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Naomi Klein: La batalla de Burkman

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Naomi Klein fue testigo del desalojo de Brukman. Dos días después escribió este artículo donde analiza el significado no solo de la violencia con que el Estado ataca a esas obreras, sino de lo que significa el movimiento de fábricas recuperadas en la Argentina. También encontrara aquí las crónicas de lavaca sobre los momentos decisivos de esa batalla.

Por Naomi Klein

En 1812, una banda de obreros textiles británicos protagonizó una serie de incursiones en fábricas de tejidos para romper máquinas industriales con sus martillos. Según los luddites*, los nuevos telares mecanizados eran los culpables de haber eliminado miles de trabajos, roto comunidades y merecían ser destruidos. El gobierno británico discrepó y convocó a un batallón de 14.000 soldados para reprimir la revuelta obrera brutalmente y proteger las máquinas.

Dos siglos después, otra fábrica textil, esta vez en Buenos Aires. En la fábrica Brukman, que ha estado produciendo trajes de hombres durante cincuenta años, es la policía quien rompe las máquinas y son 58 los obreros los que arriesgan sus vidas para protegerlas.

El lunes 21 de abril, la fábrica de Brukman era el escenario de la peor represión que Buenos Aires ha visto en casi un año. La Policía Federal había desalojado a los obreros en el medio de la noche y había convertido el barrio entero en una zona militar custodiada por ametralladoras y perros de ataque. Incapaces de entrar en la fábrica y completar la excelente orden de compra que habían obtenido para producir 3.000 pares de pantalones, los obreros convocaron a una muchedumbre y anunciaron que era tiempo de ponerse a trabajar. A las 5 de la tarde, 5 costureras – señoras de mediana edad, con cortes de cabello fuera de moda, zapatos modestos y delantales de trabajo azules- caminaron hacia el cerco policial. Alguien empujó, el cerco cayó, y las mujeres de Brukman, desarmadas y del brazo, caminaron despacio a través de él.
Apenas habían dado sólo unos pasos cuando la policía comenzó a disparar: gas lacrimógeno, cañones hidrantes, primero y balas de goma después. La policía incluso cargó contra las Madres de la Plaza de Mayo, con sus pañuelos blancos bordados con los nombres de sus hijos desaparecidos. Se dañaron docenas de vidrieras y la policía disparó gas lacrimógeno en un hospital (NdeR: el hospital de niños más importante de la ciudad) donde algunos habían tomado refugio.

Ésta es un instantánea de la Argentina a menos de una semana de sus elecciones presidenciales. Cada uno de los cinco candidatos más importantes está prometiendo terminar con esta crisis que ha asolado al país y ponerlo a trabajar. Todavía los obreros de Brukman son tratados como si coser un traje gris fuera un crimen importante.

¿Por qué este Estado-Luddism, esta rabia a las máquinas?
Bien, Brukman no es cualquier fábrica. Es una fábrica recuperada, una de las casi 200 fábricas que existen en el país que han sido tomadas y puestas a funcionar por sus obreros en el último año y un medio. Para muchos, estas fábricas recuperadas, que emplean a más de 10.000 personas a nivel nacional y producen de todo -desde tractores hasta helado- no son vistas solo como una alternativa económica, sino también como una alternativa política. «Ellos nos tienen miedo porque nosotros hemos demostrado que si podemos manejar una fábrica también podemos manejar un país,» dijo ese lunes por la noche Celia Martínez, una de las obreras de Brukman. «Es por eso que este gobierno decidió reprimirnos.» .

