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Entrevista a Suely Rolnik: “La promesa de paraíso modela nuestra subjetividad”

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El mito del sistema actual consiste en una promesa imposible de paraíso, que se convierte en una enfermedad, y que explica incluso la delincuencia. Esa es una de las ideas que plantea la psicoanalista brasileña Suely Rolnik, coautora con Félix Guattari de Micropolíticas. Cartografía del deseo). En esta entrevista habla además del capitalismo “cafisho” que explota la creatividad de las personas, la creación como resistencia y ruptura con la vida zombie, y las paradojas y riesgos de los “setentistas” en el poder.

Suely es psicoanalista, crítica cultural y curadora. Es Docente Titular de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo, donde coordina el Núcleo de Estudios Transdisciplinarios de la Subjetividad, del Posgrado en Psicología Clínica. Luego de ir presa a manos de la dictadura militar en 1970, se exilió en París entre 1970 y 1979, donde además de su formación psicoanalítica se diplomó en Filosofía, Ciencias Sociales y Psicología. Data de esa época el comienzo de su relación con Deleuze y Guattari. Tradujo al portugués parte de Mil mesetas
y participó con Guattari en la clínica de La Borde y en los movimientos que agitaron la psiquiatría europea de los años ‘70. De la colaboración entre Rolnik y Guattari surgió este libro: Micropolítica. Cartografías del deseo, publicado originariamente en portugués en Brasil en 1986 y ahora en Argentina, Francia (Seuil, 2007), España y otros países. Data igualmente de dicho período su amistad con Lygia Clark, cuyo trabajo intitulado Estruturação del Self fue el tema de su tesis en Francia (1978) y de un texto de la artista publicado con su colaboración (1980) –una investigación que reanudó en 2002 en el marco de un proyecto de construcción de la memoria viva, presentada en una exposición que contó con su curaduría: Somos o molde. A você cabe o sopro. Lygia Clark, da obra ao acontecimento, Musée de Beaux-arts de Nantes, 2005, y Pinacoteca do Estado de São Paulo, 2006. El tema principal de Rolnik son las políticas de subjetivación en la actualidad, abordadas desde un punto de vista transdisciplinario que se concentra en los últimos años en el arte contemporáneo en sus interfaces con la política y la clínica. En ese sentido ha publicado varios ensayos en compilaciones como Gilles Deleuze, une vie philosophique, Eric Alliez [Edit], Les empecheurs de penser en rond, 1998 y Antinomies of Art and Culture: Modernity, Postmodernity and Contemporaneity Terry Smith, Nancy Condee y Okwui Enwesoe [Edit], Durham: Duke University Press, 2006; en catálogos de exposiciones (además de editar el libro/ catálogo de la ya mencionada exposición de Lygia Clark) y revistas de arte y cultura (un número de la española Zehar abordó su trabajo en 2003 y fue editora de un número de la canadiense Parachute en 2004, al margen de sus colaboraciones para las revistas Multitudes, Traffic, Chimères, Mouvement, Parkett, Trópico, Ramona, etc.).
Esta es la entrevista que le realizó el Colectivo Situaciones:
Colectivo Situaciones: Luego de leer el libro nos pareció importante preguntarte por la actualidad del diagnóstico del Capitalismo Mundial Integrado (CMI) como forma de subordinación de las subjetividades y las inteligencias al proceso de producción del capital. ¿Cómo funciona esto hoy, cuando la promesa del capitalismo es visiblemente inseparable de una dinámica de marginación de masas?
Suely Rolnik:
Una idea que hoy está circulando mucho, especialmente a través de los italianos que en el exilio se encontraron con Deleuze, Guattari y Foucault, dice que la característica fundamental del neoliberalismo es instrumentalizar las fuerzas de creación del cognitariado y ya no sólo las fuerzas mecánicas del proletariado. De ahí que se nombre al capitalismo actual como “capitalismo cognitivo” o “cultural-informacional”. Para responder a la pregunta que ustedes plantean, voy a hablar de cómo esto se expresa en la subjetividad y luego me interesa interrogar cómo se da este proceso específicamente en América Latina, donde tenemos que pensar y luchar concretamente.
En primer lugar, Mauricio Lazzaratto plantea muy bien en su libro Políticas del Acontecimiento (Tinta Limón Ediciones, Buenos Aires, 2006) la idea de que el capital financiero no fabrica mercancías como lo hace el capital industrial, sino que fabrica mundos. ¿Qué mundos son esos? Mundos de signos a través de la publicidad y la cultura de masas. Hoy se sabe que más de la mitad de los beneficios de las trasnacionales se dedican a la publicidad, actividad que es anterior a la fabricación de productos y mercancías. En las campañas publicitarias se crean imágenes de mundos con las que el consumidor se va a identificar y luego va a desear: sólo entonces esas mercancías van a ser producidas.
Si analizamos el capital como fábrica de mundos, es fundamental cómo estas imágenes son invariablemente portadoras del mensaje de que existirían paraísos, que ahora ellos están en este mundo y no en un más allá y, sobre todo, que algunos tendrían el privilegio de habitarlos. Y más aún, se transmite la idea de que podemos ser uno de estos VIP’s, basta para ello con que invirtamos toda nuestra energía vital –de deseo, de afecto, de conocimiento, de intelecto, de erotismo, de imaginación, de acción, etc.– para actualizar en nuestras existencias estos mundos virtuales de signos, a través del consumo de objetos y servicios que los mismos nos proponen. Un nuevo arrebato para la idea de paraíso de las religiones judío-cristianas, la cual presupone un rechazo a la vulnerabilidad al otro y de las turbulencias que ésta trae y, más aún, un menosprecio por la fragilidad que ahí necesariamente acontece. En otras palabras, la idea occidental de paraíso prometido corresponde a un rechazo de la vida en su naturaleza inmanente de impulso de creación continua. En su versión terrestre, el capital sustituyó a Dios en la función de garante de la promesa, y la virtud que nos hace merecerlo pasó a ser el consumo: éste constituye el mito fundamental del capitalismo avanzado. Ante esto, es de mínima equivocado considerar que carecemos de mitos en la contemporaneidad: es precisamente a través de nuestra creencia en el mito religioso del neoliberalismo, que los mundos-imagen que este régimen produce, se vuelven realidad concreta en nuestras propias existencias.
En la ciudad que vivimos, con el desarrollo de las tecnologías de la comunicación a distancia y la urbanización, cada uno de nosotros es atravesado por una infinidad de fuerzas muy variables: esto hace entrar en crisis a la subjetividad mucho más frecuentemente porque las referencias se vuelven precarias y volátiles. Uno se ve así fragilizado. Y esa fragilidad por sí misma no tiene nada de malo; por el contrario: es el corazón mismo de la creación de realidad subjetiva y objetiva. Es cuando te sentís frágil y cuando tus referencias no hacen sentido alguno que te ves forzado a crear. Como dice Deleuze: uno no crea porque es lindo o porque quiere ser famoso, sino porque está forzado, porque no tiene otra solución que hacerlo. Se trata de crear sentido para lo que ya está en tu cuerpo y que no coincide con las referencias existentes, de recrear tus relaciones con el entorno, tu modo de ser.
Esta fragilidad, que es tan importante política y éticamente, es la verdadera salud: hacerse cargo de esta fragilidad en vez de huir de ella. Sin embargo, esta fragilidad es muy mal vista por una tradición muy antigua –el régimen identitario– que organiza la subjetividad a partir de una imagen estable de sí misma, como si fuese una unidad cerrada. Entonces, esa fragilidad es vivida como una especie de colapso de uno mismo. Toda la subjetividad moderna, comenzando en el cartesianismo, se construyó en base a recusar esta fragilidad. En la estructura psíquica que heredamos de varias generaciones, la fragilidad no tiene lugar, lo que tu cuerpo vibrátil –como yo le llamo(1)– capta del entorno queda recortado, porque tenés que estar siempre muy bien, estable, funcionando.
Al mismo tiempo que la subjetividad vive muy frecuentemente esa fragilidad, aparece la promesa religiosa del capital. Hoy mucha gente dice “¡ay!, el problema es que no tenemos mitos, que nos faltan mitos”. Y ¡este es el mito del capital y es un mito poderosísimo y totalmente religioso! Es el mito que promete el paraíso en la tierra. Entonces, si yo estoy totalmente fragilizada, si nada de lo que hago funciona, si mis relaciones amorosas son una mierda porque tengo referencias que no funcionan para nada, entonces todo el tiempo sufro un asedio, que no es sexual pero es de imagen. Y soy muy vulnerable a esa promesa, a ese mensaje: si falla esa promesa me siento totalmente fracasada, incapaz, impotente, loca. Estos mundos que el capital nos ofrece a través de la publicidad prometen una solución inmediata que consiste en re-mapearme para salir del agujero. Pero para hacerlo –y ahí entra la otra punta de la producción capitalista–, voy a tener que consumir en mi cotidiano todos los servicios y mercancías posibles, voy a comprar ropas para mi cuerpo y diseños para mi casa. Voy a hacer quinientas cosas para estar maravillosa como mujer y, con eso, con mi propia fuerza subjetiva del deseo y con mi acción, yo reconstruyo mi vida de modo que todos los servicios y mercancías sean consumidos. Y ahí se completa el ciclo, porque las fuerzas son producidas y consumidas en el mercado.
Entonces tenemos, por un lado, las fuerzas de creatividad en la publicidad de masas y las fuerzas subjetivas –del deseo del consumidor– y, por otro lado, hay todo una casta de profesionales, de proveedores de maquetas humanas (los personal trainers, los dermatólogos, los cirujanos, los libros de autoayuda, etc.) que son los asesores para re-dibujarse y estar bien, para ser parte de ese supuesto mundo de personas increíbles del que estamos excluidos –y no estoy hablando sólo de exclusión económica. Entonces toda la subjetividad, las fuerzas de creación y de deseo, funcionan como la fuerza de trabajo que produce la realidad capitalista.
CS: El mito del capitalismo actual, ¿es una promesa de inclusión?
SR: Es una promesa de paraíso. No es exactamente una promesa de inclusión. Todos se sienten excluidos por principio, y no sólo excluidos económicamente. El mito es el paraíso, y eso es lo que moviliza la subjetividad para proveerse una inclusión, con un poder de fascinación impresionante. Y tiene una ambigüedad constitutiva, a la que hay que estar subjetivamente atento, no sólo ideológicamente atento. Por otra parte, funciona como promesa para todos. Las elites están absolutamente enfermas de neoliberalismo porque viven a base de esa creencia religiosa en la promesa. Pero para los excluidos la promesa es más perversa y terrible.
De todas maneras, la promesa es imposible, no existe. La elite y la clase media pueden tener la ilusión de su realización. Las clases pobres no tienen ni siquiera esa ilusión pero eso no significa que no estén totalmente identificadas con eso.
CS: ¿No percibís la existencia de personas que desarrollan sus vidas por fuera de esta interpelación, de esta promesa de paraíso, pero que sin embargo no consiguen abrir –a veces no es seguro que lo intenten– mundos diferentes? ¿Más bien se trataría de vidas escépticas, vacías, errantes?
SR: Esa población también se identifica con el paraíso del capital. Por ejemplo, en el caso de los delincuentes, la salida para acceder al paraíso –para tener unas Nike o una imitación de Nike– es el narcotráfico o la delincuencia de modo general. El narcotráfico en Brasil es muy significativo y, a la vez, es muy ambiguo porque organiza una autogestión de la favela, arma una especie de policía paralela que protege a los pobres. Pero ellos sí tienen una identificación. Quienes no la tienen son los movimientos más interesantes de Brasil: los “sin techo”, los “sin tierra” y los indios.
Cuando vas a un campamento de los sin techo en San Pablo es como si estuvieras en otro mundo. Estuve hace poco allí y es impresionante porque no tienen siquiera plásticos para cerrar los lugares donde viven y crean una cartografía imaginaria increíble. Uno de los líderes nos llevó a ver la escuela y la escuela no era nada, ni siquiera una silla, pero el imaginario allí veía y hacía existir una escuela. ¿Vieron la película Dogville ? ¿Recuerdan las casas sólo dibujadas en el suelo del estudio? A diferencia de Dogville que es una ciudad típica del interior norteamericano, entre los sin techo brasileros hay una inteligencia que construye mundo. Salimos de allí y al lado había uno de los shoppings centers más espectaculares de San Pablo, con tiendas de materiales de construcción gigantescas, cuando ellos no tienen ni siquiera basura para construir. Entonces, esta población sí que no se identifica, pero la población que suele llamarse marginal en general sí se identifica.
Por eso para mí ha sido tan importante la elección de Lula, aún si ahora todo corre el riesgo de perderse. Y es que en Brasil las clases están totalmente instaladas en sus lugares, no hay ninguna conciencia política, ni de la élite ni de los dominados. Siempre ha sido así: la gente está totalmente instalada subjetivamente. En Brasil hay un prejuicio de clase brutal, tal vez el más importante del mundo porque somos el segundo país en términos de diferencia de clase, entre ricos y pobres. La elección de Lula significó la salida del pobre de ese lugar, la ruptura con el discurso ideológico que la élite tiene sobre los pobres, el comienzo de un habla desde su propio cuerpo. Eso tuvo un efecto en el primer momento, yo lo sentí, y es que la gente, los dominados, empezaban a hablar de otra manera. Algo de la cartografía instalada desde la colonización cambió.
Entonces, hay esas dos cosas. También se opera una re-identificación. Cuando los gobiernos democráticos dicen que hay que incluir a una parte excluida de la población al sistema económico, esto también significa incluir a una parte excluida de la población a la identificación con la promesa de paraíso. El mercado tiene montones de porquerías que se producen para los pobres, para volverlos más próximos al paraíso. Eso se consume mucho: en la favela todo el mundo tiene televisión. Además en Brasil está la TV O Globo que es una fábrica ideológica poderosísima. En Brasil, en los momentos más importantes de las novelas que es cuando el tipo millonario finalmente se va a casar con la joven sirvienta, parece que el 80% de la población brasilera –incluidas todas las clases–, tiene la televisión encendida.
CS: Entonces, ¿qué dirías del modo de producción de subjetividades en la época del neoliberalismo?
SR: Como todos sabemos, el neoliberalismo ha sido una respuesta a los movimientos poderosísimos de los años 60 y 70 (mi generación) en todo el mundo. Nosotros no teníamos idea del tamaño del agujero que estábamos haciendo, de la crisis que estábamos provocando. Es cierto que nosotros queríamos hacer la revolución total, pero no teníamos idea del poder de crisis que tenía todo eso. El neoliberalismo es la solución del capitalismo, la respuesta a una crisis que ha sido cultural, subjetiva, social, política y económica. La respuesta a la crisis que el capitalismo encontró fue instrumentalizar exactamente lo que había sido inventado por esos movimientos: la política de subjetivación y, al mismo tiempo, las formas culturales y de resistencia que habían sido creadas por esa generación.
