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El Culebrón Timbal: Aguante el lejano oeste

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 Comenzó con una banda de garage y hoy es una movida cultural que enlaza a más de cuarenta organizaciones barriales. Hacen de todo -discos, radio, teatro, publicaciones, talleres, cortos, caravanas y ferias- con un mismo objetivo: convertir la cultura en un territorio de encuentro y transformación social.

El Culebrón Timbal: Aguante el lejano oeste

Debajo de un tinglado del Moreno profundo, ocho músicos ensayan para grabar su nuevo disco custodiados por un títere de tamaño humano con la fisonomía de Ernesto Che Guevara. El líder revolucionario tiembla con esos extraños acordes que mezclan el rock suburbano con la murga y el candombe. El cd, que se llamará El Cuenco de las Ciudades Mestizas, saldrá a la venta en pack junto a un cortometraje y a un cómic, todo realizado por la Productora Escuela Cultural Comunitaria El Culebrón Timbal: un entusiasta emprendimiento nacido en 1994 como una típica banda rockera juvenil que hoy se convirtió en el motor político de treinta organizaciones sociales de la zona oeste del Gran Buenos Aires. Entre otras muchas cosas, ya logró imponer el presupuesto participativo en San Miguel, nada menos que el municipio que supo ser la patria chica del otrora carapintada Aldo Rico.
Eduardo Balán, el polifuncional cantante de la banda, marca un tres con sus dedos y se larga a cantar. El Chivo, Sergio Di Mario, asiente con su barba candado y comienza a rasgar con furia la guitarra. Ambos formaron parte del embrión fundacional de El Culebrón, durante el apogeo de la fiesta menemista. Ahora orillan los 40 y duplican en edad a los cuatro percusionistas del grupo, todos chicos formados en la Escuela de Arte Popular que la banda creó en 1999 en La Huella, el predio del barrio Cuartel v, de Moreno, donde la productora tiene su base de operaciones. Por allí circulan 250 jóvenes y adultos que a lo largo de dos años aprenden teatro, escenografía, plástica, producción audiovisual, música, edición de sonidos y murga.
“Queremos desarrollar una productora contundente y sólida, que parezca un destino posible para los pibes de los barrios humildes. Tiene que ser contundente en cuanto a lo técnico, a lo político y a lo estético. Las obras de teatro barrial no tienen por qué tener malos textos, ni mala iluminación. Eso lo que hace es reforzar la estigmatización y el lugar de la víctima. Hace falta otra escuela cultural, distinta a la que promueve la industria. Tiene que ser un modelo de organización popular que asuma la tarea de crear productos, acciones y estrategias que tengan que ver con la cultura participativa y democrática. Pero si hacemos boludeces para pobres y viene un famoso que hace algo con calidad, perdemos”, se explaya Balán, tan verborrágico como apasionado.
El cantante se acerca al micrófono esquivando latas de pintura y esculturas de telgopor. Anuncia: “Vamos con Bolita Boliyé”, uno de los temas que incluirá el próximo disco. El Chivo se demora alisando su melena llovida y aprovecha para explicar: “Hacemos rock con mucho del conurbano. Acá hay una bocha de inmigración del norte, de países limítrofes y, de una manera no consciente, todo ese mosaico se integra en nuestra música. Contamos historias de ficción para mostrar la vida del Gran Buenos Aires”. Pero para evitar cualquier tipo de malos entendidos enseguida lanza una advertencia: “Ojo, le damos mucha importancia a la música y a los talleres, pero no nos quedamos ahí. Lo nuestro es una construcción para el cambio social”.

Érase una vez un bondi
El primer show del Culebrón se realizó en La Trastienda, ese local –como se dice ahora, afrancesado– de San Telmo. El segundo fue en Fuerte Apache. Y el tercero, en un asentamiento de Budge. “Había una identidad adentro nuestro que nos tiraba para el trabajo en los barrios”, confiesa Balán.