A primera vista, Brukman se parece a cualquier otra fábrica textil en el mundo. Como en México y Toronto, Brukman mostraba mujeres con las cabezas gachas encima de sus máquinas de coser, sus ojos fatigados y sus manos volando encima del tejido y del hilado. Lo que hacía Brukman diferente eran los sonidos. Se escuchaba el rugido familiar de las máquinas de coser y el siseo del vapor, pero también esa tradicional música boliviana que provenía de una pequeña reproductora que estaba en la parte posterior del cuarto, y voces hablando suavemente, cuando los obreros más viejos se acercaban a los más jóvenes y les mostraban las nuevas puntadas. «Ellos no nos permitirían hacer esto antes,» dice Martínez. «Ellos no nos permitirían levantarnos de nuestros lugares de trabajo o escuchar música. ¿Pero por qué no escuchar música para levantar un poco el ánimo?» .

Aquí en Buenos Aires, todas las semanas llegan noticias de una nueva ocupación: un hotel de cuatro estrellas es ahora atendido por su personal de limpieza, un supermercado es tomado por sus empleados, una aerolínea regional se ha convertido en una cooperativa de pilotos y azafatas. En los pequeños periódicos del trotskismo de todo el mundo, las fábricas ocupadas de la Argentina, donde los obreros han tomado los medios de producción, se aclama agitadamente como el alba de una utopía socialista. En periódicos comerciales grandes como The Economits, se describen ominosamente como una amenaza al sagrado principio de propiedad privada. La verdad queda entre algunas de estas partes.

En Brukman, por ejemplo, no se tomaron los medios de producción, ellos simplemente se recogieron después de que habían sido abandonados por sus dueños legales. La fábrica había estado en declive por varios años, las deudas a las empresas de servicios público se estaban amontonando y durante cinco meses, las costureras habían visto sus sueldos acuchillados de 100 pesos por semana a solo dos pesos, que no alcanzaban ni para el pasaje.

El 18 de diciembre del 2001, los obreros decidieron que era tiempo para exigir el dinero para el viaje. Los dueños, alegando pobreza, les dijeron a los obreros que esperaran en la fábrica mientras ellos buscaban el dinero. «Nosotros los esperamos hasta tarde. Los esperamos hasta noche,» dice Martínez, «Nadie vino.» .

Después de recibir las llaves del portero, Martínez y los otros obreros durmieron en la fábrica. Desde entonces, la están haciendo funcionar. Han pagado las facturas, han atraído nuevos clientes, y sin rentabilidad ni sueldos gerenciales por los cuales preocuparse, han podido pagarse sueldos firmes. Todas estas decisiones se han tomado democráticamente, por voto en asambleas abiertas. «Yo no sé por qué los dueños tenían semejantes problemas,» dice Martínez. «Yo no sé mucho sobre contabilidad, pero para mí es fácil: suma y resta.» .

Brukman representa una nueva clase de movimiento de trabajadores, uno que no está basando su poder en parar de trabajar (la tradicional táctica de unión), pero sí en la determinación obstinada de seguir trabajando, no importa en qué. Es una demanda que no está manejada a través de dogmatismo, sino por realismo: en un país donde 58 por ciento de la población está viviendo en la pobreza, los obreros saben que están lejos de un cheque con la paga y cerca de tener que rogar y recoger la basura para sobrevivir. El fantasma que está recorriendo las fábricas ocupadas de Argentina no es comunismo, sino la indigencia.

¿Pero no es el robo simple? Después de todo, estos obreros no compraron las máquinas, los dueños lo hicieron. Si ellos quieren venderlas o trasladarlas a otro país, ciertamente ése es su derecho. Como el juez federal escribió en el orden de desalojo de Brukman, «la vida y la integridad física no tienen supremacía por encima de los intereses económicos.» .
Quizás involuntariamente, él ha resumido la lógica desnuda de globalización: el capital debe ser libre de buscar los sueldos más bajos y los incentivos más generosos, sin importar el peaje que el proceso cobra a personas y comunidades.

Los obreros en las fábricas ocupadas de Argentina tienen una visión diferente. Sus abogados los defienden alegando que los dueños de estas fábricas ya han violado principios del mercado básicos, no pagando ni a sus empleados y ni a sus acreedores, incluso mientras cobraban grandes subsidios del Estado. ¿Por qué no puede el Estado ahora lograr que los recursos restantes de esas compañías endeudadas continúen sirviendo a la comunidad con trabajos firmes? Docenas de cooperativas de obreros ya han obtenido la expropiación legal. Brukman todavía está luchando.

