Nota
Escena Política Día 3: el nuevo poder social
Llegó el día final de Escena Política y terminó con una acción callejera dirigida al espacio donde entienden que está el poder: Puerto Madero. Los artistas y colectivos culturales que participaron del Congreso armaron entre todas y todos carteles y canciones con las consignas que pensaron juntxs durante tres días de intensas jornadas. La consigna que prevaleció: “Estamos creando un nuevo poder social”.
Más de cien artistas se reunieron en la Casa Torcuato Tasso en La Boca y se formaron en grupos de canción, movimiento y confección de carteles para organizar la acción.
La acción cantó.
“Canciones del Presente para la marcha del futuro” se llamaba el grupo dirigido por Luci Cavallero y Guillermina Etkin, que crearon las melodías de la manifestación. Una de ellas era con la música I Can’t Get Now: “Yo no quiero ser un facho. Yo no quiero ser un macho. A fugar, a bailar, otras armas inventar. Lo que quiero: asamblea bailable, un sindicato social, la ofensiva sensible que no puede esperar. Lo que quiero no es neoliberal. No mires TV”.
La acción bailó.
La performance tuvo un espacio previo para pensar como moverse. La idea fue ensayar cómo contagiar al resto para moverse todos juntos. Las consignas que surgieron para moverse fueron: susurrar, contagiar y bailar. Durante la acción los artistas se movieron de distintas formas pero juntos saltaron, caminaron y se tiraron al suelo patas arriba. Así contagiaron a los vecinos de la Boca que se sumaban con aplausos cuando los miembros de Escena Política pasaban.
La acción dijo.
La artista Mariela Scafatti coordinó el Taller Cartelismo del que salieron los mensajes que se llevaron hacia los rascacielos de Puerto Madero. Se usaron stencils, pinturas, marcadores y cartones. La consigna incluyó buscar un propio color y una forma de proyectar lo que se había pensado durante el Congreso.
Los carteles dijeron.
“Cuerpos posibles”, “Sindicato social y asamblea bailable”, “Vivir las utopías”, “Más escucha menos Slogan”, “Los posibles los definen nuestros deseos” y “Estamos creando nuevo poder social”.
La acción callejera de Escena política terminó cantando “el patriarcado se va a terminar” frente a la Universidad Católica Argentina.
Y siguió con fiesta de cierre coordinada por Hyedra Club de Baile en Mu. Punto de Encuentro.
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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar: