#NiUnaMás
El Estado y la violencia contra las mujeres: una tortura
La responsabilidad del Estado por la violencia contra las mujeres fue el centro de un debate convocado en la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara baja del Congreso. La despenalización del aborto, el pedido de libertad para Belén y la aplicabilidad de la noción de tortura a la violencia contra las mujeres fueron algunos de los ejes de discusión.
La responsabilidad del Estado por la violencia contra las mujeres fue el centro de un debate convocado en la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara baja del Congreso. La despenalización del aborto, el pedido de libertad para Belén y la aplicabilidad de la noción de tortura a la violencia contra las mujeres fueron algunos de los ejes de discusión. Un informe de nuestra abogada Verónica Heredia, especialista en derechos humanos.
Por las calles, paredes y redes sociales de Argentina resuena un grito en clave de hashtag: “#LibertadParaBelén”. Belén es la joven tucumana condenada a 8 años de prisión por “homicidio agravado por el vínculo” tras sufrir un aborto espontáneo en el Hospital Avellaneda, a quien la Sala III de la Cámara Penal de la provincia le rechazó esta semana el pedido de cese de la prisión preventiva. La decisión mantendrá a Belén encerrada en una celda de la Unidad Penitenciaria N°4. En ese marco, la Comisión de Derechos Humanos convocó a un debate en la Cámara baja del Congreso llamado El rol del Estado frente a la violencia contra las mujeres.
Uno de los disertantes fue el Relator contra la Tortura de la ONU, Juan Méndez, quien el 8 de marzo (en el marco por el Día Internacional de la Mujer) presentó un Informe temático sobre la aplicabilidad de la Convención la Convención contra la Tortura, Tratos crueles, Inhumanos y Degradantes específicamente en casos de violencia contra las mujeres, niñas, LGBT. Allí planteo una perspectiva que – apuntó- tuvo y tiene “resistencia”: Méndez relaciona directamente la violencia contra las mujeres y la tortura.
«La violación perpetrada por un funcionario público es tortura», afirmó el Relator de la ONU, que reconoció que hasta ahora no había una perspectiva de género en el ámbito de Naciones Unidas. A su vez, detalló que las mujeres y el colectivo LGBT sufren la disparidad en la prevención contra la violencia, en el acceso a la justicia y, finalmente, en las reparaciones. Méndez se refirió, especialmente, a las privadas de su libertad, quienes sufren directamente la violencia del Estado.
Además, exhortó a la despenalización del aborto, ya que es la tercera causa de muerte de mujeres en el mundo. “Los estereotipos y prejuicios contra las mujeres en época de paz son los que con mayor crueldad se verifican en épocas de guerra”, remarcó. Por eso, Méndez precisó en la necesidad de contar con delitos que tengan en cuenta tales prejuicios.

Juan Méndez, relator del Comité contra la Tortura de la ONU
El caso Belén
En el debate organizado por la Comisión (que preside la diputada de Libres del Sur Victoria Donda), también estuvo la abogada Soledad Deza, de la organización Católicas por el Derecho a Decidir, quien asumió ahora la defensa de Belén. El calvario de la joven comenzó el 21 de marzo de 2014, cuando llegó al Hospital Avellaneda (en Tucumán) a pedir ayuda. Según cuenta la madre de Belén, una policía salió del baño y dijo que encontró el feto, al cual identificaron de inmediato como el “hijo” de la joven, aún cuando en ningún momento se hizo un estudio de ADN que lo compruebe. Belén permaneció internada durante cinco días. Cuando se despertó en la Sala de Partos comunitaria con la Policía rodeándola, y médicos forenses que la “revisaban abajo” como dice ella misma ante el juez. Además agregó: “Un enfermero me trajo el feto en una cajita y me insultó por lo que le había hecho. Yo le decía ‘eso no es mío’ y él me decía ‘Mirá: este es tu hijo”.
Deza describió la violencia que sufrió Belén desde todos los ámbitos del Estado: la salud pública, la policía, la Fiscalía, la Defensa Pública y, finalmente, los jueces. La abogada dio un ejemplo: subrayó la violación al secreto profesional de los profesionales de la salud que, ante la pregunta de la policía, entregaron la historia clínica de la joven. A su vez, sostuvo que los jueces reprodujeron esta violación al citar a los médicos a declarar sin que hayan sido relevados por la chica de su secreto profesional. Deza también puntualizó en la falta de defensa técnica: mientras Belén siempre sostuvo que nunca supo de su embarazo, la defensora pública designada por el Estado alegó inimputabilidad por el estado puerperal.
El fiscal, finalmente, pidió su prisión y los jueces, hasta el día de hoy, deniegan su excarcelación.

