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Juntas, revueltas y hermanadas: así fue el Primer Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan

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(por Lucía Aita, especial para lavaca desde Chiapas) Para compartir experiencias de luchas, reflexionar sobre lo común y también bailar, acompañarse y encender las velas de la rebeldía, las mujeres de las comunidades zapatistas organizaron este Encuentro Internacional que trazó una postal del feminismo latinoamericano y también un horizonte. Así fue el Encuentro día por día. 
Fotos de Koral Carballo.

Juntas, revueltas y hermanadas: así fue el Primer Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan

Foto: Koral Carballo

  1. Estamos en las afueras de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México. La aridez del suelo lo confirma.  Y, sin embargo, detrás de una reja alta y colorida pueden verse pasto, árboles, viveros, gallinas y patos. Estamos en el CIDECI, centro de estudios e investigación, conocido también como Universidad de la Tierra. Centro que, además de cultivos de todo tipo, posee biblioteca, salones de música, salón para actos, cuarto de  telar, taller de carpintería y galpón de serigrafía, entre otras cosas.  El parque es recorrido por numerosos grupos de mujeres boquiabiertas que comentan  en varios idiomas que es un sueño contar con  un espacio así.  La primera idea sobre territorio colectivo  ya está frente a todas desde ese primer momento cuando el Encuentro ni siquiera comenzó.  Es  material y concreto. Otros imaginarios posibles comienzan a tomar forma.
Juntas, revueltas y hermanadas: así fue el Primer Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan

Foto: Koral Carballo

  1. Más datos que resultan interesantes para entender la particularidad de dónde estamos:
  • Si una abre el panorama, Chiapas es el segundo Estado de la república mexicana con mayor índice de pobreza. Aun cuando en sus territorios se encuentra una gran diversidad de bienes naturales.
  • Más de las terceras partes de su población pertenece a comunidades indígenas y campesinas. Son hablantes de tzeltal, tsotsil, chol, zoque  y tojobal, con sus conocimientos y tradiciones culturales ancestrales relacionadas. Entre ellas, el trabajo comunal de la tierra.
  • Es en este Estado que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994 realizó un levantamiento armado y ocupó tierras, organizando formas de gobierno y producción autónomas. Los motivos son muchos y complejos, pero la Insurgenta Erika en el discurso inaugural del Encuentro los resumió así: antes de los alzamientos, la vida de las campesinas indígenas era “una situación muy difícil de explicar con palabras y más difícil de vivir”. Sufrían una discriminación sumamente violenta y la falta de atención médica, buena alimentación y educación. También señaló que ese trato por parte del “mal gobierno” aún no terminó.
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Foto: Korbal Carballo

  1. Es en ese marco que las mujeres de distintas edades, naciones, clases sociales y pertenencias políticas, se inscriben y se les da un número y un color para que suban a los micros. Los camiones son seis y es sólo la primera tanda de la mañana. Saldrán seis más desde ese punto a la tarde. Y también se organizan otros camiones para llegar desde distintos puntos de México. Arrancan los motores y los gritos de las pasajeras parecen de cancha, pero son todas canciones contra el patriarcado. Las caravanas se dirigen al Caracol de Morelia donde miles de mujeres compartirán 72 horas de encuentro y debate sobre los distintos modos de enfrentar el sistema capitalista y patriarcal.
Juntas, revueltas y hermanadas: así fue el Primer Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan

Foto: Koral Carballo

  1. Llegamos al campamento. Colas infinitas de mujeres esperan, mochilas en mano, para que les asignen un lugar para dormir. Mientras, una batucada colombiana ameniza la espera. Un cartel dice “Bienvenidas Mujeres del Mundo”. Otro abajo agrega: “Prohibido entrar hombres”.  El motivo lo va a explicar la Insurgenta Erika en el discurso inaugural, con la poética que caracteriza a la voz colectiva  todos sus discursos: “Pensamos que sólo mujeres para que podemos hablar, escuchar, mirar, fiestar sin la mirada de los hombres. No importa si son buenos hombres o malos hombres. Lo que importa es que somos mujeres y que somos mujeres que luchamos. O sea que no nos quedamos conformes con lo que pasa y cada quien, según es su modo, su tiempo, su lugar, ahí lucha. O sea que se rebela. Se encabrona pues y hace algo. (…) Entonces les decimos: hermanas y compañeras, que podemos escoger qué vamos a hacer en este encuentro. O sea que podemos elegir. Podemos escoger de competir a ver quién es más chingona, quién tiene la mejor palabra, quién es más revolucionaria, quién es más pensadora, quién es más radical, quién es más bien portada, quién es más liberada, quién es más bonita, quién está más buena, quién baila más mejor, quién pinta más bonito, quién canta bien, quién es más mujer, quien gana el deporte, quién lucha más. Como quiera no va a haber hombres que digan quién gana y quién pierde. Sólo nosotras. (…) O acordamos luchar juntas, como diferentes que somos, en contra del sistema capitalista patriarcal que es quien nos está violentando y asesinando.”

Así, también contaron que se organizaron para garantizar seguridad, comida, higiene, promotoras de salud y técnicas de sonido.  Y aclararon que todas las identidades: solteras, casadas, viudas, transgénero, lesbianas, asexuales o “como se diga cada quien” son bienvenidas.  Y agregaron que desde el año pasado las mujeres zapatistas sostienen que, a raíz de ver lo que sucede con las mujeres, salió la idea que sólo mujeres zapatistas hablen y honren al concejo indígena de gobierno. Y, a pesar de que reconocen desde sus discursos el machismo también dentro de sus propias comunidades, dicen: “Así hicimos, porque sólo mujeres recibimos a nuestras compañeras del concejo indígena de gobierno y la vocera Marichuy que aquí está presente”. Y así se explicita lo que muchas podían intuir. Que la primera candidata que lleva la voz de las comunidades a todo el Estado mexicano en una campaña electoral es una mujer. No es pura casualidad. Es un acuerdo y es central.
“No es trabajo de los hombres ni del sistema darnos nuestra libertad. (…) Si queremos ser libres tenemos que conquistar la libertad nosotras mismas como mujeres que somos”, sintetiza Erika al comienzo del encuentro leyendo lo que en realidad es la voz de todas.
Y así la pelea por la vida, la lucha por la libertad, la reivindicación de las formas de organización colectivas y la no competencia, quedan planteadas a viva voz desde el día uno. Para tomar forma real los días siguientes.

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Foto: Koral Carballo

  1. “¿Para qué sirve un macho violento que no te haga gozar?”, cantan las zapatistas desde el gran escenario. Y también tocan sus instrumentos. Son las 6 am y es una de las canciones  que  entonan al amanecer del 8 de marzo para despertar amorosamente a todas las presentes, dar comienzo al encuentro y desearles un feliz día.

En más de un taller se va a sostener la idea del cuerpo como el primer territorio a liberar. Hay pláticas sobre la importancia de la legalización del aborto en todos los Estados: no se escuchan voces en contra.

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Foto: Koral Carballo

  1. También se organizan talleres de ginecología natural, torneos de futbol, vóley y básquet, proyección de videos sobre autoconocimiento de la vagina para autoplacer y grupos para decolonizar las caderas al ritmo de un reggetón.

En paralelo, cada Caracol -zona zapatista-  presenta una obra de teatro que relata la historia de las mujeres en su colectivo. Muestran desde el escenario lo que costó y cuesta no ser maltratadas, violentadas, violadas, golpeadas y discriminadas por ser mujeres, pero además por ser pobres e indígenas. Son horas y horas de obras. Comienzan desde antes de 1994 y muestran de forma compleja, con escenografías y vestuarios, las distintas formas de violencia (abusos, violaciones, falta de salud, alimentación, educación  y participación política) a las que son sometidas por ser mujeres. También reflejan las formas de organización que encuentran y cómo fueron haciéndose lugar en sus colectivos, aunque haya injusticias machistas que siguen presentes.

