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La identidad del Superclásico

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A Pablo Gaona Miranda, nieto recuperado 106 e hincha de River, apenas lo conoció su familia paterna le preguntó si le gustaba el fútbol: su tío, Chicho Gaona, había jugado profesionalmente en Boca. A Sabino Abdala Falabella, nieto 48 y bostero, su tío le contó que a los dos años atajaba gritando que era Gatti. «Yo soy de River porque mi apropiador, aunque no le gustaba mucho el fútbol, era de River. Y ser de River es una parte importante de mi construcción como persona», dice Pablo, en este diálogo en Abuelas de Plaza de Mayo, sobre los clubes y la identidad, en la previa de la final de la Copa Libertadores.
Por la Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol.
Pablo Gaona Miranda dice que, en el tsunami que significó recuperar su identidad, siempre supo que había nacido de River y que iba a seguir siendo de River pasara lo que pasara. Cuando lo dice, la sonrisa se le hace ancha y le transforma la cara.
Sabino Abdala Falabella dice que su tío le contó que a los dos años, antes de que lo secuestraran junto a su papá y a su mamá, atajaba gritando que era el Loco Gatti y que eso prueba que en ese momento ya era de Boca. Cuando lo dice, se le pone la piel de gallina y no tiene manera de ocultarlo.
Pablo y Sabino fueron víctimas del plan sistemático de apropiación de menores desplegado por la última dictadura. Pablo y Sabino son dos de los 128 nietos y nietas recuperados que se reencontraron con la verdad que pretendieron robarles por los tiempos de los tiempos. Pablo y Sabino, en la previa de la segunda final de la Libertadores, copa de agua de por medio y en uno de los salones de la casa de Abuelas de Plaza de Mayo, charlaron sobre el fútbol, sobre la memoria y sobre lo que puede suceder el sábado en el Monumental. Pablo y Sabino viajaron desde la pasión por una camiseta hasta la construcción de la identidad; y, también, desde el deseo de ser campeón hasta la certeza de que, cuando enfrente están los genocidas, no hay rivalidad que les impida jugar para el mismo equipo. Lo que sigue es todo de ellos.
-Es una final histórica y emocionante, Pablo. La ida la vi a cuatro cuadras de la cancha con unos amigos. Todos bosteros, por supuesto. Lo raro fue el tema del delay: los goles nos llegaban antes por el ruido por la gente que por la tele.
-Yo me encerré en mi casa. Solo. Por los nervios. Me tomé una cervecita mientras mi mujer intentaba controlar a la nena. Sufrí bastante.
-No sé si alguna vez te lo conté. Me secuestraron el 16 de marzo de 1977, cuando tenía dos años y ocho meses. Recuperé mi identidad a los 20. Ahí fue que me enteré, por uno de mis tíos biológicos, que de chiquito yo atajaba y él pateaba. Y yo decía que era Gatti y ya era de Boca. No te miento: te lo cuento y se me pone la piel de gallina otra vez. Después me cambiaron la identidad y seguí siendo de Boca. Es lo único que nunca cambió en mi vida. Está muy arraigado a quién soy. Me pasó de todo pero esto lo mantuve como si no pudiera moverse.
-Yo soy de River porque mi apropiador, aunque no le gustaba mucho el fútbol, era de River. Y ser de River es una parte importante de mi construcción como persona. Yo tengo una explicación para eso. A mí me restituyeron la identidad en 2012. Tenía 34 años. Estaban falseados mi nombre, mi fecha de nacimiento y mi partida de nacimiento. Pero mis amigos y mis vivencias no eran falsas. Viví cosas muy buenas durante todos esos años. Y una de las cosas que más valoro es ser hincha de River. Es más: creo que es lo más valioso que me quedó de aquellos años.
-Debe haber gente que cambia de club pero es muy difícil. Es como dice el personaje de Guillermo Francella en El secreto de sus ojos: se puede cambiar de todo menos de pasión. Y eso me pasó a mí: cambié de todo, hasta de nombre, pero no de pasión. Y, además, el fútbol me sirvió para conectarme con mi familia biológica. Ni bien recuperé mi identidad, lo único que me vinculaba con mi tío materno era el fútbol. Vos lo sabés bien: no es fácil ese proceso. No es ponerse un chip con tu verdadera historia y salir a la calle. Yo tenía una historia anterior y a veces no es sencillo buscar cosas que te unan. Ser de Boca me permitió ver partidos con mi tío y con sus hijos y eso me ayudó mucho.
-Me sucedió algo parecido. El fútbol me dio un primer tema de conversación con mi familia paterna. Nos conocimos y enseguida me preguntaron de qué cuadro era. Chicho Gaona, uno de mis tíos, había jugado en Boca, en Belgrano y en Platense. Eran tan fanáticos que me dijeron que me buscaban en una cancha de fútbol. Fantaseaban con que yo fuera jugador. El fútbol permitió descomprimir la tensión inicial y entrar en otros temas más profundos. Yo precisaba preguntarles por mis viejos y ellos querían saber qué había sido de mi vida durante 34 años.