Podemos llegar a pensar que los Luddites utilizaron un argumento similar en 1812. Las nuevas fábricas textiles privilegiaron las ganancias de unos por encima de los intereses de una comunidad entera. Aquellos obreros textiles intentaron luchar contra esa lógica destructiva rompiendo las máquinas. Los obreros de Brukman tienen un plan mucho mejor: ellos quieren proteger las máquinas y romper la lógica.

*En el siglo XVIII en Inglaterra, un grupo de trabajadores conocidos como Luddites cuestionaron y atacaron la revolución industrial al recorrer el país, destruyendo maquinarias y quemando fábricas a lo largo del camino. Creían que la maquinaria amenazaba los empleos.

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La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos

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Este domingo a la madrugada murió María Teresa López, asambleísta contra la contaminación en su ciudad natal, Caleta Olivia, luego mudada a Capital Federal y parte del grupo Jubilados Insurgentes. Mary se enfermó de cáncer producto de la contaminación que ella misma denunciaba, y luego fue abandonada por el Estado en modo motosierra: el PAMI se negaba a entregarle medicamentos, pese a amparos judiciales a su favor. Una historia que genera bronca e impotencia, pero que a través del recuerdo de sus compañeras de lucha se revela como una lección de vida, en el más profundo sentido de la palabra: lo colectivo frente a lo personal, la idea de no perder el tiempo, la movilización permanente, la generosidad, la sabiduría, y qué es la muerte.

Por Franco Ciancaglini

Algunos dirán que Mary era bajita y otros que tenía el porte enorme de Nora Cortiñas.
Desde la pandemia solía esconder su sonrisa detrás de un barbijo, aunque sus motivos de alegría eran cada vez menos:

  • su salud era cada vez más delicada;
  • los medicamentos oncológicos no llegaban;
  • y la lucha que encaró desde siempre —primero en su Caleta Olivia natal contra la contaminación, luego contra el sistema de salud público y, al final, como parte del grupo Jubilados Insurgentes— cada vez implicaba poner más el cuerpo.

Fue su cuerpo lo que, este domingo 21 de julio, dijo basta.

Mary se convierte así en algo odioso: un símbolo. Un símbolo de la muerte sistemática que genera un sistema que enferma y abandona. Pero también en un símbolo de lucha por la vida, en el sentido más profundo de la palabra.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Mary junto a Nora Cortiñas.

Contaminada

María Teresa López nació en 1959 en Caleta Olivia, Santa Cruz. Falleció el domingo pasado a sus jóvenes 67 años, en un hotel de la calle La Rioja, en Once, ciudad de Buenos Aires. Sí: vivía en un hotel. Sola, producto del desarraigo que le produjo tener que trasladarse para atenderse de un cáncer de hígado.

Ese fue el diagnóstico médico: una metástasis que avanzó en el último tiempo al ritmo frenético de una motosierra.

La causa que no figura en su partida de defunción es aquella que ella misma denunció hasta el final: a Mary le negaban medicamentos oncológicos indispensables para su tratamiento.

Lo que tampoco figura en su partida es que Mary fue arrancada de su Caleta Olivia natal porque se enfermó, al igual que decenas de personas de esa localidad, producto de la contaminación del agua por actividades extractivas en la zona.

Contaminada

La vida de Mary fue la de una militante social de una estirpe rara: austera, firme, silenciosa, estudiosa, imparable.

Sus compañeros reconstruyen sus historias: que de chica le hicieron un test de inteligencia y un profesional le dijo a su madre que ella era más o menos superdotada; que seguramente podría hacer dos carreras universitarias a la vez; que terminó la secundaria antes de tiempo y luego cursó dos carreras; que se enganchó con el ambientalismo muy joven y empezó a investigar cuando las empresas petroleras negaban la contaminación de las napas de agua.

