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Amor Líquido

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Por Zygmunt Barman
(Fragmento del capítulo 2 “Fuera y dentro de la caja de herramientas de la socialidad”).

La supuesta llave de la felicidad de todos, y el explícito propósito de los políticos, es el crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI). Y el PBI es medido en función de la suma total de dinero gastado por la población.

Jonatan Rowe y Judith Silverstein escriben:

«Despojado del exitismo y la euforia, el crecimiento implica simplemente `gastar más dinero´. Y a dónde vaya a parar ese dinero y por qué no tiene la menor importancia».

De hecho, la mayor parte del dinero que se gasta, y una parte aún mayor del crecimiento de ese gasto, termina financiando la lucha contra los equivalentes de la sociedad de consumo de las `dolencias iatrogénicas¨, problemas causados por la exacerbación y luego aplacamiento de carencias y caprichos del pasado. La industria de alimentos de los Estados Unidos gasta alrededor de 21.000 millones de dólares anuales en sembrar y cultivar el deseo de productos más sofisticados, exóticos y supuestamente más sabrosos, mientras que la industria de las dietas y la pérdida de peso gana 32.000 millones de dólares al año, y la inversión en tratamientos médicos, en gran medida necesarios para luchar contra el flagelo de la obesidad, se duplicará a lo largo de la próxima década. Los habitantes de la ciudad de Los Ángeles gastan en promedio unos 800 millones al año en combustible, a la vez que los hospitales registran un ´récord de admisión de pacientes con problemas de asma, bronquitis y otros males respiratorios causados por la contaminación del aire, lo que hace que su ya astronómica facturación rompa nuevas marcas. Mientras consumir (y gastar) más que ayer pero (así se espera) menos que mañana siga siendo el camino soberano hacia la solución de todos los problemas sociales, y mientras el cielo sea el único límite para el poder magnético de las sucesivas atracciones consumistas, los cobradores de deudas impagas, las compañías de seguros y los inadaptados carcelarios seguirán siendo los mayores contribuyentes al crecimiento del PBI. Es imposible medir con exactitud el enorme y creciente papel que juega en el crecimiento del PBI el estrés emanado de las preocupaciones que consumen nuestras vidas de modernos consumidores líquidos.

El método más aceptado para calcular el «producto bruto» y su crecimiento, y en particular el guarismo fetiche que la política actual extrae de él, descansa sobre la presunción no verificada y rara vez explicada abiertamente, a pesar de las repetidas impugnaciones de la que es objeto. Según dicha presunción, la suma total de la felicidad humana aumenta a medida que mayor cantidad de dinero cambia de manos. En una sociedad de mercado, el dinero cambia de manos en múltiples ocasiones. Por mencionar apenas algunos de los patéticos ejemplos señalados por Jonathan Rowe, el dinero cambia de manos cuando alguien queda inválido como consecuencia de un accidente y el automóvil en cuestión es un amasijo de hierros retorcidos que no puede ser reparado, cuando los abogados presentan sus cargos al ocuparse de un caso de divorcio o cuando la población instala filtros de agua o decide directamente comprar agua embotellada porque la que sale del grifo se ha vuelto intomable. Y en todos esos casos y tanto otros similares, el «producto bruto» crece y los políticos al mando, los economistas de turno y sus grupos de expertos se regocijan.

El modelo del PBI que domina (de hecho, que monopoliza) la manera como los miembros de una sociedad líquida moderna consumista e individualizada piensan el bienestar o el «bien social» (en las raras ocasiones en que sus propias preocupaciones acerca de cómo tener una vida exitosa y feliz les dejan tiempo para tales consideraciones) es notable no tanto por sus clasificaciones erróneas o tergiversadas, sino por lo que directamente deja fuera de ellas, por todo aquello que elimina de plano de sus consideraciones y sus cálculos, restando de esa manera y en la práctica toda relevancia real al tema de la riqueza nacional y el bienestar individual y colectivo.

