Nota
Persecución a la salud en Rosario: la facultad encadenó oficinas con 96.000 encuestas en pueblos afectados por las fumigaciones
El equipo que realiza los Campamentos Sanitarios desde la Facultad de Ciencias Médicas de Rosario, que coordina el médico Damián Verzeñassi, denunció la persecución académica por parte del decanato, luego de que las oficinas donde guardan 96 mil encuestas que realizaron en pueblos fumigados de diversas provincias aparecieron encadenadas. Se trata de información sensible que detectó un incremento de enfermedades y muertes en áreas de producción transgénica, expuestas a fumigaciones. El episodio ocurrió tras la exposición de Verzeñassi como testigo y único médico latinoamericano en el Tribunal Internacional Monsanto en La Haya. “Que hiciéramos públicos los resultados de los campamentos estaba molestando cada vez más”, explicó el doctor Verzeñassi a lavaca. Las presiones vía Twitter.
Cuando el equipo de la materia Salud Socioambiental y la Práctica Final de la carrera de Medicina de la Facultad de Ciencias Médicas Rosario llegó a la oficina donde guardan las 96 mil encuestas realizadas durante seis años en 27 campamentos sanitarios distintos, se encontró con una imagen particular.
La puerta estaba encadenada.
No podían ingresar.
La situación ocurrió el 28 de octubre, luego de que el responsable académico y coordinador de los Campamentos Sanitarios, y director del Instituto de Salud Socioambiental, Damián Verzeñassi, brindara testimonio en el Tribunal Internacional Monsanto que se realizó en La Haya. El tribunal, organizado por la francesa Marie Monique-Robin y la india Vandana Shiva, entre otras destacadas personalidades internacionales, reunió a decenas de víctimas y expertos para evaluar la responsabilidad de la multinacional transgénica en violaciones a los derechos humanos y en la figura de ecocidio, tipificación propuesta para reformar el derecho penal internacional. Verzeñassi fue el único médico latinoamericano convocado (https://www.lavaca.org/notas/juzgar-a-monsanto-los-testimonios-del-desastre/).

El doctor Damián Verzeñassi en el campamento sanitario en San Salvador, Entre Ríos. Foto: Julieta Colomer
El decano Ricardo Nidd, además, desplazó de sus cargos al Secretario de Extensión Universitaria a Gastón Palacios y a la subsecretaria de Bienestar Estudiantil, Giovana Bonisoli, ambos también docentes y responsables de la Práctica Final y la materia Salud Socioambiental. Siguen con sus cargos docentes, pero ya no están dentro del gabinete.
Por esa razón, cuando los propios docentes no pudieron entrar a su lugar de trabajo, y luego de que organizaciones sociales comenzaran a difundir y denunciar lo sucedido, el grupo de trabajo informó que «el decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario, Ricardo Nidd, inició una persecución ideológica y académica» , dirigido al “equipo de docentes, graduados y alumnos que sostenemos las materias Salud Socioambiental y Práctica Final, reconocidos espacios que acompañan a pueblos y familias víctimas del modelo agropecuario dominante, con transgénicos y agroquímicos». Las cadenas fueron finalmente retiradas, pero los docentes y médicos deben trabajar allí con custodia.
Lo que quieren encadenar
La Práctica Final de la carrera de Medicina en la Facultad de Rosario es el espacio que pone en marcha una de las experiencias académicas más innovadoras de los últimos tiempos: los campamentos sanitarios. Alumnos y alumnas se instalan una semana en un pueblo y realizan un perfil epidemiológico del lugar, con metodología de muestreo y entrevistas con vecinos y las vecinas. Así, a lo largo de los campamentos, esos equipos detectaron un incremento de enfermedades (diversos tipos de cáncer, hipotiroidismo, abortos espontáneos) que ocurren paralelamente a la producción de eventos transgénicos en campos cercanos.
Por ejemplo, los relevamientos en diversas comunas santafecinas (Murphy, María Teresa, María Susana, entre tantos) revelaron que los tumores y casos de cáncer se triplicaron y hasta cuadruplicaron en los últimos 15 años. Cuando la media nacional es de poco más de 200 casos de cáncer cada 100 mil habitantes, los campamentos encontraron que en las comunas se registraba un equivalente a casi 2 mil casos cada 100 mil habitantes: diez veces más. La experiencia puede leerse acá: https://www.lavaca.org/mu77/curando-a-la-facu/.
Junto al Espacio Multidisciplinario de Interacción Socioambiental (EMISA) de la Universidad Nacional de La Plata, los equipos rosarinos realizaron un perfil de morbimortalidad en San Salvador, municipio de Entre Ríos, donde detectaron la contaminación con agrotóxicos en tierra, agua y aire. Además, constataron que las principales enfermedades son las respiratorias, la primera causa de muerte es el cáncer de pulmón y que todas las muestras de agua presentaron plaguicidas, incluyendo el glifosato (https://www.lavaca.org/notas/san-salvador-contaminada-los-vecinos-tenian-razon/4).