Por ese entonces apareció el primer disco llamado El Culebrón Timbal. Estaba acompañado de un comic, dibujado por la voz del grupo, cuyo protagonista estaba inspirado en un personaje que en aquellos días derrochaba centimiles en los diarios: Néstor Sopapita Merlo, un joven de 21 años que murió baleado por la policía mientras intentaba asaltar, junto a su novia, la casa en la que vivía una familia boliviana en una villa de Caseros.
Como muchas bandas de rock, aquel Culebrón soñaba con un colectivo propio. Y rápidamente se dio el gusto: “Buscamos un bondi medio fané en El Colmenar, una cooperativa de vecinos de Moreno que creó su propia línea de transporte. Lo pagamos a los premios”, confiesa Balán. A bordo del Carromato Cultural –tal como lo bautizaron-, el grupo llegó a los piquetes más bravos de La Matanza. “No era lo mismo para enfrentar la represión, que unos tipos corten una ruta solos a que aparezca un escenario montado, con una banda tocando”, argumenta el cantante. Aquellas experiencias llevaron a Balán y los suyos a grabar su segundo disco: Territorio.
Tal vez inspirados en aquel viaje iniciático del Che, El Culebrón recorrió a bordo del viejo Mercedes Benz buena parte de Latinoamérica: Uruguay, Chile, Bolivia, Perú y Brasil, donde visitó a los Sin Tierra. “Nuestro delirio era llegar a Chiapas, pero se nos rompió el micro en Ecuador”, revela Balán. Aquel viaje duró tres meses y derivó en una crisis. “Los pibes que querían un clásico grupo de rock se fueron a la mierda y nos quedamos los que buscábamos un proyecto político-cultural”, describe el cantante.
Los que emprendieron la nueva aventura alquilaron una casa abandonada en Monte Castro, en la que montaron un “conventillo cultural y solidario” que se transformó en un verdadero suceso. A tal punto, que el dueño –impresionado por el desfile continuo de gente- decidió duplicarles el alquiler en agosto de 2003, lo que puso al Culebrón de patitas en la calle. Pero Balán y su gente no se amilanaron. Continuaron con su producción itinerante por los barrios y grabaron su tercer disco, llamado 2163, el número de la calle Sanabria donde estaba aquella vieja casona que ya no los contenía.

Fiesta, que fantástica esta fiesta
Aquel disco lo presentaron en el teatro Ateneo. Sin embargo, ya habían definido que su estética estaba en las antípodas de un espectáculo tradicional y se asemejaba, más bien, a una fiesta: “Mientras que la primera variante supone que unos actúan y otros miran, pasivos, la segunda opción implica una construcción colectiva donde todos participan”, señalan. Por esa misma razón, aquella vez el público y los artistas se fundieron casi en una misma cosa.
Con esa filosofía festiva El Culebrón encara la mayoría de sus propuestas artísticas. El Aguante Cultural tal vez sea la actividad-símbolo del grupo, en la que llegan a participar 1.200 vecinos. En cada uno de estos encuentros, desarrollados al aire libre en las plazas de los barrios, los artistas locales ocupan el escenario. También se monta una radio abierta, una feria de microemprendedores que apuestan a la economía social, una carpa con talleres de arte y una exposición sobre el trabajo de las organizaciones comunitarias de la zona. Si bien por el momento se realizan seis aguantes por año, la expectativa consiste en que en algún momento haya uno por semana. “Es un modelo de acción pública cultural y multisectorial que se organiza en un territorio”, explica Balán intentando teorizar sobre la movida que su grupo inventó. Pero enseguida se preocupa por traducir: “Fundamentalmente es un espacio de encuentro con la gente. El nuevo modelo cultural se hace localmente o no se hace. No es verdad que lo grande o masivo sea mejor que lo chico. Al poder le sirve abandonar el territorio, a nosotros, que tenemos que dar una batalla cultural, todo lo contrario. Queremos rescatar el poder que no está organizado. Cuando la gente logra darse una forma, se inventa poder. Hay que dejar de delegar y asumir protagonismo”.