Tenemos que ver un poco la historia. Yo hablé del sujeto moderno que se constituye en el siglo XVIII. A fines del siglo XIX empieza a entrar en crisis esta política de subjetivación identitaria, por todas las razones que ya mencioné. Pero una razón especial son las mujeres: cuando entran en el mercado de trabajo, en la vida pública, son las que viven más violentamente los cambios que están aconteciendo en el mundo a fines del siglo XIX. Es primero a las mujeres a quienes se les vuelve imposible tener una subjetividad que pueda organizarse según las representaciones de la percepción formal de la realidad. Lo que entra en crisis aquí es la facultad de la percepción, la cual nos permite aprehender el mundo en tanto formas para, en seguida, proyectar sobre ellas las representaciones de que disponemos, y así atribuirles sentido. Esta capacidad, que nos es más familiar, está asociada al tiempo, a la historia del sujeto y al lenguaje. Es en torno a ella que se yerguen las figuras del sujeto y el objeto, claramente delimitadas y manteniendo entre sí una relación de exterioridad. Esta capacidad, que según la neurociencia es lo propio de un nivel cortical de la sensibilidad es la que permite mantener un mapa de representaciones vigentes, de modo que nos podamos mover en un escenario conocido en el que las cosas permanecen en sus debidos lugares, y guarden una mínima estabilidad.
Lo que las mujeres tienen necesidad de activar es lo que yo llamo el cuerpo vibrátil, que supone una capacidad totalmente diferente de nuestra subjetividad pero también más desconocida, debido a la represión histórica a que ha sido sometida. Según las últimas investigaciones de la neurociencia, incluso, se trata de una capacidad subcortical presente en todos nuestros órganos de sentido y por lo tanto irreductible a la percepción. Esta segunda capacidad nos permite aprehender el mundo en su condición de campo de fuerzas vivas que nos afectan y se hacen presentes en nuestro cuerpo como sensaciones. El ejercicio de esta capacidad está desvinculado de la historia del sujeto y del lenguaje. Con ella, el otro es una presencia viva hecha de una multiplicidad plástica de fuerzas que pulsan en nuestra textura sensible, tornándose parte de nosotros mismos. Se disuelven así las figuras del sujeto y el objeto, y con ellas la separación del cuerpo respecto del mundo.
Por ejemplo, si yo te miro sólo con mi capacidad de percepción lo que veo es una forma que rápidamente asocio con mis representaciones y así puedo ubicarte inmediatamente como: argentino, hijo de desaparecidos, militante de tal grupo, etc. En dos minutos ya estás ahí, fuera de mí. Pero si yo pongo en actividad esa capacidad otra de todos los órganos de sentido, del ojo, del tacto, del olfato, de la escucha, tu presencia viva como conjunto de fuerzas me afecta y pasas a ser una sensación en mi propia textura sensible, como si fueras parte de mi cuerpo. Pero esto no es una metáfora, es real. Todo el tiempo se acumulan sensaciones porque todo el tiempo estás vulnerable al entorno y llega un momento en que toda esa novedad ya no puede ser expresada a través de las representaciones. Esa es la paradoja que te fuerza a crear: uno se siente forzado a expresar lo que ya es una realidad sensible pero que no está todavía actualizada en la realidad concreta. Y esa es la cosa más importante del proceso de subjetivación porque es la dimensión donde el otro existe como presencia viva y real en tu cuerpo, obligando a replantear todo, todo el tiempo. Y no por una cuestión ideológica, sino por un proceso mucho más primitivo e incontrolable.
Entonces, a fines del siglo XIX, cuando las mujeres entran a la vida pública, ellas están tan atravesadas por esta otra realidad que les es absolutamente imposible mantenerse sólo con sus referencias de la vida doméstica, les resulta imposible quedarse con los ojos corticales, con las retinas. Las mujeres deben activar –aunque ya lo tenían activado, lo deben activar en esta nueva situación– esa otra actividad de su sensibilidad que es el cuerpo vibrátil. Y es tan violento lo que están viviendo que en un primer momento se expresa en convulsiones corporales. Así se produce la histeria que el señor Freud tuvo la dignidad de escuchar como algo del deseo que pasaba por allí y toda una parte de la medicina se dedicó a tratar eso.
En esa misma época, las vanguardias artísticas e intelectuales de fines del XIX y principios del XX, empiezan a experimentar otra manera de crear cultura y también de organizarse subjetivamente. En ese momento surge la subjetividad flexible (2) esa doble capacidad sensible según la cual el otro existe, y la existencia de uno mismo es creada a partir de lo que implica la existencia del otro. Las formas así creadas tienden a expresar la incorporación de las fuerzas del mundo subjetivo, a través de un devenir-otro de sí mismo. Todo esto se libera a lo largo del siglo XX hasta los años 60 y 70, donde se experimenta ya no como movimiento de vanguardia cultural e intelectual que se desarrolla en los márgenes sino como movimiento de masas. Toda mi generación, en el mundo entero, experimentó eso. Para nosotros fue absolutamente insoportable identificarnos con la vida burguesa de nuestros padres, de nuestras familias. Y esta subjetividad flexible muy atada a la creación experimental pasa a ser nuestra manera de vivir. Inventamos otra relación con la alimentación, con la educación y la vida comunitaria. Cambia completamente el régimen de la creación artística que ya no es de cierre, de protegerse a sí mismo, sino que son prácticas que envuelven al otro y donde la obra que se hace entra en esa relación –y ya no sólo fetichizada en el objeto de arte.
El neoliberalismo, entonces, es la solución que el capital encuentra una vez que estas mutaciones se consolidan, que el escenario es otro, que ya no estamos más en un régimen identitario, y por lo tanto la política de subjetivación ya no es la misma. El nuevo régimen consiste exactamente en instrumentalizar esa subjetividad flexible, esa libertad de creación y de experimentación fabulosa, incluso invirtiendo las formas que inventamos. Entonces, lo que para nosotros era abandonar la cocina burguesa y comer de una manera mucho más interesante para el cuerpo, de no consumo de comida industrial, se torna una industria bio, ligth, super chic, la más cara de todas. Toda esa liberación de la invención colectiva, que estaba reinventando todo, pasa a ser la fuente principal de producción de plusvalía para el capital. Lo que no invalida el hecho de que hay mucha producción mecánica todavía, y qué está lejos de desaparecer.
Esto es un cambio profundo porque la gente que vivió ese proceso desde la marginalidad luego se confunde mucho: de repente te encuentras en una situación donde no sólo ya no eres marginal sino que te pagan un montón de dólares, te ponen como estrella y tienes una casa fantástica. En un primer momento confundes una cosa con la otra. Pero lo que se pierde en ese pasaje es precisamente la fragilidad propia del cuerpo vibrátil, que surge de la vulnerabilidad que supone estar conectado de modo inmanente con otras cosas, y conduce a un proceso de creación que se desencadena a partir de una escucha de qué cosa de tu alteridad está en tu cuerpo y lo obliga a replantearse.
En el pasaje al neoliberalismo es esa escucha lo que desaparece y ahora te reorganizas en función de los mundos ideados por el capital. Lo que nos guía en esta empresa, en nuestra flexibilidad postfordista, es la identificación casi hipnótica con las imágenes del mundo difundidas por la publicidad y por la cultura de masas. Esa es la pequeña diferencia que hace una diferencia total. Primero, porque la creación se transforma en fuerza de trabajo para el mundo capitalista y, segundo, porque el otro deja de existir. La creación se disocia de la pregunta por el otro, lo que es muy grave porque la verdadera vida pública –y no la esfera pública– depende de escuchar la pregunta del otro. En un primer momento, entonces, hay mucha confusión, tanto que por ejemplo en Francia las redacciones de los grandes periódicos y las agencias de publicidad pasan a ser pobladas y dirigidas por la gente que había protagonizado el movimiento del 68. Los yuppies a comienzos de los 80 eran el fantoche de lo que habíamos vivido y se convierten en los nuevos publicitarios y creativos.
Creativo es una muy buena palabra porque la creación en sentido fuerte se volvió creativa al reducirse a los mundos del capital. La creación ya no se hace desde la presencia del otro en tu cuerpo, sino desde el hecho de estar alienado. Es como un clon: lo ves igualito, pero al mismo tiempo tiene una pequeña diferencia que es total. Si lo público es lo que se produce a partir de la existencia del otro, eso es precisamente lo que se borra y se simula en una seudo esfera pública.
Cuando uno conoce un poco de psicoanálisis sabe que ese tipo de confusión en la cabeza puede demorar como dos décadas para que el malestar empiece a problematizar lo que está pasando. Durante un buen tiempo te transformaste en una prostituta cuyo cafisho es el capital. Así como el cafisho explota el erotismo que es fuerza vital de la prostituta, de la misma manera el capital para reproducirse explota la fuerza creativa de quienes participaron de los movimientos en décadas pasadas.
Es una relación perversa. ¿Cómo se caracteriza una relación perversa? Nosotras las mujeres lo sabemos bien: aparece un hombre maravilloso, que se presenta como super estable, dueño de sí, con mucha seguridad, y no te mira, está como indiferente en relación a ti. Ahí empezás a idealizarlo, te sentís totalmente dependiente de su mirada y haces todo para seducirlo. Lo que no percibís es que detrás de esa superioridad que muestra hay una miseria total y una incapacidad absoluta de mirar hacia el otro. Pero cuando una mujer que está atrapada en esa mierda lo percibe, lo abandona y no quiere nunca más escuchar su nombre. Lo mismo debería suceder con nosotros porque el capital funciona como ese hombre aparentemente maravilloso: el capital vehiculiza ese tipo de cosas, esa misma indiferencia que te hace sentir excluida, horrible, y que te lleva a consumir de todo para hacerte devenir algo que pueda finalmente ser incluido en ese mundo maravilloso del paraíso capitalista. Para romper con una relación perversa hay que darse cuenta que detrás de esa maravilla, hay una miseria subjetiva, intelectual, política y ética total.
CS: ¿Y cómo ha operado en términos de producción de subjetividad el hecho de que en América Latina el neoliberalismo esté asociado en su origen a las dictaduras?
SR: Esta misma situación, como en todo el planeta, también se dio en América Latina y en los países de Europa del Este, en países bajo dictaduras, sean de izquierda o de derecha. Desde el punto de vista de la política de subjetivación, que una dictadura sea de izquierda o de derecha es exactamente lo mismo porque una dictadura se caracteriza por paralizar el proceso de creación. Desde el punto de vista del proceso de subjetivación, más allá de la cuestión visible de la censura, de la prisión, de la tortura, de las desapariciones y las muertes, hay un aspecto invisible que tiene como efecto paralizar el proceso de creación, porque cuando uno va a expresar algo, esa expresión queda asociada con el peligro de muerte, de prisión, de tortura y, poco a poco, se paraliza totalmente, dando lugar a una patología social muy grave en términos de creación individual pero también de inteligencia colectiva. Y eso demora mucho tiempo en deshacerse, continúa operando mucho después que el régimen dictatorial ha finalizado, porque queda inscripto en tu deseo, en tu cuerpo.
Entonces, si bien es cierto que en nuestros países las dictaduras prepararon el advenimiento del neoliberalismo, podríamos decir que el neoliberalismo participó de la disolución de las dictaduras. ¿Por qué? Porque desde el punto de vista de la subjetividad, la rigidización patológica del principio identitario que caracteriza a las dictaduras es totalmente incompatible con el neoliberalismo, que debe liberar la flexibilidad de experimentación para funcionar él mismo. Entonces, así como ha habido movimientos internos en las dictaduras para derrocarlas, el neoliberalismo mismo tuvo que deshacerlas, por su fuerza de destrucción meramente conservadora.
Pero tanto en América Latina como en Europa del Este, se planteó una situación específica que yo estoy intentando pensar y me parece una idea que hay que desarrollar, y que no puedo hacerlo sola porque esto hay que hacerlo entre muchos. En estos países el neoliberalismo ha hecho una operación doblemente perversa porque no sólo ha cafishizado las fuerzas de creación, la libertad de experimentación y la flexibilidad subjetiva, sino que también se alimentó de la herida, de todo lo que estaba marcado por esa herida. El neoliberalismo se presentó como el salvador que iba a liberar un pasado de experimentación –que aquí fue todavía más osado que en Europa y Estados Unidos en los 60– y, a la vez, como el sanador capaz de curar la herida en las fuerzas de creación que resultaron de los golpes recibidos. En Europa el pasaje es más lineal: de la movida experimental a ser la prostituta del capital directamente. En América Latina y Europa del Este tienes un pasado de experimentación mucho más fuerte y una herida fuertísima. Entonces, el capital, como ese hombre maravilloso, es mucho más perverso y gana un plus de poder de seducción: su aparente condición de salvador que viene a liberar la energía de creación de su yugo, a su vez la cura de su estado debilitado, ofreciéndole la posibilidad misma de reactivarse y volver a manifestarse.
Yo he trabajado muchísimo en un proyecto sobre Lygia Clark, que siento como una investigación sobre la memoria. Para mí se trata de rescatar la actitud ética y política que alimentaba esas historias de las que sabemos pero sólo en su exterioridad. Y es que más que retomar las cosas que se crearon entonces, hay que indagar en aquel enorme proceso de politización de la propia subjetividad, y no sólo en la macropolítica o la ideología.
CS: En Argentina, la posdictadura atravesó varios momentos, que pueden ser mapeados gracias a la capacidad de lucha de los movimientos de derechos humanos. En una primera fase, lo que dominó fue la ilusión alfonsinista que reducía la democracia al funcionamiento de ciertas instituciones y en ese marco pretendía constreñir toda cuestión ligada a la justicia. El “Nunca Más” nació en ese contexto. Se trataba de dejar planteado un límite muy preciso para el desarrollo de las prácticas políticas, culturales, sociales, y por eso tomó la forma de un chantaje frente a todo lo que supusiera ampliar esas fronteras .Las experiencias vividas en los anos 60 o 70 fueron duramente censuradas, y hasta se convirtieron en el modelo de la transgresión del juego democrático mismo.
En un segundo momento, que se abre con el fracaso de la entonces llamada “transición democrática”, se asiste a una impotencia total frente a la exigencia de desmontar los mecanismos de producción de terror subjetivo. Las políticas de impunidad hacia los crímenes de la dictadura, por un lado, y la profundización de las políticas neoliberales, por otro, hicieron florecer un cinismo que fue muy bien representado por el menemismo, que se valió del potencial dinámico del neoliberalismo en estas condiciones de posdictadura. A partir de entonces, comienzan a surgir experiencias de resistencia que enfrentan una doble exigencia: recuperar la energía de las luchas pasadas y, a la vez, asumir los desafíos de un presente inédito.
De esta acumulación vivida los últimos años, que culminan con la crisis del 2001, surge un tercer momento, el actual. Podemos comprender muy bien todo lo que venís planteando a partir de esta fase. De hecho, un elemento fundamental de la “nueva gobernabilidad” que se insinúa en nuestro país pasa en gran medida por los términos del reconocimiento de las luchas recientes y pasadas, que proveen al kirchnerismo uno de los pilares de su legitimidad pos 2001. Esto se ve claro a nivel de sus lenguajes y consignas, que son objeto de una retórica contemporánea que se autocalifica como “setentista” y se vale de ciertos recuerdos, de algunos rasgos de experiencias de aquellos años para crearse una suerte de identidad en el presente. Este momento es entonces paradojal: si por un lado este reconocimiento supone la apertura de nuevas posibilidades para las luchas, en la medida en que generaliza una narración en la que la lucha y la creación son valores importantes, no es menos cierto que estos valores son presentados en una coexistencia abierta con la perpetuación de una dinámica neoliberal que los subsume y re-instrumentaliza.

