Nota
El futuro llegó: las estudiantes hacen historia por el #AbortoLegalYa
Mientras dentro del Congreso se definen votos clave por la legalización del aborto, en las calles el ritmo lo llevan las más jóvenes. Lavaca salió a hablar con cinco grupos de estudiantes que llevan el pañuelo de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito como un símbolo de lucha. Por qué vinieron, cómo se preparan para una vigilia histórica, cómo es el debate en sus casas. Voces de una generación que llegó para cambiar la historia.
1. “Queremos tener derecho a decidir”
Naomi, Micaela, Ludmila, Sol y Milagros son del Instituto Glaux, en Villa del Parque. “Tenemos que estar acá hasta que se apruebe la ley. Y festejar. Y luchar. Algunas nos quedamos toda la noche. No te pueden obligar a tener hijos. El aborto es una práctica que siempre estuvo y va a seguir estando, pero hoy es clandestino, peligroso y muchas terminamos muriendo. Muchas, además, hoy no pueden acceder al aborto y están obligadas a tener hijos, a ir a lugares que las pueden matar porque no van a tener la opción de hacerlo en un ambiente seguro, que te contenga, porque van a estar con un señor que no sabés si es un profesional y que corrés el riesgo de que dé una pastilla cualquiera o te meta algo y no sabés. Queremos tener derecho a decidir. Punto. A un aborto sano, gratuito. Que no lo aprueben no va a cambiar que se siga haciendo: la diferencia, con la ley, es que tendremos menos muertes de pibas”.

Las estudiantes del Glaux. Foto: Lina Etchesuri
2. “La sociedad pide aborto legal”
Jesabel y Ariana tienen 17. Son del Colegio San José, de Aldo Bonzi, en La Matanza. “Es un colegio católico, pero podemos llevar los pañuelos. No en el cuello, pero sí en la mochila, por ejemplo. Y cada vez somos más. ¿Por qué? Porque pensamos más y nos damos cuenta de las cosas, no nos cerramos en nuestro pensamiento como los antiderechos que no pueden ver más allá. Nos podemos concientizar y tenemos más recursos para saber de dónde sacar info, tener nuestro propio pensamiento y que no te inculquen cualquier cosa en tu casa, en tu colegio, en donde fuera. ¿Sabés qué les diríamos a los que todavía están indecisos? Que piensen en las consecuencias que van a tener con lo que van a votar. Que van a influir mucho en la sociedad. Que es nuestro futuro. Que es lo que está pidiendo el pueblo: la sociedad pide aborto legal”

Jesabel y Ariana, del colegio San José de Aldo Bonzi, La Matanza.
Foto: Lina Etchesuri
3. “Luchamos juntas por la libertad”
Todas tienen 17. Cecilia y Florencia son de la Escuela 13, de Caseros, partido de Tres de Febrero. Agustina y Eliano, del Patrocinio de San José, en Belgrano, CABA.
Dicen:
- “Vinimos para acompañar a todas las chicas y apoyarlas”.
- “A luchar juntas por la libertad”.
- “Para que todas podamos tener la posibilidad de elegir”.
- “No es aborto sí o no, sino si lo queremos legal o clandestino”.
- “Luchamos por más información, por cursos, porque estar informadas también salva vidas. Por eso queremos educación sexual para decidir”.
- “Somos cada vez más jóvenes porque ya de muy chicas pensamos por nosotras mismas. Mi mamá está en contra y no me importa: yo estoy a favor”.
- “En mi casa nadie está de acuerdo. Yo también empecé con una actitud negativa, pero fui escuchando, mirando cómo es la realidad porque no hay que mirar desde uno sino desde cómo está el país. Y eso le puede pasar a todas: no hay que dejarse llevar por el pensamiento de otros, más porque muchas, al tener 17 años, son influenciables. No hay que dejarse llevar”.
- “A los indecisos les diría que tengan empatía”.
- “Que la clandestinidad existe”.
- “Que piensen en el pueblo”.
- “Que el aborto se hace igual. Y no es que estamos en contra de la vida, estamos en contra de que las chicas se mueran”.

De la escuela 13 de Caseros y del Patrocinio de San José, en Belgrano.
Foto: Lina Etchesuri
4. “Tenemos cada vez más poder”
Victoria, Morena, Sofía, Nair y María vienen de secundarias de Lanús: tienen 16, 15, 16, 15 y 17, respectivamente. Marián también tiene 16, pero estudia en Caballito. “Algunas estamos pensando quedarnos hasta que sea ley. Estamos apoyando para que salga, y después ya sabemos que vamos a seguir luchando para que se reglamente. Desde nuestros lugares lo mejor que podemos hacer es ir a las marchas. Tenemos que apoyar la causa porque no nos vamos a callar: queremos nuestro derecho para poder abortar, tener educación sexual integral y anticonceptivos gratis. Sentimos que somos una generación más actualizada que las otras, que no entienden que hay que actualizarse y que las mujeres estamos tomando cada vez más poder en el país. El futuro es nuestro. Estamos luchando por ese futuro, que es también el de las que vienen”.
¿Y los diputados? “Tienen que entender que no es una cuestión de moral, sino de salud pública. Eso es lo que entienden. Por ejemplo, con mi profesora de catequesis no se puede discutir: nos comparan con el nazismo. Es una brutalidad. Tienen que ponerse en el lugar de todos. Es algo necesario”.

Estudiantes de Lanús y Caballito.
Foto: Lina Etchesuri
5. «Salimos a rebelarnos porque es nuestro momento»
Joaquina y Karen tienen 14 años y son de Pablo Podestá. Fiorela, 16 años, de Martín Coronado. Iara, Tamara y Micaela tienen 15 y son de Colegio Rivadavia, en El Palomar. “El aborto es un proceso que existió siempre y mantenerlo ilegal sólo causa la muerte de miles de mujeres en la clandestinidad, mayormente pobres. Acá no es cuestión de moral ni de religión, sino de salud pública. Es una necesidad y ya no hay rango de edad: por eso somos cada vez más. Y, si no lo hacemos nosotras, nadie lo va a hacer. Somos el futuro, las jóvenes. Salimos a rebelarnos porque es nuestro momento”.
Todas tienen el pañuelo verde en el cuello, en la muñeca, purpurina verde en los ojos, en los cachetes, en la boca. “Es una forma de representarnos y de mostrarnos entre compañeras, que luchamos por lo mismo, y si vemos a una chica con pañuelo en la calle le sonreís sin conocerla. Nos ayuda a unirnos”.
Una de las chicas -dice- quiere contar algo personal. “Yo aborté. Pude pagarlo, pero hay mujeres que no. Tengo una conocida que estuvo al borde de la muerte y lo hizo a escondidas de sus padres. A mí me apoyaron. Fue feo, me deprimí mucho, lloré. Me sentía muy culpable pero no tenía la posibilidad de mantenerlo”.
¿Qué le dirían entonces a los diputados indecisos? “Que piensen en las demás mujeres. En las mujeres pobres. En las que ignoran. Que tengan más empatía. Que hay vidas en juego, y que una mujer en el intento de decidir por ella misma puede morir. Y que si no es en esta época, será en la que viene. Y si no, en la que viene. Pero algo es seguro: vamos a ser historia, y el aborto, en Argentina va a ser legal”.

Estudiantes de Pablo Podestá, Martín Coronado y El Palomar. Foto: Lina Etchesuri
Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
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