Cada Aguante Cultural se organiza en conjunto con las organizaciones comunitarias locales. En la acción conviven el club de fútbol, la escuela, los grupos de rock juveniles, la murga y el ballet folklórico, el centro de jubilados y la radio local, de manera que la organización misma ya resulta una suerte de taller intensivo de planificación participativa y comunicación vecinal. Un bastidor, apoyado en un costado del galpón donde ensaya El Culebrón, tal vez sea el mejor símbolo del entramado que genera este tipo de trabajos: decenas de clavitos rotulados con el nombre de diversas entidades están unidos con un piolín, conformando una red que parece emular las sólidas telas que tejen las arañas.
Los distintos proyectos del Culebrón se van retroalimentando unos a otros. Por eso, en los Aguantes también se exhiben producciones de la Escuela de Arte Popular. Una de las obras teatrales que más suceso causó en más de 15 barrios del Oeste fue Caretas y Robabroches, coordinada por Raúl Shalom –director de teatro y miembro del Culebrón– y escrita y actuada por los adolescentes del barrio El Ceibo, quienes también confeccionaron el vestuario, compusieron la música y fabricaron los títeres gigantes con los cuales comparten el escenario. Basada en personajes reales, el nombre de la puesta hacía referencia a dos bandas –“las de los pibes tranqui y la de los chorros”, explican los protagonistas– que se enfrentaban entre sí hasta terminar unidas contra el policía, el vecino que exige mano dura, el candidato prometelotodo y el dealer de la zona.

El galán del rioba
El viejo Mercedes Benz, pintado de rojo furioso, todavía sigue rodando. Lleva tres enormes mascarones de papel maché en su frente. Mientras la banda ensaya, José Luis Soto pone primera, el motor ronronea y el carromato cultural comienza a corcovear por los cráteres de Moreno. Estaciona frente a una escuela, en el Barrio San Alberto, para comenzar con los talleres que El Culebrón organiza todos los sábados bajo el nombre de Barrio Abierto. Tres decenas de chicos que no superan los diez años lo esperan. El chofer baja con mucho esfuerzo un escenario desmontable y un sinnúmero de latas de galletitas y de aceite reconvertidas en coloridos instrumentos de percusión. Los pibes se dividen en tres grupos, elaboran disfraces y empiezan a preparar diferentes performances que después representarán arriba del escenario.
Alejandro Bermúdez no para de sacar fotos con una pequeña cámara digital. Albañil, de 22 años, es uno de los integrantes del Taller de Comunicación que conforman los jóvenes del barrio Cuartel v. Ahora están por editar una publicación local que se llamará El Escarabajo y registra lo que sucede en esta actividad para escribir una nota. “Yo me acerqué al polideportivo de La Huella para participar en los campeonatos de vóley. Después me enteré de que se estaba formando un grupo de comunicación organizado por El Culebrón y me interesó”, confiesa el reportero que interrumpe abruptamente la charla para no perderse la toma de la final del campeonato de bolita con que se cierra la jornada.
La jueza del torneo de bochín es la insobornable Mariel Rosciano, coordinadora de los talleres de Barrio Abierto. La rubia, de 27 años, es una de las últimas incorporaciones de El Culebrón, que en su staff ya reúne a 17 integrantes. Actriz y productora artística, decidió dejar atrás las luces de neón que la tuvieron, entre otras cosas, como protagonista de Retocadas-Humor Ovárico. “Ya no disfrutaba del mundo del espectáculo comercial. Esto es distinto, por ahí más agotador pero más gratificante.”
Rosciano dice que su máximo objetivo consiste en formar gente para que el proyecto pueda continuar más allá de su presencia o la de los miembros históricos del Culebrón. También sueña con que la Escuela Popular de Arte no sea un mero lugar de esparcimiento sino también que ofrezca una salida laboral. Por eso, ya piensa en llevar a algunos de los chicos que participan de los talleres para que trabajen con productores independientes que ella conoció en su otra vida. Además de los talleres, Mariel se encarga de producir el cortometraje que acompañará a El Cuenco de las Ciudades Mestizas. Si bien lo protagonizan personajes reconocibles en el barrio, se trata de una ficción fantástica que transcurre en el Cruce de Derqui.
