CABA
Lecciones del aislamiento: las ganas de hacer juntas otro mundo
¿Cómo utilizar el aislamiento para algo bueno? La propuesta de la dramaturga América Vera Zabala viaja desde Estocolmo al mail de Claudia Acuña, fundadora de Lavaca. Y dispara múltiples reflexiones en esta quinta parte del intercambio epistolar 2.0, entre dos amigas y dos países que encaran estrategias distintas frente al coronavirus. Los femicidios, las no-respuestas estatales y el feminismo en tiempos de aislamiento; y de la soledad al estar juntxs, los desafíos que se vienen cuando pase la pandemia.
Buenos Aires, Argentina, 3 de abril de 2020
Querida América:
Demoré dos días en escribirte porque no sé ni por dónde comenzar a contarte lo que nos está pasando con la violencia que sufren las mujeres en esta situación de encierro.
Comienzo entonces por el final: la burocracia de género es una contrarrevolución activada para despolitizar al movimiento feminista argentino. No sé cómo funciona en otros países, pero en este hay una serie de expertas, la mayor parte académicas y colegas periodistas, que se han montado sobre la enorme ola que representa este movimiento que sacudió hasta el último rincón de la sociedad argentina para usar ese impulso de escalera, ocupar sitios de poder y desde allí, hacer… nada. Salvo garantizarse, en medio de esta crisis espectacular, un ingreso seguro y convertir derechos en prebendas.
Esta despolitización tiene consecuencias dramáticas, en el contexto de un país que ya acumula, en lo que va de 2020, 89 femicidios. Es interesante que esta cifra surge de los padrones que elaboramos diferentes organizaciones sociales, ya que mientras todos los días recibimos una comunicado emitido por el Estado, a través de la autoridad pertinente –el Ministerio de Salud- sobre el número de muertos por coronavirus, con datos precisos y oficiales (a hoy hay 42 muertes, todas personas mayores y con cuadros de salud complicados), la cifra de mujeres asesinadas depende de lo encontremos en Google, a partir de lo publicado en los medios. Y como ya te imaginas, en medio de la locura que significa informativamente esta pandemia no es precisamente una prioridad de los medios informar sobre los femicidios.
Primera conclusión: estar así, a ciegas, le permite al Estado eludir la planificación de políticas, programas y campañas para contener, prevenir y erradicar la violencia machista.
Esto, concretamente, intentaron plantear al Presidente familiares de víctimas de femicidios a través de una carta que entregaron en la Casa de Gobierno un día después que asumió el mando. ¿Por qué este apuro? Porque cualquiera de las organizaciones que elaboramos aunque de esa de esa manera precaria y provisional los datos de femicidios sabemos que diciembre, enero y febrero son meses de “temporada alta” de este tipo de crímenes. Urgía, entonces, que el tema sea prioritario, para evitarlos.
La esperanza de tener por primera vez un Ministerio de las Mujeres creó esa ilusión de ser escuchadas, pero no.
Tres cartas, durante tres meses y nada.
Tres funcionarias intermediaron para que esas familias sean escuchadas, y nada.
El último intento fue en marzo. Diluviaba. Las madres de las víctimas femicidios se reunieron en Plaza de Mayo para entregar la carta. Ana Romero, la mamá de Melina –asesinada el día que salió a festejar sus 17 años- llegó desde Martín Coronado, luego de una hora y media de viaje, con los zapatos y el paragua rotos. Marta Montero –mamá de Lucía Pérez, asesinada a los 16 años- desde Mar del Plata, distante a 300 kilómetros, pagándose el pasaje con su sueldo de enfermera en un hospital público. Blanca –mamá de Agustina Fredes, asesinada a los 19 años- también llegó desde Mar del Plata y el pasaje lo pagó con su sueldo de jubilada. Mónica –mamá de Araceli Fulles, asesinada a los 22 años- arribó directo desde el hospital de San Martín, a donde pasó toda la noche, tras el tercer intento de suicidio de su hijo, atormentado por haber encontrado tras 23 días de búsqueda el cuerpo de su hermana. Rosana –mamá de Carla Siggou, asesinada a los 28 años- desde el porteño barrio de Pompeya, luego de dejar en la escuela a los dos nietos de los que tuvo que hacer cargo tras el crimen. Ella se repone de la quimioterapia por un cáncer de mamá.
