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Qué pasa en la Villa 31: Crónica de un desastre anunciado

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Qué pasa en la Villa 31: Crónica de un desastre anunciado
Foto: Nacho Yuchark

Crónica de un sábado de pandemia en la Villa 31, donde no hay nada: los centros de salud, cerrados; las mujeres con fiebre, llorando; los comedores, con miedo; y la organización que sostiene como puede, mientras el barrio llora la muerte de dos referentes: hoy, Ramona; ayer, el Oso. Las denuncias sobre el crimen que significa la falta de planificación en un lugar donde factores como el hacinamiento, la alimentación o el agua son esenciales para enfrentar una pandemia. La mala o nula reacción estatal, que devela sus prioridades en la Ciudad. El problema del trabajo ante la estigmatización que genera el aumento de los contagios en el barrio. Y los casi 800 infectados que empiezan a contarse en muertes, mientras la desesperación comienza a transformarse en bronca.

Por Claudia Acuña. Fotos de Nacho Yuchark.

Qué pasa en la Villa 31: Crónica de un desastre anunciado
Foto: Nacho Yuchark

La postal es la siguiente: de un lado, el imponente edificio del Ministerio de Educación porteño reconvertido por la pandemia en el centro de control sanitario; del otro, el complejo de casi 800 departamentos, vacíos; en el medio, dos puestos móviles para realizar los test –uno del Ministerio de Salud porteño, otro de Nación-, cerrados. Son casi las cuatro de la tarde, es sábado y eso significa que hace una hora esta postal sirvió de marco para la visita del ministro de salud de la Ciudad, Fernán Quirós. Ahora, sólo queda un micro escolar esperando a los últimos vecinos que serán trasladados al hospital Muñiz. El personal médico se está retirando y el barrio Carlos Mugica, que hoy alcanzó la cifra de 780 infectados, queda tal cual está la mujer sentada en la puerta del imponente edificio: desolada.

Tiene 20 años.

Tiene una beba de once meses.

Tiene fiebre.

Y tiene miedo.

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Foto: Nacho Yuchark

Llora.

Su mamá está desesperada.

Me pide un favor: “Si ven que usted me filma, a lo mejor la atienden”.

La filmo.

El celular registra la voz acongojada de la mamá que pide que ayuden a su hija.

También la de su compañero que clama: “Acá no puede haber horarios de atención ni fines de semana. Estamos en emergencia. El país está en emergencia y este barrio es en este momento el foco de la pandemia. ¿Qué es lo que pasa? ¿Es que nuestras vidas no importan porque somos villeros?».

Funciona: la mamá sabe que los vidrios del imponente edificio son espejados. No se puede ver hacia adentro, pero sí desde el interior monitorear lo que pasa afuera. En pocos minutos, una médica sale, luego otra, y realizan ahí, en la calle, el cuestionario –qué síntomas tiene, si fuma, si estuvo en contacto con personas infectadas-, entran y salen con un formulario que deberá entregar cuando llegue al Muñiz, donde le harán el hisopado: ahí no pueden, informan, porque ya agotaron los insumos del día.

También sale un policía para anotar nuestros nombres, porque, explica, “tenemos que dejar registro de todos los medios que ingresan al barrio”.

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Foto: Nacho Yuchark

La joven madre deja a su bebé en brazos en su abuela y sube al micro que la llevará a lo que ya sabe: en el hospital tendrá que esperar que la atiendan, luego tendrá que esperar el resultado, y luego, volver al barrio  como pueda –el micro, apenas deja el contingente, se va- para cumplir en su casa el aislamiento obligado. Pero no: la presencia de la prensa registrando el caso le garantiza la espera del resultado en un hotel. Medida extraordinaria en un barrio en el que ya hay màs más de 600 personas en esta villa que están así, encerradas en sus casas, desoladas.

Lo que reciben durante el encierro es definido, relato tras relato escuchado en esta larga tarde de recorrida, con una misma palabra: insuficiente. “Fideos y harina. Un litro de aceite. Nada para la higiene. Ni siquiera lavandina. Ni carne, ni pollo. Y si reclamás, te dan más fideos y más harina”. La consecuencia es la lógica: muchos deben romper el aislamiento para buscar lo que necesitan y les falta.

Lo insuficiente entonces tiene una dimensión concreta: este barrio está habitado por 60 mil almas olvidadas.

