva data del 14 de julio de 2023, durante una jornada de lucha contra Mekorot, la empresa nacional de agua israelí que intentaba desembarcar en Argentina con intenciones sospechosas. Relata Lidia: “Ella estaba afuera del Anexo del Congreso con los Jubilados Insurgentes para protestar… Después fuimos a una confitería. Le pregunté si había comido al mediodía… no había comido nada. Le sugerí unos tostados o medialunas con queso. Pidió un té. Cuando llegó lo que pedimos, no lo pudo comer”. Igual, se sacaron esta hermosa foto compartiendo. Y ese mismo día, antes de despedirse, Mary le regaló una pashmina rosa a Lidia para protegerla del frío.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Carlos Ponce, Mary y Lidia Campos: una amistad atravesada por la lucha ambiental del sur del país.

Abandonada

Cuando se enfermó y vio que su asamblea se desarmaba –entre otras cosas precisamente porque muchos enfermaban- Mary se trasladó a Buenos Aires. Pretendía resistir y atenderse bien, cosa que logró durante muchos años: su lucha logró que PAMI le asignara el Hospital Italiano para su tratamiento.

Tuvo un cáncer controlado que se descontroló al ritmo del deterioro del sistema de salud: primero Macri, luego Fernández, la pandemia y finalmente Milei como garrotazo final.

Desde 2023 su situación empeoró drásticamente. Su compañera Zulema, de Jubilados Insurgentes, relata: “El PAMI decía que tenían medicamentos para esa patología, pero no eran los que había indicado su médica… entonces no los aprobaban. A veces los recursos judiciales salían favorables, pero el PAMI tampoco los entregaba. La impotencia era terrible».

Sino miren este video.

María Teresa López dice claramente: “El mecanismo es simple: es eliminarnos, gastando menos… llegar al déficit cero… matándonos.”

El video la muestra junto a sus compañeros de Jubilados Insurgentes en un reclamo frente al PAMI por sus medicamentos.

Sigue: “Es más fácil eliminarnos de manera nefasta e inhumana… Para mí ustedes son asesinos, y les importa un bledo”.

Hoy, un año y mes después, Mary tenía razón.

Zulema continúa: “Ella no podía hacer la quimio porque la droga fundamental no estaba… íbamos al PAMI con compañeros, hacíamos reclamos, pero no facilitaban nada. Cuando le autorizaban un tratamiento de ocho sesiones, solo le entregaban dos dosis. Nos confesaron que no se molestaban en dar el tratamiento completo porque muchos morían antes… Pero Mary resistía, resistía… llegó un momento en que el cuerpo no resistió más».”

Una de las últimas veces de manifestación ante el PAMI, sin Mary, el personal de seguridad preguntó por ella en la puerta: “¿Cómo está Mary?”

La respuesta era obvia: mal.

Insurgente

Pese al deterioro físico, Mary se unió a los Jubilados Insurgentes. Entendió que el sistema no solo descarta a quienes enferma, sino también a los que ya no pueden “producir”.
Zulema recuerda: “¡Tenía un carácter! Ese carácter es el que la hizo resistir cuando muchos se daban por vencidos”.

Llegó a ese espacio dos años atrás, íntimamente vinculada con su enfermedad. “Se metió en todo lo legal… recursos, fiscalías, Comodoro Py… sabía de litigio ambiental”, dice Zulema.

El 12 de junio de 2024, durante la lucha contra la Ley de Bases, estuvo firme en Plaza los Dos Congresos. “Nosotros la cuidábamos porque estaba débil, pero se escapaba, quería seguir.” Conocía a todos. “Era muy luchadora. Y hablaba con energía. Siempre nos pedía que unamos las luchas».

Lo que posiblemente sea su último legado lúcido: unir las luchas del ambientalismo con las banderas de los jubilados.

Sobre su convicción, Zulema dice: “Cualquier cosita que ella hacía la asumía con total responsabilidad… vino con cartulina, se traía el cartel… Cuando asumió Milei hizo un cartel que decía ‘Toda la clase política es responsable de la debacle del país’, lo diseñó ella misma”.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Un cartelito que le hicieron tras su muerte, Clarisa y Agus, que lo dice todo: «Se lo hicimos porque ella era doña cartelitos, y lo dejamos con ella».

Otra anécdota: “Una vez vino a una reunión, con anotador en mano, ya predispuesta. Algunos comenzaron a hablar de su vida personal, y se enojó. Se levantó, juntó sus notas y se fue. Dijo: ‘acá se pierde tiempo, no van a llegar a nada’. Pero volvió. Con dramas y todo, no quería perder el tiempo: estaba alerta. Era consciente de que la tarea era enorme, y le ponía ímpetu”.

Mary sabía que no le quedaba mucho tiempo y por eso nunca bajó la guardia.

Siguió yendo cada miércoles a las rondas frente al Congreso, siempre con barbijo, para cuidarse y cuidar. Participó del Malón de la Paz, llevó agua, militó con grupos ambientalistas, jubilados y religiosos. Organizó actos, escribió cartas, e insistía en que el 22 de marzo, Día Mundial del Agua, había que salir a las calles. Siempre. Aunque lloviera, aunque doliera.

Porque Mary enseló que la muerte no es algo que ocurre al final: es eso que va sucediendo en vida ante la indiferencia, el silencio de los tribunales, el apagón de las protestas, la descomposición del cuidado, la impunidad de los contaminadores y la complicidad del silencio.

