Sigamos en contacto

CABA

Norma Morello: Señora maestra

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

A los 31 años fue tapa de la revista Primera Plana por un siniestro mérito: ser la primera desaparecida, en épocas de Lanusse y docencia rural. Ahora, con 67, impulsa un programa para adultos en la villa de Retiro y acepta compartir sus recuerdos porque teme por el futuro de sus alumnos, amenazado por las topadoras macristas.

Norma Morello: Señora maestra

En su primer día de clases como maestra, Norma Morello supo que el ideal sarmientino de la señorita azucarada y sapiente tal vez no había sido hecho para ella. Tenía 17 años, estaba recién salida del magisterio y había conseguido un puesto en una escuela de su ciudad, Goya. El colegio estaba en un barrio marginal y tenía, como suele traer de la mano la pobreza, una buena cantidad de repetidores. Cuando entró al aula para su esperada experiencia inicial después de cinco años de leer teorías educativas, Norma descubrió con un golpe de pánico que los alumnos no eran el sujeto pedagógico esperado, sino unos seres tan altos como ella; incluso más. El aula era un hervidero de murmullos y risitas; tenía su propia vida, ajena a las ilusiones (y pretensiones) de la pedagogía. Los chicos la miraban divertidos. De nada sirvieron los pedidos de silencio que maternalmente formuló con insistencia cada vez más desesperada. Hasta que una de las blancas palomitas se le acercó desde el fondo:
–Tome, señorita, su puntero– le ofreció, en una sutil indicación de orden.
Norma se preguntó cómo iba a usar ese instrumento, ausente en todas las materias que había cursado, y sintió ganas de irse corriendo. Y eso es exactamente lo que hizo dos días después.
–No había tenido la experiencia de enfrentarme al mundo –dice ahora, a medio siglo de distancia.
–¿Y qué hizo?
–Me fui a estudiar peluquería.
Hoy, a los 67 años, usa en los pómulos dos toques de colorete y un peinado bombé que le da un aire de tía abuela. (Sospecho que se peina así para parecer más alta. Mide un metro con cuarenta y nueve; no es raro que los alumnos la sobrepasen.)
Fue ella quien eligió para hacer la nota este bar, El Faro, ubicado al lado de la estación de ómnibus de Retiro, ruidoso, con mesas en mitad de la vereda y rodeado de puestos de venta callejera. La idea es ir después a la cercana Villa 31, donde Norma da clases. Está a cargo del programa de alfabetización para adultos de la villa, una propuesta que mezcla ese aprendizaje con la práctica de un oficio. Y si acepta hablar de esos recuerdos del pasado es porque le inquieta aun más el futuro: el electo Jefe de Gobierno porteño, Mauricio –que es Macri– ya anunció sus planes de erradicar la Villa 31 y llevarse por delante todo lo que en ella habita. Norma sabe que sus clases están ahora en la punta de las topadoras macristas.
Sobre la mesa hay una revista Primera Plana de 1972. La traje porque tiene en la tapa su retrato. Ahí está Norma, a los 31 años. En esa época era maestra rural, militante de un movimiento campesino de Goya, que desembocóa en las Ligas Agrarias. El Ejército la secuestró. Fue uno de los primeros casos de detención ilegal y tortura denunciados en Argentina, durante la dictadura de Alejandro Lanusse, por el que se realizaron masivas movilizaciones. El gobierno la mantuvo un mes desaparecida hasta que la presión social lo obligó a blanquear la detención.
En el 76 Norma volvió a ser secuestrada, ahora junto a su marido. Cuando quedaron libres partieron al exilio. Regresarían recuperada la democracia.
Su trabajo en Retiro lleva 16 años. El programa de alfabetización tiene en la actualidad 7 docentes que ella coordina, y unos 200 alumnos.
Le pregunto cómo superó el fatídico día del puntero:
–Me convertí en una muy buena peluquera. ¡Tuve un éxito bárbaro! –dice–. Trabajé cuatro años y después, sí, me salió un cargo como ayudante de clases prácticas en un colegio secundario. Pero para entonces, yo ya me había metido con el movimiento campesino.

