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MU en Pedro Luro: las preguntas que dispara el hallazgo de un esqueleto, mientras se busca determinar si se trata de Facundo
En la madrugada de hoy pescador encontró un esqueleto en la costa de Villarino, en la zona donde se busca a Facundo Astudillo Castro. “No hay mucha más información», informó Luciano Peretto, uno de los abogados de la familia. «Está viniendo el Equipo Argentino de Antropología Forense. Seguramente en las próximas horas va a ser la pericia. Es lo único que sabemos hasta el momento. No hay ningún otro tipo de definición. Está el fiscal (Santiago Ulpiano Martìnez), con presencia de la Policía Federal Argentina. Es todo lo que tenemos”. El ministro de segridad bonaerense cuestionado por la familia, Sergio Berni, dijo: «Da la impresión que se trata de él» aunque luego aclaró que faltan realizar los peritajes. A la espera del resultado de las a cargo del Equipo de Antropología Forense, compartimos algunos de los principales detalles del caso, junto a las dudas y preguntas que Cristina, madre de Facundo, subraya a los periodistas de la revista MU y la agencia lavaca.org en Pedro Luro.
Los abogados de la familia de Facundo Castro recibieron un llamado en la noche del sábado desde la Fiscalía Federal Nº1 de Bahía Blanca, para avisarles que habían encontrado un cuerpo sobre «el Canal denominado Cola de Ballena, próximo a las líneas Férreas de Ombucta, de Villariño Viejo», según informó el Ministerio de Seguridad nacional.
El aviso, según informaron, fue de un pescador del lugar. “Se encontró un esqueleto completo absolutamente disecado”, informó Luciano Peretto, uno de los letrados de la familia, por un audio general a la prensa. “No hay mucha más información. Está viniendo el Equipo Argentino de Antropología Forense. Seguramente en las próximas horas va a ser la pericia. Es lo único que sabemos hasta el momento. No hay ningún otro tipo de definición. Está el fiscal, con presencia de la Policía Federal Argentina. Es todo lo que tenemos”.
Aun cuando la madre del joven, Cristina Castro, estaba presente en el lugar, el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, dijo al sitio Data Clave: “Por la estructura física del cuerpo y la mochila semienterrada da la impresión que se trata de él. Sin embargo, es poco probable poder hacer un reconocimiento por lo que hay que esperar a que se realicen los peritajes y estudios correspondientes”. Sin embargo, el abogado de la familia Leandro Aparicio dice a lavaca que al momento no se pudo corroborar el dato de la mochila.
La zona de la costa de Villarino había sido terminada de rastrillar el viernes, sin ningún resultado, aunque según fuentes del Ministerio de Seguridad no se habría llegado al punto donde hoy se encontró el esqueleto.
El hallazgo, en un lugar de difícil acceso salvo en vehículos 4×4, en zona de cangrejales y salitres, fue ubicado en un tramo de unas vías que estaban bajo sospecha para la Justicia, ya que es el lugar donde una testigo dijo que había acercado a un joven “los últimos días de abril”, y que vio marcharse caminando hacia Bahía Blanca. Sin embargo, este es un testimonio del que la familia sospecha, ya que no sólo en su declaración no confirmó que se trataba de Facundo, sino que en un primer momento dijo -según denunció la familia- que había llevado a un joven el 27 de abril.
A la espera del resultado de las pericias, compartimos alguno de los principales detalles del caso, junto a las dudas y preguntas que Cristina subraya a lavaca, desde Pedro Luro.