Soledad Deza, defensora de Belén
El Estado produce violencia
Otra de las disertantes en la Comisión fue Fernanda Doz Costa, investigadora de Amnistía Internacional, que comentó las conclusiones del Informe Regional presentado también el 8 de marzo sobre la violencia del Estado en el ámbito de la salud reproductiva y sexual, donde analizaron 8 casos de la región que dan cuenta de cómo los estereotipos machistas -los prejuicios en el rol esperado de las mujeres- perpetran la violencia. Los cuatro elementos constitutivos de la tortura se verificaron en estos 8 casos. Doz Costa también precisó que más de la mitad de los embarazos en la región han sido no deseados, y remarcó que el 97% de las mujeres han tenido restricciones totales o parciales cuando han solicitado la práctica del aborto.
La investigadora puso como ejemplo de la violencia en el ámbito de salud la enfermedad del virus zika: la recomendación del Estado fue que las mujeres no se embaracen; algunos países fueron más directos y esta recomendación fue únicamente para las mujeres indígenas.
Además, la representante de Amnistía Internacional subrayó que algunos de los avances que ha habido en la región “no son tales”. Puso el ejemplo de Uruguay, que sancionó una ley que despenaliza el aborto, pero en el estado de Salto los profesionales de la salud presentaron una apelación por objeción de conciencia que habilitó a que el 100% se amparara en ella para no realizarlo. En ese sentido, remarcó que ninguna mujer en Salto puede realizarse un aborto autorizado por una ley nacional. Doz Costa evaluó que, en Argentina, se han negado a dar el debate sobre la despenalización del aborto con el argumento de que no había sido utilizado el artículo 85 (el que reprime con prisión a la mujer que se realiza un aborto) contra las mujeres y que ninguna iba presa. Sin embargo, los casos de Belén en Tucumán y el de Tierra del Fuego (donde una mujer fue acusada penalmente por realizarse un aborto con una curandera) dan cuenta que el Derecho Penal está plenamente activo.
“Las mujeres sufren una discriminación múltiple: estereotipos de género, la pobreza, ser indígenas, estar enfermas”, puntualizó. Por eso, sostuvo, la discriminación es estructural: la pandemia de violencia contra las mujeres es creciente y la falta de voluntad política es clara porque los mecanismos están pero no se lo ponen en práctica. “El Estado es quien produce y reproduce la violencia contra las mujeres”, afirmó. “El Estado es un aparato reproductor de violencia contra las mujeres, porque no solo la mantiene sino que la promueve”.
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La venda en los ojos: la justicia frente al abuso sexual contra niñas y niños
El 42% de las denuncias de violencia sexual corresponden a menores de 17 años en la ciudad de Buenos Aires. El ministerio de Justicia bonaerense reveló que entre 2017 y 2022, de más de 96.000 causas por abuso sexual, 6 de cada 10 tuvieron como víctimas a menores y se duplicó el número de denuncias: el 80% fueron mujeres, principalmente niñas y adolescentes de entre 12 y 17 años. ¿Cómo recibe el Poder Judicial a las infancias que se atreven a denunciar abusos? Las víctimas convertidas en “culpables” de un delito que padece a nivel mundial entre el 15 y el 20% de la niñez. La campaña conservadora y oficial: desestimar denuncias y motosierra. Lo que no quiere ver la justicia. Cómo encarar estos casos, y la enseñanza de Luna. Por Evangelina Bucari.
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Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