Juntas, revueltas y hermanadas: así fue el Primer Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan

Foto: Koral Carballo

  1. El día termina con Altas Jaras, grupo de cumbia de la San Marcos Sierra argentina,   y otra de las partes de su discurso inaugural se hace cuerpo: “Y vi que la rebeldía, que la resistencia, que la lucha, es también una fiesta, aunque a veces no hay música ni baile y sólo hay la chinga de los trabajos, de la preparación, de la resistencia”.

Con batucadas, bandas de cumbia, clases de hip hop y distintos tipos de rituales y danzas, el Encuentro fue también una fiesta.

Juntas, revueltas y hermanadas: así fue el Primer Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan

Foto: Koral Carballo

  1. “El puño de la mujer atenta contra el poder”, dice Marina, otra de las zapatistas que pone su voz encapuchada y en nombre de todas desde el escenario. El encuentro se denomina explícitamente de “mujeres que luchan” y deja de ser una metáfora en cuanto las distintas mujeres de comunidades comienzan a hablar desde sus espacios. Ellas pasan del cuerpo propio a hablar de la tierra todxs y hacen un llamado a denunciar los peligros de las formas de gobierno que se militarizan contra las comunidades y el pueblo y los modos producción extractivistas neoliberales actuales.

Sólo algunos ejemplos:

  • “Hoy la propiedad social y la comunalidad están el peligro por  las políticas privatizadoras del Estado sus inversiones de muerte. Petroleras, minas, hidroeléctricas  y agroindustrias nos despojan de nuestras tierras”,  dicen mujeres miembros del Movimiento en Defensa de la Tierra y el Territorio. Denuncian que su Centro de Derechos documentó, a lo largo de  5 años, más de cien casos de despojos a mujeres. La mayor parte de esos desalojos fueron cometidos violentamente por suegros, cuñados o autoridades comunales por considerar que las mujeres, por ser mujeres, no tienen derecho a poseer tierras. Frente a eso presentaron en el Encuentro su propuesta de tenencia y usufructo familiar de la tierra con los siguientes puntos: “ Necesitamos que las mujeres seamos reconocidas como integrantes comunales en igualdad de derechos que los hombres, que las parcelas dejen ser solo de los hombres y las asambleas reconozcan a toda la familia. Que los pueblos reconozcan nuestra participación duplicará la fuerza contra la privatización, discriminación y violencia que el Estado ejerce contra la vida comunitaria”.
  • “Necesitamos desandar nuestros cuerpos y aliarnos con la naturaleza. Estamos perdidos como humanidad sino empezamos a vincularnos con su sabiduría”, dice Moira Millán, mujerdel pueblo nación mapuche de Argentina. Cuenta la situación represiva que está viviendo su comunidad por ocupar y defender montañas y tierras que Benetton y otros empresarios quieren explotar como propiedad privada. Y cuenta a todas las mujeres presentes cómo fueron los asesinatos a Santiago Maldonado y Rafael Nahuel por parte de las fuerzas seguridad argentina. “Hay que dejar de cantar a desalambrar. Hay que ir y desalambrar y eso es peligrosos. Yo desalambré territorios embarazada y el Estado mandó hasta francotiradores. Pero luego ocupamos el departamento de asuntos indígenas hasta que fuimos escuchados”. Moira llama a las mujeres, en sus lugares y tierras, a tomar conciencia de la importancia de la defensa de la naturaleza. Cuenta que el próximo Encuentro Nacional de Mujeres argentinas tendrá lugar en Trelew  y que la intención es hacer un llamado para que se denomine “Encuentro Plurinacional”, en vez de Nacional, para visibilizar a la población originaria.
  • Margarita Juárez, de una comunidad del Estado de Jalisco, cuenta que llevan 13 años de lucha en contra de un mega proyecto que busca llevar el agua que les llega del río con un dique para una curtiembre. “Como bien decía la hermana mapuche, nos consideran terroristas”, cuenta Margarita y habla de las distintas persecuciones que sufren por parte del gobierno mexicano. También describe cómo se organizaron las mujeres para cuidarse entre ellas en plena defensa de territorio. Y concluye: “En este gobierno de desapariciones y femicidas la Madre Tierra está de nuestro lado. Por eso, haremos lo que sea para defender nuestras comunidades, lo que sea menos renunciar”.
  • Una mujer de la comunidad de Cherán, Michoacán, no dice su nombre, pero cuenta que su pueblo purépecha hace más de cinco años organizó sus propias formas de autogobierno y su seguridad, a partir del levantamiento de las mujeres del lugar. “Las mujeres nos organizamos para frenar a los talamontes y reducir la violencia de los crímenes”. Explica los modos en que se organizaron para terminar con los sicarios y narcos en su territorio. También denuncia que aun así  hace poco sufrieron el femicidio de una compañera, Guadalupe Campanur Tapia, de 32 años.
Juntas, revueltas y hermanadas: así fue el Primer Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan

Foto: Koral Carballo

  1. Las denuncias por los femicidios estuvieron presentes y fueron centrales durante todo el Encuentro. En México está declarada una Alerta por Violencia de Género. Las mujeres sostienen que no sirvió para nada. A esas manifestaciones de angustia y rabia se sumó el pedido por los 43 estudiantes de Ayozinapa.
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Foto. Koral Carballo

  1. Uno, dos, tres…las mujeres contaron a los gritos en el cierre del encuentro hasta 43. Todas juntas, luego de que se leyera la carta de pedido de una de las madres. Y se cerró con el canto: “Luchas, resistir, el acuerdo es vivir”.

Así las mujeres presentes  se  unieron al grito “Vivas se las llevaron, vivas las queremos” por la gran cantidad de mujeres desaparecidas que hay en México. El grito fue también  una exigencia de justicia por  los  asesinatos represivos por parte del gobierno.

Juntas, revueltas y hermanadas: así fue el Primer Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan

Foto: Koral Carballo

  1. Las madres de las victimas también encontraron un espacio de contención y apoyo en el Encuentro. Se autoorganizaron en una ronda y pidieron que se convocara por micrófono a todas las mujeres que tuviesen hijos o hijas desaparecidos, debido a que algunas mujeres recién en ese contexto, al escuchar que les pasaba a otras, se estaban animando a reconocer la desaparición de sus propios hijos militantes y denunciarlo públicamente. Y a cualquiera que sepa la historia de las Madres de Plaza de Mayo se le atraviesa el paralelismo en la garganta.

Sólo algunos ejemplos de lo que compartieron  esas madres:

  • “Lo de Carlos Sinhué Cuevas Mejía fue una ejecución extrajudicial”, dice su madre y señala que él ya había recibido amenazas para que dejara su actividad política como estudiante. Su muerte fue ejecutada con 18 balazos. También denuncia la responsabilidad de la propia UNAM (la universidad nacional de México) por no ayudar con la investigación. Y agrega: “Somos muchas las madres. Tenemos que unirnos porque si no estamos unidas nos aniquilian. Hoy una mujer al escucharme pudo reconocer que tiene su hijo desaparecido hace 4 años. Creo que tenemos la responsabilidad y obligación de denunciar todos los casos, sean o no nuestros hijos e hijas”.
  • Araceli pide justicia por el femicidio de su hija Lesvy y mientras aconseja a las jóvenes que nunca se opongan a un hombre solas y que pidan ayuda dice: “Mi objetivo es crear un espacio de memoria de los femicidios en la Ciudad Universitaria de la UNAM. No sólo por Lesvy sino para que se tome conciencia y se recuerde lo que no tiene que volver a ocurrirle a ninguna”.
Juntas, revueltas y hermanadas: así fue el Primer Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan

Foto: Koral Carballo

  1. En medio de la oscuridad de la noche las zapatistas nos sorprendieron con una acción poética. Cada una de las dos mil zapatistas encendió una vela. Todas al mismo tiempo iluminaron el monte en contra de los femicidios. Al final del encuentro, en la clausura, se explicó así la acción:

“ESTE DÍA 8 DE MARZO, AL FINAL DE NUESTRA PARTICIPACIÓN, ENCENDIMOS UNA PEQUEÑA LUZ CADA UNA DE NOSOTRAS.
LA ENCENDIMOS CON UNA VELA PARA QUE TARDA, PORQUE CON CERILLO RÁPIDO SE ACABA Y CON ENCENDEDOR PUES QUÉ TAL QUE SE DESCOMPONE.
ESA PEQUEÑA LUZ ES PARA TI.
LLÉVALA, HERMANA Y COMPAÑERA.
CUANDO TE SIENTAS SOLA.
CUANDO TENGAS MIEDO.
CUANDO SIENTAS QUE ES MUY DURA LA LUCHA, O SEA LA VIDA,
PRÉNDELA DE NUEVO EN TU CORAZÓN, EN TU PENSAMIENTO, EN TUS TRIPAS.
Y NO LA QUEDES, COMPAÑERA Y HERMANA.
LLÉVALA A LAS DESAPARECIDAS.
LLÉVALA A LAS ASESINADAS.
LLÉVALA A LAS PRESAS.
LLÉVALA A LAS VIOLADAS.
LLÉVALA A LAS GOLPEADAS.
LLÉVALA A LAS ACOSADAS.
LLÉVALA A LAS VIOLENTADAS DE TODAS LAS FORMAS.
LLÉVALA A LAS MIGRANTES.
LLÉVALA A LAS EXPLOTADAS.
LLÉVALA A LAS MUERTAS.
LLÉVALA Y DILE A TODAS Y CADA UNA DE ELLAS QUE NO ESTÁ SOLA, QUE VAS A LUCHAR POR ELLA.
QUE VAS A LUCHAR POR LA VERDAD Y LA JUSTICIA QUE MERECE SU DOLOR.
QUE VAS A LUCHAR PORQUE EL DOLOR QUE CARGA NO SE VUELVA A REPETIR EN OTRA MUJER EN CUALQUIER MUNDO.
LLÉVALA Y CONVIÉRTELA EN RABIA, EN CORAJE, EN DECISIÓN.
LLÉVALA Y JÚNTALA CON OTRAS LUCES.
LLÉVALA Y, TAL VEZ, LUEGO LLEGUE EN TU PENSAMIENTO QUE NO HABRÁ NI VERDAD, NI JUSTICIA, NI LIBERTAD EN EL SISTEMA CAPITALISTA PATRIARCAL.
ENTONCES TAL VEZ NOS VAMOS A VOLVER A VER PARA PRENDERLE FUEGO AL SISTEMA.”

Juntas, revueltas y hermanadas: así fue el Primer Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan

Foto: Koral Carballo 


 
 

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La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…

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Se cumplen hoy 47 años de la primera aparición de las Madres en la Plaza de Mayo. La fecha llega en un momento en el que lavaca ha puesto en marcha un registro fotográfico colaborativo sobre las actuales rondas de Madres: una forma de homenaje, sabiendo que la memoria no es hablar del pasado, sino comprenderlo para actuar en el presente y el futuro.

Esta es una recorrida entonces, con un resumen del antes, el durante y el después de la instauración del terrorismo de Estado. Cuenta el nacimiento de la organización de estas mujeres que salieron a reclamar por la vida y, frente al horror y la desaparición de sus hijos e hijas, y lograron lo que parecía inconcebible: transformar el dolor en acción. ¿Cómo lo hicieron? Un recorrido por las últimas décadas, y algunas cuestiones prácticas sobre los tejidos, los territorios, las brujas y los alumbramientos. El video que muestra parte de la historia.

Por Sergio Ciancaglini

La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…
La historia de las Madres de Plaza de Mayo.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos.

La historia suele ser infinita, ¿cómo contarla?

Habría que hablar de un siglo XX Cambalache, que empezó con el país granero del mundo, con trabajo para pocos, democracia para pocos, dinero para menos, alguna ilusión de tiempos mejores, seguida de décadas infames. Surgió luego un gobierno que generó una expectativa de más justicia, y más democracia. La política empezaba a estar en las calles, en las plazas, en la cabeza y en el corazón de cada persona.