Así como los Estados modernos omniordenadores y omniclasificadores no podían tolerar a los «hombres sin amo» y así como los imperios modernos en expansión y ávidos de territorios no podían tolerar la tierra «sin dueño», los mercados modernos no toleran de buen grado las «economías de no-mercado»: un tipo de vida que se reproduce a sí misma sin dinero que cambie de mano.

Para los teóricos de la economía de mercado, ese tipo de vida no cuenta y, por lo tanto, no existe. Para los practicantes de la sociedad de mercado, constituye una afrenta y un desafío: un espacio aún no conquistado, una flagrante invitación a la invasión y la conquista, una tarea inconclusa que reclama acciones inmediatas.

Para demostrar la naturaleza provisoria de todo modus coexistendi posible entre las economías de mercado y las de no-mercado, los teóricos aplican a estas formas o fragmentos de vida autorreproductivas nombres que sugieren su anormalidad e inminente desaparición. La gente que se las arregla para producir lo que necesita para sostener su estilo de vida y, por lo tanto, no necesita realizar visitas periódicas a los comercios son entonces personas que «viven al día», cuya existencia cobra sentido por lo que les falta o necesitan: una existencia primitiva y miserable que precede al «despegue económico» con el que se inicia la vida normal, que obviamente no necesita calificativo alguno. Toda instancia en la que un bien cambia de manos sin intercambio de dinero queda relegada a la nebulosa de las «economías informales», una vez más la parte connotada de una oposición cuya contraparte normal ( a saber, los intercambios mediados por el dinero) no necesita dominación.

Los practicantes de la economía de mercado hacen todo lo posible por triunfar en esos lugares donde han fracasado los expertos en marketing. La expansión es tanto horizontal como vertical, extensiva e intensiva: no sólo hay que conquistar esas tierras que se aferran a su estilo de vida «de la mano a la boca», sino también la parte informal de la economía de pueblos ya convertidos al credo de compra/consumo. Las formas de vida no monetarias deben ser destruidas para que quienes confiaban en ella enfrenten la decisión de comprar o morirse de hambre. (aunque nadie les garantiza que una vez convertidos al consumismo no les ocurra de todos modos).

Se demostrará que los aspectos de la vida todavía no comercializados entrañan peligros que sólo pueden ser conjurados gracias a la compra de herramientas o a la contratación de servicios, o se los denunciará en tanto inferiores, repulsivos y, en definitiva, degradantes. Y como tales, son denunciados.

La ausencia más ostensible en los cálculos económicos de los teóricos y que a la vez encabeza la lista de blancos de guerra comercial de los practicantes del mercado, es el enorme sector de lo que A Halsey denominó «economía moral», el intercambio familiar de bienes y servicios, ayuda vecinal y cooperación entre amigos: todas aquellas razones, impulsos y acciones con los que están entretejidos los lazos humanos y los compromisos duraderos.

El único personaje digno de la atención de los teóricos, por ser quien mantiene aceitadas las ruedas del crecimiento económico, es el homo economicus, ese actor solitario, autorreferente y sólo preocupado por sí mismo que busca el trato más ventajoso y se guía por sus «elecciones racionales», atento a no ser presa de ninguna emoción que conspire con sus ganancias monetarias y en cuyo mundo vital pululan otros personajes que lo único que comparten son estas virtudes. El único personaje que los practicantes del mercado son capaces de reconocer y aceptar es el homo consumens, ese comprador solitario, autorreferente y sólo preocupado por sí mismo que ha hecho de la búsqueda del mejor precio una cura para la soledad y reniega de cualquier otro tratamiento, un personaje que sólo reconoce como comunidad necesaria de pertenencia a ese enjambre de compradores que atestan los centros comerciales, un personaje en cuyo mundo vital pululan otros personajes que no comparten más que esas virtudes.

(…)

El homo economicus y el homo consumens son hombres y mujeres sin ataduras sociales. Son los miembros ideales de la economía de mercado y hacen las delicias de los guardianes del PBI.

También son ficciones.