Daniel y Susana denunciaron que desapareció el cuerpo de su hija, Cecilia Basaldúa, que reclamaban para realizar nuevas pericias. La historia de lo ocurrido y el rol de la fiscal de Córdoba Paula Kelm “que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.
Por Claudia Acuña
El 7 de noviembre Cecilia Basaldúa hubiese cumplido 42 años y no hay festejo porque no hay Cecilia: la desaparecieron, violaron y mataron en abril del año 2020, en Capilla del Monte y en pleno aislamiento por la pandemia de Covid. Su familia, como cada año, reunió amistades y familiares de otras víctimas de femicidios territoriales –el padre de Natalia Melman, el hermano de Laura Iglesias– en el mural que la recuerda en su barrio de Belgrano. Fue ese el marco elegido por Daniel y Susana, los padres de Cecilia, para compartir lo que significa buscar justicia para este tipo de crímenes. Con la voz partida por el dolor narró cómo fue la última reunión con la nueva fiscal responsable de la investigación: es la cuarta. La primera – Paula Kelm– desvió las pruebas para atrapar a un perejil, que fue liberado en el juicio oral y así la investigación del femicidio de Cecilia volvió en punto cero; el segundo estaba a meses de jubilarse y pidió varias licencias para acortar su salida; el tercero –Nelson Lingua– no aprobó el examen para ocupar el puesto y, finalmente, desde hace pocos meses, llegó ésta –Sabrina Ardiles– quien los recibió junto a dos investigadores judiciales y los abogados de la familia. Antes se habían reunido con el ministro de Justicia de la provincia de Córdoba, Julián López, quien le expresó el apoyo para “cualquier cosa que necesiten”. Fue entonces cuando Daniel y Susana creyeron que había llegado el momento de trasladar el cuerpo de su hija hasta Capital, donde viven y, además, habían logrado conseguir que se realice una pericia clave para la causa y que siempre, en estos cinco años, les negaron. Fue la joven investigadora judicial quien soltó la noticia: el cuerpo de Cecilia no está.

Gustavo Melmann, que sigue buscando justicia por su hija Natalia, junto a Daniel Basaldúa y Susana Reyes, los padres de Cecilia.
Según pudo reconstruir la familia después del shock que les produjo la noticia, fue en 2021 –cuando todavía estaban vigentes varias restricciones originadas por la pandemia– cuando el cuerpo fue retirado de la morgue judicial, a pesar de que Daniel y Susana habían presentado un escrito solicitando lo retuvieran allí hasta que se realicen las pruebas por ellos requeridas. La fiscal Kelm no respondió a ese pedido ni notificó a la familia de lo que luego ordenó: retirar el cuerpo de la morgue y enterrarlo.
¿Dónde? La familia está ahora esperando una respuesta formal y sospechando que deberán hacer luego las pruebas necesarias para probar la identidad, pero no dudan al afirmar que con esta medida han desaparecido el cuerpo de su hija durante varios años y definitivamente las pruebas que podía aportar su análisis.
A su lado está Gustavo Melmann, en el padre de Natalia, asesinada en 4 de febrero de 2001 en Miramar, quien desde entonces está esperando que el Poder Judicial realice el análisis de ADN del principal sospechoso de su crimen: un policía local. Por el femicidio de Natalia fueron condenados a prisión perpetua otros tres efectivos policiales. Uno ya goza de prisión domiciliaria. Falta el cuarto, el del rango más alto.
Melmann cuenta que se enteró de la desaparición de Cecilia Basaldúa por su sobrina, quien había ido al secundario con ella. “Fue el primero que nos llamó”, recuerda Daniel. También rememora que no entendió por qué le ofrecía conseguir urgente a un abogado “si yo la estaba buscando viva. Hoy me doy cuenta de mi ingenuidad”.
El silencio entre quienes los rodean es un grito de impotencia.
Daniel y Susana lo sienten y responden: “Nosotros no vamos a parar. Nada nos va a detener. Ningún golpe, por más artero que sea, va a impedir que sigamos exigiendo justicia. Elegimos contar esto hoy, rodeados de la familia y los amigos, porque son ustedes quienes nos dan fuerza. Que estén hoy acá, con nosotros, es lo que nos ayuda a no parar hasta ver a los responsables presos, y esto incluye a la fiscal Kelm, que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.