Formó parte de la Asamblea Ambiental de Caleta Olivia, desde donde luchó sin descanso contra la contaminación provocada por el fracking. Mucho antes de enfermarse, denunciaba que el agua que llegaba a las casas estaba contaminada con petróleo. Lo sabía por la evidencia científica más contundente que tiene una comunidad contaminada: que sus vecinos, familiares y amigos enfermen y mueran.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
En Plaza de Mayo, con una bandera contra la megaminería contaminente en Chubut.

Ante los medios Mary describía lo que vivía y veía alrededor: “La gente se muere o queda discapacitada”. En una entrevista para el programa Conciencia Solidaria, precisaba sobre su territorio:

  • “Caleta Olivia… tiene un problema grave: falta de agua potable, y encima está contaminada por la industria petrolera. Los muestreos de agua que hemos sacado y analizado han dado positivo: está contaminada el agua que estamos tomando.”
  • “La situación es muy grave, se está muriendo muchísima gente de esas 11 localidades, 9 están en terrible condición… además tuvimos un caso muy grande de gastroenteritis que afectó a 340 personas”.
    También contextualizó el vínculo entre agua contaminada y salud pública: “Los metales pesados son cancerígenos, mutagénicos, van mutando de una generación en otra… nacen chiquitos con problemas… o fallecen de cáncer».

Denunciaba en Caleta Olivia la presencia de hidrocarburos, arsénico y metales pesados en el agua, además de enfermedades poco frecuentes que, como decía ella, “no tienen cura” y crecen en esa región patagónica. Alertaba con claridad: “No es solamente cáncer, sino Enfermedades Raras o Poco Frecuentes. Muchos pacientes no están bien atendidos… La situación se agrava cuando se trata de estas patologías: solo se ofrecen tratamientos paliativos.”

Un mal día le tocó a ella, ya con la certeza profunda de que la contaminación ambiental fue parte del combustible de su cáncer de hígado.

En agosto de 2015, en un foro en defensa del agua organizado en Comodoro Rivadavia, otras asambleístas como Lidia Campos, de la asamblea contra el fracking de Allen (Río Negro), la conocieron personalmente luego de años de tramar resistencia contra el extractivismo: “En el Foro en Comodoro había gente de todos lados… Y estaba Mary, que ya tenía problemas, como un problema en la boca del estómago… No se sabía bien… Uno tapa esas cosas y habla de la lucha, la salud quedaba en segundo plano. Mary no era de hablar de lo personal; siempre se preocupaba más por lo colectivo».

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Lidia y Mary, durante el acampe del Malón de la Paz en Buenos Aires, hace dos años.

La describe así: “Era menuda, callada. Pasaba desapercibida. Pero cuando abría la boca, te dejaba con la boca abierta. Sabía muchísimo. Y tenía una convicción inquebrantable.”

Recuerda Lidia que, en 2019, Mary pasó de la denuncia mediática a la judicial: presentó un amparo colectivo ante la Corte Suprema contra la contaminación del agua con hidrocarburos, arsénico y metales pesados. Denunciaba así, ante el máximo tribunal argentino, el abandono del sistema cloacal, basurales a cielo abierto, y exigía la puesta en marcha de una planta de ósmosis inversa paralizada (actualidadjuridicaambiental.com). En ese expediente Mary detallaba:

  • “Frecuentes interrupciones en el suministro… agua contaminada con hidrocarburos totales y arsénico… napas freáticas contaminadas por fracking…”.
  • Solicitaba medidas cautelares urgentes: provisión gratuita de agua apta, saneamiento cloacal, cierre de basurales y puesta en funcionamiento de la planta de ósmosis inversa.

Esa presentación inédita, que firmó ella misma, reflejaba años de trabajo comunitario, denuncias y… enfermedades. Pero su denuncia fue ignorada, archivada y judicialmente ninguneada: tras seis años, la Corte se declaró “incompetente” y desestimó el recurso, sin resolver la situación de fondo.