Hechos, preguntas y contradicciones
En la secuencia de hechos, surgen para la familia las principales irregularidades:
- El 30 de abril, Facundo salió de su casa temprano (“alrededor de las 7 de la mañana”, dice Cristina, porque ella ya se había ido para entrar en la Shell) para hacer dedo en la ruta 3 y así llegar hasta Bahía Blanca, para ver a su exnovia.
- Una mujer lo levantó en la localidad de Hilario Ascasubi (el pueblo siguiente a Luro) y lo dejó en Mayor Buratovich cerca de las 10 de la mañana.
- En Buratovich, pasadas las 10, la llaman a Cristina. Le llamó la atención que en la pantalla decía: “Sin número”. Una voz femenina le pidió corroborar el domicilio. Era porque a esa hora, los oficiales Jana Curruhuinca y Mario Gabriel Sosa detienen a Facundo y le labran una infracción por circular sin el permiso oficial durante el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio. De ese momento es la foto donde se lo ve a Facundo de espalda, con su mochila marca Wilson a un costado del móvil, y Sosa de frente. “No me dijeron que había quedado detenido. Entonces lo empecé a llamar”, dice Cristina. Facundo no atendía.
- A las 13:33 Cristina recibe un llamado de Facundo. “Mamá, vos no tenés idea de dónde estoy”, escucha Cristina. Ella lo retó por romper la cuarentena y por cómo iba a volver con su ex. Le dijo que la llamaron de la policía. “Mamá, no me vas a volver a ver”, escucha Cristina. Dice Cristina lavaca: “Ahí escucho que alguien le manotea el teléfono. Yo lo tomé como que se enojó conmigo y volvió con Daiana”. Cuando los amigos y la exnovia le alertan que su hijo nunca había llegado a Bahía y que tampoco contestaran los mensajes, Cristina hizo la denuncia los primeros días de junio. “Y como había escuchado ese ruido raro en el teléfono cuando me llamó, pedí el rastrillaje”.

A partir de este momento, empiezan diversas preguntas y contradicciones oficiales:
- La investigación judicial aún no pudo determinar qué es lo que ocurre entre el momento de la infracción y el llamado de Facundo a Cristina.
- El día del primer rastrillaje, a Cristina y su abogado Luciano Peretto le comunican que la oficial Siomara Flores (hermanastra de Curruhuinca) había levantado a Facundo en Buratovich en horas del mediodía y lo había dejado en Teniente Origone, la siguiente localidad, cerca de las 13:30. La querella descree de ese relato, ya que subraya que en ese sitio no hay señal de móvil para que Facundo pudiera haberse comunicado con su mamá, y que esa comunicación impactó en una antena de Mayor Buratovich. Lo más impactante es el relato que Cristina le hace a lavaca de ese día. “Primero hubo una reunión del personal en Pedro Luro. En ese momento aparece un superior y le dice a una piba: `¡Vos vení para acá!`. Y me dice: `Esta es la oficial que llevó a su hijo desde Burato hasta Origone`. Nos quedamos muy sorprendidos porque eso no figuraba en la causa, había declarado ese día. La chica no levantaba la vista en ningún momento”.
- Sigue Cristina: “Llegando a Mayor Buratovich, nos bajamos y había cinco patrulleros en la entrada, pero no de costado, estaban todos puestos en abanico, obstruyendo la entrada. Salió el subcomisario Pablo Reguillón, a cargo en ese momento: ´Acá le labraron el acta a su hijo, acá no tiene nada que hacer, se tiene que ir´. Fue el mismo comisario que removieron por amenazar a Luciano y a mí cuando después de la primera marcha aparecieron los restos fósiles en un basurero de Mayor Buratovich. Me temblaban las piernas. No podía respirar. Ahí sentí algo. En ese momento, sentí a mi hijo ahí le había pasado algo malo”.
- De allí se fueron hacia Origone, donde la oficial Flores dijo que dejó a Facundo. “Para ese entonces estaba sumamente descompuesta. Le digo a Luciano que esto era raro, que no era normal, algo pasó acá”, recuerda Cristina. Y cuenta algo que percibió cuando aún estaban en Buratovich: “Uno de los patrulleros que estaban en forma de abanico se desprende y sale eyectado a una velocidad impresionante, por ruta. Cuando llegamos a Origone, ese patrullero estaba ahí”. Allí aparece un cuarto oficial que la familia sabe que intervino ese día, Alberto González, que dice que por el llamado de unos vecinos el 30 de abril fue a la ruta por un “niño” que estaba caminando a la vera del camino. Declaró que ese joven era Facundo y que le sacó una foto a su carnet de conducir a las 15:43. Tambíen dijo que le había dicho que ya había sido infraccionado. “Repetía como un loro la historia y se sabía de memoria, cuando yo hasta el día de hoy no me lo aprendí, el domicilio de la exnovia. ¿A 50 días se sabía de memoria donde iba Facundo?”. González declaró que se comunicó con la comisaría de Médanos para corroborar los hechos. La familia afirma que esa llamada nunca existió, y resalta, como apunta Cristina, varias contradicciones en el relato de González. La mayor: primero declaró que Facundo se fue caminando, y luego dijo que se subió a una camioneta Duster Oroch color gris.
- A esta serie de relatos confusos e irregulares, se sumó que cuando la causa pasó al fuero federal, surgió una testigo denominada E.R que dijo que “los últimos días de abril” (no especifica exactamente el día: la querella sostiene que en su primera declaración, dijo que fue el 27 y no el 30) había levantado a un joven que hacía dedo al lado de un patrullero, cerca de la entrada de Origone. La testigo dice que dejó al joven en las primeras vías, a 15 km del control fitosanitario. Dijo que se bajó y que lo vio alejarse caminando por las vías. La familia denunció que esa testigo fue aportada por los dos oficiales que le labraron la infracción a Facundo a las 10 de la mañana, y que se enteraron de ella primero por los medios de comunicación que por la propia fiscalía. Hoy el relato de esta testigo cobra relevancia por el lugar del esqueleto.
A esta serie de contradicciones, filtraciones e irregularidades, se suman:
- Los tres testigos que le afirmaron a Cristina que vieron que Facundo subía a un patrullero, sobre la ruta 3, pasando la entrada de Mayor Buratovich. Le dijeron que habían ido previamente a la comisaría pero no se la quisieron tomar.
- La denuncia que la familia hizo a los funcionarios municipales de Villarino, a quienes acusaron de entregar un informe de tránsito falso donde no estaban los testigos que señalaron a la Bonaerense en Buratovich, pero sí a la que dijo haber alcanzado a un joven hasta las vías, primero el 27 y luego el 30.
- La sandía con la vaquita de San Antonio que encontraron en el destacamento de Teniente Origone, un objeto muy querido de Facundo que le había regalado su abuela. En la sandía encontraron pelos que fueron remitidos al Servicio de Genética Forense del Cuerpo Médico Forense de la Corte Suprema.
A 109 días, Cristina espera alguna respuesta de lo que le pasó a su hijo.
Los resultados de las pericias deberán conocerse en las próximas horas.
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Campaña: Encontremos a las/los nietos de Oesterheld
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Cien

