Sigamos en contacto

CABA

El futuro llegó. Jóvenes, asambleas y comunidades, contra el extractivismo

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

Megagranjas porcinas, megaminería contaminante, aplicación masiva de agrotóxicos, quema de humedales. Enfermedades, pérdida de biodiversidad, inundaciones, contaminación. Democracia, participación, movilización, organización. Los temas cruciales del presente emergen por abajo y se hacen sentir a través de jóvenes que no hablan solo del cambio climático, sino del cambio de sistema. En los territorios, las asambleas siguen encarnando esa otra forma de pensar la política, el poder y la producción. Miradas sobre lo que se ve fuera de las agendas mediáticas y políticas, para contagiar la acción en tiempos de cambio. Por Sergio Ciancaglini.

El futuro llegó. Jóvenes, asambleas y comunidades, contra el extractivismo
Fotos: Pedro Ramos

Existe una cantidad de gente que hace cosas extravagantes.

Una dama participa en una de las más impresionantes movilizaciones pospandemia y, frente a la Casa Rosada, opina sobre la instalación de megagranjas porcinas, en forma descriptiva: “Todo esto es… no sé. Es una mierda”. Tiene 11 años. A su lado pasa una joven con una sonrisa soleada y un cartón pintado a mano: “Compostemos al capitalismo”. He visto cómo comunidades de muchos lugares del país se organizan en asambleas autoconvocadas, considerando que delegar su voluntad en quienes gobiernan, y esperar sentadas que las cosas se resuelvan es un buen comienzo para la psicosis. 

Vi una asamblea contra la leucemia, vi chicos a los que les faltaba la mitad del cráneo. Y censos para detectar enfermedades provocadas por el medio ambiente, organizados no por el Estado ni las universidades sino por peluquerías barriales. 

En Famatina vi estrellas latiendo –más que titilando– sobre personas que rechazaron a empresas mineras apoyadas (las empresas) por el progresismo gubernamental. Ahora en Nonogasta proponen nuevos sistemas productivos que remedien los suelos contaminados, cosa que no le escuché a laboratorio alguno. Vi cómo otra pequeña comunidad, Malvinas Argentinas, echó a Monsanto de Córdoba, o Loncopué, en Neuquén, a mineras chinas y canadienses. O Andalgalá, marchando cada sábado de la historia. En Congreso pasa un grupo sub-20 parloteando tras el barbijo, con un cartón pintado de verde: “Cambiá el sistema, no el clima”. 

Estuve en Mendoza donde toda una provincia salió a las rutas y generó una especie de magia política: los legisladores que habían votado por una ley minera, una semana después levantaron el brazo en contra de la misma ley para evitar el incendio social. Chubut sigue ardiendo por lo mismo. Recorrí unos territorios en los que la gente anda oliendo la tierra, para detectar si está viva y liberada de tóxicos y así producir cultivos y alimentos sanos. Vi una bandera en la Comarca Andina que planteaba: “El poder está en nosotros”. Unas chiquilinas llevan una pancarta que reformula una antigua utopía: “Justicia ambiental es justicia social”, porque creen –como pasa con ciertos pueblos que no son trending topic en las redes– que lo humano y la naturaleza no deben amputarse mutuamente, como me lo explicaron los mapuches. Veo una verdulería que vende productos agroecológicos, con gente que hace cola bajo la sugerente hipótesis de que comer saludable es el primer paso para estar saludable. Hablo con alguien que postula la soberanía ambiental, y me dice: “Hay que democratizar la democracia, con la participación real de la gente”. 

Tal vez la vitalidad de la idea de democracia ha sido vacunada por un sistema representativo que no siempre se entiende bien a quién representa. Hay mujeres enfermas y envenenadas, ellas y sus hijos, no por un asesino serial sino por un modelo productivo técnicamente fundado en el simple arte de matar, a través del uso masivo de biocidas; mujeres que se organizan y democratizan la democracia frente al silencio oficial, mediático y de las corporaciones. 

He visto científicos que buscan conjugar su oficio con otra profesión inhóspita: la dignidad, mientras en la marcha multitudinaria un veinteañero rodeado de aullidos de aprobación asegura que “la lucha contra la crisis climática y ecológica es una lucha por la defensa y promoción de los derechos humanos. Es una lucha por la preservación de los territorios. Es una lucha por la defensa de la soberanía nacional, de los derechos de los pueblos originarios, en defensa de los intereses de América Latina contra el colonialismo extractivista y saqueador”.