Mary no se rindió: en 2020 fue caminando hasta Balcarce 50 para presentar a través de Mesa de Entradas de la Casa Rosada una carta firmada por una red de organizaciones en defensa del agua dirigida a Alberto Fernández, denunciando la contaminación del agua y relacionándola lúcidamente con argumentos que el ex Presidente daba como recomendaciones durante la pandemia.

Lidia Campos es la que recupera y comparte a lavaca este documento, y la que como asambleísta define su legado: “Lo que ella hizo fue histórico. Vale la pena hablarlo para las próximas generaciones… En esta época hemos perdido tanta humanidad que a nadie le importa. Pero acá hay alguien que dio su vida. Dio, literalmente, su vida.”

El último recuerdo que Lidia conserva data del 14 de julio de 2023, durante una jornada de lucha contra Mekorot, la empresa nacional de agua israelí que intentaba desembarcar en Argentina con intenciones sospechosas. Relata Lidia: “Ella estaba afuera del Anexo del Congreso con los Jubilados Insurgentes para protestar… Después fuimos a una confitería. Le pregunté si había comido al mediodía… no había comido nada. Le sugerí unos tostados o medialunas con queso. Pidió un té. Cuando llegó lo que pedimos, no lo pudo comer”. Igual, se sacaron esta hermosa foto compartiendo. Y ese mismo día, antes de despedirse, Mary le regaló una pashmina rosa a Lidia para protegerla del frío.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Carlos Ponce, Mary y Lidia Campos: una amistad atravesada por la lucha ambiental del sur del país.

Abandonada

Cuando se enfermó y vio que su asamblea se desarmaba –entre otras cosas precisamente porque muchos enfermaban- Mary se trasladó a Buenos Aires. Pretendía resistir y atenderse bien, cosa que logró durante muchos años: su lucha logró que PAMI le asignara el Hospital Italiano para su tratamiento.

Tuvo un cáncer controlado que se descontroló al ritmo del deterioro del sistema de salud: primero Macri, luego Fernández, la pandemia y finalmente Milei como garrotazo final.

Desde 2023 su situación empeoró drásticamente. Su compañera Zulema, de Jubilados Insurgentes, relata: “El PAMI decía que tenían medicamentos para esa patología, pero no eran los que había indicado su médica… entonces no los aprobaban. A veces los recursos judiciales salían favorables, pero el PAMI tampoco los entregaba. La impotencia era terrible».

Sino miren este video.

María Teresa López dice claramente: “El mecanismo es simple: es eliminarnos, gastando menos… llegar al déficit cero… matándonos.”

El video la muestra junto a sus compañeros de Jubilados Insurgentes en un reclamo frente al PAMI por sus medicamentos.

Sigue: “Es más fácil eliminarnos de manera nefasta e inhumana… Para mí ustedes son asesinos, y les importa un bledo”.

Hoy, un año y mes después, Mary tenía razón.

Zulema continúa: “Ella no podía hacer la quimio porque la droga fundamental no estaba… íbamos al PAMI con compañeros, hacíamos reclamos, pero no facilitaban nada. Cuando le autorizaban un tratamiento de ocho sesiones, solo le entregaban dos dosis. Nos confesaron que no se molestaban en dar el tratamiento completo porque muchos morían antes… Pero Mary resistía, resistía… llegó un momento en que el cuerpo no resistió más».”

Una de las últimas veces de manifestación ante el PAMI, sin Mary, el personal de seguridad preguntó por ella en la puerta: “¿Cómo está Mary?”

La respuesta era obvia: mal.

Insurgente

Pese al deterioro físico, Mary se unió a los Jubilados Insurgentes. Entendió que el sistema no solo descarta a quienes enferma, sino también a los que ya no pueden “producir”.
Zulema recuerda: “¡Tenía un carácter! Ese carácter es el que la hizo resistir cuando muchos se daban por vencidos”.