Todas estas mujeres, empapadas y tiritando, esperaron una vez más ser escuchadas, y nada.
Marta, la mamá de Lucía, había pedido dos días de licencia en su trabajo, consciente de que quizá fuera necesario esperar en Capital a que las convocaran. Se quedó en mi casa, así que pude compartir su espera, firme, decidida e ilusionada, y nada.
¿Qué esperaban estas mujeres?
“Nosotras queremos que a este gobierno le vaya bien”, comenzaban explicándome. Y para que le vaya bien tiene que comprender esto que es tan importante: “tiene que hacer algo, ya, urgente, para que quede claro que hay un cambio”.
¿A quién le tiene que quedar claro?
La respuesta es unánime: al Poder Judicial.
En Argentina el Poder Judicial no es lo mismo que la justicia, en el caso de la violencia contra las mujeres, es exactamente lo contrario.
Estas mujeres lo saben por dolor propio: sus hijas fueron humilladas por jueces y fiscales de manera cruel y sistemática. No hay metáfora ni exageración en esta afirmación: dos de estas mujeres viven amenazadas y con custodia policial permanente porque fueron ellas quienes se encargaron de buscar, encontrar el cadáver e investigar el crimen de sus hijas. En el caso de Lucía Pérez los tres jueces que justificaron su crimen analizando su “conducta sexual precoz” están ahora enfrentando un jury de destitución y el pedido de anulación de ese fallo horroroso que dejó impune ese femicidio, que impulsó en su momento dos paros nacionales de mujeres, coronados por masivas movilizaciones de repudio. En el caso de Carla, la crueldad incluye que luego de enterrarla, la madre recibió un llamado del juzgado preguntando por su hija: le avisaron así la fecha en que iba a comenzar el juicio por la violación y los golpes, ya que el juicio por el asesinato se haría aparte; desdoblaron la causa. En el primero, Carla era querellante, pero al estar muerta, los padres no pudieron reemplazarla, así que presenciaron el juicio desde el público.
Esto es apenas un resumen breve, que no se detiene en ninguno de los detalles que conozco de lo que representa en la vida de estas mujeres cada uno de estas violencias que el sistema descarga sobre ellas ( uno de los que más me impactó: se endeudaron para pagar el sepelio de sus hijas firmando pagarés usurarios). Sin embargo, alcanzan a dar una dimensión de por qué es absolutamente necesario que ese Poder Judicial reciba un mensaje claro y contundente: Nunca Más.
En plena reclusión obligatoria sucedieron 15 femicidios, pero solo voy a contarte detalles de dos, porque están muy relacionados con este tema. La hija de Cristina Iglesias, 40 años, fue a la comisaria de Monte Chingolo, en la provincia de Buenos Aires, a denunciar que estaba recibiendo mensajes de texto muy extraños de su madre, quien además no le contestaba el teléfono. Estaba preocupada también por su hermanita, de 7 años. Le dijeron allí que esperara unos días, hasta confirmar si no se habían ido a algún lado…en pleno encierro obligatorio! La hija no esperó: fue directo a la casa y quien le abrió la puerta fue quien ahora sabemos era el femicida que degolló a su mamá y a su hermanita y las enterró en el fondo de la casa.