El actor principal es Cristian El Mono Soto, un joven de 22 años que trabaja en un vivero y coordina las actividades de Barrio Abierto junto a Rosciano. Casado y con una niña recién nacida, el muchacho –a fuerza de filmación– se está convirtiendo en el galán del barrio. “Hago de un pibe de la zona, que anduvo en la droga, salió y quiere hacer una nueva vida. Se junta con un político que lo traiciona y termina teniendo un problema, porque lo mata”, describe mientras mueve ampulosamente sus manos, manchadas de la témpera amarilla con las que hasta hace minutos pintaba los disfraces que confeccionaba junto a los chicos del Barrio San Alberto.
A los técnicos de la filmación –varios de ellos trabajan en Canal 9– les cuesta creer que Cristian no es un actor profesional. El muchacho integra un grupo teatral autodidacta, Esperanza Joven. Cuenta que se acercó a El Culebrón porque pocas cosas le dan tanta satisfacción como “sacarles una sonrisa a los pibes”. Desde este año, la organización le paga cien pesos por coordinar el taller semanal. “No es fácil decidir a quién renta la organización y a quién no, –admite Balán– laburamos contra la cultura del asistencialismo. Se distribuyen los recursos en función del proyecto político-cultural. En el caso de Cristian, no nos podíamos dar el lujo de que abandone la coordinación de los talleres por ir a trabajar un día más al vivero.”
El Culebrón comenzó obteniendo recursos a través de subsidios provistos por el Estado o fundaciones nacionales e internacionales. Hoy, el cincuenta por ciento de su presupuesto proviene de los ingresos que genera la propia organización a través de la venta de servicios a distintas entidades o al propio Estado: la edición de publicaciones, el diseño de afiches y páginas web, la provisión de talleres o recitales son algunos de ellos.
El crecimiento de la organización obligó a sus miembros a tomar decisiones estructurales. Además de Rosciano, este año se integraron un gestor cultural y una mujer que proviene de unicef. “Cada vez crecíamos más y no era fácil delegar. Además, nos metíamos en discusiones grosas sin herramientas teóricas para defenderlas. Necesitábamos capacitarnos e incorporar gente que nos ayude a dar la pelea conceptual, política y productiva”, señala Balán, que enseguida advierte: “Pero en El Culebrón estamos todos en igualdad de condiciones. No queremos convertirnos en una oenegé que elabora proyectos con el mero objetivo de sostener a sus equipos técnicos”.

La Posta
Apenas treinta pasos a la izquierda del tinglado donde ensaya El Culebrón, retumba otra música. “Escuchá esto chabónnn, escucháaaa”, recomienda Julián Sánchez, de 19 años, arrastrando las palabras hasta que se desvanecen en el aire. El Turco, como le dicen, es locutor y operador de fm La Posta, la radio comunitaria que El Culebrón Timbal creó junto a otras organizaciones en el predio de La Huella.
La cumbia está puesta al mango y El Turco sigue el ritmo moviendo hasta el último músculo de su cuerpo. Con una mano sacude su mate cebado en vasito de cumpleaños y con la otra, el micrófono, que sólo deja de surcar el aire cuando el muchacho decide intervenir –con esa voz tan típica de programa bailantero– para arengar a los oyentes: “Mucho mp3, mp4 pero sabésss, chabónnn, los temas que yo tengo están en mi tdk”.