A medida que las barreras artificiales contra el libre mercado son quebradas y las naturales son erradicadas o destruidas, la expansión horizontal/extensiva de la economía de mercado parece estar a punto de completarse. Pero la expansión vertical/intensiva lejos está de haber terminado y uno se pregunta si tal cosa es posible o siquiera concebible.

Si las tensiones generadas por la economía de mercado no alcanzan niveles explosivos es sólo gracias a la válvula de seguridad de la «economía moral». Si los sobrantes humanos producidos por la economía de mercado no se vuelven inmanejables es sólo gracias al colchón de esa «economía moral». De no ser por la intervención correctiva, mitigadora, moderadora y compensatoria de la economía moral, la economía de mercado dejaría al descubierto su instinto autodestructivo. El milagro diario de salvación/ resurrección de la economía de mercado es fruto de su fracaso en seguir ese instinto hasta sus últimas consecuencias.

Si el homo economicus y el homo consumens son los únicos admitidos en el mundo regido por la economía de mercado, un número considerable de seres humanos queda excluido de la lista de candidatos que reúnen los requisitos necesarios para acceder a un permiso de residencia permanente, y poco o ninguno tienen derecho a gozar del estatus de residentes legítimos en todo momento y en toda ocasión. Pocos o ninguno logran escapar de esa zona gris que el mercado desdeña y que gustosamente desterraría o extirparía de raíz del mundo que gobierna.

Aquellos que desde el punto de vista de la conquista de los mercados -conquista ya alcanzada o aún en curso- es una «zona gris», para sus habitantes conquistados, conquistados a medias o a punto de serlo es una comunidad, un vecindario, un círculo de amigos, compañeros de vida o de por vida: un mundo donde la solidaridad, la comprensión, el intercambio, la ayuda mutua y la compasión (todas nociones ajenas al pensamiento económico y aborrecibles para la economía práctica) dejan en suspenso o dan la espalda a las elecciones basadas en la racionalidad y la búsqueda del propio interés individual. Un mundo cuyos habitantes no son competidores ni objetos de uso y consumo, sino compañeros (que ayudan, que reciben ayuda) en el constante e interminable esfuerzo conjunto de construir una vida en común y de hacer que esa vida en común sea más fácil.

La necesidad de la solidaridad parece resistir y sobrevivir a los embates del mercado y no precisamente porque el mercado ceje en sus intentos. Siempre que hay necesidad, existe una oportunidad de lucro y los expertos en marketing aguzan su ingenio al punto de sugerir que la solidaridad, una sonrisa amigable, la unión o la ayuda en caso de necesidad, pueden ser compradas en un mostrador. Siempre tienen éxito y siempre fracasan. Los sucedáneos comprados son incapaces de reemplazar los lazos humanos. En su versión comercial, los lazos se transforman en bienes, es decir que son transferidos a otra esfera, regida por el mercado y dejan de ser lazos capaces de satisfacer esa unión que sólo concibe y mantiene viva con más unión. La cacería de los mercados en pos del capital escondido o inexplotado de la socialidad humana no puede tener éxito.

(…)

el blanco principal del ataque de los mercados son los humanos en cuanto productores. Una vez conquistada y colonizada toda la tierra, sólo los consumidores obtendrán su permiso de residencia. El difuso albergue donde se alojaban las condiciones de vida compartida será clausurado y desmantelado. Los modelos de vida, así como los tipos de vínculos que los sostienen, sólo están disponibles bajo la forma de bienes. (…) Es justamente porque la economía moral tiene tan poca necesidad de los mercados que las fuerzas del mercado se han alzado en armas contra ella.

En esa guerra se ha desplegado una doble estrategia.

Primero, todos los aspectos posibles de economía moral independiente de los mercados es cosificada hasta cobrar el aspecto de objeto de consumo.

Segundo, todo elemento de la economía moral que resista dicha cosificación es considerado irrelevante para la prosperidad de la sociedad de consumo. Se lo despoja de todo valor, en una sociedad entrenada para medirlo todo en término pecuniarios e identificar el valor con el precio que figura en las etiquetas de bienes y servicios vendibles y comprables. Por último, se lo corre de la atención pública (y se espera que también de la individual) borrándolo de las cuentas públicas indicadoras del bienestar humano.

