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Alma colibrí: Andrea Bazán

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Acaba de editar su primer disco solista con canciones que ya anduvieron por distintas geografías y gargantas, producido por su hermana Susy Shock. El impulso familiar, las raíces y las bandadas, la salida del closet, y la potencia del canto cuando no hay luz. Por María del Carmen Varela.

Alma colibrí: Andrea Bazán
Foto: Martina Perosa

“Pa’ despenar” es el primer disco solista de Andrea Bazán, que reúne catorce canciones y un poema que vienen  surcando ríos, mares y sierras desde hace tiempo. Ahora les toca llegar a puerto para comenzar su camino de escucha y aventura, con un motor especial: su hermana Susy Shock, quien la motivó a grabar el disco e hizo de productora. “Susy es mi primera referente, desde mis comienzos estuvo siempre apoyándome”. En el disco Andrea le dedicó a Susy un tema, Mana, que dice: “Juntas en las andanzas, suceden brotes, vida de serenata, rompes vos mis amarras, canta voz hermanada”.  Andrea lo canta junto a Solana Biderman, contrabajista y bajista, quien la ayudó en la producción artística.   

¿Por qué despenar? Andrea admite que no recuerda con exactitud qué la llevó a componer esa canción que da nombre al disco, pero supone que debe haber sido algún desamor de momento. Como otres músiques se la han apropiado, “Pa’ despenar” recorrió varias gargantas y guitarras y hoy regresa a quien creó el sonido y esa primera emoción. “Soy de creer que la música sana. En muchos momentos de mi vida ha estado la música para sanarme y ayudarme. Tiene que ver con eso, no con la tristeza en sí, de sacar penas, sino como una manera de ayudar a que resistamos. Habla del río, del cauce y de volver siempre, de volver a una misma: eso despena cualquier cosa”. 

Con Flor Giammarche, amiga y compañera en el conservatorio Manuel de Falla —donde estudiaron la carrera de tango y folclore— formó un dúo llamado Yerba Buena, con el que hacían versiones de folclore y algunas canciones propias. Llegaron a grabar un disco pero la edición quedó inconclusa porque Andrea se fue a vivir a Ouro Preto, en Minas Gerais, Brasil. Ocho años más tarde hicieron una tirada de CD artesanales y una presentación en vivo. A la distancia compusieron Encontrar la tonada, uno de los temas que integran “Pa’ despenar”, cuya tapa fue diseñada e ilustrada por Anahí Bazán Jara, hija de Susy y sobrina de Andrea. Allí se ve un paisaje serrano, un río celeste que nace en la guitarra y una Andrea embarcada en una de las actividades que más disfruta: cantar. 

Durante la infancia Andrea tomaba clases de guitarra, aunque fue en la adolescencia que se sintió más afín a producir su propia música. Susy había comprado una guitarra, el hermano un teclado, y con esos instrumentos tan cerca decidió ponerse a tocar y cursando el quinto año de la secundaria arrancó el conservatorio. En su casa se escuchaba folclore y la reina musical indiscutida era Mercedes Sosa. “Los viejos han sido bastante rebeldes —dice Andrea—, a su manera han roto con algunos mandatos. Si bien fue una familia tradicional, mi papá trabajando todo el día, mi mamá en la casa, ella me crió diciéndome que no tenía que someterme a nada; tampoco me obligaba a hacer cosas de la casa solo por ser mujer. Desde  muy chica tuvo que criar hermanitos, era la más grande de doce, la mandaron a Buenos Aires a trabajar a los 13 años. Me dijeron: si te gusta la música, dale para adelante”. 

Así fue.

El río bravo

“No me detengo porque hay horizonte, a la tristeza mi canto la esconde, y en mi camino llevando conmigo sonido, verso, sorpresa y abrazo, a cada paso voy amaneciendo, a cada sol mi camino sembrando”. Así dice Mi lado pampeano, la canción que abre la puerta a la escucha del disco. Fue escrito en 2009, al enterarse de la muerte de la cantante, poeta y guitarrista Suma Paz. “Hacía poco que yo estaba en Brasil y tenía esa nostalgia, extrañaba. Si bien estaba descubriendo cosas, extrañaba mucho la música, el compartir como se comparte la música acá. Suma era una referente que se iba. Mi lado pampeano fue motivada por su partida. Por otra parte, mi papá es pampeano y tengo esa raíz pampeana también, en la letra digo eso, es mi raíz. Es un ritmo de milonga pero me dijeron que me salió medio brasileña”. 

Si bien sus producciones musicales son de raíz folclórica, a Andrea le gusta romper con formas y armonías y eso se evidencia en su disco. “Parto siempre de algo que me lleva a escribir una palabra, una frase; soy bastante autobiográfica, escribo sobre lo que me va pasando y de manera muy diversa, cada canción surge de una mirada diferente”. 