Ese mismo fin de semana, muy lejos de allí, en Mar del Plata, los dos hijos de Cristina seguían buscando a su madre, desaparecida desde hacía 23 días. A pesar de la reclusión obligatoria, recorrían las calles de esa ciudad dejando a todo el que pudieran su número de teléfono y la foto del principal sospechoso, hasta entonces prófugo. Recibieron así una llamada que les advertía que el hombre que estaban buscando estaba andando en bicicleta muy cerca de la casa de su madre y, de hecho, de dónde él mimo vivía, ya que eran vecinos. Fueron, lo apresaron y avisaron a la policía. Esperaron toda la noche en la puerta de la comisaría, hasta que les avisaron que la indagatoria se la tomarían en la mañana en Tribunales. Allí fueron: esperaban, desesperados, que confesara dónde la tenía…con vida. Esa mañana en Tribunales un tropel de policía intentó, con las mañas represivas que aquí tiene la Bonaerense, disuadirlos de la espera. Les advirtieron así que por haberse declarado la feria judicial no estaban tomando indagatorias que no estuvieran relacionadas con las denuncias de violación de la cuarentena. Comenzaron entonces a sumarse las mujeres que en esa ciudad ya tiene experiencia sobre cómo parir justicia: con barbijos, guantes y a un metro de distancia una de las otras, se plantaron ante Tribunales dispuestas a dejar en claro lo que sintetizaron con una consigna: de acá no sale nadie hasta que no confiese. Lograron así que se lleve a cabo la audiencia. Al terminar, el juez y el fiscal huyeron por la puerta lateral, y fue la abogada, ahí en la calle, quien les informó a los hijos qué había confesado: la había matado y enterrado. Es desgarrador ver el video de la reacción de esos hijos, destrozados, a la intemperie, aullando de dolor.
Del enorme legado que nos ha dejado la lucha argentina contra los crímenes de la dictadura, hay uno que nos sirve para dimensionar qué representa todo lo que te estoy contando: el movimiento social por los derechos humanos argentinos logró, para beneficio de toda la Humanidad, que las familias también fueran consideradas víctimas cuando se trata de violencias de Estado. Esto significa que tienen derechos consagrados por tratados internacionales que en cada uno de los casos que te estoy narrando fueron sistemáticamente violados. Está claro también que no se trata de tal juez o aquel fiscal, sino que estamos frente a una violación sistémica. Y eso es exactamente lo que están reclamando que se frene ya, de una vez y para siempre.
El reclamo es tal que obviamente el Estado ha tenido que responder. Y lo ha hecho como todos los gobiernos anteriores: promocionando una línea de teléfono de atención a las víctimas de violencias. El problema es que esa línea está enchufada a la nada. Si vos llamás, una persona muy dispuesta, comprometida e informada, en primer lugar te contiene, pero su objetivo final es que hagas la denuncia judicial, porque sólo así pueden activarse los mecanismos de protección, que se reducen a sólo dos cosas: botón antipánico y obligación de distancia. Pero los lugares de recepción de denuncias están restringidos por esta pandemia y aun así, lo que pueden hacer es recomendar las medidas de protección necesarias para cada caso, pero quien las activa es un juez. Y no hay más que uno: el de turno. Y ese juzgado está desbordado por las denuncias de violaciones de cuarentena: 1200 por día, informan.
Como resultado del encierro más la combinación con la campaña de agite del teléfono, las líneas están recibiendo un 60% más de pedidos de ayuda y las empleadas que la tienden, desbordadas. Eso también es violencia de Estado.
Y como la presión social por respuestas concretas y urgentes sigue, la cereza de esta torta de impotencia es la nueva medida que han inventado: una campaña que te informa que podés ir a cualquier farmacia y pedir un “barbijo rojo”. Esa es la clave que activa que el farmaceútico te de un folleto y llame…al número de teléfono.
El problema es que en Argentina hay dos entidades que nuclean a las farmacias de todo el país y este acuerdo se firmó sólo con una, así que hay siete provincias que no lo tienen y, por lo que indagué en un recorrido por mi barrio, ni siquiera todas las farmacias de Capital están afiliadas a uno u a otro, ya que no es obligatorio. Sin embargo, la campaña no especifica estas limitaciones.
Hace dos días recibí el llamado de una farmaceútica de mi barrio, desesperada porque había visto en las redes sociales el aviso y nadie se había comunicado con ella para indicarle qué hacer en caso de que se presente en su local una mujer pidiéndole “el barbijo rojo”. Se me ocurrió tuitear lo que me dijo. Hoy pasé por la farmacia y me agradeció porque le habían hecho llegar todo el material. Se me ocurre ahora que en los próximos días estaré recorriendo las farmacias de mi barrio para seguir reportando direcciones: si me para la policía voy a alegar que estoy cumpliendo un servicio esencial para el Estado.