La radio tiene un alcance de 8 kilómetros, se escucha en San Miguel, Pilar, el centro de Moreno y José C. Paz. Su transmisión es básicamente musical. Según el momento, pueden escucharse chamamés, rock o música misionera. Y a la hora de la merienda, canciones infantiles. Sin embargo, la función más importante que cumple la emisora es la de brindar servicios. “Por la radio se difunden campañas como la entrega de medicamentos oncológicos gratuitos, los horarios de los partidos de la Liga de Fútbol Callejero, pedidos de vecinos, avisos de talleres de capacitación –explica Julián– Acá nadie es profesional, todos estamos aprendiendo.”
fm La Posta nació como complemento del periódico La Posta Regional, una publicación que sostienen 35 organizaciones sociales de Moreno, Malvinas Argentinas, José C. Paz y San Miguel. Cada una de ellas elabora sus propios artículos y El Culebrón se encarga del diseño y la edición. Tanto el periódico como la radio cumplieron un papel fundamental en el Movimiento por la Carta Popular, otra iniciativa que tuvo como protagonista a la banda. Durante el año pasado, se realizaron 1.500 encuestas a familias de 40 barrios para conocer cuáles eran sus necesidades y demandas. El objetivo de la campaña consiste en elaborar con ellas diversosproyectos de ley y obligar a las legislaturas locales a votarlos.
Bajo el lema “la democracia que queremos es posible” y con los resultados obtenidos se confeccionó una especie de manifiesto que fue publicado en la edición de abril de La Posta Regional. Además, las organizaciones se dividieron en seis comisiones: Economía Social, Deporte y Fútbol Callejero, Derechos Humanos, Infraestructura y Servicios Públicos, Herramientas Legales y Cultura, coordinadas por El Culebrón Timbal.
Las organizaciones de San Miguel son las que más avanzaron con la Carta Popular. Lograron que el Concejo Deliberante local aprobara la Ley de Presupuesto Participativo. Aunque, dicen, hecha la ley… Hasta ahora, la Comuna no fijó qué porcentaje del gasto municipal quedará a cargo de la decisión de los vecinos. Por esa razón, Balán es el primero que abandona el ensayo. “Me tengo que rajar”, avisa a sus compañeros y emprende raudo viaje hacia el Barrio Manuelita, a 15 minutos de La Huella. En la Unión de Familias Obreras –una sociedad de fomento fundada en 1956 por la militancia sindical– está a punto de comenzar una asamblea de organizaciones locales para debatir estrategias que ayuden a definir la situación. “Con que sólo se determine un diez por ciento para el presupuesto participativo, cada uno de los 30 barrios de San Miguel contará con 400.000 pesos anuales para las obras que considere necesarias, más allá de las que decida hacer por su cuenta el gobierno”, explica el cantante.
Las organizaciones que conforman el Movimiento por la Carta Popular coinciden, cada fin de año, en otra actividad diseñada por El Culebrón: La Caravana Cultural por los Barrios. Nada menos que un desfile de carrozas que transitan por los cuatro municipios de la zona, en los que habitan 1.200.000 habitantes.
Cada carroza es una síntesis del trabajo anual. Son trasportadoras de creación y denuncias, aunque –asegura Balán- la estética de El Culebrón está muy lejos del arte de protesta. Para explicarlo, cita al filósofo francés Alain Badiou: “En esta época es políticamente potente estar más cercanos a la comedia que a la tragedia, porque la tragedia siempre es el relato de cómo los grandes poderes definen el destino de los hombres. En cambio, la comedia, siempre es un relato que muestra cómo los pequeños poderes transforman la realidad”.
“La batalla –sigue Balán– hay que darla contra la industria cultural, que es profundamente antidemocrática. Los mecanismos más importantes de producción y distribución cultural están formateados por las empresas que nos miran a todos como clientes”, argumenta. “Pero mientras la producción del sistema es cada vez más lineal y previsible –analiza– hay un fuerte movimiento de emancipación a través de la acción cultural.”
Balán sueña con que la Caravana Cultural este año entre a la Capital. También con crear un propio canal de televisión comunitaria, con series y programas nacidos en la Escuela de Arte Popular. Para muchos, podría ser la utopía de un soñador. Pero él sabe que todo lo que vive hoy nació como una aventura juvenil, tocando rock and roll en un desvencijado garage.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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