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Kraft, palos y a la bolsa

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Kraft Foods Inc. es una de las empresas de productos alimentarios más grande del mundo. Entre sus marcas se pueden encontrar Starbucks, Terrabusi, Rhodesia, Tita, Tang, Clight, Milka y Toblerone; su dedicación parece ser el engorde, no solo de sus clientes, sino también de sus ganancias. Réditos que llegan acumulados desde 155 países a lo ancho del mundo y que arrojan anualmente más de 37.200 millones de dólares en las manos de los grandes ejecutivos y su buffet de diligentes, abogados y demás aves de rapiña empresariales. A principios de este mes los magnates de Kraft se dieron el extremo lujo de ofertar 16.700 millones de dólares por la compañía Cadbury, anunciando que esa compra no requería de desinversión, y también, que la gran crisis financiera no había afectado sus arcas. En Argentina, Kraft tiene más de 3.500 empleados bajo su órbita. Una de sus fábricas, se ubica sobre un costado de la Panamericana, en el kilómetro 35, sobre el número 3500 de la avenida cuyo no-casual nombre es Henry Ford. Ford, quien se regodeó en vida entre la gran producción en cadena, el antisemitismo, y el logro de la paz vía consumo, puede estar contento; y es que tiene sus fieles sucesores posmodernos: Irene B. Rosenfeld es directora y CEO de Kraft Foods; en el 2006 ocupó el glorioso onceavo puesto entre las mujeres más fuertes del mundo, según la revista «Forbes». Dos años después, en el 2008, sus ingresos fueron aproximadamente de 16 millones dólares.
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La peste
Jorge Penayo es obrero de la fábrica de Kraft Foods Inc. Trabaja allí hace 15 años, y hace 8 que es miembro de la comisión interna. Su sueldo es de 1.550 pesos mensuales por cumplir una jornada laboral promedio. Unos 18.000 pesos al año. Jorge debería trabajar 3378 meses, es decir, 281 años para poder ganar lo que Rosenfeld gana en un mes. Digamos que en esta historia los números no son los argumentos de peso, pero dan una idea del método y del procedimiento empresarial para con sus empleados.
El conflicto en Kraft se remonta a tiempos turbulentos, de pandemia y esquizofrenia mediática: por el foco de gripe H1N1, los trabajadores, en julio de este año, reclamaron a sus superiores mejoras en la higiene de la fábrica: jabón, papel para secarse las manos y la imposible panacea del momento: alcohol en gel. Pedido que no obtuvo respuesta y cuyo resultado fueron 5 días de paro general en la fábrica. Vericuetos judiciales de por medio, el Ministerio de Trabajo ordenó una conciliación obligatoria, por lo que a fines de ese mes – varias audiencias mediante- la salud estaba moderadamente cuidada en el establecimiento de Kraft. Para el día 19 de agosto estaba planeada otra audiencia con el fin de solucionar problemas en el comedor diario, cubrir los viáticos de los empleados y demás mejoras que se venían tratando hace tiempo. Jorge cuenta lo siguiente: «El día 18, antes de la audiencia, la empresa despide a 160 trabajadores, directamente. Sin presentar ningún papel, argumentando como causa solo la movilización que nosotros hicimos el día 3 de julio para exigir las medidas por la gripe A. Nos movilizamos casi 850 personas del turno tarde. Eso se hizo a las 18 horas. Del turno tarde despidieron 50, 75 del turno noche -que no estaban en esa movilización- y 34 del turno mañana.». El Ministerio de Trabajo, días después, emite un comunicado en el que exige a la empresa el reestablecimiento de los trabajadores a sus puestos habituales. Kraft tampoco acata esta resolución. (Breve digresión: el problema general parece ser que los ejecutivos, o bien por cuidar de sus desérticos bolsillos, bien por fallas auditivas o por graves problemas de comunicación -tengamos en cuenta que la cúpula prospera y comanda desde Estados Unidos- no reconocen a otros como sujeto de autoridad o al menos, de disputa. Sus establecimientos parecieran unidades feudales en las que hay que rendir tributo y respeto al señor o señores;  nada hay más allá o por sobre el poderío kráftico).
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La represión
La cuestión se desarrolla de la siguiente manera: los trabajadores, haciendo lícito reclamo de un comunicado institucional que los auxilia y que no fue cumplido, entran a la fábrica y se conservan en asamblea permanente. Jorge relata: «Cada turno que ingresaba discutíamos en asamblea porqué teníamos que continuar con el cese de actividades. Estábamos defendiendo una resolución que teníamos a favor. Por un lado no podemos quedarnos sin trabajo en un momento de crisis, y por otro lado es que los argumentos que utiliza la empresa para despedirnos no son válidos.» Los trabajadores vivieron 15 oscuros días dentro de la fábrica, hasta que el infalible fantasma de la represión tomó su firme báculo, sus caballos, envalentonó a su infantería y se hizo presente, no como espectro, sino como fuerza brutal que violenta cuerpos sin distinción alguna. Viernes 25 de septiembre: «A las 2 de la madrugada nos empiezan a llover mensajes diciendo que estaba la orden de desalojo. En ese momento empiezan a retirarse los líderes de la fábrica, los supervisores, y la gente se empezó a desesperar porque corría el rumor de que iba a haber