Los padres y hermanos de Cecilia, junto al mural que la recuerda en el barrio de Belgrano.
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Femicidios, cifras y vidas: lo que Bullrich oculta

Por el Observatorio de violencia patriarcal Lucía Pérez
Todas las administraciones del Estado se han adjudicado falsamente la baja de femicidios y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich acaba de rendirle tributo a esta tradición. Pero las cifras del Observatorio Lucía Pérez, construidas a partir de casos judiciales, denuncias y relevamientos provinciales, demuestran una realidad diferente.
Antes de los números, una aclaración: el 2023 fue el primer año en que el Estado nacional publicó estadísticas criminales sin clasificar. Lo hizo con un archivo Excel desordenado que abarcaba una década, sin distinguir delitos ni consolidar provincias. Algunas jurisdicciones directamente no informaron datos en categorías sensibles, como violaciones. Así, la ciudadanía no puede verificar ni auditar los números oficiales.
En ese vacío, las declaraciones de Bullrich remiten a una lógica conocida: la de la inflación. Como con los precios, la diferencia entre los números oficiales y la vida real se amplía cuando se manipula o se oculta información.
Por eso, este Observatorio público y autogestionado carga 12 padrones de manera diaria. Para realizar un seguimiento estructural de la violencia machista, y también para controlar el rol del Estado.
A diferencia de los 178 registrados que mencionó la ministra, el Observatorio Lucía Pérez contabiliza 217 femicidios y travesticidios en lo que va del 2025. Estos son las cifras que pueden verse y verificarse, ya que el OLP es un padrón público:

Otro dato que se oculta es el que representan los femicidios cometidos y sufridos por integrantes de fuerzas de seguridad, que están bajo la responsabilidad de la ministra.
En 2025, el primer femicidio del año fue el de una mujer policía asesinada con su arma reglamentaria (Guadalupe Mena). Y el último, ocurrido apenas el 26, también: Daiana Raquel Da Rosa.
Si bien existen medidas para en estos casos limitar su acceso por parte de los uniformados por “representar un riesgo inminente para la víctima”, como indica la resolución 471/2020 del Ministerio de Seguridad de la Nación, los datos muestran que esto no siempre se cumple. Según el relevamiento de funcionarios denunciados por violencia de género del Observatorio Lucía Pérez, 71 de ellos pertenecen a las fuerzas de seguridad. Es decir que muy probamente porten armas.
Armas reglamentarias, vínculos jerárquicos y falta de sanción disciplinaria conforman una trama donde la violencia institucional se reproduce dentro y fuera de las comisarías. ¿Y Bullrich?
Más preguntas que emergen: ¿cómo se mide el porcentaje de crueldad? Los “narcofemicidios” de Lara, Brenda y Morena muestran una violencia cada vez más planificada y asociada a redes delictivas con complicidad del Estado.
Otra cifra invisibilizada en este crimen social que es un femicidio es la de las infancias huérfanas. En lo que va de 2025, el Observatorio registra 139 infancias huérfanas por femicidios. En todo 2024 fueron 173. Y detrás de cada una hay un Estado que sigue sin garantizar la Ley Brisa, que establece una reparación económica y acompañamiento a hijas e hijos de víctimas de femicidio.
Mientras la violencia machista sigue cobrando vidas, multiplicando huérfanos y exponiendo la precariedad institucional, el Estado tergiversa y oculta.
La pregunta es: ¿por qué?

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