Desde que se inició este año desde el Observatorio de Violencia Patriarcal Lucía Pérez registramos 100 femicidios, casi 1 por día.
La víctimas fueron desde mujeres de 83 años, como Ana Angélica Gareri, en Córdoba, a una adolescente como Pamela Romero, de 16, en Chaco; y una bebé de 3 años en González Catán.
En este 2025 ya registramos 85 tentativas de femicidio.
En el 2025 registramos en todo el país 77 marchas y movilizaciones que se organizaron para exigir justicia por crímenes femicidas.

En nuestro padrón de funcionarios denunciados por violencia de género, podés encontrar el registro clasificado por institución estatal y provincia. Hasta la fecha, tenemos contabilizados 161 funcionarios del Poder Ejecutivo, 120 del Poder Judicial, 72 del Poder Legislativo, 71 de las fuerzas de seguridad y 71 de la Iglesia Católica.

En el padrón que compila datos oficiales sobre denuncias de violencia de género, podés encontrar datos sobre cantidad de denuncias por localidad y la frecuencia con que la recibimos. Un ejemplo: este mes la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de la Nación informó que durante el primer trimestre de este año recibió un promedio de 11 denuncias por día de violencia contra las infancias.

Otro: el Ministerio Público Fiscal de Salta informó que no alcanzan al 1% las denuncias por violencia de género que son falsas.
En nuestro padrón de desaparecidas ya registramos 49 denuncias.

Lo que revela toda esta información sistematizada y actualizada es el resultado que hoy se hace notorio con una cifra: 100.
Más información en www.observatorioluciaperez.org
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5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje
Pasaron cinco años del femicidio de Cecilia Basaldúa en Capilla del Monte. Tres años de un juicio que absolvió a un imputado sin pruebas. Cuatro fiscales, cuatro policías presos y numerosas movilizaciones, desde Buenos hasta Córdoba, para exigir la verdad, ese compromiso que aún es la certeza que falta.
Fotos y crónica de María Eugenia Morengo para cdmnoticias.com.ar
25 de abril. Cruz del Eje. El GPS calcula unos 2 kilómetros. La entrada a la ciudad está envuelta de un aire viscoso. Una avenida se extiende en silencio y después de atravesarla, la llegada a los Tribunales se convierte en un ritual: una reminiscencia de lo que fue, una promesa de lo que debe ser. El pedido por Verdad y Justicia, es una demanda que crece. Cada letra se ubica en el mismo lugar que ocuparon tres años atrás. Las escaleras de la justicia cruzdelejeña son de un cemento gastado. Raspan, duelen.

