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Villa La Angostura: “La falta de compromiso del Estado hace que los femicidas tengan vía libre”
Lo había denunciado 5 veces. Tenía perimetral. El femicida Bautista Quintrinqueo le avisa que la va a matar. Y lo hace, a plena luz del día y en el centro turístico de Villa La Angostura. La ciudad sale a la calle y apunta directo: “Yo sabía, que a los femicidas los cuida la policía». Otro caso que conmociona al país, el número 60 en lo que va del 2021 y el 2° registrado por el Observatorio Lucía Pérez en la provincia del sur, que demuestra por qué las medidas que tiene el Estado para proteger a las víctimas de la violencia machista no sirven. En diálogo con lavaca, el abogado de la familia de Guadalupe asegura: “La falta de compromiso de los poderes del Estado, las policías y los juzgados que no toman las denuncias, la responsabilidad de cuidarse que recae sobre las propias víctimas: todo eso hace que los femicidas tengan vía libre”.

Por Inés Hayes y Melissa Zenobi
“Nací para ser libre, no asesinada», dice la foto de perfil de Guadalupe Carual en su Facebook. Guadalupe tenía 21 años y había hecho 5 denuncias contra su ex pareja, Bautista Quintriqueo, quien 48 horas antes del femicidio le había avisado que la iba a matar a través de un mensaje de WhatsApp. Y lo hizo, en plena avenida de Villa La Angostura, localidad sureña de 15 mil habitantes.
Guadalupe tenía una beba de un año y denunció en el Juzgado de Familia 5 veces la violencia que sufría del padre de su hija. “Este femicidio se podría haber evitado”, dice en diálogo con lavaca.org el abogado de la familia Curual, Marcelo Hertzriken Velasco, especialista en defender a familiares de víctimas de femicidios. “Hay que vigilar a los violentos, no responsabilizar a las víctimas”, señala Marcelo: es que en Villa La Angostura no hay botones anti pánico “porque no hay buena señal de celulares” y tampoco quien controle a los violentos cuando violan las restricciones perimetrales.
El abogado lleva viviendo en el sur desde hace más de 30 años y conoce la lógica territorial: “A Guadalupe la mataron a puñaladas en la calle, en un pueblo pequeñísimo, a la vista de todos y todas”, resume. El incumplimiento de una perimetral en una localidad pequeña exhibe la falta de control que tiene el Estado sobre los territorios, gobernados por una trama de impunidad.
Una, dos, tres, cuatro, cinco denuncias no fueron sufcientes. Guadalupe, vivía con su amiga Lucía y su beba de un año. El abogado insiste en que “no es necesario seguir creando estructuras y protocolos, sino que hace falta compromiso de los poderes del Estado, de los funcionarios, de la policía y de quienes trabajan en la Justicia”. Cuenta Marcelo: “Yo trabajaba en Chos Malal y cuando una mujer venía a hacer una denuncia, le decían que tenía que mandar un correo electrónico, en lugar de tomársela”.
El Lago Nahuel Huapi y la cercanía con la cordillera hacen de esa pequeña localidad un lugar de ensueño en el sur argentino, que millones de turistas visitan cada año. Pero la protección para quienes sufren violencia poco importa, aún en tiempos de turismo: en 2019, organizaciones feministas impulsaron una iniciativa para abrir una Comisaría de la Mujer, que hasta ahora no cuenta con la voluntad del Concejo Deliberante.