Ahora, te explico mi conclusión: sería muy fácil, pero también muy político encontrar los canales adecuados para llegar a las mujeres que necesitan contención y apoyo para enfrentar situaciones de violencia. Como bien sabés, las redes sociales territoriales en este país funcionan desde hace décadas y eficientemente porque sin ellas hubiera sido imposible resistir a la pandemia de políticas neoliberales que nos infecta la vida desde hace décadas. . Pero eso representaría darle poder y recursos –de eso se trata “empoderar”- a la cocinera del comedor comunitario, y no al puntero.
La forma de eludir este tema de fondo –que es reconocer simbólica y materialmente quién tiene el poder de parar esto- es correrlo de eje y reducir todo el problema a la cuestión “de género”. ¿Qué significa el género? Nada, más allá que la relación desigual entre sexos en relación al acceso al poder, no para cambiarlo sino para ocuparlo tal cual está: igualdad en el disfrute de privilegios, lo cual significa consagrar la meritocracia como forma de merecimiento a ese acceso: las que “saben” , las que “pueden”, las “expertas”. Pero de lo que estamos hablando es de luchar contra las violencias que desata un sistema que humilla, degrada, corrompe y hace estallar las relaciones humanas. De lo que estamos hablando es, sobretodo, cómo destruir ese sistema horrible y crear otro, más armónico y feliz.
La herramienta para construirlo es el feminismo y el territorio dónde dar esa batalla es aquel que llamamos política. Democratizarla es el objetivo.
Por último, la buena noticia. Alguien escuchó a esas madres: la ministra de las Mujeres de la provincia de Buenos Aires. Hace dos días logró que el gobernador firmé un decreto que otorga un subsidio inmediato a víctimas y familias, que incluye hasta el reintegro por los gastos del sepelio.
Es un triunfo del movimiento feminista, que no está asilado ni encerrado, sino activo y desbordando, como siempre.
Mientras escribo estas líneas acaba de suceder algo que no sabría cómo clasificarlo: hace catorce días que estamos obligadas a encerrarnos para protegernos de un virus que es letal para las personas mayores de 68 años, según el promedio de edad que surge de la lista de muertos. Esa es exactamente la población que quedó hoy a la interperie -el primer día frío de este otoño- durante largas horas, amontonadas en la cola de los bancos, que abrieron por primera vez desde la cuarentena para pagar jubilaciones y subsidios. No hay lógica sanitaria si no hay sensibilidad política y los bancos, que hicieron fortunas durante los últimos cuatro años, no la tienen. Nadie del Estado previó esto., lo obvio, lo que nos infecta la vida desde hace décadas.
Te abrazo,
Claudia.

Estocolmo, Suecia, 6 de abril 2020, 13 grados, primer día que no hay frio de invierno en el aire.
Querida Claudia
¡Que carta!
No hay nada para agregar, salvo que lo que me cuentas que pasa en Argentina pasa en Suecia, en la India, en China, en Francia, en todas partes donde hay hombres.
En Suecia recién salió la noticia de que los crímenes sexuales contra niños a través de la web están en aumento. La policía informa que detectaron conversaciones de delicuentes pedófilos en la darknet que hablan de una situación muy favorable gracias al coronavirus: las infancias pasan más tiempo en internet, los padres los controlan menos. Pesadilla
Pero te propongo que primero hablemos de otra cosa.
Quisiera que hablemos un poco sobre la soledad.
¿Qué es la soledad? ¿Cómo una la percibe? Y esa percepción, ¿cambió en tiempos de coronavirus?
Tu recién publicaste un libro con el título “No estás sola”. Tu libro no tiene nada que ver con coronavirus, pero sí con el tema que me cuentas en tu carta. Bueno, no solamente sobre eso, claro: es un libro maravilloso y me encanta. Pero si piensas en tu título y piensas en el coronavirus y el aislamiento obligad0, ¿qué sale?