La muerte es el abandono.

La muerte es el olvido.

Y en ese sentido, Mary sigue más viva que nunca.

odas las agrupaciones de jubilados que se juntan los miércoles a protestar en Congreso, preparan un homenaje a Mary y, a través de ella, “a todas las víctimas del sistema y de este plan siniestro de exterminio de los más vulnerables”.

Será mañana, después de la marcha, en un acto en Plaza de Mayo.

Mary: gracias.

Hasta mañana.

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Pablo Grillo: llaman a indagatoria al gendarme Guerrero a seis meses de un disparo criminal

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El 2 de septiembre el gendarme que disparó una granada de gas lacrimógeno por fuera de todos los protocolos de la fuerza deberá comparecer ante la justicia. La decisión la tomó la jueza María Servini de Cubría más de cuatro meses después del hecho. Pablo Grillo luchó por su vida, perdió masa encefálica y hoy se encuentra en plena rehabilitación. Todo lo que deberá explicar Héctor Guerrero y que implica a su principal defensora y la responsable de la violencia estatal: Patricia Bullrich.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cuatro meses y una semana pasaron desde el miércoles 12 de marzo. Ese día, durante otra violenta represión a la marcha de jubilados y jubiladas, el Gendarme Héctor Guerrero le disparó fuera de toda legalidad una granada de gas lacrimógeno al reportero gráfico Pablo Grillo, cuyo impacto casi lo mata, y por el que perdió parte de la masa encefálica, estuvo casi tres meses internado en terapia intensiva en el Hospital Ramos Mejía y por el que hoy continúa en proceso de rehabilitación. Cuatro meses y una semana pasaron hasta hoy, lunes 21 de julio, en el que la jueza María Servini citó a indagatoria al gendarme, autor material de lanzamiento, para el próximo 2 de septiembre.

Es decir: entre la ejecución y la audiencia habrán pasado 131 días, casi seis meses, casi medio año. 

El camino de la in-justicia

En un primer momento, la jueza había rechazado el expediente y el caso había pasado al Juzgado Federal N° 12, donde tramitaba otra denuncia por los mismos hechos. Como ese juzgado estaba vacante y subrogado por Ariel Lijo, quien también se declaró incompetente y declinó la competencia, el expediente regresó al Juzgado N° 1 el 28 de marzo y la jueza Servini lo tiene en sus manos desde el 10 de abril, a la vuelta de una licencia. 

La cronología detalla el tiempo que una familia debe atravesar para exigir justicia por un hecho de violencia estatal: desde el 21 de marzo en que el papá, la mamá y el hermano de Pablo se presentaron en la causa como querellantes, solicitaron se llame a Guerrero a declarar “en calidad de imputado, por tentativa de homicidio agravado por abuso funcional, abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público”. Pero no hubo respuesta. Por eso, el 6 de junio, reiteraron el pedido con estos argumentos: “Desde el inicio de la investigación, todas y cada una de las pruebas recabadas por el Juzgado corroboran lo que planteamos en nuestra querella del 21 de marzo: el cabo primero Héctor Jesús Guerrero de la Gendarmería Nacional Argentina fue el autor del disparo de la pistola lanzagases que hirió de gravedad a Pablo Grillo el 12 de marzo a las 17.18hs”. Y agregaron: “En el pedido que presentamos ante la jueza Servini ofrecemos una descripción de los hechos y un análisis pormenorizado de los elementos de prueba existentes hasta el momento”.

Y no hubo dos sin tres: el 15 de julio se le volvió a exigir al Juzgado que lo cite a Guerrero. 

Y la tercera fue la vencida: este lunes, Servini citó a prestar declaración indagatoria al cabo Guerrero como autor del disparo con cartucho de gas lacrimógeno calibre 38mm que impactó en la cabeza de Pablo Grillo. La audiencia será el 2 de septiembre a las 10. 

Guerrero es el primer efectivo formalmente imputado en la causa por el operativo policial del 12 de marzo. 

Desde la querella informaron: “El juzgado ordenó la realización de una pericia balística a cargo de la División Balística de la Policía de la Ciudad para reconstruir con el mayor nivel de precisión técnica posible el disparo que hirió de gravedad a Pablo. Si bien la jueza consideró que ya existen elementos de prueba contundentes respecto de la responsabilidad de Guerrero para esta instancia, sostuvo que la pericia es necesaria para afianzar la reconstrucción de la dinámica del hecho”.

 La pericia tendrá como objetivos precisar:

-La trayectoria y velocidad del proyectil que impactó en la cabeza de Pablo Grillo;

-La posición del arma al momento de efectuarse el disparo y el ángulo de salida del proyectil; 

-Analizar si el proyectil impactó previamente contra otra superficie, y si eso alteró su dirección o energía.

-Las ubicaciones de Grillo y de Guerrero al momento del disparo.

El juzgado también ordenó, previo a la pericia, una inspección en el lugar del hecho (la esquina de Hipólito Yrigoyen y Solís) que incluirá un relevamiento fotográfico terrestre y aéreo y la elaboración de un croquis detallado de la escena. 

Además, le prohibió a Guerrero la salida del país.

Compartimos el perfil de Pablo que realizamos en la edición 203 de MU.

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