Llegó a ese espacio dos años atrás, íntimamente vinculada con su enfermedad. “Se metió en todo lo legal… recursos, fiscalías, Comodoro Py… sabía de litigio ambiental”, dice Zulema.

El 12 de junio de 2024, durante la lucha contra la Ley de Bases, estuvo firme en Plaza los Dos Congresos. “Nosotros la cuidábamos porque estaba débil, pero se escapaba, quería seguir.” Conocía a todos. “Era muy luchadora. Y hablaba con energía. Siempre nos pedía que unamos las luchas».

Lo que posiblemente sea su último legado lúcido: unir las luchas del ambientalismo con las banderas de los jubilados.

Sobre su convicción, Zulema dice: “Cualquier cosita que ella hacía la asumía con total responsabilidad… vino con cartulina, se traía el cartel… Cuando asumió Milei hizo un cartel que decía ‘Toda la clase política es responsable de la debacle del país’, lo diseñó ella misma”.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Un cartelito que le hicieron tras su muerte, Clarisa y Agus, que lo dice todo: «Se lo hicimos porque ella era doña cartelitos, y lo dejamos con ella».

Otra anécdota: “Una vez vino a una reunión, con anotador en mano, ya predispuesta. Algunos comenzaron a hablar de su vida personal, y se enojó. Se levantó, juntó sus notas y se fue. Dijo: ‘acá se pierde tiempo, no van a llegar a nada’. Pero volvió. Con dramas y todo, no quería perder el tiempo: estaba alerta. Era consciente de que la tarea era enorme, y le ponía ímpetu”.

Mary sabía que no le quedaba mucho tiempo y por eso nunca bajó la guardia.

Siguió yendo cada miércoles a las rondas frente al Congreso, siempre con barbijo, para cuidarse y cuidar. Participó del Malón de la Paz, llevó agua, militó con grupos ambientalistas, jubilados y religiosos. Organizó actos, escribió cartas, e insistía en que el 22 de marzo, Día Mundial del Agua, había que salir a las calles. Siempre. Aunque lloviera, aunque doliera.

Porque Mary enseló que la muerte no es algo que ocurre al final: es eso que va sucediendo en vida ante la indiferencia, el silencio de los tribunales, el apagón de las protestas, la descomposición del cuidado, la impunidad de los contaminadores y la complicidad del silencio.

La muerte es el abandono.

La muerte es el olvido.

Y en ese sentido, Mary sigue más viva que nunca.

odas las agrupaciones de jubilados que se juntan los miércoles a protestar en Congreso, preparan un homenaje a Mary y, a través de ella, “a todas las víctimas del sistema y de este plan siniestro de exterminio de los más vulnerables”.

Será mañana, después de la marcha, en un acto en Plaza de Mayo.

Mary: gracias.

Hasta mañana.

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Pablo Grillo: llaman a indagatoria al gendarme Guerrero a seis meses de un disparo criminal

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El 2 de septiembre el gendarme que disparó una granada de gas lacrimógeno por fuera de todos los protocolos de la fuerza deberá comparecer ante la justicia. La decisión la tomó la jueza María Servini de Cubría más de cuatro meses después del hecho. Pablo Grillo luchó por su vida, perdió masa encefálica y hoy se encuentra en plena rehabilitación. Todo lo que deberá explicar Héctor Guerrero y que implica a su principal defensora y la responsable de la violencia estatal: Patricia Bullrich.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cuatro meses y una semana pasaron desde el miércoles 12 de marzo. Ese día, durante otra violenta represión a la marcha de jubilados y jubiladas, el Gendarme Héctor Guerrero le disparó fuera de toda legalidad una granada de gas lacrimógeno al reportero gráfico Pablo Grillo, cuyo impacto casi lo mata, y por el que perdió parte de la masa encefálica, estuvo casi tres meses internado en terapia intensiva en el Hospital Ramos Mejía y por el que hoy continúa en proceso de rehabilitación. Cuatro meses y una semana pasaron hasta hoy, lunes 21 de julio, en el que la jueza María Servini citó a indagatoria al gendarme, autor material de lanzamiento, para el próximo 2 de septiembre.