SR: Veamos el primer momento: vuelve la democracia, pero diciendo “cuidado, que siempre hay peligro”. Desde el punto de vista de la subjetividad, la propuesta es que libere las fuerzas pero sin relación con mi cuerpo sensible, y así yo despolitizo el proceso de subjetivación. Es exactamente lo que ustedes dicen: está todo bien a condición de que no haya política. Si el otro es una experiencia viva que te afecta, que te hace crear y replantearte las cosas, no puede haber una reactivación de esta sensibilidad acompañada de una despolitización de esa misma subjetividad. Sin embargo, en Argentina se ha hecho un enorme trabajo sobre este tema que en Brasil no se ha realizado con la misma intensidad.
Pero el tercer momento que nombran es muy delicado, porque es en este momento que puede haber mucha confusión. No estoy diciendo que esta situación es solamente perversa y que no hay que participar. No, hay que participar, pero ¡cuidado! Porque en este momento uno puede quedar muy fascinado con el hecho de estar en el poder, porque el discurso parece ser el mismo: es ahí donde perdés capacidad crítica.
Hay otra cuestión importante: el neoliberalismo cuando se instala aumenta la miseria, y Argentina es maravillosa porque es el agujero del capital. Ustedes tuvieron el privilegio de estar en el corazón del ciclón, en el abismo total. Como esto no puede sostenerse, el neoliberalismo también produce una nueva clase política que va a desplegarlo de otra manera, tratando de incluir una base mayor de la población. Sin embargo, el hecho de que el neoliberalismo libera las fuerzas de creación no es menor, es más bien irreversible. Una vez que pasa la primera confusión, y se empieza a sentir el malestar de este modo de vida que es una mierda, el problema es cómo esas mismas fuerzas pueden liberarse de su instrumentalización. Ahí comienzan a haber acontecimientos que escapan al régimen neoliberal y creo que actualmente en América Latina están sucediendo las dos cosas: tanto una extensión de la catástrofe económica que hace reaccionar al capital, como un rechazo de las generaciones más jóvenes de este modo de vida. Entonces, empieza la necesidad de alimentarse de otras historias, de otras experiencias.
CS: En Argentina conocimos el ojo de la crisis y también la insurrección del 2001. Allí hubo un ejercicio inmenso de destitución colectiva de la promesa de paraíso. Ahora, sin embargo, se intenta reconstruir de otro modo esa misma promesa. Y este intento divide aguas entre quienes percibieron la indeseabilidad de esta promesa, y como tal pretenden rechazarla, y quienes vuelven a funcionar en torno a ella. En este momento, entonces, quienes mantienen activo el rechazo tienen que atravesar un nuevo contexto donde mucha gente está “en otra”.
SR: Por esto mismo, digo que lo que describen es un momento muy delicado desde el punto de vista clínico, de una clínica que intenta la sociedad, por la confusión que puede darse precisamente en un momento como éste. Hay que evitar concentrar la atención en lo ideológico o en lo macropolítico: se tiene que prestar atención al propio deseo, a la propia subjetividad. Porque es muy cómodo y muy seductor sentirse a gusto en el poder y cuando uno mira, se da cuenta que está totalmente identificado con la promesa.
CS: El problema que tenemos es cómo las prácticas que se niegan a creer en la promesa consiguen mantenerse ligadas a la trama vibrátil que el neoliberalismo aliena a la vez que clona con su promoción de “pseudomundos”, para decirlo con tus palabras. ¿Cómo producir nuevos sentidos entre quienes no se identifican de manera activa o positiva con esa promesa, o que incluso la rechazan?
En los hechos, lo que sucede, es que quienes con más fuerza persisten en el rechazo son quienes más sienten los efectos aniquiladores de la maquinaria. Si uno ve lo que sucede hoy con lo que fue el movimiento piquetero puede darse cuenta de cómo funciona este mecanismo: aún si buena parte de ellos está hoy con el gobierno, no puede decirse que estén mayoritariamente ilusionados con la imagen tradicional de una “inclusión efectiva”. Las estrategias de recuperación simbólica parecen funcionar en base a una aceptación de la degradación permanente de las vidas, en base a cierto cinismo en la gestión de estas existencias, de un cálculo corto que en la práctica desarticula vínculos transversales y vuelve a organizar un orden provisorio.