El descubrimiento
No era una guerrillera entrenada en Cuba, como creían los militares, sino una militante cristiana. Trabajaba con el obispo Alberto Devoto, un sacerdote enviado a Goya a principios de la década del 60 apenas desembarcó en la provincia, se le ocurrió anunciar que los hijos no eran propiedad de los padres y otros conceptos que rápidamente le crearon tantos odios como adhesiones. “Yo me había entusiasmado a fondo con la Iglesia”, dice Norma. “Era muy militante. Me encantaba ir a visitar a los presos: íbamos al patio de la prisión y nos moríamos de miedo. Fue porque lo vi en la iglesia que me anoté en un curso de maestra rural que resultó un descubrimiento; será porque mi familia vivía en una zona de chacras y era una realidad que conocía. Yo había tenido una mamá de leche guaraní, Clementina, porque la mía había estado enferma y no me había podido amamantar, y me había apegado tanto que era a Clementina a quien decía ´mamá´, y a mi mamá, ´mamá Lucía´. Pero ella un día se fue a vivir al campo con un hermano.
“La extrañábamos, especialmente yo y una de mis hermanas, así que mi papá nos cargó una camioneta y nos llevó a verla. La encontramos en la pobreza total, en una situación mísera. Había tenido un hijo con el hermano y tenía en brazos a ese chico, que había nacido malformado. Fue una cosa muy dura. No sé si fue por eso, pero cuando terminé el curso lo volví loco al obispo con armar un movimiento para los campesinos.
“Creamos el Movimiento Rural Cristiano de Goya (que fue Movimiento Rural Católico, hasta que nos echaron de la Acción Católica). Vivía en un estado de superactividad. Pienso que es un poco lo mismo que hice después en Retiro, embarcarme en una cosa que me fue llevando a otra. A la vez, una parte de mis amigos se volcaba a la lucha armada. Yo no; para mí no era el momento. Eran tiempos muy duros, pero también divertidos.”
¿Por qué los echaron de la Acción Católica?
Decían que éramos marxistas.
¿Y eran?
Norma lo piensa:
Bueno, habíamos entrado en un camino de reflexión y acción que había adoptado el método de ver, juzgar y actuar de las juventudes obreras europeas. Es decir que una vez que analizábamos nuestra situación, a ese análisis tenía que seguir la acción. Mi vida era una locura. Yo trabajaba en la peluquería, a la tarde daba clases en el colegio secundario y a la noche militaba. Hasta que la Iiglesia me pidió que viajara a América Central para ayudar en experiencias similares. Estuve dos años fuera, en Guatemala y El Salvador. Por eso los militares decían que me había ido a Cuba y que estaba en la guerrilla.