Villa violenta
“Fue un femicidio muy cruel, y estamos todos muy golpeados”, dice a lavaca Fiamma Galván, una joven de 16 años que vive en la Villa, a la cual describe como un pueblo tranquilo pero donde la violencia machista se intensificó con la pandemia. Ensaya una explicación: “Por el encierro y por la falta de dinero, lo mismo que sucede en temporada baja, cuando no hay turismo”. Y es que, según Hertzriken Velasco, lejos de la postal para la foto, los pueblos del Sur sobreviven de la agricultura familiar, y el machismo sigue siendo moneda corriente en las relaciones sociales y familiares: “Tratan a las mujeres como objetos, como hace 50 años: eso no ha cambiado acá en el Sur. Necesitamos cambiar la cultura y la educación desde el jardín de infantes”.
Inmediatamente conocido el femicidio, la comunidad se manifestó frente a la Comisaría 28, a cargo del Comisario Catalán; y es que ellas saben que la responsabilidad de no cuidarla es también de la policía que no hizo cumplir al femicida la orden de restricción. Desde lavaca se intentó hablar con Catalán para que diera alguna respuesta pero “estaba en una reunión”, según un policía de la 28. Tampoco responde el intendente, Fabio Stefani: las únicas que hablan son las mujeres y el abogado de la familia que resume la urgencia de que el Estado adopte medidas realmente efectivas: “La falta de compromiso de los poderes del Estado, las policías y los juzgados que no toman las denuncias, la responsabilidad de cuidarse que recae sobre las propias víctimas hacen que los femicidas tengan vía libre”.
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La venda en los ojos: la justicia frente al abuso sexual contra niñas y niños
El 42% de las denuncias de violencia sexual corresponden a menores de 17 años en la ciudad de Buenos Aires. El ministerio de Justicia bonaerense reveló que entre 2017 y 2022, de más de 96.000 causas por abuso sexual, 6 de cada 10 tuvieron como víctimas a menores y se duplicó el número de denuncias: el 80% fueron mujeres, principalmente niñas y adolescentes de entre 12 y 17 años. ¿Cómo recibe el Poder Judicial a las infancias que se atreven a denunciar abusos? Las víctimas convertidas en “culpables” de un delito que padece a nivel mundial entre el 15 y el 20% de la niñez. La campaña conservadora y oficial: desestimar denuncias y motosierra. Lo que no quiere ver la justicia. Cómo encarar estos casos, y la enseñanza de Luna. Por Evangelina Bucari.
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Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

Daniel y Susana denunciaron que desapareció el cuerpo de su hija, Cecilia Basaldúa, que reclamaban para realizar nuevas pericias. La historia de lo ocurrido y el rol de la fiscal de Córdoba Paula Kelm “que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.
Por Claudia Acuña
El 7 de noviembre Cecilia Basaldúa hubiese cumplido 42 años y no hay festejo porque no hay Cecilia: la desaparecieron, violaron y mataron en abril del año 2020, en Capilla del Monte y en pleno aislamiento por la pandemia de Covid. Su familia, como cada año, reunió amistades y familiares de otras víctimas de femicidios territoriales –el padre de Natalia Melman, el hermano de Laura Iglesias– en el mural que la recuerda en su barrio de Belgrano. Fue ese el marco elegido por Daniel y Susana, los padres de Cecilia, para compartir lo que significa buscar justicia para este tipo de crímenes. Con la voz partida por el dolor narró cómo fue la última reunión con la nueva fiscal responsable de la investigación: es la cuarta. La primera – Paula Kelm– desvió las pruebas para atrapar a un perejil, que fue liberado en el juicio oral y así la investigación del femicidio de Cecilia volvió en punto cero; el segundo estaba a meses de jubilarse y pidió varias licencias para acortar su salida; el tercero –Nelson Lingua– no aprobó el examen para ocupar el puesto y, finalmente, desde hace pocos meses, llegó ésta –Sabrina Ardiles– quien los recibió junto a dos investigadores judiciales y los abogados de la familia. Antes se habían reunido con el ministro de Justicia de la provincia de Córdoba, Julián López, quien le expresó el apoyo para “cualquier cosa que necesiten”. Fue entonces cuando Daniel y Susana creyeron que había llegado el momento de trasladar el cuerpo de su hija hasta Capital, donde viven y, además, habían logrado conseguir que se realice una pericia clave para la causa y que siempre, en estos cinco años, les negaron. Fue la joven investigadora judicial quien soltó la noticia: el cuerpo de Cecilia no está.

Gustavo Melmann, que sigue buscando justicia por su hija Natalia, junto a Daniel Basaldúa y Susana Reyes, los padres de Cecilia.
Según pudo reconstruir la familia después del shock que les produjo la noticia, fue en 2021 –cuando todavía estaban vigentes varias restricciones originadas por la pandemia– cuando el cuerpo fue retirado de la morgue judicial, a pesar de que Daniel y Susana habían presentado un escrito solicitando lo retuvieran allí hasta que se realicen las pruebas por ellos requeridas. La fiscal Kelm no respondió a ese pedido ni notificó a la familia de lo que luego ordenó: retirar el cuerpo de la morgue y enterrarlo.
¿Dónde? La familia está ahora esperando una respuesta formal y sospechando que deberán hacer luego las pruebas necesarias para probar la identidad, pero no dudan al afirmar que con esta medida han desaparecido el cuerpo de su hija durante varios años y definitivamente las pruebas que podía aportar su análisis.
A su lado está Gustavo Melmann, en el padre de Natalia, asesinada en 4 de febrero de 2001 en Miramar, quien desde entonces está esperando que el Poder Judicial realice el análisis de ADN del principal sospechoso de su crimen: un policía local. Por el femicidio de Natalia fueron condenados a prisión perpetua otros tres efectivos policiales. Uno ya goza de prisión domiciliaria. Falta el cuarto, el del rango más alto.
Melmann cuenta que se enteró de la desaparición de Cecilia Basaldúa por su sobrina, quien había ido al secundario con ella. “Fue el primero que nos llamó”, recuerda Daniel. También rememora que no entendió por qué le ofrecía conseguir urgente a un abogado “si yo la estaba buscando viva. Hoy me doy cuenta de mi ingenuidad”.
El silencio entre quienes los rodean es un grito de impotencia.
Daniel y Susana lo sienten y responden: “Nosotros no vamos a parar. Nada nos va a detener. Ningún golpe, por más artero que sea, va a impedir que sigamos exigiendo justicia. Elegimos contar esto hoy, rodeados de la familia y los amigos, porque son ustedes quienes nos dan fuerza. Que estén hoy acá, con nosotros, es lo que nos ayuda a no parar hasta ver a los responsables presos, y esto incluye a la fiscal Kelm, que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.