SR: Un ejemplo que me viene a la cabeza son los colectivos. Hay un detalle que me parece super importante de los colectivos: atravesar las barreras de clase. Pero no como en mi época, cuando se tenía pena de los pobres, sino por pena consigo mismo, porque no se soporta esta mierda: no es por el otro, es por uno mismo. No es porque “yo sé” que entonces voy a ayudar al otro pobre que no sabe nada. No es por culpa, sino porque yo no soporto vivir así.
Entonces, lo primero es armar colectivos y así poder tener un trabajo de creación y reflexión. En segundo lugar, hacerlo a partir de una verdadera relación con la realidad, atravesando todas las barreras de clase. Este me parece que es un camino que te protege de esa patología que es estar alienado. Si me dices “no quiero estar enfermo psicológicamente”, yo te respondo que la patología es estar alienado porque es como si no estuvieras viviendo o como si estuvieras viviendo como un zombie, disociado de la realidad, cuando tu vida no produce nada. Eso es patológico.
Hay mucha gente que no hace terapia nunca porque el movimiento los cura. Así yo concibo la clínica. Y así Guattari concebía la clínica: más que un depositario privado, es alguien que vive situaciones sociales deshaciendo lo que bloquea la posibilidad de estar ahí. Muchas veces el trabajo es conectar A con B, porque eso desbloquea y permite armar algo. Por eso yo me dedico completamente a trabajar con esta generación, a acompañarla y poder alimentarla con las cosas que yo pude acumular en ese sentido. En mi generación no encuentro eso: hablo con las paredes. Ni en psicoanálisis, ni en el arte y mucho menos con los militantes.
CS: Hemos notado, a lo largo del libro, un cierto énfasis sobre las estructuras de la llamada “sociedad disciplinaria”. Mucho se ha hablado de la superación de este tipo de poder hacia las llamadas “sociedades de control”, en las que la dominación se realiza, según Deleuze, a “cielo abierto”. ¿Cómo evaluar las transformaciones producidas en nuestras sociedades durante las últimas dos décadas y cómo crees que afectaron la imagen de la familia, el psicoanálisis y el estado, respecto de lo que ustedes teorizaron en el libro?
SR: El libro puede decir mucho sobre la sociedad disciplinaria, pero habla sobre todo de la sociedad de control cuando se refiere a la cooptación de los procesos de subjetivación. Segundo, es verdad que la sociedad se maneja como sociedad de control pero al mismo tiempo están funcionando regímenes disciplinarios. Esta es la situación de América Latina.
En tercer lugar, en relación a lo que venimos hablando de la cooptación de esta subjetividad flexible que aparece en la sociedad de control, la cuestión no se plantea, como en la sociedad disciplinar, entre normal o anormal porque no hay ninguna referencia de normalidad. La normalidad, si se pudiera hablar así, es “ser flexible”, por tanto cambiar todo el tiempo. “Ser flexible” es una palabra de orden; entonces, no hay un código de la normalidad. Incluso para la clínica cambiaron completamente los tipos de síntomas que se padecen; por ejemplo, el síndrome de pánico o cierto tipo de depresión.
En las sociedades disciplinarias, en los movimientos de los 70, teníamos todavía la idea de que hay un afuera del sistema donde cabían nuestras utopías. Hoy no hay afuera en lo que estamos haciendo, sino que todo pasa en inmanencia y esa potencia puede ser construida en muchas direcciones; entonces las resistencias no se dan contra las elites nacionales desde una utopía que estaría afuera. La resistencia, desde el punto de vista de la subjetividad, se da a partir de la pregunta ¿para qué crear?, se da en esta reconexión de las fuerzas de creación con la experiencia corporal de la existencia real del otro. Esto es totalmente distinto que imaginarse afuera de algo. Y esa reconexión no se da ni adentro ni afuera, se da por todas partes, donde sea que estés, en tu trabajo, en tu militancia, en tu pareja, en tu cotidiano en general. Todo el tiempo corremos el riesgo de desconectar lo que estamos creando de aquello que tu cuerpo te indica por estar vulnerable al otro.
Esto plantea la cuestión de la utopía de un modo completamente distinto. La utopía no está afuera de la realidad; no hay afuera, sólo hay una realidad y es ésta. Esto tiene que ver también con la idea de paraíso, con la imagen religiosa de imaginar la utopía como un mundo estable que sustituirá al capitalismo. Eso no existe. Porque lo esencial de la vida es ese proceso continuo de liberación, de tener que reorganizarla permanentemente.
CS: Hemos intentado utilizar la noción de “sustracción” como momento básico de la creación de sentidos: dada una realidad representativa o dominante, se trataría de buscar producir una realidad más situada, donde la conexión con la propia capacidad de pensamiento y con la creatividad social sea tangible. Por eso no creemos que pueda confundirse “sustracción” con “aislamiento”. Mientras la primera procura crear una nueva transversalidad, la segunda se cristaliza, se congela y desaparece. Esta noción de sustracción, nos parece, puede nombrar el inicio de un trabajo de recuperación de la capacidad propia de crear valores.
SR: Esto de recuperar la capacidad de valorar tiene que ver con la idea de “no ponerse en contra”. De un éxodo que permita hacer las cosas de otra manera. Es un trabajo constante de cada uno con cada uno y con todo lo que tenés alrededor, es un trabajo incansable respecto del que no podés quedarte dormido. Por esto me gusta tanto la idea de Deleuze de que uno crea porque está forzado.
CS: Volviendo al libro, es notable la preocupación por la “gestión de las singularidades” como modo de escapar tanto al “alternativismo”, o aquello recién llamábamos “aislacionismo”, como a la gestión dominante de la realidad. Nos sorprende lo bien que funcionan estas descripciones para pensar los efectos del 19 y 20 del diciembre argentino.
Si comprendemos bien lo que sugiere el texto, la “autonomía” existe en el contexto de esta “gestión de las singularidades”, como función de autopensamiento que tiende expandirse y a transversalizar lo social, a contaminar. En Argentina hemos vivido esta tensión entre marginalización y bloqueo de los movimientos a favor de una reducción identitaria y de reconocimiento, por un lado, y, por otro, un nuevo esfuerzo de singularización, de transversalización…