-También desde el fútbol conocí más de mis viejos. Mi papá era de Racing y mi mamá, de Boca. Ella vivió durante un tiempo en La Boca e iba a la cancha con mi tío. Mi abuelo materno también era xeneize. Ser de un club es como formar parte de una familia. Es un lugar al que pertenecés. Yo fui mucho con amigos a la cancha: comía en el boliche de Quique y expresaba en la tribuna parte de todo lo que sentía.
-En mi caso, ser de River funcionó como una certeza incluso cuando en mi vida había pocas certezas. Mil dudas tenía cuando me acerqué a Abuelas: si me iba a cambiar el nombre, si iba a tener hermanos, si mi abuela iba a estar viva, qué me iba a esperar del otro lado, qué cosas iba a perder. Pero de lo único que estaba seguro era de que no iba a cambiar de club. Y eso es el sentido de pertenencia. Yo sabía que era de River, que había nacido de River y que eso lo iba a mantener pasara lo que pasara.
-Es que el fútbol es así. Es estar en las buenas y es estar en las malas. Lo comprobé durante los ochenta, una época en la que a Boca no le fue bien. Eso te hace ser todavía más hincha. Y también están las alegrías: si tengo que elegir, la Libertadores de 2007, con Román en la cancha, fue inolvidable.
-La Libertadores del 96 es de los mejores recuerdos de mi vida. 26 de junio de 1996. Estuve en el Monumental contra América de Cali. Dos goles de Crespo. Fue la primera que disfruté a pleno por un tema de edad. Tenía 18, seguí toda la campaña y me acuerdo de cada detalle de esa noche.
-Pero los clubes son más que lo que pasa adentro de la cancha y de lo que nos pasa a nosotros mirando los partidos. Soy de los que cree que el fútbol puede contribuir mucho a la memoria, que para nosotros es una pelea cotidiana y fundamental. Que hoy tantos clubes se manifiesten sobre los Derechos Humanos es producto de una larga lucha de las Abuelas y de las Madres. Los clubes, los futbolistas y los técnicos pueden aportar mucho para encontrar a los que siguen sin conocer su verdadera identidad. Los nietos y las nietas que faltan pueden estar acá a cuatro cuadras o en Europa. Y necesitamos encontrarlos.
-Sin dudas, Sabino. La repercusión que genera una acción de cualquier club es notable. ¿Quién no recuerda cuando Ignacio, el nieto de Estela, estuvo en el Monumental y recibió una camiseta? A mí, como hincha de River, me da orgullo que mi equipo, que tuvo como socios honorarios a jerarcas de la dictadura, se comprometa de esta forma. Hay clubes que ya tienen áreas de Derechos Humanos y eso es una grata sorpresa también porque los clubes son formadores de personas, no sólo de hinchas.
-Seguro. Pero los partidos son los partidos. Y yo estoy tranquilo porque al sábado llegamos de punto. Ustedes son los locales. Fue parejo en La Bombonera. Si entraba la del final, cambiaba todo. Quiero ver cómo lo plantea Barros Schelotto.
-River fue superior salvo el último rato y tuvo la mala suerte de que le hicieran dos goles en los que marcó mal. Si ajustamos algunas cuestiones defensivas y mantenemos la intensidad, nos llevamos la Copa. No nos va a pesar la localía. Hay un grupo de jugadores que viene junto desde hace tiempo y a eso se suma la confianza que le tenemos al técnico. Boca puede ganar pero River tiene más argumentos.
-Yo tengo un déjà vu de lo que pasó en la semifinal de 2004. Se puede dar algo parecido. Boca tiene una delantera que River no tiene. Wanchope y Benedetto están muy bien. Tevez tiene que entrar en el segundo tiempo para liquidarlo.
-Yo que vos tendría en cuenta que River fue en desventaja dos veces de visitante y se repuso. Y eso no es menor. No sé si Boca lo podría hacer en el Monumental. Tengo la teoría de que, si hacemos un gol, lo cerramos.
-No sé. Ya vamos a tener tiempo para ver quién tenía razón.
Lo sabe Pablo y lo sabe Sabino: la Copa está para cualquiera.
Lo sabe Sabino y lo sabe Pablo: el fútbol es una enorme excusa para aferrarse a lo mejor de la vida.
Lo saben los dos: cuando la identidad tiene forma de pelota, no hay impunidad que pueda detenerla.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

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Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.

Por María del Carmen Varela

La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.

La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro
Gabriela Pastor en escena. Detrás, Juan Zuberman interpreta a un ciego que toca la guitarra.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario.  Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.

El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.

Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.

Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.

La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.

Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA

Domingos 18 y 25 de mayo, 20  hs

Más info y entradas en @perlaguarani

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