Los padres y hermanos de Cecilia, junto al mural que la recuerda en el barrio de Belgrano.
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Femicidios, cifras y vidas: lo que Bullrich oculta

Por el Observatorio de violencia patriarcal Lucía Pérez
Todas las administraciones del Estado se han adjudicado falsamente la baja de femicidios y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich acaba de rendirle tributo a esta tradición. Pero las cifras del Observatorio Lucía Pérez, construidas a partir de casos judiciales, denuncias y relevamientos provinciales, demuestran una realidad diferente.
Antes de los números, una aclaración: el 2023 fue el primer año en que el Estado nacional publicó estadísticas criminales sin clasificar. Lo hizo con un archivo Excel desordenado que abarcaba una década, sin distinguir delitos ni consolidar provincias. Algunas jurisdicciones directamente no informaron datos en categorías sensibles, como violaciones. Así, la ciudadanía no puede verificar ni auditar los números oficiales.
En ese vacío, las declaraciones de Bullrich remiten a una lógica conocida: la de la inflación. Como con los precios, la diferencia entre los números oficiales y la vida real se amplía cuando se manipula o se oculta información.
Por eso, este Observatorio público y autogestionado carga 12 padrones de manera diaria. Para realizar un seguimiento estructural de la violencia machista, y también para controlar el rol del Estado.
A diferencia de los 178 registrados que mencionó la ministra, el Observatorio Lucía Pérez contabiliza 217 femicidios y travesticidios en lo que va del 2025. Estos son las cifras que pueden verse y verificarse, ya que el OLP es un padrón público:

Otro dato que se oculta es el que representan los femicidios cometidos y sufridos por integrantes de fuerzas de seguridad, que están bajo la responsabilidad de la ministra.
En 2025, el primer femicidio del año fue el de una mujer policía asesinada con su arma reglamentaria (Guadalupe Mena). Y el último, ocurrido apenas el 26, también: Daiana Raquel Da Rosa.
Si bien existen medidas para en estos casos limitar su acceso por parte de los uniformados por “representar un riesgo inminente para la víctima”, como indica la resolución 471/2020 del Ministerio de Seguridad de la Nación, los datos muestran que esto no siempre se cumple. Según el relevamiento de funcionarios denunciados por violencia de género del Observatorio Lucía Pérez, 71 de ellos pertenecen a las fuerzas de seguridad. Es decir que muy probamente porten armas.
Armas reglamentarias, vínculos jerárquicos y falta de sanción disciplinaria conforman una trama donde la violencia institucional se reproduce dentro y fuera de las comisarías. ¿Y Bullrich?
Más preguntas que emergen: ¿cómo se mide el porcentaje de crueldad? Los “narcofemicidios” de Lara, Brenda y Morena muestran una violencia cada vez más planificada y asociada a redes delictivas con complicidad del Estado.
Otra cifra invisibilizada en este crimen social que es un femicidio es la de las infancias huérfanas. En lo que va de 2025, el Observatorio registra 139 infancias huérfanas por femicidios. En todo 2024 fueron 173. Y detrás de cada una hay un Estado que sigue sin garantizar la Ley Brisa, que establece una reparación económica y acompañamiento a hijas e hijos de víctimas de femicidio.
Mientras la violencia machista sigue cobrando vidas, multiplicando huérfanos y exponiendo la precariedad institucional, el Estado tergiversa y oculta.
La pregunta es: ¿por qué?

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