La desaparición
No se había sentido bien en Centroamérica, donde extrañó espantosamente los lugares de su infancia. Por eso, de regreso al país, ya en 1971, quiso instalarse en el campo. Consiguió una suplencia en una escuela rural de Goya –una escuela a la que sólo se llegaba a caballo–, y fue después a otra en la estancia La Marta, propiedad de un terrateniente. El poder del patrón se respiraba dentro de las aulas: había cuatro maestras y dos eran nueras suyas. “Yo quería vivir la experiencia de la educación rural, pero me duró poco. A los tres meses me fueron a buscar.”
Un operativo del Ejército la sacó de la estancia a la una y media de la madrugada. La llevaron a la Prefectura y de ahí, con los ojos vendados, la trasladaron en un avión a Rosario. Posiblemente a una granja, ya que oía animales. “Toda la parte de la tortura física, con golpes y picana, fue en ese lugar.”
Los militares querían saber los nombres de los integrantes del grupo rural, que ella se prometió no decir. A la picana siguió una etapa de interrogatorios en los que le hacían las mismas preguntas una y otra vez, mientras amenazaban con matarla.
Estaba desaparecida, pero afuera comenzaron las movilizaciones exigiendo al gobierno por su vida. Un día, uno de los represores la acompañó al baño y le mostró un pedazo de papel de diario. Allí vio una foto de su hermano y la noticia de uno de los tantos reclamos. Cuando la presión sobre Lanusse se hizo demasiado fuerte, la llevaron a una comisaría para “blanquearla”. Había pasado un mes secuestrada y todavía debería pasar cuatro más en una celda de castigo, pero había escapado de la muerte.
La liberaron en abril del 72. No presentaron cargos en su contra ni tampoco le explicaron por qué ahora podía irse.
Perón habló de ella en Puerta de Hierro. The New York Times mandó corresponsales a entrevistarla. “¿Escribiría un tango con su historia?”, le preguntaron en un reportaje a Astor Piazzolla. De nuevo en la calle, Norma se descubrió convertida en una heroína. Señala la tapa de la revista: “Hasta me pintaron los ojos de celeste”. Pero por dentro era otra cosa.
–Cuando salí, yo no sabía que estaba mal. No me daba cuenta; no sólo por mí, sino porque recuperé la libertad en un momento en que había una expectativa impresionante. Era 1972, Perón iba a volver en noviembre. Me acuerdo de que me llevaban a hablar a todos lados y yo en medio de la euforia empecé a entrar en una especie de oscuridad. Me paraban frente al auditorio y no sabía ni dónde estaba. No había todavía una experiencia difundida de la tortura, ni se conocían sus consecuencias. Como se me veía entera se esperaba que me integrara de nuevo a la lucha. Pero yo me paraba frente a la gente y no podía hablar, solamente saludaba, como una estúpida. Tenía la sensación de que no servía para nada. Ya no sabía qué era lo que yo proponía, se me desorganizó la ideología. Empecé a tener momentos de amnesia. De todos mis conocidos sólo una amiga me dijo ‘No vuelvas a Goya’, el resto decía ‘tenés que ir, tenés que volver’”.
La sola idea la aterrorizaba.
–Me llevó 13 años saber quién era yo. Ya estábamos en España, había pasado el segundo secuestro, habían nacido mis cuatro hijas y a la noche me despertaba y escribía. Empecé a hacer un relato cronológico de toda mi vida, desde que nací. Ésa fue mi recuperación. Fue bueno porque empecé a entender y a adueñarme de lo que había hecho. Mucho de todo eso lo pude traer después a Retiro.

Teoría y práctica en la Villa 31
Las clases se dictan de dos a cinco de la tarde en asociaciones barriales. Uno de los centros funciona en el galpón de Música Esperanza, otro en el comedor Martín de Güemes. En este último lugar enseñan Juana Alfaro y Darío Callejas. Forman lo que se llama pareja pedagógica, ella como profesora de Bellas Artes –ahora está dando un curso de telar– y él a cargo de Lengua, Matemáticas y todo lo referido a la escolarización. El programa es oficial y ofrece tres ciclos que equivalen a los siete años de la escuela primaria.
En el comedor –techo de chapa y paredes decoradas con murales de Nuestra Señora de Copacabana– hay tres largas mesas con tres grupos. El más cercano a la entrada está formado por mujeres que ahora aprenden telar y que, por lo que se ve en el pizarrón, acaban de estudiar “perímetro y superficie”. En el centro hay un grupo de adolescentes que hacen un dictado. En las mesas del fondo, un tercer grupo teje. Son mujeres que ya terminaron con el programa y ahora tienen un emprendimiento.