¿Qué pasó en Capilla del Monte? El papá y la mamá de Cecilia, Daniel Basaldúa y Susana Reyes, están cargados de bolsas, llenas de carteles con el rostro de su hija, multiplicado. Son como una red que se estira a lo largo de esos 868 kilómetros que conectan a Buenos Aires con el noroeste de Córdoba. El camino recurrente que transitan para llegar a la verdad..
Sin previo aviso, adentro del edificio de Tribunales Daniel y Susana se anuncian. Quieren ver al todavía fiscal Nelson Lingua, quien aún está a cargo de la investigación de la causa, antes de que asuma como nueva fiscal, Sabrina Ardiles. Afuera todavía se respira la niebla. La espera alerta a los policías. Quieren saber si van a venir más personas.
– Lo hacemos para cuidarlos –dice la mujer de uniforme.
Piden datos, intentan tomar nota de lo que es una rutina inventada.
–La policía a nosotros no nos cuida –reacciona Susana y en un intercambio sin sentido, se alejan.
Silvia Rivero es la prosecretaria de la fiscalía, se acerca afuera y los llama. El fiscal se hizo un lugar en la agenda del día viernes. Adentro, el reflejo del piso de tribunales es como un espejo que se extiende, entre mocasines, tacos, alpargatas y zapatillas.
La preocupación de la familia es evidente. El recibimiento del fiscal es cordial. Se explica ante los recientes cambios que pronostican para el mes de mayo a Sabrina Ardiles, como la persona que estará sentada en el mismo sillón inmenso de cuerina, desde donde ahora, les habla Lingua. La dra. Rivero, también explica, y confirma que nunca se dejó de investigar. La necesidad de la confianza es una tregua durante esa hora de reunión, los tecnicismos se suspenden y las palabras se abren en una cronología de datos, guardados en la memoria indeleble de Daniel Basaldúa.

La medida del tiempo de la causa, son las fojas de expedientes que se acumulan. La inspección judicial realizada en el mes de agosto del año 2024, por los posibles lugares donde Cecilia pudo haber estado en Capilla del Monte antes de su muerte, dejó en evidencia la dudosa hipótesis de la anterior fiscal de Instrucción de Cosquín, Paula Kelm, quien había asegurado que Cecilia había llegado por sus propios medios al lugar donde apareció sin vida. Mientras que en el transcurso de estos años, cada vez son más los policías que estuvieron en la búsqueda e investigación, presos por violencia de género:
Adrián Luquez, ex sub comisario, detenido por amenazas con armas de fuego a su pareja. Hoy en libertad, se fue a vivir a San Luis. Ariel Zárate, ex sub comisario de la Brigada de Investigaciones de la Departamental Punilla Norte –preso por violencia de género. Diego Concha, ex director de Defensa Civil, encargado de la búsqueda –condenado a prisión perpetua por el crimen de Luana Ludueña y por la causa de violencia de género hacia su ex mujer, y Diego Bracamonte, ex comisario departamental, a cargo del operativo de la búsqueda –preso por violencia de género.
El tiempo de la justicia es una curva enredada, en apariencia, inofensiva. El tiempo de la justicia es el de las burocracias que definen su forma de proceder. El tiempo, es de una lentitud que lastima. Las letras se vuelven a guardar.
Son las cuatro de la tarde y el sol avanza en la siesta de Capilla del Monte. En la plaza San Martín, alrededor del Jardín de la Memoria, se arman los gacebos, se pone un aguayo, se llena de flores. Rojas, amarillas, lilas, celestes, el monte aún está florecido. Contrayerba, lavanda, romero, palo amarillo, incayuyo, ruda, los sahúmos se arman. Una compañera comienza a preparar el fuego.
Más lejos, sobre la calle Pueyrredón, en la puerta de la Secretaría de Turismo, la concentración crece. Llegan de todas las direcciones. Con tambores y repiques, con banderas y ofrendas. Una combi estaciona, descienden vecinos y vecinas que subieron en Córdoba y en distintas partes del Valle de Punilla.