SR: Esto me hace pensar dos cosas. La primera es la cuestión de la alternativa que surge con los movimientos de los 60 y 70 y es la idea de que hay un afuera del sistema maldito, pero ese afuera resulta un adentro totalmente estéril cuando ya no hay afuera. La segunda cosa es que en los 60 en Brasil había una disociación muy fuerte entre los alternativos de la contracultura y los militantes. Los primeros venían en general del campo de la cultura y los militantes salían de la universidad: de un lado el artista, del otro el intelectual. Los militantes de la lucha armada tenían toda una conciencia política de la realidad, pero tenían una vida totalmente identitaria, una política de subjetivación totalmente burguesa. Del lado de los alternativos y de la contracultura había una ruptura real con la subjetivación burguesa y al mismo tiempo una despolitización total. Y esta separación es muy patológica porque si esas dos cosas no están juntas no funcionan.
Por eso gran parte del proyecto sobre Lygia Clark lo dediqué a entrevistar gente que estaba en la contracultura para que contara el sufrimiento que significaba hacer cosas y ser objeto de un desprecio por parte de los militantes. Porque hay que entender lo que pasaba ahí, con gente como yo que en la contracultura se sentía muy bien cotidianamente, pero que estaba muy angustiada con la falta total de problematización intelectual y política de la realidad. Mientras, del lado de la militancia, gente que estaba muy bien con la discusión intelectual y muy mal con sus formas de vida. Era muy angustiante, yo me sentía muy frágil por eso. Yo fui a prisión por esa actividad alternativa, no por la militancia. Era una niña de veinte años, muy ingenua. El gobierno había hecho una campaña de prensa contra la contracultura e inventó toda una narrativa que no tenía nada de verdad con lo que hacíamos. Por ejemplo, una cosa chistosa: yo siempre estaba vestida con ropa árabe, y ellos decían que yo caminaba por las calles en camisón. La única vez que la televisión me dio la palabra en la prisión –fue así como mis padres se enteraron que estaba presa– comencé a decir “sí, sí, yo tomé muchas drogas, y no es una cuestión de irresponsabilidad o de exceso. Es mucha gente en el planeta la que quiere la liberación y romper con la subjetividad burguesa, esto es un movimiento político”.
Al salir de prisión llegué a París y ahí tuve la suerte de conocer a Pierre Clastres, y él me presentó a Guattari, a Deleuze y a Lygia Clark. Fue ahí donde encontré por primera vez una manera de juntar esas dos cosas. En la memoria de Brasil esto continúa tal cual, esa escisión permanece. Y muy recientemente me enteré que esa división en Brasil no sólo es entre contracultura y militancia, sino que se opera también entre el artista y el intelectual. Pero a mí me interesa algo, que tal vez aquí en Argentina no vale pero en Brasil sí, y es que los que crean cultura son mucho más brasileños, crean desde una realidad mucho más local y también con un lenguaje que tiene el cuerpo vibrátil mucho más presente porque nosotros tenemos una tradición de sensibilidad. Pero del lado de los intelectuales, todos son sub-franceses, excelentes y muy buenos intelectuales, pero totalmente disociados de la subjetividad local. La universidad de San Pablo ha sido creada en los años 50 por Levi-Strauss y otros intelectuales franceses y eso marcó absolutamente su productividad. En un congreso sobre antropofagia al que me invitaron, me di cuenta que hay un prejuicio de los artistas con los intelectuales terrible por esta causa. Eso es una lástima. Es importantísima esa relación entre la creación artística y la creación conceptual porque se alimentan mutuamente.
CS: Quisiéramos preguntarte sobre la relación entre “macro” y “micro” política. Desde el prólogo mismo del libro se enuncia la centralidad de este problema en relación a la experiencia brasileña de los últimos años y entre nosotros esta cuestión ha surgido con insistencia recientemente: ¿cómo percibís hoy esta cuestión?
SR: Primero, creo que es siempre importante aclarar que “macro” y “micro” no es lo grande y lo pequeño. Ni los grupos chicos o las parejas a diferencia del estado y la sociedad. Sino la distinción entre estar solo, sin problemas con la subjetividad, en un funcionamiento que sólo activa la relación con el otro como una proyección de mis representaciones, que lo categoriza, lo pone fuera de mí, y una subjetividad procesual que quiere la presencia del otro y se dibuja a partir de ahí. Lo micro sería lo procesual y lo macro sería ese régimen más identitario.
En segundo lugar, el concepto de transversalidad, que yo no lo había pensado, pero puede ser súper útil nuevamente, porque se lo puede asociar con la idea de ser vulnerable al otro. Transversalidad sería esta presencia fuerte y variable de la alteridad en tu propio cuerpo, en tu propia subjetividad. Entonces, un grupo se aísla cuando crea una imagen macro, una imagen identitaria de sí mismo y hace sus cosas sólo hacia dentro. La transversalidad supone que el grupo siga siendo atravesado por todo lo que está a su alrededor y eso lo hace problematizarse y problematizar su modo de vida todo el tiempo. Entonces, creo que el problema no debería plantearse en términos de cómo juntar los microgrupos con la lucha más amplia, sino cómo mantener en las experiencias en general la presencia fuerte de la alteridad como condición misma de la experiencia. Otra cuestión es cómo se vinculan estas varias experiencias para pensar un modo de organización no partidaria ni estatal. Es importante que esta articulación mantenga un fuerte nivel de transversalidad porque si no rápidamente se vuelve a una identidad de partido, incluso si no lo llamamos partido y le decimos red.
CS: ¿Y cómo se desarrolla este proceso en Brasil entre estas experiencias, estas singularidades, y el gobierno de Lula? ¿Hay algún tipo de vínculo positivo en el que las experiencias pueden mantener realmente su autonomía crítica y organizativa? De hecho, esta pregunta tiene también relación con el proceso actual de Argentina, donde la polarización se da entre quienes “van por adentro” y participan del gobierno, muchas veces hipotecando totalmente su autonomía, y quienes “van por afuera” y se oponen absolutamente, perdiendo también su autonomía porque, en los hechos, están mas pendientes de enfrentar al gobierno, que de su propio desarrollo…
SR: La cuestión no es estar adentro o afuera. El problema es que es muy difícil inyectar transversalidad en la máquina estatal. Yo no sabría hablar de eso porque no participé del gobierno de Lula, pero mis amigos sí lo vivieron y una de sus reflexiones pasaba por ahí. La máquina estatal tiene su propio funcionamiento y es muy difícil que sea atravesada justamente por la transversalidad. Pero no creo que no haya que participar. Hay que participar pero manteniéndose vivo y eso, como decían, es un trabajo eterno. Creo que es un desafío super interesante que no hay que rechazar, sino enfrentar. Hay experiencias en Brasil, por ejemplo en el campo de la salud mental con el programa de “humanización de la salud”, que sería muy importante que conozcan.
Por otro lado está el problema de qué pasó con Lula. Para mí hay dos hipótesis, y cada vez creo más en la segunda. Una posibilidad es que sufrió la imposición de fuerzas más grandes que las que se singularizaron en él, fuerzas externas que le impusieron otra realidad. La otra sería que Lula finalmente perdió su capacidad de singularización y se identificó con el neoliberalismo, se identificó con ese lugar identitario. Tengo la impresión que al comienzo mantenía su capacidad de singularización, pero durante “la crisis” y por la manera en que reaccionó me parece que perdió todo esa sensibilidad.
CS: Querríamos hacerte otra pregunta más sobre el libro. Esta vez referente al lenguaje. De un lado se trata de textos que tienen un inmenso valor, entre otras cosas, porque nos permiten conocer el pensamiento de Guattari en “cámara lenta” (como decís en el prólogo). Por otro, sin embargo, se percibe cómo, con el paso de los años, este lenguaje ha sufrido un cierto desgaste bajo el peso abusivo de las sucesivas modas “deleuzianas” (de la que no pretendemos ser del todo ajenos) y que han vaciado nociones tales como “deseo”, “intensidad” o “multiplicidad”. ¿Cómo ves esta cuestión? ¿Cómo vincularse con la fecundidad de este lenguaje sin contribuir aún más a convertirlo en una jerga?
SR: De verdad es un libro donde se ve cómo estrictamente Guattari, más que Deleuze, estaba siempre forzado por las situaciones que vivía. Y, además, vivía alimentándose de los movimientos sociales más variados de todo el mundo en los que participaba. Claro que tiene que ver también con Deleuze, pero la pareja Deleuze-Guattari es de dos pensadores que tenían su cuerpo vibrátil totalmente vulnerable a lo que estaba pasando. Y son los pensadores que más lograron llevar eso a una realidad conceptual. El encuentro es de los dos: uno tenía la capacidad filosófica de pensar conceptualmente, el otro tenía toda la inteligencia y la percepción de lo que estaba pasando, y los dos juntos producían con eso una cartografía conceptual que era muy poderosa. ¿Cómo es esa cartografía?, ¿qué diagrama estaba ahí invisible?
El problema es el de siempre: esa cartografía sirve para pensar la resistencia pero también sirve para pensar el neoliberalismo. Entonces, del lado de las resistencias, tenemos ahí una teoría del neoliberalismo fantástica, que poca gente exploró como tal; pero al mismo tiempo sirve como teoría “del” neoliberalismo, para ser instrumentalizada por él, porque describe perfectamente su realidad y por eso ha sido incorporada tanto por la resistencia como por él mismo, vaciando su contenido ético y político. Además es un fenómeno normal, común, que una vez que se hace una nueva cartografía, si uno no tiene su propio cuerpo vibrátil vulnerable a lo que pasa, termina colgándose a esa cartografía –sea cual sea: de Marx a Deleuze, pasando por Heidegger y Nietzsche; sea de izquierda o de derecha– como una referencia con la que se identifica acríticamente. Entonces, uno incorpora un lenguaje que funciona exactamente como cualquier otro y ese lenguaje no habla. Esto es muy distinto a cuando el pensamiento ha sido vivido y alimenta una actitud de mi cuerpo, de mi subjetividad, de mi capacidad de crear y pensar; en ese caso me identifico con esa actitud y con algunos instrumentos que me da para situarme, pero para hacer mi trabajo, no para imitar lo que ellos han dicho.
A veces me preguntan si existe un new age deleuzeano, y claro que se presta. En ese sentido, lo que yo hago cuando me invitan a congresos deleuzeanos es que no uso ninguna palabra de Deleuze-Guattari por principio, como una cuestión política. Pero pienso las cosas desde una actitud que permita entrar. Por ejemplo, estaba en un congreso deleuzeano en Copenhague (porque ahora se ven deleuzeanos como conejos), e hice un discurso sobre Lygia Clark y su concepción de la salud y lo único que yo utilizaba era la concepción de salud de Deleuze que contraponía “los grandes vivientes de salud frágil” –que son los creadores y los pensadores– a “la gorda salud dominante”. Y el énfasis en la fragilidad es lo que abrió el camino para la gente que estaba ahí, no para volverse deleuzeanos, sino para pensar.
Hay otra manera de recuperar a Deleuze-Guattari, que es una manera de la filosofía universitaria mundial comandada por los franceses, y que consiste en expulsar a Guattari de la memoria. Entonces, se cita Mil Mesetas como un libro de Deleuze. Se expulsa a Guattari y se recupera a Deleuze para la historia de la filosofía y se vacía todo el pensamiento de los dos para la política y para la clínica. No importa Deleuze-Guattari.
Si el tono Deleuze-Guattari se ha tomado así, hay que hablar de otra manera pero manteniéndolos como compañeros importantísimos. Y esto se lo digo siempre a mis alumnos: está prohibido hablar como Deleuze y Guattari. Yo cuento siempre que cuando Guattari venía a Brasil y se acercaba alguien hablándole con su lenguaje, él se ponía furioso, super angustiado y se volvía una persona ultra desagradable. Siendo que él era muy generoso parecía como si fuera arrogante en esos momentos: a esa persona no le contestaba, ni siquiera la miraba.
Una cosa importante en este libro es que se ve cómo ese pensamiento se producía. Es algo que no está en los otros libros. Su pensamiento tuvo un “capítulo Brasil”, una gran repercusión en Brasil. Algo de eso he recogido en un texto que se llama Esquizoanálisis y antropofagia (3). Ahí hablo del modo de subjetivación brasilero, porque nosotros no nos tornamos flexibles con el neoliberalismo, nosotros tenemos una tradición de subjetividad flexible en la cultura que ha sido muy bien circunscripta por el movimiento de antropofagia de los años 20. Eso ha sido muy importante para la cultura brasileña porque quedó como un rumbo posible, que no para de ser fecundo y que está mucho más en el arte que en la cuestión intelectual. Cuando llegó la propuesta del esquizoanálisis fue muy fuerte en Brasil. No era así en Francia: Deleuze era muy respetado pero Guattari era muy despreciado, aún hoy es totalmente despreciado. De todo aquello que abrió Guattari en el campo clínico sólo quedaron restos poco potentes, poco interesantes. En Francia no proliferó (como sí sucedió en Brasil y otros lugares de América Latina), y el psicoanálisis retomó su poder tranquilamente. Pero en los años 70 el psicoanálisis tembló en sus bases, porque el Anti-Edipo fue una bomba atómica. La manera en que Lacan reaccionó al Anti-Edipo fue muy, muy inteligente: dio una palabra de orden a la escuela freudiana que consistía en “no comentarlo”, “no hay que dar polémica, hay que ignorarlo”. Pero la última parte de la obra de Lacan se puede leer como un claro diálogo con lo que el Anti-Edipo planteó. Y es que Lacan no era tonto como sí lo era la institución lacaniana.
CS: Hay un modo de elaboración y escritura fascinante que se ve aquí, en donde la autoría misma se desmembra y las ideas se presentan con un espesor propio. Casi como un libro de tesis, donde cada afirmación, provenga de donde provenga, tiene su propia justificación. ¿Cómo ha sido para vos el proceso de decisión sobre este modo de exposición y escritura?
SR: Estaba pensando en lo importante que fue el libro en mi vida para reubicarme en mi proceso. Cuando yo partí del Brasil, rota, reventada por la imposibilidad de intentar otra política, llegué a París super frágil –una fragilidad en el sentido patológico– e intenté suicidarme. Después empecé a trabajar con Guattari y, cuando volví, traía una respuesta. A su vez, en Brasil se abría el comienzo de todo este proceso de organización y de movimientos. Lo primero fue la organización del viaje de Guattari, y la idea entonces era encontrar todos los movimientos posibles para discutir.
Ahí ya combiné con el editor de grabar todo para hacer de eso un libro. El editor quería que haga un libro sólo con la parte “psi” y yo insistía que no, porque si separas la parte “psi” del resto matas al libro porque lo interesante justamente es cómo todo aparece al mismo tiempo. Me peleé con el editor que pagó las grabaciones y lo hice con otro que permitía incluir todo. Tardé tres años en hacer el libro. No me interesaba sólo extraer tesis teóricas sino que estuviera presente el proceso en el libro. Eran mil páginas y las organicé por tema. Lo importante era que estuviera todo lo que se había dicho, y los nombres de las personas porque la gente lo pidió. Después lo mandé a cada persona a ver si estaba de acuerdo. Nos escribimos mucho con Guattari discutiendo cada cosa y cuando él venía a Brasil o tenía vacaciones trabajábamos en el libro. Quería que apareciera este Guattari que yo amo, amaba y amo, que piensa forzado por los movimientos y que sólo vive porque hay movimiento, tanto que murió a fines de los 80, en plena época yuppie y de instalación total del neoliberalismo.
Su especialidad clínica era esa: destrabar el movimiento. Yo quería que eso estuviera ahí. Cuando salió el libro él me mandó una carta diciendo que era el regalo más maravilloso que había recibido en toda su vida. Por eso, porque está ahí registrada la consistencia vital, política, ética de su pensamiento. Y el libro en Brasil tuvo un rol muy importante para los movimientos, para la gente, y también para la introducción del pensamiento de Guattari, porque la gente que va a estudiar Deleuze-Guattari empieza siempre por este libro porque es una vía de entrada mucho más posible. Y eso también es una intervención política porque ya estudias ese pensamiento desde otro lugar, no como la última moda parisina.
En su viaje, la agenda era super apretada, empezábamos muy temprano en la mañana hasta tarde en la noche: un grupo, otro grupo y otro, en los cinco estados. La gente quería pensar conceptos, había una sed de eso. Hubo momentos complicados, como en Bahía, donde el encuentro fue organizado por un grupo de lacanianos. Llegamos cansados y había una cena preparada. El único negro que había allí era el que estaba sirviendo. Guattari empezó a sudar y dijo “tengo que irme de aquí inmediatamente”. Por suerte logré contactar con otra gente y se armó una agenda totalmente distinta.
CS: Es interesantísimo lo que contás de los tiempos de la elaboración. Nuestra experiencia en Argentina es muy diferente al respecto. Las convulsiones de los últimos años impusieron otros tiempos de intervención para quienes quisieran colaborar a forjar una interpretación en tiempo real: el tiempo de la urgencia. ¿Cómo concebís actualmente el papel de los textos de investigación política?
SR: No sé si contestaré a la pregunta: puedo hablar de cómo trabajamos en la universidad, porque es una manera muy particular y que puede tener relación con estas cosas que me están planteando. Para entrar a hacer una maestría o un doctorado normalmente hay que tener un proyecto, luego hay que tener hipótesis, y hay que tener un campo teórico. Para hacer una maestría o un doctorado con nosotros está prohibido tener un proyecto, está prohibido tener hipótesis y está prohibido tener un campo teórico. Nosotros proponemos dejar de lado cierta inteligencia y erudición. En principio no nos interesa eso, recién después las traerás de otra manera. Lo que nos interesa es que la persona diga, para entrar al programa, qué le está forzando a pensar o escribir, qué cosa le está causando malestar y tiene necesidad de elaborar. Incluso si no consigue decirlo muy claramente, se trata de que lo intente. El tiempo que pase ahí será ocupado en dar cuenta de eso que la está forzando a escribir, si es que no está solamente para recibir el diploma. Luego hacemos un trabajo colectivo y nos reunimos. Para eso cada vez uno tiene que enviar al resto lo que está escribiendo, lo que está buscando, todos leen y todos participan como un colectivo que se sostiene en su fragilidad. No sabés lo que estás buscando pero sabés que estás buscando algo que vale la pena y todos ayudan a dar cuerpo a eso. Entonces, uno trae una película, otro ofrece un libro. Y los muy inteligentes y eruditos sólo nos interesan cuando consiguen hacer otro tipo de escritura. Para nosotros el proceso es rico cuando aparece una manera distinta de leer. Y está prohibido usar los conceptos deleuzeanos, aunque los tres que trabajamos allí somos totalmente deleuzeanos. Se trata de usar los libros desde un planteo propio, no para plantear algo. Deleuze distingue problema de hipótesis. Problema es lo que se plantea a nivel vibrátil, hipótesis es lo que tú creas como concepto para dar cuenta de algo. No se puede empezar por una hipótesis: comienzas por el problema y a veces ni siquiera sabes cuál es.
(1) El término fue propuesto por Suely Rolnik en 1989, en su libro Cartografía Sentimental. contemporâneas do desejo. São Paulo: Estação Liberdade, 1989.
(2) El desarrollo de la noción de “subjetividad flexible” puede encontrarse en varios ensayos recientes de Suely Rolnik, entre ellos en: “Politics of Flexible Subjectivity. The Event-Work of Lygia Clark”. In: Terry Smith, Nancy Condee & Okwui Enwezor. Antinomies of Art and Culture: Modernity, Postmodernity and Contemporaneity, Durham: Duke University Press, 2006. En “Life for Sale”: Adriano Pedrosa (Org), Farsites: urban crisis and domestic symptoms. San Diego/Tijuana: InSite, 2005. Ver igualmente Brian Holmes, “The Flexible Personality”. In: Hieroglyphs of the Future (Zagreb: WHW/Arkzin, 2002), online at: www.u-tangente.org
(3) Publicado en Gilles Deleuze. Une vie philosophique, Eric Alliez (Org), Paris: Les empêcheurs de penser en rond, 1998, páginas 463-476.