Ese gobierno fue tumbado en 1955 por los poderes económicos, políticos y militares de siempre. Poco antes los golpistas habían bombardeado con la aviación militar a transeúntes inocentes en plaza de Mayo. Más de 300 muertos. Que hubiera más igualdad de oportunidades, o mejor distribución de la riqueza, era una maldición que había que mutilar. Tierra extraña; aquí siempre hubo una envidia al revés. Los ricos envidiaron a los pobres, odiaron que los pobres pudiesen mejorar.

En 1956 aquella dictadura fue pionera: secuestró ilegalmente a decenas de personas acusándolas de planear una rebelión. Los militares ordenaron los fusilamientos en los basurales de José León Suárez. Fue la Operación Masacre, como la llamó Rodolfo Walsh en un libro inolvidable. Lo que nadie sabía, ni siquiera Walsh, es que la Operación Masacre apenas empezaba.

Poco después, en una pequeña isla del Caribe frente a las narices de los Estados Unidos, hubo una revolución que se proclamó socialista. Los militares argentinos temieron que esa revolución fuese contagiosa, y gatillaron sus armas junto a los de todo el continente.

Siguieron los tiempos de proscripción política, censura, gobiernos civiles derrocados, gobiernos militares que se iban tumbando entre ellos, mientras las fuerzas armadas actuaban como tropas de ocupación en su propio país, como trincheras contra la democracia, en nombre de la lucha contra el socialismo.

Frente a eso, crecía la resistencia de quienes que no se resignaban al silencio, la censura, ni al olvido. Resistían los mayores, con una especie de nostalgia por el pasado. Y resistían también los jóvenes, como añorando el futuro, pero un futuro que querían construir con sus propias manos.

El surgimiento de las Madres de Plaza de Mayo

Un argentino que había puesto la mente y el corazón para aquella revolución en la isla del Caribe, fue capturado y fusilado cuando quiso hacer algo parecido en Bolivia. Le decían Che. Los que lo mataron no sabían que lo estaban inmortalizando. El mundo se ponía violento. En todo el planeta oleadas de jóvenes salían a reclamar justicia, igualdad, rechazo a la guerra y la muerte, un mundo distinto.

En la Argentina las dictaduras seguían tropezando con las resistencias. Hubo un Cordobazo, un Rosariazo, la juventud se movilizaba pintando paredes y pintando proyectos. La democracia seguía presa. La violencia militar seguía libre. Nacieron las organizaciones guerrilleras, que quisieron agregarle armas a toda esa resistencia.

Tal vez esta historia haya que comenzarla, entonces, en 1972. El 22 de agosto en Trelew hubo una nueva versión de la Operación Masacre. Allí habían detenido a miembros de varias agrupaciones guerrilleras. Fueron acribillados a balazos, indefensos, con el falso pretexto de un intento fuga. Mataron a 16. Hubo tres que sobrevivieron por milagro, y contaron lo que había pasado. Tal vez en aquel momento, cuando el crimen fue evidente, los estrategas militares empezaron a diseñar la represión del futuro: matar sin evidencias.

Las movilizaciones protagonizadas fundamentalmente por la juventud, empezaban a ser gigantescas. La trinchera militar no soportó la correntada de tantos sueños, y en 1973 la vida pareció cambiar. Una multitud obligó a liberar a los presos políticos. La ilusión no duró demasiado.

Fue una danza alucinada.

Cámpora ganó las elecciones. Volvió Perón. En Ezeiza las patotas de la derecha peronista acribillaron a las columnas juveniles. Perón apoyó a esos grupos, contra la juventud. Cayó Cámpora. Asumió Lastiri que era el yerno de José López Rega. López Rega era ex policía, nazi militante, secretario privado de Perón, ministro de Bienestar Social, y astrólogo esotérico. Como si su brujería funcionara, concentró cada vez más poder. Lastiri llamó a nuevas elecciones que ganó Perón. Ocho meses después, murió Perón y asumió su esposa Isabel. La sociedad miraba aturdida, mientras el sistema de la muerte se instalaba alrededor de López Rega, que organizó a los matones policiales, militares y a las patotas de la derecha, para crear un monstruo al que llamaron Triple A. Alianza Anticomunista Argentina.