La secuencia de extrañas actitudes podría seguir al infinito y más allá y no responde a ninguna teoría, doctrina, partido ni conspiración. Se trata de personas mal catalogadas como “comunes y corrientes” (error: nadie es común ni corriente), de edades para todos los gustos o disgustos, que se mueven ante amenazas prácticas que les resultan muy obvias. El extractivismo no es solo para ellas el ejercicio de corporaciones que vampirizan riquezas, sino una cultura que sienten que les extrae pedazos de su vida, de su potencialidad, de su presente y su futuro.   

Tal vez no experimenten una “toma de conciencia” como un supuesto clímax de la racionalidad, sino algo que ellas mismas me han descripto más bien como un despertar que las conecta con la realidad. O un contagio: no todo es Covid en el mundo, y hay contagios que despabilan, que inspiran. O tal vez sea una sensibilización, un dolor o una desesperación que tantas veces son las que –más que la conciencia o los formateos teóricos– nos hacen ver de golpe las cosas como son.  

Esas personas que veo por todas partes, cometen un gesto creativo: muestran y demuestran que las cosas pueden ser, pensarse y hacerse de otro modo. No representan un consenso. Al revés: cuestionan los consensos hechos de resignación, depresión, falta de ideas y exceso de obediencia debida. No se someten a una relación de dependencia mental. No parecen ubicarse según la geometría bipolar a izquierda, menos todavía a derecha. Tampoco se sienten piezas de un mecano, sino parte de ecosistemas multidimensionales, naturales y humanos que funcionan según otras lógicas y otras pulsaciones que las agitadas por los supuestos mercados, las autopercibidas ideologías, los exmedios de comunicación y los panelistas televisivos. 

No son la mayoría, pero son quienes expresan lo nuevo. Y con tanta potencia, que los gobiernos perciben los nuevos aires e instalan ministerios y secretarías medioambientales, las empresas dicen que son sostenibles, y todos se muestran compungidos y verdosos ante la crisis climática que ellos mismos ayudan a llevar al modo catástrofe.   

Se trata de personas y comunidades que no están a favor de la causa ambiental: son la causa ambiental. No son espectadores ni comentaristas, sino que sienten que su propio protagonismo es el que puede transformar las cosas. No parecen creer que la democracia real se ejerza un domingo cada dos o cuatro años, sino que la toman como una cuestión cotidiana, como una movilización personal y a la vez colectiva, intentando que la vida funcione. 

Todo esto es tan incomprensible como la actitud de las mujeres (que no representaban el consenso) que empezaron a decir basta al sometimiento, y con el tiempo (nos) han puesto las mediocridades del mundo masculino patas arriba. O de quienes rompen las ideas de identidad y binarismo para abrirse a la diversidad. Veo gente que con su existencia plantea una grieta del pensamiento biológico: en lugar de los anacronismos del éxito del más fuerte, de creer que la vida consiste en imponerse y matar, perciben que la única garantía para que la vida funcione es la de la cooperación, la convivencia, nuevamente lo diverso. Perciben la causa de los problemas, en lugar de la moda de improvisar sobre las consecuencias. Son otros modos, más libres, de entender las relaciones humanas, la alimentación, la producción, y la posibilidad de futuro. Y de saber quiénes son los enemigos de ese potencial: no solo personas, gobiernos, mercados o mafias, sino también dinámicas de destrucción que se traducen en calentamiento global, desempleo, empobrecimiento, migraciones patéticas, guerras que son siempre derrotas, pandemias, desertificación, falta de agua, desprecio por la vida de los demás, extinción y otros hallazgos sistémicos. 

Estas personas y comunidades simbolizan nuevas energías para salir de la descomposición, o para compostarla, para reciclar el sufrimiento y la incertidumbre. Tal vez la juventud lo tenga mejor incorporado, como una genética de la defensa propia. Son el clima de un cambio, de otra clase de espíritu, de cultura, de alegría, pero sobre todo de otra clase de acciones que rompen la esterilidad del presente. 

El tictac sigue funcionando. Y muchas personas comunes y corrientes abren los ojos: no se resignan a quedase en modo espera para ver cómo termina esta historia.

Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
Seguir leyendo

CABA

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Seguir leyendo

CABA

La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

Seguir leyendo

Lo más leido

Anticopyright lavaca. Todas nuestras notas pueden ser reproducidas libremente. Agradecemos la mención de la fuente. ©2025 Agencia lavaca.org. Riobamba 143, Ciudad Autónoma de Buenos Aires - Argentina - Editor responsable: Cooperativa de Trabajo Lavaca ltda. Número de propiedad intelectual: 50682265 - [email protected] | Tel.: +54 9 11 2632-0383

Vistas el día de hoy: 37.032