represión.» En asamblea los trabajadores deciden no abandonar la fábrica hasta las 6 de la mañana, aguardando a sus compañeros del turno siguiente. Hombres y mujeres del turno noche se retiran a horario; los trabajadores desocupados se mantienen firmes en su posición hasta aproximadamente la una y media de la tarde, momento en el que llega una comisión de la seccional del Ministerio de Trabajo de Tigre planteando el vaciamiento físico de la fábrica. Obviamente, los empleados no aceptan. Minutos después irrumpe la policía con la misma orden. Los trabajadores pidieron un plazo de 10 minutos para discutir y tomar una decisión conjunta. «En ese momento empezaron a reprimir afuera, donde estaban nuestros familiares y, entre los gritos, se metieron adentro, nos cataron y nos molieron a garrotazos. A las trabajadoras, a las compañeras, les patearon la cabeza, les metían puntines en las costillas, fue tremenda esa represión. Nos detienen ahí dentro de la fábrica, incumpliendo nuevamente la empresa con las leyes y nos meten en los calabozos móviles que tiene la policía bonaerense. Por otro lado no le permiten ingresar a nuestros abogados porque es ‘una propiedad privada’. Pero nunca nos trasladaron a una comisaría ni a una fiscalía ni en un juzgado; hicieron todos los papeles que tenían que hacer en la comisaría, ahí. Desde las 5.30 de la tarde hasta la 1.30 de la madrugada nos tuvieron esposados y amordazados  dentro de los camiones sin darnos agua ni nada. Nos sacan del calabozos cerca de las 12… y después nos empiezan a liberar a partir de las 3 de la madrugada.» Algunos -los que pudieron- volvieron a sus casas junto a sus familias. Otros, fueron directo al hospital a hacerse estudios, placas, curaciones y suturas en la cabeza.
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«Y así el día lunes hicimos una asamblea a las 5 de la mañana en la puerta de la fábrica porque ya no nos permitían el ingreso. Había 300 policías del lado de adentro, con caballos perros garrotes y escopetas.» Ese día se hicieron los cortes que paralizaron la Capital y muchas otras ciudades, entre otras: Rosario, Chaco, Jujuy, Neuquén, aproximadamente 70 en todo el país. «Recién ahí intervino el Ministro de Trabajo la Nación y de Provincia. Plantearon a la empresa que para destrabar el conflicto tienen que dejar entrar a los 5 miembros de la comisión interna a los que no les permiten ingresar, que retiren la policía, que paguen la quincena que adeudan, y que no tomen represalias contra ningún trabajador.» Los problemas de entendimiento de los ejecutivos de Kraft por ahora no tienen una solución clara. Mientras tanto, la embajada estadounidense apuntala a su pichón de empresa -tan relacionada con los negocios estatales- pero también, según su comunicado «apoya la plena aplicación de los derechos y protecciones laborales, así como el respeto por los derechos de propiedad y las decisiones del sistema judicial». Hubo quien interpretó este mensaje como un oxímoron incontestable.
Jorge: «Estamos convencidos de que el único camino que tenemos es la pelea, no tenemos otra, no queremos arreglo, no queremos plata: queremos trabajar. Por otro lado, entendemos que esta empresa tiene que dejar de ganar un poquito menos de lo que viene ganando y mantener los puestos de trabajo de todos los trabajadores en un momento de crisis. Nosotros lo que esperamos en el día de mañana es que el Ministerio sea contundente contra la empresa porque se le ríe en la cara, viola toda clase de leyes que hay. Por lo tanto entendemos que tiene que ser contundente la reacción del ministerio de trabajo contra esta empresa norteamericana porque ellos tienen poder, tienen la plata y quieren hacer lo que se les antoja en Argentina y no se los pueden permitir, ni el gobierno nacional ni el gobierno provincial. Este es un problema de Estado en este momento, es un caso testigo.»
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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

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Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.

Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla

Fotos Juan Valeiro

El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.

Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.

Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.

Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.

La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”. 

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:

  1. “Que no te vendan gato por león”.
  2. “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”. 

Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:

Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.

Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.  

Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.

Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

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Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.

Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.

La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
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Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.

Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.

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