El resultado de esta guerra actual no está ni remotamente definido, aunque hasta el momento la ofensiva proviene de uno solo de los bandos, mientras que el otro se encuentra en permanente retirada. (…) Perder terreno es un suceso ominoso y potencialmente desastroso en el desarrollo de una guerra, pero el factor que en definitiva decide el resultado de las hostilidades es siempre la habilidad de las tropas para luchar. El terreno es más fácil de recobrar que el ánimo cuando se ha perdido, y que la confianza en los objetivos y probabilidades de la resistencia cuando ha flaqueado. Es esto precisamente lo que augura un destino más oscuro para la economía moral.

El éxito principal y más trascendente de la ofensiva del mercado hasta el momento ha sido la gradual (pero de ninguna manera completa o irremontable) aunque sistemática erosión de las habilidades de socialidad. En términos de relaciones interpersonales, los actores carentes de entrenamiento funciona cada vez más seguido en «modalidad de agencia», actuando de forma heterónoma, siguiendo instrucciones explícitas o subliminales, y guiados principalmente por el deseo de cumplir órdenes al pie de la letra y por el miedo a apartarse de los modelos en boga. El magnetismo seductor del comportamiento heterónomo redunda sobre todo en un abandono de las responsabilidades: una receta autorizada que viene en un mismo paquete junto con un acta que nos libera de la necesidad de tener que responder por los resultados adversos de su aplicación.

El retroceso de las habilidades de socialidad se ve fogoneado y acelerado por la tendencia, inspirada por el modelo de vida consumista dominante, a tratar a los otros seres humanos como objetos de consumo, según la cantidad de placer que puedan llegar a ofrecer y en términos de «costo-beneficio». A lo sumo, los otros son valuados en tanto compañeros-en-la-esencialmente-solitaria-tarea de consumir, compañeros de alegrías consumistas, cuya presencia y activa participación pueden intensificar dichos placeres. Perdido por el camino ha ido quedando el valor intrínseco de los otros en cuanto seres humanos únicos e irrepetibles, así como la preocupación por el cuidado de la propia y ajena especificidad y originalidad. La solidaridad humana es la primera baja de la que puede vanagloriarse el mercado de consumo.

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La Estela: tierra guaraní en escena

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Las actrices Casandra Velázquez e Ivana Zacharski crearon un unipersonal sobre una niña litoraleña que descubre aventuras al amparo del monte misionero. El calor agobiante, la siesta obligatoria, los árboles de yerba mate y las leyendas de ese territorio se cruzan con la inspiración de Clarice Lispector como punto de partida.

Por María del Carmen Varela

A la hora de la siesta el pueblo entra en una pausa obligatoria barnizada por un calor agobiante. Ni el sueño ni el sofoco detienen a la niña, que abandona su cama con sigilo y logra escapar al amparo del monte. Encuentra en la intemperie el abrigo que no es costumbre en su casa. Cada día la espera una aventura distinta, aunque no siempre hay juego y risas. Rebelde, divertida, decidida, busca compañía para sus andanzas y si no la encuentra, transita en soledad.  La salvación a cielo abierto, la naturaleza como sostén y una fascinación: “La Estela”.

La actriz y bailarina Casandra Velázquez y la actriz y directora de teatro Ivana Zacharski dieron luz a esta niña litoraleña sumergida en la vastedad de un paisaje indómito y deslumbrada por Estela, la joven esquiva con mirada de pantera. Ivana y Casandra se conocieron a sus 18 años tomando clases de actuación con Pompeyo Audivert en el Teatro Estudio El Cuervo, poco tiempo después de que cada una viniera a estudiar teatro a la Capital. Casandra nació en Rosario y creció en Venado Tuerto (Santa Fe), Ivana es de Apóstoles, Misiones, donde se desarrolla esta historia que juntas llevaron a escena. Este universo, recorrido por Ivana, de tierras guaraníes surcadas por árboles de yerba mate y leyendas de peligros a la hora de la siesta, fue la inspiración para La Estela.