Es decir: entre la ejecución y la audiencia habrán pasado 131 días, casi seis meses, casi medio año. 

El camino de la in-justicia

En un primer momento, la jueza había rechazado el expediente y el caso había pasado al Juzgado Federal N° 12, donde tramitaba otra denuncia por los mismos hechos. Como ese juzgado estaba vacante y subrogado por Ariel Lijo, quien también se declaró incompetente y declinó la competencia, el expediente regresó al Juzgado N° 1 el 28 de marzo y la jueza Servini lo tiene en sus manos desde el 10 de abril, a la vuelta de una licencia. 

La cronología detalla el tiempo que una familia debe atravesar para exigir justicia por un hecho de violencia estatal: desde el 21 de marzo en que el papá, la mamá y el hermano de Pablo se presentaron en la causa como querellantes, solicitaron se llame a Guerrero a declarar “en calidad de imputado, por tentativa de homicidio agravado por abuso funcional, abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público”. Pero no hubo respuesta. Por eso, el 6 de junio, reiteraron el pedido con estos argumentos: “Desde el inicio de la investigación, todas y cada una de las pruebas recabadas por el Juzgado corroboran lo que planteamos en nuestra querella del 21 de marzo: el cabo primero Héctor Jesús Guerrero de la Gendarmería Nacional Argentina fue el autor del disparo de la pistola lanzagases que hirió de gravedad a Pablo Grillo el 12 de marzo a las 17.18hs”. Y agregaron: “En el pedido que presentamos ante la jueza Servini ofrecemos una descripción de los hechos y un análisis pormenorizado de los elementos de prueba existentes hasta el momento”.

Y no hubo dos sin tres: el 15 de julio se le volvió a exigir al Juzgado que lo cite a Guerrero. 

Y la tercera fue la vencida: este lunes, Servini citó a prestar declaración indagatoria al cabo Guerrero como autor del disparo con cartucho de gas lacrimógeno calibre 38mm que impactó en la cabeza de Pablo Grillo. La audiencia será el 2 de septiembre a las 10. 

Guerrero es el primer efectivo formalmente imputado en la causa por el operativo policial del 12 de marzo. 

Desde la querella informaron: “El juzgado ordenó la realización de una pericia balística a cargo de la División Balística de la Policía de la Ciudad para reconstruir con el mayor nivel de precisión técnica posible el disparo que hirió de gravedad a Pablo. Si bien la jueza consideró que ya existen elementos de prueba contundentes respecto de la responsabilidad de Guerrero para esta instancia, sostuvo que la pericia es necesaria para afianzar la reconstrucción de la dinámica del hecho”.

 La pericia tendrá como objetivos precisar:

-La trayectoria y velocidad del proyectil que impactó en la cabeza de Pablo Grillo;

-La posición del arma al momento de efectuarse el disparo y el ángulo de salida del proyectil; 

-Analizar si el proyectil impactó previamente contra otra superficie, y si eso alteró su dirección o energía.

-Las ubicaciones de Grillo y de Guerrero al momento del disparo.

El juzgado también ordenó, previo a la pericia, una inspección en el lugar del hecho (la esquina de Hipólito Yrigoyen y Solís) que incluirá un relevamiento fotográfico terrestre y aéreo y la elaboración de un croquis detallado de la escena. 

Además, le prohibió a Guerrero la salida del país.

Compartimos el perfil de Pablo que realizamos en la edición 203 de MU.

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Docente:

Mariano Randazzo, comunicador y realizador sonoro con más de 30 años de experiencia en radio. Trabaja en medios comunitarios, públicos y privados. Participó en más de 20 proyectos de podcast, ocupando distintos roles de producción. También es docente y capacitador.

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