Nota

Detenciones injustificadas, golpes, humillaciones y persecución: la grave denuncia de las personas detenidas en la cacería de la Ley Bases

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Detenciones ilegales y acusaciones falsas. Patadas, palazos y balas de goma. Mujeres esposadas 15 horas en camionetas y pasillos, humilladas al ser desnudadas en celdas abiertas. Carceleros que tiran gas pimienta a los varones estando presos. Estas son algunas de las denuncias que exdetenidxs en la Ley Bases comunicaron en conferencia de prensa en el Serpaj, donde pidieron por la liberación de las cuatro personas detenidas, el rechazo a las apelaciones del fiscal federal Carlos Stornelli y el pedido de cierre de todas las causas. Además convocaron para este viernes una concentración con un festival en Plaza de Mayo, a un mes de la cacería, de 15 a 19.30 horas. Cómo viven hoy quienes estuvieron presos y qué dicen los abogados: “No hay elementos jurídicos para sostener esta barbaridad”. Y la voz de Emilia, pareja de Daniela, detenida: “Luchar no es un delito y estar organizados, tampoco”. 

Por Lucas Pedulla

Gabriel Famulari tiene 41 años y está sin documentos. Saca de su bolsillo el papel que le dieron en los tribunales federales de Comodoro Py para su reemplazo: una hoja A4 doblada en cuatro partes que dice “Acta de excarcelación”. Hace casi un mes fue detenido en la cacería que el Gobierno desplegó con cinco fuerzas de seguridad distintas durante las protestas de la Ley Bases, y fue liberado por falta de mérito -es decir, por falta de pruebas- cinco días después por decisión de la jueza María Servini. Sin embargo, es una de las siete personas a quien el fiscal federal Carlos Stornelli apeló la excarcelación. No se enteró por su abogado -un letrado de la Defensoría oficial- sino por un mensaje de WhatsApp. 

“Stornelli apeló mi libertad”, dice Gabriel a lavaca una vez concluida la conferencia que la Coordinadora Por La Libertad de lxs Presxs de la Ley Bases convocó en el Servicio Paz y Justicia (SERPAJ), para exigir la liberación de las cuatro personas que siguen detenidas: Daniela Calarco Arredondo, David Sica, Cristian Valiente y Roberto de la Cruz Gómez. Piensa Gabriel sobre esa apelación, que pesa sobre otras seis personas exdetenidas: “Somos nosotros como podría ser cualquiera, pero puntualmente somos gente que no está enrolada en organizaciones. Así hay más saña y por ahí piensan que, quizá, no tengas gente que salga a defenderte”.

Cuenta que, cuando lo llevaron al penal, en uno de los “interrogatorios ilegales” le preguntaron si estaba en alguna “orga”, de dónde era, en qué partido militaba. “Me rodearon un montón. Ese maltrato fue sistemático, porque te preguntaban siempre que podían. Y les dije: ‘Sabés que soy un perejil, porque si militara en algún lado ahora habría 500 personas afuera’”. Gabriel no milita en ninguna organización o partido, y el 12 de junio había ido tarde porque sabía que la ley se votaría de madrugada. “No estuve ni cuando tiraron los piedrazos. Sólo filmé una persona que estaban deteniendo en situación de calle. De hecho me subo a la vereda, tal como ordenaron los policías que estaban por la zona, y cuando me doy vuelta, sobre Callao, a media cuadra del Molino, escucho que dicen ‘ahora, ahora’, y me agarran por la espalda”. 

Desde entonces no recuperó su DNI. En el penal le dijeron que estaba en la comisaría 28 y en la comisaría 28 le dijeron que estaba en el penal. “En la 28 protesté y, a los 10 minutos, vino alguien que me dio mi tarjeta de débito y mi SUBE, que estaba todo junto en la billetera junto con el documento. Ya no sé qué pensar”, dice, y es tan sólo una de las historias cuyas vidas cambiaron para siempre hace un mes, tras 33 detenciones al voleo.

Cuatro de ellas todavía siguen detenidas. 

Detenciones injustificadas, golpes, humillaciones y persecución: la grave denuncia de las personas detenidas en la cacería de la Ley Bases
El flyer de convocatoria para el festival del viernes.

La barbaridad jurídica

La última persona liberada fue Facundo Gómez, el vendedor de cafés de Plaza Serrano (Palermo), a quien detuvieron mientras estaba hablando con su mamá. La noticia se conoció el jueves pasado, minutos antes de que comenzara la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, que fue masiva. Al mismo tiempo las partes se notificaron de los rechazos de las otras cuatro excarcelaciones. La decisión la tomó la Cámara de Apelaciones con los votos en contra de Martín Irurzun y Eduardo Farah. “Los votos tienen nulo fundamento técnico-jurídico”, dice a lavaca Daniel Vázquez, abogado de Daniela. “El fallo dice, en líneas generales, que tanto ella como los que quedan presos podrían entorpecer la investigación estando libres. Planteamos que es una barbaridad. Los detenidos están en un penal, la totalidad de la prueba instrumental y documental son de cámaras del Gobierno de la Ciudad y medios masivos. No hay ningún elemento de prueba que pueda ser entorpecido por los detenidos”. El único juez que votó a favor fue Roberto José Boico.

Las partes tienen 10 días para apelar ante la Cámara de Casación Federal. “No hay elementos jurídicos para sostener esta barbaridad -sostiene Vázquez-. Es la expresión de un gobierno ultraderechista con prácticas violatorias de la Constitución y los tratados internacionales. Lo estamos afrontando en las calles y, jurídicamente, en los tribunales”. El abogado también defiende a Sofía Ottogali, la primera de las liberadas, otra de las apeladas por Stornelli. “La fiscalía no fundamentó absolutamente nada. No hubo ningún planteo nuevo, ni siquiera un adorno”. Todos los abogados ya presentaron los memoriales por sus represantados y representadas, que fueron elevados a la Cámara. “Podría y tendría que resolver hoy, pero tiene la potestad de tomarse cinco días”, dice Claudia Leaños, abogada de Sasha Lyardet, la joven estudiante de la UNSAM, otra de las apeladas. 

Estos atropellos fueron presentados por familiares y exdetenidxs en el Serpaj, acompañados por organismos, legisladores y diputados de la izquierda y del peronismo. Otra de las que habló fue Emilia, pareja de Daniela y compañera en el MTR-Votemos Luchar (Movimiento Teresa Rodríguez): “Tuvimos la posibilidad de verla, y a pesar del contexto de mierda, la compañera está fuerte, entera, pero lo que principalmente la sostiene es que está organizada. Luchar no es un delito y estar organizados, tampoco”. 

A Daniela la acusan de quemar bicicletas del gobierno de la Ciudad, aunque Emilia explicó a lavaca que esta acusación es falsa y dio su versión de los hechos. David Sica está en situación de calle, y lo acusan de pegarle a una policía, cargos que él negó. Roberto de la Cruz Gómez es empleado de una panadería, lo acusan de tirar piedras, delito que también negó. El último es Cristian Valiente, trabajador de una verdulería, a quien denunciaron por tener una granada de mano, pero en realidad era un aerosol químico de los que usan las fuerzas para gasear manifestantes. Su hermano Jonathan dijo a lavaca: “Lo acusan de terrorista pero carrea cajones de frutas y verduras 12 horas al día. Es una locura”.

Las familias convocaron a una concentración con festival este viernes 12 de julio, a cumplirse un mes de las detenciones, en Plaza de Mayo. La cita es a las 15 horas y se extenderá hasta las 19.30. Habrá música en vivo con Sudor Marika, Paula Maffia, El príncipe idiota, La piba berreta, Saga.hfk, Flopa Lestani, Julio y Agosto (banda de Santiago Adano, uno de los exdetenidos) y La perra que los parió.

Compartimos el comunicado redactado por exdetenidxs y familiares, leído este miércoles en el Serpaj. 

Somos un grupo de liberadxs de los 33 detenidxs el 12 de junio en la movilización en contra de la votación de la Ley Bases.

Nos detuvieron ilegalmente, mediante acusaciones falsas y violencia brutal de la policía, con patadas, palazos y balas de goma en algunos casos. Nos llevaron a distintas comisarías y alcaldías sin decir en ningún momento cuál era la causa de detención, sin poder hablar con un abogado/a, sin poder usar los celulares, sin ver a ningún familiar, mucho menos a un médico. Desoyendo pedidos de Habeas Corpus, vulnerando nuestros derechos más básicos.

Las mujeres estuvieron/estuvimos 15 horas en una camioneta y pasaron/pasamos la noche ahí esposadas, para luego pasar el segundo día en el pasillo de una comisaría sin agua y donde la policía no les/nos dio ni un plato de comida. Cuando la causa pasó a fuero federal, las/nos trasladaron a la Unidad 29 en el edificio de Comodoro Py, las/nos desnudaron una por una en una celda a puertas abiertas donde había tránsito de gente, en lo que fue una situación de humillación más para ellas/nosotras. Las que no fueron/fuimos excarceladas el viernes 14, terminamos en el Complejo Penitenciario de Mujeres de Ezeiza.

Los varones fuimos/fueron a tres cárceles de máxima seguridad: Devoto, Ezeiza y Marcos Paz. Algunos fueron puestos contra una pared y les tiraron gas pimienta en la cara. Convivimos con ratas, cables de electricidad sueltos en habitaciones inundadas habiendo riesgo de quedar electrocutados.

Cabe destacar que en todo momento, tanto en las comisarias como en los penales, se nos preguntaba insistentemente si formábamos parte de alguna agrupación política, que habíamos hecho o si tirábamos piedras, lo que constituye interrogatorios extrajudiciales que las fuerzas de seguridad tienen prohibido por ley hacer.

Queremos remarcar la situación de ilegalidad de todas las detenciones y el contexto de violencia institucional por el que pasamos porque creemos que tiene que ver directamente con una estrategia política de este gobierno, que no somos lxs primerxs ni vamos a ser lxs últimos, pero nos preocupa ver como la criminalizacion de la protesta está en escalada. Y al mismo tiempo que aumenta la represión, nos entristece ver como vacían los espacios de memoria y de DDHH tan necesarios para nuestra historia y el fortalecimiento de la democracia.

2)

Desde que nos detuvieron sufrimos incontables delitos llevados a cabo por las fuerzas policiales y el personal del Servicio Penitenciario Federal pero ello no es nada comparado con el sentimiento indefensión que genera las irregularidades procesales de la causa por que:

No son peores las lesiones y amenazas, que los procesamientos que aún sufren David Sica, Cristian Valiente, Daniela Arredondo y Roberto De la Cruz Gomez, que siguen detenides después de casi un mes, y Facundo Gómez, excarcelado el pasado jueves.

No es peor ver las actas de detención ser llenadas horas después de las mismas y firmadas por el propio personal policial en lugar de ser firmadas por testigos, que las apelaciones de Fiscalía de las faltas de mérito de 7 personas de las que no hay ni una sola prueba.