Ivana tenía ganas de dirigir un unipersonal y eligió a su amiga Casandra para actuarlo. El punto de partida fue un cuento de Clarice Lispector: La relación de la cosa. Casandra: “Los primeros encuentros fueron sin texto, nos acercamos a la obra desde el cuerpo, la respiración y la carne. En los primeros ensayos bailé un montón, unas danzas extrañas, medio butohkas, transpire, canté, corrí, toqué el bajo. Ivana empezó a escribir y yo a probar y actuar todos esos textos e hipótesis, el insomnio estaba presente, la obsesión con el tiempo, los fantasmas del futuro, algo vinculado a la materialidad del agua y el devenir del río. Aparecieron unos cuentos protagonizados por distintas niñas en paisajes litoraleños. Nuestro personaje de ese momento: una mujer en medio del insomnio, se contaba esos cuentos a ella misma para poder dormir”.

La Estela: tierra guaraní en escena

Foto: Gentileza La Estela.

Después de que Ivana hiciera un taller de escritura con Santiago Loza y Andrés Gallina, la historia fue tomando fuerza. Cuenta Casandra que algo se abrió y comenzó a aparecer la trama: “La obra apareció y nos empezó a hablar. Nos metimos adentro de esos cuentos, de esos paisajes y de esas niñas y dejamos de lado todo lo demás. Apareció algo muy mágico entre nosotras, algo de eso que las obras permiten, que es crear un universo común, descubrir conexiones y relaciones nuevas. Sentía que la obra estaba apareciendo y tenía voz propia, apareció el cuerpo de la obra y una forma de narrar”. Casandra recorre el escenario y su fuerza expresiva invita a adentrarse en la historia de esta niña llena de vitalidad y asombro. La vemos en su habitación, presa del calor de la tarde, en busca de libertad y juego, invocando protección divina cuando algo se le escapa de las manos, trabajando en el puesto rutero, pateando una pelota, como se patea a la injusticia, hipnotizada al descubrir la mirada felina de “la Estela”.

El entusiasmo de la juventud, las tragedias inesperadas, las súplicas, el goce de la novedad caben en ese cuerpo palpitante de sueños. Ivana y Casandra apelaron a sus propias vivencias para hilar la narración. Casandra: “Las dos pasamos nuestras infancias y adolescencias medio punkis en distintos paisajes litoraleños, lejos de esta ciudad, sus ritmos y velocidades. Había algo de ese universo común, de elegir siendo muy chicas irnos de las ciudades donde crecimos, que empezó a operar, casi telepáticamente. El ejercicio de revisitar esos paisajes y poblarlos de ficción fue fascinante, mirar el mundo con ojos de infancia nos abrió mucho permiso y nos devolvió mucha vitalidad, nos permitió vincularnos con la violencia, el dolor y la crudeza de crecer desde un lugar de mucho delirio y mucho juego. La obra es bastante impune en ese sentido, el relato no pide permiso, ni da explicaciones, sólo sucede. Justicia poética, decimos, un conjuro de liberación”.

Al cabo de dias de ensayo, la voz de la niña litoraleña comenzó a asomar y Casandra hizo un trabajo específico con la coach vocal Mariana García Guerreiro. El actor Iván Moschner también se sumó a pulir el fluir de la voz. Escuchar radios misioneras, discos y entrevistas a Ramón Ayala y otrxs artistas misionerxs colaboró con esa tarea. La niña que sube el escalón hacia la adolescencia, la que se enfrenta al monte y sus amenazas, se abre paso en la oscuridad con la lumbre de su irreverencia. Salvar y ser salvada, desafiar la imposición de la siesta, para correr a soñar despierta.