La influencia de la música brasileña también asoma en “Pa’ despenar”. Once años vivió Andrea en Ouro Preto, adonde llegó de vacaciones para conocer parte de un país que le resultaba interesante por su gente y su música. Se terminó enamorando de Brasil y de un brasileño. Regresó, él vino a visitarla, después fue ella y se quedó a vivir en ese paisaje serrano de exuberancia vegetal. Allí nació  Pedro, hoy 9 años. “Desde la infancia el mundo va resistiendo la huella con nueva mirada, avanza vital. Sigue creciendo niñe, florcita de papel, sigue soñando libre, piecitos de algodón”, canta Andrea junto a la cantante y charanguista Aldana Bello en Huayno de les niñes

Durante esos años de vida en Brasil la música quedó un tanto relegada. Andrea se dedicó a trabajar enseñando español; daba clases en una escuela secundaria y sus virtudes artísticas fueron herramientas para transmitir el idioma. La guitarra y las canciones la acompañaban en la enseñanza. Ahora que volvió a vivir en Buenos Aires, en el barrio de Liniers, puso en práctica la contrapartida: da clases de portugués brasileño e invita a aprenderlo con canciones, videos y literatura de ese país. 

Si bien en Brasil integró un grupo de mujeres compositoras y coprodujo festivales, la música no fue su principal actividad. Desde hace dos años y ya nuevamente arraigada en Buenos Aires, el arte volvió a ser su norte. Integra la Bandada de Colibríes junto a Caro Bonillo (piano, guitarra y voz), Sole Penelas (voz y guitarra), Solana Biderman (contrabajo y voz), Horacio Vázquez (percusión) y Susy Shock con su voz y poesía. Editaron un disco, Traviarca, en 2019, un objeto precioso de ver y de escuchar. Llenaron dos veces el teatro Margarita Xirgú pre pandemia y se fueron de gira por el país y por Europa. Tocaron en el Museo Reina Sofía en Madrid, en Barcelona, Bilbao, Lyon y Belfast. El disco estuvo nominado en la categoría mejor disco conceptual en los premios Gardel en 2020. Andrea también compone la agrupación acústica “Traviarca Íntima”, junto a Susy y Caro Bonillo. 

“Tengo el río más bravo dentro de mí”, canta Andrea en la canción que da título al disco. Ese río bravo crepitó hace unos años atrás: “Viví el proceso de salir del closet, después de muchos años de incertidumbres. En relaciones heterosexuales me sentía cómoda y partía hacia eso porque eran las posibilidades que se me presentaban en la vida y lo otro lo relegué: fue todo un trabajo mío de animarme, de liberarlo. He vivido un proceso conflictivo conmigo misma, eran  otras épocas.  Hay gente que lo vive diferente. Ahora ya no me reprimo: no me importa más que seguir mi deseo”.  Con la guía del optimismo, “probablemente porque tengo un hijo”, Andrea tiene la sonrisa dispuesta y con su voz cálida parece que cantara aun cuando habla. Como dice en Cancioncita, su consejo sabe a ternura: “Cuando te sientas sin luz, acordate del fuego”.

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La realidad sicaria: la historia de Vanesa Castillo, en Santa Fe

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Fue asesinada en la puerta de la escuela, tras haber acompañado a una alumna a denunciar abuso sexual infantil. Nadie indagó la relación entre ambos hechos, pero el culpable confesó que fue un crimen por encargo (dijo que lo mandaron a “sicarear”). Pero, por ser insolvente, lo increíble: la familia de la víctima debía pagar el juicio, casi $500.000. Hasta llegaron a hacer una colecta. La responsabilidad del Estado, el sicariato de lo “legal” y lo que se impulsa desde abajo: la Ley Vanesa. Por Anabella Arrascaeta.

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El parto de un modelo

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Zavalla, Santa Fe, y la agroecología. La foto muestra un campo de soja no transgénica y una evidencia: se puede producir sano, sin venenos, con más rentabilidad y sin negocios que viven a costa de enfermar al ambiente y a la sociedad. Una movida vecinal logró que Zavalla prohibiera los agrotóxicos y fomentara la agroecología. Proceso nada sencillo, con contradicciones, que muestra brotes de políticas públicas que necesitan más que buenas intenciones. De los dichos a los hechos, las apuestas de  la comunidad por otro futuro. Por Francisco Pandolfi.

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Fotos: Edu Bodiño
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Historia desobediente

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Marisa Fogante, productora agroecológica y biodinámica. Es hija de un emblema del agronegocio, Rogelio Fogante, fallecido en 2016. Lo acompañó siempre, debatió con él, y se volcó a los cultivos agroecológicos, proyecto del que su padre formó parte. Idas y vueltas sobre la producción, la elegancia y la vida. Por Sergio Ciancaglini.

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Marisa Fogante. Foto: Edu Bodiño
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