No son peores los apremios ilegales, que la confirmación por parte de la sala del rechazo de las excarcelaciones de nuestros 4 compañeres. Todo este despliegue ilegal y antijurídico tiene un solo fin: amedrentarnos, hacernos creer que pueden hacer con nosotrxs lo que quieren.

Hoy en día toda esta estigmatización por parte del poder, desde que nos llamen terroristas que queríamos hacer un golpe de Estado hasta la privación de la libertad que aún continua en 4 casos, nos ha dejado secuelas. Muchxs de nosotrxs sufrimos persecución policial, política, laboral y mediática. Nos han amenazado y hostigado por redes sociales. Nos ha parado la policía para verdugearnos y hacernos requisa solo por mostrar el dni. Muchxs estamos con estrés post traumático que nos impide hacer nuestra vida normal, por lo que les pedimos que nos sigan acompañando hasta que se cierre este armado judicial.

Creemos que somos un ejemplo para mostrarle al pueblo que seas quien seas, hagas lo que hagas, si vas a protestar contra las políticas de hambre de este gobierno, sos un terrorista que puede terminar en un penal de máxima seguridad sin siquiera estar procesado. Tenemos claro que no fue contra nosotres, sino contra todes los que quieren seguir viviendo en libertad y democracia.

3)

Por último, queremos agradecer la solidaridad de las redes humanas tejidas por distintas personas y organizaciones de todo el arco político, que se nuclearon en la Coordinadora por la libertad de los presxs de la Ley Bases. Aprovechamos para que se amplíe la convocatoria y se sumen más organizaciones porque entendemos, ahora más que nunca, que la unión hace la fuerza.

Vamos a seguir con solidaridad, amor, lucha y trabajo, mucho trabajo, teniendo el objetivo principal de la Liberación de Cristián, David, Roberto y Daniela y el sobreseimiento de lxs 33 imputadxs.

Como dijo nuestro compañero Facundo: nuestras convicciones están intactas y seguimos defendiendo el derecho a la protesta y luchando por nuestro lugar en las calles.

Para ello, queremos invitarlos el próximo viernes 12 de julio, a un mes de las detenciones, a concentrarnos en Plaza de Mayo a partir de las 15 y compartir el Festival Solidario #Faltan 4, organizado por la Coordinadora por la libertad de los presxs de la Ley Bases.

¡Libertad a todos lxs presxs politicxs!

¡Cierre de todas las causas !

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Télam: tras 130 días de acampe y lucha, los trabajadores vuelven a la agencia

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420 trabajadoras y trabajadores (de 700 al inicio del conflicto; alrededor de 300 tomaron retiros voluntarios) volverán a trabajar en una agencia dividida: el gobierno reconvirtió a Télam Sociedad del Estado en APE S.A.U., específicamente para el tema de la pauta oficial; y creó RTA Noticias bajo el paraguas de Radio y Televisión Argentina. “Claro que no es la empresa que queríamos, que no estamos de acuerdo con la división, pero volvemos a trabajar y eso se logró por la lucha colectiva y organizada”, dice a lavaca una de las delegadas del sindicato SiPreBA, que repasa la situación. El desgaste, las presiones, las y los compañeros que no están; la histórica agencia, que tampoco. Lo que se logró con la lucha: reconocimiento de antigüedad, del estatuto del periodista profesional, de los convenios colectivos y de la representación sindical. Y volver a trabajar. Lo que falta, y lo que empieza a partir de hoy.

Por Francisco Pandolfi

“Si se calla el periodismo, también se calla la vida”.

Esa inscripción pintada en un corazón de madera estuvo colgada durante cuatro meses en una de las carpas montadas en la puerta de la Agencia de Noticias Télam. Un medio público fundado el 14 de abril de 1945, que en sus 79 años intentó ser cerrado, privatizado y vaciado por gobiernos variopintos: peronistas, radicales, macristas y militares. Una agencia que se encargaba de dos actividades: por un lado la pata publicitaria, que distribuía la pauta oficial; por el otro la pata informativa, a través de una agencia de noticias federal con un alcance de punta a punta del país.

En la apertura de sesiones legislativas, el viernes 1º de marzo pasado, el presidente Javier Milei anunció por cadena nacional la promesa de “cerrar la agencia Télam”. Y cumplió, en un pestañear: el lunes 4, las dos sedes porteñas amanecieron valladas. Los trabajadores desde entonces no pudieron entrar a sus edificios y fueron “dispensados” de cumplir tareas.

Télam: tras 130 días de acampe y lucha, los trabajadores vuelven a la agencia
La postal del conflicto: la sede de Bolívar, vallada por la Policía. Al lado, los trabajadores montaron uno de los acampes. Foto: somostelam

Un paso importantísimo

La resistencia estuvo a la altura de los acontecimientos: ese mismo día, las y los trabajadores junto al Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA), instalaron dos carpas en las puertas de los edificios de las calles Bolívar 531 y avenida Belgrano 347. La lucha colectiva se mantuvo, indeclinable. E instó a que cuatro meses después, el 1 de julio, el gobierno decretara la reconversión de Télam en APE S.A.U. (la Agencia de Publicidad Estatal Sociedad Anónima Unipersonal), que se encargará del eje publicitario. Las funciones periodísticas continuarán dentro de Radio y Televisión Argentina (RTA), en una agencia de noticias pública. Anteayer se sacaron las vallas y se levantó el acampe. El corazón de madera fue descolgado, cuidadosamente. 

Hoy, 130 días después, los trabajadores de Télam vuelven a trabajar.

Un empleado de la agencia desde hace más de 15 años cuenta que el lunes, ni bien quitaron el vallado, entró al baño del edificio de Bolívar y se le “explotaron los ojos de tanto llorar”. Dice que prefiere no dar su nombre hasta firmar el nuevo contrato. 

Andrea Delfino es una de las delegadas de Télam e integrante del SiPreBA. Le cuenta a lavaca que hace 34 años trabaja en la agencia, que es periodista en la sección economía. Ella fue una de las que anteayer ya firmó el nuevo contrato que la une a RTA Noticias. Detalla la situación: “Con la vigencia del DNU 70/2023, el gobierno reconvirtió a Télam Sociedad del Estado en APE S.A.U., que va a funcionar en el edificio de la calle Bolívar específicamente para el tema de la pauta oficial. Allí irán un centenar de compañeros, que ya trabajan en ese rubro. Cambia el nombre de la empresa, pero las condiciones laborales no se modifican”. 

Sobre el eje informativo, explica: “Todos los demás, o sea periodistas, camarógrafos, reporteros gráficos, infografistas, empleados de administración, recursos humanos, comercialización, pasamos a formar parte de RTA Noticias, una nueva unidad de negocio que funcionará bajo el paraguas de Radio y Televisión Argentina, igual que Radio Nacional y la Televisión Pública. Nosotros trabajaremos en el edificio de Belgrano”. Al margen de los datos, abre el corazón: “Estamos dando un paso muy importante al volver a trabajar. Muy importante –remarca Andrea, con la u del “muy” extendiéndose en el aire por un par de segundos–. Claro que no es la empresa que queríamos, que no estamos de acuerdo con la división, pero volvemos a trabajar y eso se logró por la lucha colectiva y organizada”. 

Radiografía de un vaciamiento

Como la relación de dependencia es con una nueva empresa, el lunes pasado se inició la firma de contratos, que continuará hoy y los próximos días. “Las condiciones son las mismas que teníamos hasta el 3 de marzo: se nos reconoce la antigüedad, el estatuto del periodista profesional, los convenios colectivos y la representación sindical de la Comisión Interna del SiPreBA para quienes somos delegados”.

Sin embargo, cambiaron muchos otros aspectos. Dice Andrea: “Dieron de baja el portal, la cablera y nos achicaron un montón en lo periodístico. En total éramos más de 700 trabajadores y quedamos 420 entre las dos empresas. O sea, hay 300 personas menos. Por lo tanto, habrá que hacer todo un reordenamiento de secciones, porque hay algunas que quedaron desmanteladas”.

Sergio Arboleya hace 30 años que trabaja en Télam, donde empezó como colaborador. Hace 15 que es editor de la sección Espectáculos. “Vengo usando la idea del milagro, porque en este contexto de ajuste salvaje, de recorte, de persecución en todo lo estatal, es una alegría haber sostenido el trabajo y en breve ya arrancaremos a producir noticias para la cablera de RTA. El aspecto milagroso se dio a partir de la resistencia, con tantos días de acampe, con una organización que realmente funcionó muy bien, con un manejo del SiPreBA que ha sido eficaz para lograr lo que parecía imposible: conservar los puestos de trabajo de aquellos que finalmente decidimos quedarnos”.

Respira profundo: “Esto resulta muy impresionante, pero no disimula la pérdida de un montón de colegas de enorme valor que se fueron un poco asustados por la política expulsiva de los retiros y que dejan un hueco enorme en la estructura periodística. Y también entender que la marca Télam, con esa simbología, con esa carga, ya no existe más. Hablábamos el otro día con un compañero sobre si podremos recuperar un poco el sentido de la agencia, en este nuevo lugar. Aún con las críticas que podía tener a sus gestiones y a nuestra propia falencia para plantarnos como colectivo de trabajadores a hacer realmente la agencia federal, plural, sabíamos que Télam funcionaba en una dimensión, con sus abonados en todo el país, con su red de corresponsalías que ahora han quedado prácticamente todas afuera”.

La gente que se fue lo hizo mediante retiros voluntarios que, semana tras semana, el gobierno nacional renovaba por decisión del ahora ex interventor de los medios públicos Diego Chaher (la semana pasada tomó su lugar el ingeniero aeronáutico y espacial Eduardo González). La delegada Delfino retoma: “Este conflicto tuvo mucho de psicológico, porque no hay nada peor que tener a la gente sin tareas; fue destructivo. Nos jugaron en contra muchas presiones, tanto externas como internas. En cuanto a las externas, la empresa extendió cada semana el programa de retiro voluntario, a la par que algunos medios publicaban notas que buscaban generar miedo: si no agarrabas el retiro, parecía que se venía el apocalipsis”.

Trabajar para volver a trabajar

Las presiones también las hubo internas y “bien intencionadas”. Describe un aspecto neurálgico de la resistencia: “Los fines de semana eran momentos clave y por eso los lunes o martes hacíamos las asambleas. En el fin de semana es común encontrarse con los seres queridos, que con la mejor intención te decían ‘pero te parece seguir yendo’; ‘hace frío y llueve’; ‘¿por qué estás haciendo una cobertura si en realidad estás dispensado de trabajar?’. Esa presión bien intencionada fue la más difícil de vencer y superar. Con el paso del tiempo, notamos que si nos hubiésemos quedado dispensados y tranquilos en nuestras casas viendo Netflix, esta resolución no hubiese pasado. Me parece importante resaltarlo, porque en una época en que se habla tanto del individualismo y que te hacen creer que solo te salvás por tu mérito, el resultado de esta lucha colectiva muestra lo contrario”.

Desde el 4 de marzo hasta la reconversión de Télam, cada semana se renovaba la dispensa a cada uno de las y los trabajadores. “El presidente que dice que en el Estado somos todos ñoquis, nos está haciendo ñoquis, porque nos está pagando sin trabajar”, solían repetir desde los acampes, como una manera de desarticular el relato oficial. Con la agencia fuera de funcionamiento, decidieron lanzar el sitio web somostelam.com.ar e informar desde ahí. Al frente del portal estuvo Andrea Delfino: “Decidimos arrancarlo con el fin de que la sociedad sepa que nosotros estábamos trabajando para volver a trabajar. Nos enfocamos mucho en cubrir los despidos en el sector público y en el privado. Era difícil mantener esperanza, pese a que en Télam finalmente no hubo despidos. Hubo días muy difíciles y las asambleas parecían terapias de grupo. Las reuniones nos contuvieron y nos organizaron; las conducciones de SiPreBA y de FATPren (Federación Argentina de Trabajadores de Prensa) siempre estuvieron poniendo el cuerpo, al igual que delegados de otros medios de comunicación. Cuando hablo de los lazos de la base, me refiero a los lazos sociales que se fortalecen en estas instancias, al contrario de lo que esperan quienes generan estas acciones para desorganizar a los trabajadores”.