La Triple A era un escuadrón de la muerte, un grupo paramilitar con vía libre para salir a matar. Estudiantes, intelectuales, sacerdotes, artistas, sindicalistas, obreros: la sucesión de fusilamientos se hizo cotidiana, el terror empezó a ser la genética de cada día.
La lista es macabra. Cientos de víctimas. Por recordar algunos: Rodolfo Ortega Peña, diputado nacional y abogado de presos políticos. Carlos Mujica, sacerdote del Tercer Mundo, Silvio Frondizi, uno de los principales intelectuales que dio la izquierda argentina, Julio Troxler, que había sobrevivido a los fusilamientos de 1956. Atilio López, uno de los dirigentes del Cordobazo, que durante la breve etapa camporista fue vicegobernador de Córdoba.

Los bombardeos en Plaza de Mayo y la matanza en los basurales habían sido premoniciones.
Los fusilamientos de Trelew fueron una secuela.

La Triple A fue el perfeccionamiento del crimen mafioso.

El terrorismo de Estado y la desaparición forzada

Pero ahora imaginemos.

Imaginemos por un momento que hubiera miles de masacres como las de los basurales de José León Suárez. Imaginemos que hubiera de pronto miles de fusilamientos como los Trelew. Y miles de Triple A matando por las calles con absoluta impunidad.

Eso fue la dictadura militar, cuando los militares dieron el golpe de Estado para imponer la máquina de matar corregida y aumentada al infinito. Fue hace exactamente 30 años. Le pusieron un nombre que sería cómico, si no fuera tan patético. Proceso de Reorganización Nacional. El comunicado número uno que emitieron decía:

Se comunica a la población que, a partir de la fecha, el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta de Comandantes Generales de las FF.AA. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento a las disposiciones y directivas que emanen de autoridad militar, de seguridad o policial, así como extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes individuales o de grupo que puedan exigir la intervención drástica del personal en operaciones.

Más que nunca, la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Pero esta vez, además, inventaron una especie de acto de magia superior a los de López Rega. La magia más perversa que alguien pueda imaginar.

No más bombardeos, ni basurales, ni fusilamientos en cárceles, ni homicidios mafiosos a la luz del día.

Los perseguidos, las víctimas, iban a desaparecer.

No iban a estar más: secuestrados y esfumados de la noche a la mañana.

Los militares creían que al no haber cuerpos, al no haber pruebas ni quedar en evidencia, nadie podría acusarlos de crimen alguno.

Eso es el terrorismo de Estado. Las Fuerzas Armadas se dedicaron a la muerte clandestina, mientras en público sus jefes iban a misa a ser bendecidos, a comulgar, y a la salida sonreían. En sus discursos hablaban de la ley, el orden, la paz y el progreso.

Empezó la cacería. Zonas liberadas, gritos en la noche, secuestros de gente indefensa, la absoluta desaparición de la justicia.

Hay bibliotecas enteras que podrían leerse para entender lo que pasó. Pero hay también una carta. Apenas un año después del golpe Rodolfo Walsh –otra vez- escribió en la clandestinidad su Carta abierta a la Junta Militar, donde explicó lo que nadie se atrevía a decir.

Hablaba de un lago cordobés convertido en cementerio lacustre. De personas arrojadas desde aviones militares al Río de la Plata, cuyos cadáveres afloraban en las costas uruguayas. Denunciaba un sistema de tortura absoluta, intemporal y metafísica, aplicada tanto con métodos medievales como el potro o el torno, como con la tecnología de la picana eléctrica, para machacar la sustancia humana. Hablaba de las guarniciones y comisarías convertidas en campos de concentración. De las mentes perturbadas de los militares que torturaban. Decía, apenas un año después del golpe y en medio de la censura y el terror: “Quince mil desaparecidos y desaparecidas, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror”.