La batucada suena, es un comienzo en cuenta regresiva. La marcha avanza a contramano. Hay una indignación que toma el ritmo de los tambores, trepa en el repique y todo se hace canción. La calle techada de Capilla del Monte es un anfiteatro de barricadas. Los sonidos viajan a través de la mejor acústica para el reclamo: ¡Vecino, vecina, no sea indiferente nos matan a Cecilia en la cara de la gente. Cecilia presente!

“Este es un día especial y este lugar es especial porque tiene mucho que ver con lo que le pasó a Cecilia”, comienza Daniel en la puerta de la comisaría de Capilla del Monte, “hay muchos policías involucrados en el caso. Ya lo hemos denunciado muchas veces, pero parece que no alcanza”, dice mirando a los uniformados que permanecen parados como granaderos.

Daniel les recuerda que durante el año pasado, la policía de Capilla debió haber realizado notificaciones a tres personas para declarar en los Tribunales de Cruz del Eje, pero no lo hicieron. Las testimoniales pudieron efectivizarse, porque intervinieron los abogados de la querella, Daniela Pavón y Gerardo Battistón. En ese mismo reclamo, la abogada Pavón se acerca y también hace pública la falta de atención institucional que hay para las víctimas de violencia de género en la localidad.

La familia de Ezequiel Castro, asesinado por la policía de Córdoba, se adelante y los abraza. Alguien grita que ahí mismo, en la comisaría, apareció ahorcado Jorgito Reyna, hace 12 años, atado con la manga de su campera a la reja de una ventana, pocos centímetros más alta que él. Que su causa, también sigue impune y que los golpes que tenía no fueron suficientes para demostrar que lo habían torturado. Que a pesar de no bajar los brazos, las familias sienten que el duelo es un proceso tan profundo, como inacabado.

Susana y Daniel permanecen frente a una multitud, observan hacia adelante y hacia atrás. Saben que la comisaría es señalar lo que siempre llega al mismo lugar: complicidad. “A las chicas les pedimos que no tengan miedo, que denuncien -acentúa Susana- que no se dejen asustar con los policías ni con nadie, nadie tiene derecho a venir a violentarnos”.
El espacio público es un canal clave para recordar que los asesinos de Cecilia están libres, “y que muchos andan dando vueltas por acá”, dice Daniel y remarca que no dejarán de venir a Capilla del Monte, hasta que los responsables del femicidio de su hija, estén presos.
La llegada a la plaza San Martín es un círculo de candombe que la nombra. Hace cinco años que se insiste en las mismas palabras, como un tajo que se abre en el cemento, una cicatriz que se agranda en medio de la incertidumbre: ¿Qué pasó con Cecilia?
Tal es el encubrimiento que las responsabilidades se hacen obvias.
La ronda se acerca al altar. Es un asedio a la justicia que falta. Desde el micrófono se invita a dejar una ofrenda en memoria de Cecilia, a conjurar entre todas y todos ese momento, esa memoria. En el centro de una plaza que se anochece, resuena una voz grabada -desde algún punto del Abya Yala- Lolita Chávez, lideresa maya de los pueblos K’iche de Guatemala, habla entre los yuyos que comienzan a perfumar lo que no se puede detener. Cada rama seca que se enciende se hace una intención, un pájaro que se dispara, restos del día que se van:
“Hoy 25 de abril levantamos nuestra fuerza sagrada, y nuestro poder popular feminista. Reconociendo la memoria, la historia, el vientre en la sangre, de Cecilia Basaldúa. Ese femicidio no debe quedar en la impunidad (…). Con la fuerza de nuestras ancestras, con los fuegos sagrados que encendemos, levantamos nuestra expresión de indignación y lo comunicamos a los cuatro puntos cardinales. Para que nunca más haya este tipo de violencias contra nuestras vidas”.
Las copleras y la poesía toman el escenario. Las y los músicos hacen de Cecilia esa canción y en el centro del caldero caliente, el humo abre el cielo: hay una memoria que se desprende y una vida que cambió de idioma.

En medio del algarrobo que sostiene los carteles de Memoria, Verdad y Justicia, una placa de cerámica con el rostro de Cecilia, también observa. El día queda atrás y en el fondo de la noche, las palabras todavía están en suspenso, son un silencio que pronto dirá.
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