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Foto: Nacho Yuchark

El último desencuentro

Javier Martínez, de la organización social El Hormiguero, nos señala el complejo de departamentos vacíos para indicar el pedido que le hicieron en la reunión que mantuvieron este viernes con las autoridades porteñas los miembros del Comité de Crisis que formaron las organizaciones sociales:  comedores, merenderos, asociaciones sociales y políticas, referentes e iglesias del barrio. “Podrían utilizarlo para armar ahí un lugar de aislamiento de los infectados, pero nos respondieron que después iba a ser muy difícil sacarlos. Les propusimos: hagan firmar ante escribano el compromiso de que una vez terminado el período de aislamiento obligatorio se tienen que ir. Pero no quisieron”. La propuesta fue, entonces, que lo monten en otro lado, cualquiera, pero que hagan algo, porque estar trasladando así a los infectados representa un peligro sanitario y hacerlos cumplir el aislamiento en sus casas, otro: la geografía de la villa es de por sí promiscua y la asistencia sanitaria y social que reciben en sus casas, ya está dicho, insuficiente. Fue entonces cuando el funcionario responsable les propuso lo siguiente:

¿Les parece muy estigmatizante hacerlo en el refugio de Retiro para gente en situación de calle?

Es el lugar donde hace dos días detectaron, entre 90 personas testeadas, 87 infectados.

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Foto: Nacho Yuchark

Las autoridades porteñas habían propuesto hacer esa reunión en el imponente edificio, pero las organizaciones sociales se negaron: “Estuvieron ahí todo el día recibiendo posibles infectados y ni siquiera desinfectaron”. Era la tercera vez desde que se inició -en mayo- el llamado Operativo Detectar que los funcionarios porteños recibían al Comité de Crisis, conformado el 26 de marzo, apenas seis días después de la cuarentena obligada por decreto y cuando el virus no había atacado. Este viernes, con la pandemia ya instalada, la consecuencia es la lógica: la lista de reclamos es inmensa y acalorada.

El desencuentro entre las autoridades y las organizaciones sociales de la villa tiene historia y eso infecta el diálogo en momentos en los cuales la emergencia sanitaria lo torna imprescindible. El punto de inflexión tiene nombre y cotiza en millones: la urbanización. Una larga década de ignorar los reclamos del barrio que, con mucho esfuerzo, paciencia y sabiduría realizó su propio proyecto, ignorado por las autoridades. Hoy es una llaga que supura en cada detalle. Un ejemplo: donde instalaron el imponente edificio que ocupa el ministerio de Educación desde enero de este año, el barrio había soñado la construcción de un hospital.  Ahora, la emergencia les confirma la necesidad que les negaron.

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Julián, la mirada desde El Campito. Foto: Nacho Yuchark

Julián, sentado en las gradas de la cancha de fútbol de El Campito, lo resume así: “Este virus tiene la virtud de desnudar todo. Nos muestra la realidad tal como es: se caen las caretas y queda al descubierto cómo los gobiernos actúan de distinta manera de acuerdo a la clase social de los infectados”.  Los datos le dan la razón: el gobierno porteño pagó la estadía en hoteles cinco estrellas y durante catorce días de 5.414 repatriados desde Miami, Tailandia o los Emiratos Árabes -entre otros destinos- con la única finalidad de controlar que cumplan los 14 días de aislamiento, en tanto a los ciudadanos del Barrio Mugica los recluye en sus casas y durante 7 días, tras los cuales les realiza un nuevo test para comprobar si ya superaron al virus.

La pregunta lógica es por qué esta diferencia.

Responde Julián: “O son unos irresponsables que no saben manejar la situación ni escuchar al barrio o acá hay una política manifiesta de dejarnos librados a nuestra suerte. Ninguna de las medidas que están tomando son de prevención. Se lo preguntamos concretamente en la reunión del viernes y de alguna manera, la respondieron cuando asumieron que sólo se están limitando a detectar casos”.

Responde el cura Guillermo Torres: “Cuando empezó todo esto, hace dos meses, ninguna autoridad pensó un plan para los barrios populares, donde factores como el hacinamiento, la alimentación o el agua son esenciales para determinar cómo lo va a afectar una pandemia. El tema es que ahora estamos llegando a los 800 infectados, a eso sumale los contactos directos, más el desempleo generado por la cuarentena obligada y, encima, los pocos que han podido seguir trabajando, lo pierden por pertenecer a este barrio que está hoy estigmatizado como foco. A esta altura sabemos que al virus no lo vamos a parar, pero sí contener, si tuviéramos las condiciones de higiene, de alimentación y asistencia social que esta pandemia requiere en un barrio así. Si todos los comedores tuvieran lo que necesitan tener, otra sería la realidad hoy, por ejemplo. Si las obras básicas de la urbanizaciòn se hubieran hecho como es debido, también. Lo que necesitamos entonces y urgente son respuestas adecuadas y concretas. Lo que expone este virus es eso: la falta de respuesta del Estado durante décadas”.