La Estela

El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960, CABA

Sábados a las 18  hs, hasta el 27 de septiembre

@laestela.obra

@casandravelazqz

@ivanazacharski

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Litio: nace un nuevo documental

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Este viernes 29 de agosto se presentará un nuevo contenido de Cooperativa de trabajo lavaca: Litio. Un documental dirigido junto a Patricio Escobar que refleja la lucha de las comunidades originarias y el paralelismo entre la reforma (in)constitucional de Jujuy, como experimento hacia la Ley Bases votada a nivel nacional.

“Te cuento esta historia, si me prometés hacer algo. ¿Dale?”.

Así arranca el documental Litio, una historia de saqueo y resistencias, que continúa…

Un documental independiente y autogestivo de cooperativa lavaca y dirigido en conjunto con Patricio Escobar, que traza un hilo conductor entre la reforma (in)constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).

Este proyecto tiene algunas particularidades: por un lado, no se trata de una única pieza audiovisual, sino de varias. Una más larga, de 22 minutos; y otras más cortas, de menos de 6 minutos. Por otro lado, se propone un documental en construcción permanente, al que se le irán agregando nuevas piezas de una cadena extractivista que parece no tener fin. Para esto, creamos una página web (que también estrenaremos el viernes 29) en la que iremos agregando los nuevos eslabones que surjan a futuro relacionados al oro blanco. 

LITIO muestra cómo viven las comunidades de la puna jujeña en la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, y a la par, zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo. Dato insoslayable: para obtener un kilo de carbonato de litio se utilizan hasta dos millones de litros de agua. Las imágenes se entrelazan con los ostentosos congresos mineros, la represión policial a las manifestaciones por la reforma (in)constitucional y la resistencia de un pueblo que no otorga la licencia social a la explotación minera.

“¿Cuánto cuesta, cuánto vale… nuestra Pacha?”, cantan las comunidades originarias. Esa bandera hecha canción – y esa pregunta- se construye a través de distintas entrevistas a las comunidades Santuario de Tres Pozos, Lipán, El Moreno, Tres Morros, Potrero de la Puna, así como a otros actores. También evidencia el silencio de las autoridades, que no quisieron hacer declaraciones públicas. “Todas las Salinas están cuadriculadas de pedimentos mineros. Allí viven las comunidades y debajo, en el subsuelo, están las minas”, cuenta Alicia Chalabe, abogada de las comunidades.

El documental plantea una premisa: la reforma (in)constitucional de Jujuy en 2023 impuesta por el entonces gobernador Gerardo Morales –a merced de la explotación del litio, ya que modificó el régimen de agua, de tierras fiscales y de la propiedad privada, y ratificó la propiedad exclusiva de la provincia sobre los recursos naturales, entre los que incluye el subsuelo y el mineral de litio– fue el experimento que sirvió de antesala a la Ley Bases aprobada en 2024. Esta profundizó no sólo la matriz extractivista mediante enormes beneficios fiscales a empresas mineras, petroleras y del agronegocio, sino también las relaciones carnales con Estados Unidos y particularmente con Elon Musk, dueño de la empresa Tesla que construye autos eléctricos, para lo cual el litio es fundamental.

LITIO termina con tres palabras, y se erige como punto de partida:

“Esta historia continuará

¿Dale?”.

Te invitamos a seguir construyendo esta historia, este viernes 29 de agosto a las 20, en MU Trinchera (Riobamba 143, CABA).

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Super Mamá: ¿Quién cuida a las que cuidan?

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¿Cómo ser una Super Mamá? La protagonista de esta historia es una flamante madre, una actriz a la que en algún momento le gustaría retomar su carrera y para ello necesita cómplices que le permitan disfrutar los diferentes roles que, como una mamushka, habitan su deseo. ¿Le será posible poner en marcha una vida más allá de la maternidad? ¿Qué necesitan las madres? ¿Qué necesita ella?

Por María del Carmen Varela

Como meterse al mar de noche es una obra teatral —con dirección y dramaturgia de Sol Bonelli— vital, testimonial, genuina. Un recital performático de la mano de la actriz Victoria Cestau y música en vivo a cargo de Florencia Albarracín. La expresividad gestual de Victoria y la ductilidad musical de Florencia las consolidan en un dúo que funciona y se complementa muy bien en escena. Con frescura, ternura, desesperación y humor, abordan los diferentes estadíos que conforman el antes y después de dar a luz y las responsabilidades en cuanto al universo de los cuidados. ¿Quién cuida a las que cuidan?