Comencé a pensar en soledad el día que empecé a extrañar a mis amigas. Como ya te conté, una de mis mejores amigas tiene cáncer de mama y no puede ver a nadie por el riesgo de que se enferme antes de la operación. Otra de mis mejores amigas tiene 70 años, diabetes, sobrepeso y además, se fue a su casa de verano, a varias horas de acá. Otra amiga se trasladó del ministerio de Relaciones Exteriores al ministerio de Política Social, que ahora se ha transformado en el “ministerio del coronavirus”: ahora trabaja noche y día. En síntesis, todo lo que a mi normalmente me da consuelo no está cerca. Tampoco puedo decir: bueno, voy al teatro, el cine, a ver una exposición, cosas que me encantan hacer sola: todo cerró. (Yo no tengo ninguna tendencia al alcohol, pero obviamente el consumo aumenta en estos casos y con ese aumento viene también el crecimiento de la violencia en el hogar. En Groenlandia, por ejemplo, se prohibió venta de alcohol como una medida de prevención en el marco de la pandemia de coronavirus).
Pregunté a través de mi Facebook sobre soledad. Me llegaron respuestas muy lindas y muy variadas. Una mujer comentó que ella nunca (en tiempos “normales”) se siente sola cuando está sola. Sus momentos de soledad son cuando está mal acompañada. Ahora, en cambio, piensa mucho en la gente que vive sola o con una pareja violenta. Otra escribe que nunca extrañó tanto estar sola como ahora, que está encerrada con sus hijos. Y reflexiona: la sociedad ayuda a equilibrar la carga de las mujeres con la existencia de jardines o escuelas, porque eso permite que estés “sola”. Y que el desbalance que se produce ahora es tan obvio, cuando tanta gente que se ha quedado sin trabajo -o sea “sin nada que hacer”- y otros –por ejemplo, aquellas personas que trabajan en el sector de salud- tienen demasiado que hacer. Otra escribe que extraña mucho el contacto físico, y que se angustia con las noticias que llegan de gente por el momento muere sola, de entierros en soledad. Y en lo que significa todo eso para elaborar el duelo. Otra cuenta que su vida se siente mucho más rica, y que se dio cuenta de todo lo lindo que tiene en su alrededor gracias a una cuarentena de varias semanas con su pareja y hijos. Mucha gente me dice también que su ritmo cambió, mejoró. Un hombre me cuenta que tiene 70 años, que después de su última separación ya no quería más problemas de relación de pareja. Era profesor, su relación era con libros, con las palabras. Y justo a esta altura de la vida volvió a tener un encuentro: una amiga de infancia, se contactaron por Facebook. Si vieron, se tocaron, volvió a sentir alegría. Ahora en cuarentena, solo, su vida se convirtió en una espera de la muerte.
¿Qué significa entonces esta soledad impuesta por una cuarentena? ¿Qué significa para personas diferentes y para los diferentes grupos que forman nuestras sociedades. ¿La podemos transformar en algo positivo que se quede en nuestra vida post-corona?
Nosotras compartimos una conferencia sobre democracia participativa, en Caracas y en 2005. Por entonces, yo fui como autora de un libro sobre democracia participativa que había escrito en 2003. Tú aquella vez hablaste sobre las fábricas recuperadas tras la crisis 2001. Dijiste algo sobre cambiar economía por amor, o economía del amor (por favor: recuérdame). De todas maneras, mi recuerdo es que transmitiste que ahí se logró hacer algo: cambiar el paradigma que normalmente tiene que ver con la codicia y el individualismo por algo que tiene que ver con el amor. Y así fábricas, hoteles, medios, funcionaron con otra lógica aun dentro del dominio de un mercado que mantuvo la suya, de saqueo y depredación.
Ahora el coronavirus nos hace conscientes de la crisis económica, la crisis del cambio climático y otras tantas que ya existían, pero no eran reconocidas como crisis.
Ahora, podemos decir entonces: cambiemos esta soledad con estar juntos, en el sentido de crear una sociedad nueva juntos.
Ahora, podemos, quizá, tener la oportunidad de poner mucha más atención en lo más necesario, porque lo más necesario es lo único que está funcionando durante esta corona-cuarentena. Por lo menos aquí en Suecia donde lo único que no cerró son los hospitales, buses, subte, escuelas y jardines, negocios de cercanía.
Ahora podemos, sin duda, valorar la ganas de estar juntos, las maneras hacer juntas, con una creatividad insuperable.
Ahora podemos comprender lo que significa decir: no estás sola.
Podemos utilizar este asilamiento para algo bueno.
¿Qué piensas?

Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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