¿Cómo se integra la escolarización con el aprendizaje de un oficio? Dicen los maestros:
Darío Callejas: “La primera hora y media se dedica a la teoría y la segunda, a la práctica. Y hay momentos en que se mezclan las dos. Por ejemplo, si hay que proyectar la producción de tejidos. Se calculan los insumos que se van a necesitar, se deciden las cantidades de lana a comprar y se proyecta el estimado de las ganancias”.
Juana Alfaro: “Los adultos llegan con muchas capacidades. Tratamos de enseñar desde esa realidad: cuando empezamos con el telar, encontramos que había mujeres que conocían un montón de técnica. El trabajo docente no es el tradicional Los alumnos llegan sabiendo un montón de cosas, el problema es que no tienen en claro que ese saber vale”.
Callejas: “Algunos de los chicos trabajan y por eso entran un poco más tarde. No hay problemas de disciplina, éste es un lugar valorado”.
Los adolescentes llegan al programa porque se retrasaron en la escuela, o abandonaron. A veces cursan hasta que pueden volver al colegio; otras, es su única opción porque no pudieron inscribirse o por falta de vacantes.
Dicen los alumnos:
Cecilia, 32 años: “No depender de otros es lo más valioso que te puede dar la educación”.
Felisa, de treinta y pico: “Estudiar mejoró la relación con mis chicos, porque les puedo ayudar en sus tareas. Mi mamá también vino: a los 65 años aprendió a leer. Mirá cuánto tiempo le llevó decidirse y resulta que en tres meses ya había aprendido.”

 Tejiendo futuros
En el galpón de Música Esperanza la alfabetización se acompañó creando grupos de tejedoras, que venden su producción en ferias y reciben encargos de comercios. En otro de los centros hay cursos de xerigrafía. Los oficios que se enseñan están dirigidos sobre todo a las mujeres, que son el 90 por ciento de las alumnas, aunque alguna vez también probaron con cursos de electricidad.
En las clases no se habla solamente castellano, sino también quechua y guaraní. Algunos profesores saben algo de idiomas; otras veces, cuando un alumno ha llegado recién a la villa, se busca un compañero que haga de traductor.
El programa depende del Estado, pero tiene a la vez una pata sostenida por los docentes y vecinos, que crearon una asociación (Acción Barrial Educativa) para trabajar con emprendimientos.

Cómo ocurren las cosas
«Queremos sistematizar esto, ir registrando de qué manera unir educación y trabajo”, dice Norma. Le pregunto por qué vino a Retiro.
–Al volver del exilio tenía 44 años. En las escuelas no toman gente de esa edad; acá me hicieron un lugar. Y resultó siendo muy bueno.
No lo cuenta, pero encuentro en el archivo por qué no se jubila: por los años que pasó fuera el país y otras dos cesantías (una en los tiempos de Lanusse y en los de Isabel Perón) no llega a reunir los aportes exigidos para retirarse. Otro maltrato: cuando se presentó a reclamar la reparación económica por su segunda detención –la del 76, cuando estuvo dos días secuestrada– en la Secretaría de Derechos Humanos la mandaron a la comisaría a pedir el comprobante de que había estado privada de su libertad.
–Acá a la villa traje mucho de lo que me había quedado sin hacer –dice ella ahora–. Y creo que esta vez lo hice mejor que en todas las veces anteriores. No con tanto optimismo, sino sabiendo cómo ocurren las cosas. Y pensando para qué. A mí me dan bronca ciertos programas políticos que hablan de construir poder, pero sin dar la discusión de para qué. Si eso no se discute, ¿cómo esperar construir otra cosa que no sea incondicionales del que manda?

Portada

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Seguir leyendo

Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
Seguir leyendo

CABA

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Seguir leyendo

Lo más leido

Anticopyright lavaca. Todas nuestras notas pueden ser reproducidas libremente. Agradecemos la mención de la fuente. ©2025 Agencia lavaca.org. Riobamba 143, Ciudad Autónoma de Buenos Aires - Argentina - Editor responsable: Cooperativa de Trabajo Lavaca ltda. Número de propiedad intelectual: 50682265 - [email protected] | Tel.: +54 9 11 2632-0383

Vistas el día de hoy: 37.064