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El cura Guillermo Torres. Foto: Nacho Yuchark

El Estado porteño ¿no quiere o no sabe cómo dar esas respuestas?

-Creo que es una mezcla. El funcionario que está en el territorio hace lo que puede y el que está más arriba, lo que quiere. Me parece que es un problema de miradas, fundamentalmente. La reunión del viernes es una muestra: encerrarse en justificar que lo que hacés está bien, sin escuchar al barrio, es un punto de vista político claro de esta gestión. Pasó con la urbanización y pasa con todo. Y es muy difícil trabajar así,  más en una emergencia como esta.

La red invisible

Es sábado y eso significa que los tres centros de salud que el gobierno porteño instaló en el Barrio Mugica están cerrados. También los comedores.  La tarea de atajar la emergencia sanitaria y responder al hambre recae el fin de semana en las organizaciones sociales y en cada pasillo hay ollas hirviendo, viandas y lo más preciado: lavandina, barbijos y pañales. Ninguna de estas tres cosas está incluida en los repartos oficiales, así que la provisión depende de la solidaridad y el trabajo gratuito y solidario. Un ejemplo: la cadena que se armó con el nombre de Convidarte, impulsada por un matrimonio que vive en Recoleta, vecino de esta villa, hoy entrega en ese barrio 700 de las 1.800 viandas que cocinaron los más de 500 integrantes que hilvanaron en estos dos meses. Los 500 barbijos que sumaron las integrantes de la Asociación Civil Detrás de Todo coronan las cajas de comida y elementos de higiene que recaudaron a través de donaciones y dejan preparadas en el jardín Sueños Bajitos, que repartirán este domingo las capacitadoras sanitarias entre las familias “aisladas”.

Qué pasa en la Villa 31: Crónica de un desastre anunciado
Foto: Nacho Yuchark

Son estas capacitadoras -seis para 60.000 almas- las que recorren el barrio de lunes a viernes para detectar “casos” e informarlos a las autoridades sanitarias.  Lo hacen de 8 a 16, sin recibir comida, a cambio de 14.000 pesos al mes disfrazados como beca de capacitación en salud, sin obra social y sin ART, por lo cual le prohíben subir escaleras “por si les pasa algo” en un barrio donde trepar precarios escalones es obligatorio para llegar a las casas apiladas unas sobre otras, en filas de tres pisos en la parte más baja y alejada, y de seis pisos en la zona que ahora azota la pandemia. No es casual sino lógico cuál es la castigada: es la que estuvo más tiempo sin agua y la más cercana al borde urbano, vecino a Retiro.

Las ollas tienen hoy, además, una cicatriz que marca un punto de inflexión: están de luto. Lo gritan con un moño negro atado en la ventana, la puerta o la mesa para recordar así que ayer murió Victor Giracoy, a quien todo conocieron como el Oso, sostén del comedor Estrella de Belén. Lo mató el coronavirus, la diabetes “y la malasangre”, completa una vecina, preocupada porque el virus está atacando la trinchera desde donde han resistido tantas pandemias durante tantas décadas: la autogestión sostenida con el sudor de sus militantes. Hoy se sumó la muerte de Ramona, referente de la organización La Poderosa, quien desde el 3 de mayo venía denunciando la falta de agua, el hacinamiento y el desastre.

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Foto: Nacho Yuchark

Es cierto que no es idílica la red social que sostiene a esta villa en pie como también es cierto que los diferentes gobiernos han alentado las divisiones y traiciones, fraccionando los derechos en prebendas a idéntico ritmo de frazada corta, pero en esa tensión se ha refugiado durante décadas la vida, no a pesar, sino a través de ella.

La síntesis de cómo está afectando esa tradición esta pandemia es, quizá, encontrar al emblemático Jony Tapia refugiado en su barbijo, preocupado porque se niegan a hacerle un hisopado para saber si está infectado. Tapia, cuenta la leyenda del barrio, fue monaguillo de Mugica, su casa fue la única que quedó en pie tras el paso de las topadoras de la dictadura y el punto de ingreso para volver, noche tras noche, a ocupar el barrio.  En su comedor transcurrieron durante largos años las asambleas que tramaron la urbanización del barrio. Hoy está cerrado.

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Foto: Nacho Yuchark

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

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Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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