La escritura de la obra comenzó en 2021 saliendo de la pandemia y para fines de 2022 estaba lista. Sol incluyó en la última escena cuestiones inspiradas en el proyecto de ley de Cuidados que había sido presentada en el Congreso en mayo de 2022. “Recuerdo pensar, ingenua yo, que la obra marcaría algo que en un futuro cercano estaría en camino de saldarse”. Una vez terminado el texto, comenzaron a hacer lecturas con Victoria y a inicios de 2023 se sumó Florencia en la residencia del Cultural San Martín y ahí fueron armando la puesta en escena. Suspendieron ensayos por atender otras obligaciones y retomaron en 2024 en la residencia de El Sábato Espacio Cultural.

Se escuchan carcajadas durante gran parte de la obra. Los momentos descriptos en escena provocan la identificación del público y no importa si pariste o no, igual resuenan. Victoria hace preguntas y obtiene respuestas. Apunta Sol: “En las funciones, con el público pasan varias cosas: risas es lo que más escucho, pero también un silencio de atención sobre todo al principio. Y luego se sueltan y hay confesiones. ¿Qué quieren quienes cuidan? ¡Tiempo solas, apoyo, guita, comprensión, corresponsabilidad, escucha, mimos, silencio, leyes que apoyen la crianza compartida y también goce! ¡Coger! Gritaron la otra vez”.

¿Existe la Super Mamá? ¿Cómo es o, mejor dicho, cómo debería ser? El sentimiento de culpa se infiltra y gana terreno. “Quise tomar ese ejemplo de la culpa. Explicitar que la Super Mamá no existe, es explotación pura y dura. No idealicé nada. Por más que sea momento lindo, hay soledad y desconcierto incluso rodeada de médicos a la hora de parir. Hay mucho maltrato, violencia obstétrica de muchas formas, a veces la desidia”.

Durante 2018 y 2019 Sol dio talleres de escritura y puerperio y una de las consignas era hacer un Manifiesto maternal. “De esa consigna nació la idea y también de leer el proyecto de ley”. Su intención fue poner el foco en la soledad que atraviesan muchas mujeres. “Tal vez es desde la urbanidad mi mayor crítica. Se va desde lo particular para hablar de lo colectivo, pero con respecto a los compañeros, progenitores, padres, la situación es bastante parecida atravesando todas las clases sociales. Por varios motivos que tiene que ver con qué se espera de los varones padres, ellos se van a trabajar pero también van al fútbol, al hobby, con los amigos y no se responsabilizan de la misma manera”.

En una escena que desata las risas, Victoria se convierte en la Mami DT y desde el punto de vista del lenguaje futbolero, tan bien conocido por los papis, explica los tips a tener en cuenta cuando un varón se enfrenta al cuidad de un bebé. “No se trata de señalarlos como los malos sino que muestro en la escena todo ese trabajo de explicar que hacer con un bebé que es un trabajo en sí mismo. La obra habla de lo personal para llegar a lo político y social”.

Sol es madre y al inicio de la obra podemos escuchar un audio que le envió uno de sus hijos en el que aclara que le presta su pelota para que forme parte de la puesta. ¿Cómo acercarse a la responsabilidad colectiva de criar niñeces? “Nunca estamos realmente solas, es cuestión de mirar al costado y ver que hay otras en la misma, darnos esa mirada y vernos nos saca de la soledad. El público nos da devoluciones hermosas. De reflexión y de cómo esta obra ayuda a no sentirse solas, a pensar y a cuidar a esas que nos cuidan y que tan naturalizado tenemos ese esfuerzo”.

NUN Teatro Bar. Juan Ramirez de Velazco 419, CABA

Miércoles 30 de julio, 21 hs

Próximas funciones: los viernes de octubre

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