Los campamentos, además, implicaban una experiencia vital en la carrera de miles de estudiantes, ya que los colocaba frente a problemáticas específicas del territorio, con fuente de información en los propios vecinos. “El estudiante no puede recibirse en la universidad pública sin tener, al menos, una experiencia que le deje absoluta claridad y certeza de que obtuvo su título gracias al aporte que hicieron 40 millones de argentinos que pagaron sus impuestos, y no resultado de una cuestión individual”, decía Verzeñassi en 2014 a la revista MU. “Recibirse es un esfuerzo colectivo”, planteaban los médicos, que convirtieron el hecho en un trabajo no sólo científico, sino de información a toda la sociedad.
Esa práctica es la que, literalmente, encadenaron. “Lamentablemente, esta manera de defender la universidad pública, de construir datos epidemiológicos desde y con las comunidades, de difundir los resultados que son propiedad de la gente y de nadie más, ha puesto en crisis muchos intereses empresarios y políticos”, sostiene el comunicado difundido por el grupo. “Y las presiones han recrudecido en los últimos meses. Somos testigos de autoridades provinciales que se incomodan con nuestro trabajo y sugieren que lo ideal para la Facultad es que silenciemos los resultados de los campamentos sanitarios”.
Los ecowarriors
“En la facultad estábamos en una posición que ya no era la que teníamos antes”, dice Verzeñassi a lavaca. “Que hiciéramos públicos los resultados de los campamentos estaba molestando cada vez más. El círculo íntimo del decano, por Twitter, nos decía que éramos ecoñoquis y ecowarrios, y que dejásemos de difundir los datos. Nos decían que no éramos científicos y que no expusiéramos a la gente de la Facultad de esa manera”.
¿Qué pasó?
“Nos encontramos con una cadena en el lugar donde tenés el resguardo documental de todo lo que venimos haciendo. Y esto va más allá de una diferencia de cómo encarar una cuestión. Intentamos resolver esto dentro de la Facultad, pero diversas organizaciones sociales empezaron a denunciar y esto tomó estado público. Ahí decidimos salir a explicar qué pasó. Se podría haber resuelto de otra forma, pero el decano Nidd decidió personalizar, planteando que estoy haciendo esto por intereses políticos. Creo que acá se mezclaron esas cuestiones personales con las preocupaciones del entorno más íntimo del decanato, porque nosotros difundimos los datos de los campamentos. En ese temor se nos quiso callar, pero se equivocó la manera”.
Verzeñassi subraya que gracias a la solidaridad desplegada por científicos, organizaciones, movimientos y personalidades durante las últimas semanas hoy las cadenas fueron sacadas.
“Hoy podemos entrar, pero custodiados”, dice el especialista. “No podemos entrar solos, sin que alguien vigile qué estamos haciendo. La persona que nos custodia es alguien que pone el decano. Queremos que nos dejen hacer nuestro trabajo y que no toquen al Instituto. Hoy tampoco están firmados los convenios de los campamentos del año que viene, y la preocupación máxima era no poder recuperar los datos de las encuestas para corroborar los registros en papel con los informáticos, que es lo que hacemos siempre. Todo esto, en principio, nos aleja de la posibilidad de documentar todo lo que decimos que hemos encontrado en los campamentos. Y, en segundo lugar, nos deja sin la certeza de que continúen los campamentos como mecanismo de evaluación. Tenemos la preocupación también de que intervengan el Instituto o, peor, que lo cierren”.
Movimientos extraños
La pregunta es por qué ocurrió esto. Verzeñassi lo interpreta como una acción enmarcada dentro de un mismo contexto: “Pasó luego de que yo declarara en La Haya y de que Gastón Palacios hiciera declaraciones en el diario La Capital sobre el mapa de cáncer de la provincia. Mientras tanto, Giovana Bonisoli estaba en Rosario armando el programa de Ciudades Saludables, que cuestiona la política sanitaria de la ciudad. En ese contexto quedamos en el ojo de la tormenta”.
Verzeñassi afirma que, mientras estaba en el Tribunal Internacional Monsanto, el decano se reunió con sectores vinculados al gobierno provincial. “No sé qué es lo que hablaron ahí. Pero justo surge el tema de las cadenas y los candados. Nidd nunca me explicó por qué había puesto la cadena. Después de toda la solidaridad recién estos días salió a decir que la puso alguien preocupado porque se estaban llevando cosas de la oficina. Después, lejos de enfriar la cuestión, dijo que nos iba a iniciar acciones judiciales por difamación”.
¿Se comunicaron desde el gobierno provincial con el equipo?
Explica Verzeñassi: “Me llamaron para asegurarme que ellos no tienen nada que ver con esto, que no hubo ningún pedido de la Povincia para que nos callen y se pusieron a disposición. A esta altura no me queda claro quién está jugando dónde. No sé si es una cuestión individual, por el hecho de haber estado en La Haya, o una cuestión realmente pensada desde más arriba. Lo que me queda claro es que de la Provincia me llamaron, mientras Nidd salió a denigrarme. En ningún momento aclaró qué va a pasar con los campamentos. Recién ahora, después de que tomó estado público, dijo en un programa de radio que no iba a tocar ningún cargo docente y que él cree en los campamentos. Pero no dijo nada del Instituto ni de si íbamos a continuar nuestra tarea. Estoy intentando que nos dé las garantías. Hasta estoy dispuesto a correrme, pero que no toquen los institutos y los campamentos. Y que nadie toque esas cajas con información valiosísima. Esperamos que recapacite, y nos de las garantías”.
Nota
Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


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Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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