¿Qué no pudo lograr el gobierno?

Andrea: Callarnos, cerrarnos. Nos silenciaron durante cuatro meses y hoy estamos volviendo a laburar. Si logramos un resultado positivo dentro de este contexto es porque fuimos muy tozudos. Y porque tuvimos bien claro lo que queríamos, que se resume en algo hermoso que dijo un compañero en una asamblea: “Yo no quiero ser el último que apague la luz; quiero ser el primero que prenda la computadora cuando volvamos”. Ese es el espíritu del colectivo Télam.

Hoy, algunas luces se volvieron a encender.

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Terrorismo de Estado: siguen detenidas 5 personas tras la represión de la Ley Bases

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“Lo acusan de terrorista pero carrea cajones de frutas y verduras 12 horas al día. Es una locura”, dice el hermano de Cristian Valiente. Familias de personas que continúan presas realizaron ayer un encuentro para organizarse y desarmar las mentiras con las que se sostienen sus acusaciones. El caso de Cristian y el de de Facundo Gómez, que hablaba con su mamá cuando lo detuvieron: la justicia no tiene filmado sus supuestos “disturbios”, pero lo encarceló igual. Las causas armadas sobre los más vulnerables, mientras nunca se detuvo a quienes causaron los destrozos, por ejemplo, del auto de Cadena 3. Además, el fiscal Stornelli insiste con meter presas a siete personas que ya fueron liberadas por la jueza Servini por falta de pruebas. El terror que continúa, los ataques de pánico, las condiciones de detención: se puede colaborar económicamente con las personas detenidas (el alias: LIBRESYA) y existen 5 puntos de acopio de mercadería detallados en esta nota. Qué necesitan: abrigo, frazadas, comida. Las familias llaman al 10 de julio a una nueva conferencia y al 12 a una concentración en Plaza de Mayo.

Por Lucas Pedulla

Terrorismo de Estado: siguen detenidas 5 personas tras la represión de la Ley Bases

Jonathan dice que está un poco nervioso porque nunca habló en público, y ahora hay un aula llena de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en el barrio porteño de Constitución, dispuesto a escucharlo. Tiene 34 años y es el hermano de Cristian Valiente, una de las cinco personas -junto a Daniela Calarco Arredondo, David Sica, Facundo Gómez y Roberto María De la Cruz Gómez– que sigue detenida en Ezeiza tras la cacería del Gobierno durante el tratamiento de la Ley Bases en el Senado, hace ya tres semanas.

Todavía no pudo ver a su hermano porque no tenía su documento; espera hacerlo el próximo fin de semana.

Vino con su compañera, su hija y un perrito desde Moreno, oeste profundo del conurbano, a pedir por favor que lo liberen: “No tiene justificación. La gran mayoría están detenidos solamente por protestar. Y mi hermano, mientras estuvo detenido, le hicieron un desalojo en la casa: cuando salga ahora no tiene dónde estar”.

El lugar de donde desalojaron a Cristian era una pieza de un hotel céntrico. Allí había trabajado tres años como portero: “Uno con todos los derechos y dos, en negro”, cuenta el hermano. Denunció la situación y fue a juicio, que determinó que debía vivir allí hasta que le pagaran lo que debían. Casualmente, un derecho que la Ley Bases barrió en su capítulo de reforma laboral.

A Cristian -41 años, dos hijos- lo acusan por provocar “disturbios”, “arrojando piedras y otros objetos contundentes” contra la policía, pero sobre todo por haberle “secuestrado entre sus pertenencias” una granada de mano. En su indagatoria, él aclaró que no se trataba de una granada sino de un aerosol químico de los que usan las fuerzas de seguridad para gasear en las manifestaciones; y que lo encontró en las propias inmediaciones del Congreso, y se lo guardó para mostrarlo a un canal de televisión porque había vencido en 2022. “Decían que lo vendía en el mercado negro -dice Jonathan a lavaca, y no lo puede creer-. Lo acusan de terrorista pero carrea cajones de frutas y verduras 12 horas al día. Es una locura”.

https://twitter.com/Lavacatuitera/status/1808269566549622911

Este encuentro, motorizado por la Comisión de Solidaridad de la coordinadora por la liberación de lxs detenidxs y el cierre de todas las causas, fue el ámbito para que Jonathan pueda, por primera vez, dimensionar esa locura.

También pudo hacerlo Elena, la mamá de Facundo Gómez, 31 años, cuyo trabajo era ir con su carrito por Plaza Serrano, en Palermo, vendiendo cafés: “Lo detuvieron mientras hablaba por teléfono conmigo -dice mientras muestra un cartel con el rostro de su hijo, sonriente-. La causa debería caerse porque lo ponen arriba de una valla, diciendo que arengaba y tiraba piedras, pero la comunicación con mi hijo se detiene en el momento en que lo están deteniendo. Intenté llamarlo, hasta que me atendió una persona que supongo que era un policía, y me dice que le estaban haciendo averiguación de antecedentes. Le pregunto por qué, y me dice porque estaba en un lugar que no debía estar. Mi hijo grita bien fuerte: ‘¡Yo no estaba ahí!’”.

https://twitter.com/Lavacatuitera/status/1808262187380588878

Elena remarca que no hay registro fotográfico ni fílmico de Facundo, y su otra hija, Micaela, dice a lavaca que al fotógrafo que registraba su detención le rompieron la cámara: “Lo presentamos como testigo. Dijo que le pidió a Facundo que gritara su nombre, y cuando iba a hablar le pegaron una piña en el estómago”.

Elena dice que su hijo no aparece en los videos: “Ellos (la justicia) dicen que han mirado 100 horas, pero Facundo no aparece”. Y agradece la convocatoria: “Es una causa totalmente ilegal y armada para amedrentar y que no salgamos a protestar para que aceptemos todo lo que ellos quieren. Quiero la libertad de los cinco”.

El aula, llena, la abraza con un aplauso.

Crueldad sin paz

Una mesa afuera del aula junta donaciones (galletitas, paquetes de yerba, azúcar, latas de arvejas, jugos en polvo, lavandina, shampoo, toallitas) mientras otras personas de la coordinadora pasan con una caja de cartón para juntar dinero. Adentro, sobre la pared, una gigantografía de Rodolfo Walsh recuerda su Carta abierta de un escritor a la junta militar.

En bancos de madera, mientras tanto, se van sentando, entre otras personas, exdetenidos como Gonzalo Duro, Fernando Leone, Sofía Ottogali y Santiago Adano -liberadxs en las primeras 17 excarcelaciones, el viernes 14 de junio-, o Juan Spinetto y Camila Juárez Oliva, liberadxs en una segunda tanda de 11 faltas de mérito dictadas por la jueza María Servini, el martes 18.

Es que, además de las causas abiertas y la solidaridad por las cinco personas que aún siguen presas, la alerta continúa, porque el fiscal federal Carlos Stornelli apeló y pidió nuevamente la prisión preventiva sobre siete personas: Ottogali, Spinetto, Juárez Oliva, Sasha Lyardet, Nicolás Mayorga, Gabriel Famulari y Brian Ortiz.

“Nos siguen criminalizando cuando la jueza ya dictó la falta de mérito”, dice Camila a lavaca. La falta de mérito se dicta cuando se considera que no hay elementos suficientes para acreditar el hecho que se imputa. La propia Servini habló de la “orfandad probatoria” en las acusaciones de Stornelli. Camila, junto a Sasha y Nicolás, es una de lxs tres estudiantes de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) detenidxs: “Es una crueldad, porque todos los días me acuesto y miro la ventana porque no sé si un policía va a venir a decirme ‘agarrá tus cosas’, y ya en mi cabeza pienso que no tengo que agarrar ropa oscura para entrar al penal. Así está funcionando mi cabeza. Hasta que la Cámara no se expida, no estoy en paz”.

La sala II de la Cámara de Apelaciones, conformada por Roberto Boico, Eduardo Farah y Martín Irurzun, tiene ahora la palabra.

El docente Spinetto, otro de los “apelados” por Stornelli, dice lavaca: “Es ridículo, porque no aporta nada nuevo para apelar e insiste sobre algo que jurídicamente está zanjado. Básicamente lo que está haciendo Stornelli es continuar con la maquinaria de armado de causa. No tiene ningún sostén jurídico”.

Donaciones, acopio y concentración

La Comisión de Solidaridad abre el encuentro. Sus integrantes recuerdan que hay un alias (LIBRESYA) para contribuir a un fondo solidario común con montos de $500, $1000 o $2000. También subrayan que lxs detenidxs necesitan ropa de abrigo clara (no gris, sin capucha), frazadas de una plaza, y elementos de almacén. Los puntos de acopio:

  • ATE / INCAA: Lima 319, 1er piso, oficina 101.
  • SUTEBA Tigre: Santa Fe 11028, General Pacheco.
  • Mutual Sentimiento: Av. Lacroze 4181.
  • ATE Sur – Lomas de Zamora: Boedo 120.
  • ATE Alte Brown – Pte Perón: Somellera 481.

Luego habla Gonzalo Duro, trabajador judicial, uno de los exdetenidos: “En ese pabellón éramos 15 personas desconocidas y ahora somos amigas. Es una realidad y habla de la transversalidad del problema”. A continuación, Camila recuerda a Daniela Calarco Arredondo: “Le estamos tratando de juntar plata porque tiene que pagar el alquiler. También para pagarles el transporte a sus padres, que viven en Mar del Plata”. Grisel, hermana de Sasha, suma la preocupación por las apelaciones de Stornelli, y pide asistencia psicológica porque muchxs continúan con ataques de pánico. Valora la importancia de estos encuentros y pide, también, monitorear las trabas que les están poniendo los penales a las visitas familiares, para que el Sistema Penitenciario no siga “vulnerando derechos”.

Luego, y por un largo rato, pasan voces de diversos partidos y agrupaciones que hacen caracterizaciones del Gobierno. Algunos traen reclamos urgentes, como los trabajadores despedidos del Hospital Posadas o de la fábrica de neumáticos FATE, pero otros gritan pedidos de paro a la CGT. El músico Santiago Adano, otro de los exdetenidos, agradece con sensibilidad la solidaridad y el acompañamiento, pero sugiere avanzar en lo operativo del encuentro. Algunos no parecen escucharlo, y siguen. Otros sí, y piden acompañar, por ejemplo, la ronda de las Madres de este jueves en Plaza de Mayo para continuar la visibilidad por los detenidos. La propuesta es aceptada.

Las familias y exdetenidos, a su vez, proponen una nueva conferencia de prensa en el Servicio Paz y Justicia (Serpaj) para informar sobre la situación de las detenciones y las causas. En asamblea votan realizarla el miércoles 10. También votan, para el viernes 12, a un mes de la protesta, realizar una nueva concentración en Plaza de Mayo, con posibilidad de festival, buscando la convocatoria del amplio abanico político que movilizó la última vez, el día de las últimas excarcelaciones. Silvia, la mamá de Camila, recuerda que la urgencia de esos días fue lo que juntó a sindicatos, organismos, referentes de la izquierda y del peronismo: “Vengo a reforzar la idea de unidad, como lo hice desde el día uno”.

Cerca de las diez de la noche, la asamblea concluye.

Los ejes que se refuerzan:

  • Libertad a las cinco personas que siguen detenidas.
  • Pedir el rechazo de la Cámara a las siete apelaciones de Stornelli.
  • Cierre de todas las causas.

Leé la nota de tapa de la nueva MU: Qué es la libertad.
Sasha y su hermana, dos caras de lo que se vivió adentro y afuera tras la cacería policial el día de la votación de la Ley Bases. Sus reflexiones sobre la estigmatización, la persecución, y la vida en ¿libertad? Las redes y la calle. El ego y lo colectivo. Hablan Ramona y Santiago, también detenidos sin pruebas, con torturas. La organización entre familias. Y el reclamo por los que todavía están adentro.

Terrorismo de Estado: siguen detenidas 5 personas tras la represión de la Ley Bases
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LA NUEVA MU. No podrán

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