Pero hay otro párrafo, que cada día se entiende mejor. Le decía a los militares:”Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”.

Ahí estaba la clave para entender el crimen: la miseria planificada.

Walsh fechó esa carta el 24 de marzo de 1977, distribuyó varias copias, y un día después fue secuestrado por los militares.

Nunca más se supo de él.

Es otro desaparecido.

Érase una vez 14 mujeres: La historia de las Madres de Plaza de Mayo

En esa noche, hubo un parto.

En medio de la oscuridad, un alumbramiento.

Nació una historia.

Muchas madres y padres salieron a buscar a sus hijos. Salieron de sus casas, salieron del útero de su rutina habitual a enfrentar al aparato represivo más imponente de la historia del país. Llevaban impresas en la piel la desesperación y el amor, y de allí les nació el coraje. Recorrieron hospitales, caminaron juzgados, se atrevieron a ir a comisarías y cuarteles. Buscaron a las morgues. Nadie sabía nada. La ley del silencio. Cada día era la esperanza de una noticia. Cada noche era la frustración del silencio.

Los padres varones, de a poco, volvieron a sus trabajos.

La mayoría de las madres eran amas de casa: tenían intacto el tiempo y la sensación de que no había otra cosa que hacer que dedicar cada hora, cada minuto y cada segundo de vida a la búsqueda.

Estaban solas, moviéndose, preguntando inútilmente, aturdidas por tanto silencio. De a poco, empezaron a cruzarse por los mismos laberintos, a reconocerse y a descubrir que había otras que compartían esa especie de señal que cada una llevaba como un código secreto en la mirada: la desesperación y la incertidumbre.

Ese fue un primer triunfo contra el aislamiento. Comenzaron a encontrarse, reunirse, acompañarse. Estar juntas fue el modo de escaparle al terror de estar solas. Pero fue mucho más que eso.

Un día, esas mujeres se descubrieron a sí mismas en una iglesia militar, donde un cura psicópata les recomendaba santa paciencia y las confundía con rumores, insinuaciones y desinformaciones. Intuición femenina: les estaban mintiendo sistemáticamente, nadie hacía nada por salvar a sus hijos.

Una de esas mujeres dijo: Basta.

Y dijo: tenemos que ir a la Plaza de Mayo, tenemos que hacer ver y oír lo que nos pasa. Era una mujer con nombre de flor.

Y ese grupo de mujeres decidió que Azucena Villaflor tenía razón: su lugar sería la Plaza de Mayo.

La plaza sería el territorio de estas madres.

No tenían oficina, pero habían encontrado un lugar espacioso, aireado, iluminado y muy céntrico.

No tenían sillones mullidos, pero había bancos de plaza.

No había escritorios, pero tenían las faldas para apoyar allí las carpetas, expedientes, cuadernos o que hiciera falta.

No tenían alfombras, sólo baldosas y unas palomas revoloteando.

No tenían recepción, pero podían verse de lejos mientras iban llegando. No tenían teléfonos, pero se pasaban papelitos con mensajes, informes, o futuros puntos de encuentro.
Ocultaban esos mensajes en ovillos de lana, por si la policía o los militares se les cruzaban en el camino.

No querían que las descubrieran. Ya que tenían los ovillos, llevaban agujas y tejían en la plaza, mientras iban pasándose información, inventando qué hacer, cómo buscar, cómo evitar la impotencia de no hacer nada. Penélope tejía esperando el regreso de su marido. Ellas tejían juntas las acciones para buscar a sus hijos y denunciar lo que estaba pasando.

La primera vez fue el sábado 30 de abril de 1977. Eran sólo 14 en la Plaza de Mayo. Como no había casi nadie, decidieron volver el viernes siguiente. Después, una de las madres avisó, como atajándose de los malos augurios: “Viernes es día de brujas”. A la semana siguiente empezaron a encontrarse los jueves, el día que nunca más abandonarían, para escaparle a las brujas.

La policía empezó a desconfiar. Por el Estado de Sitio, se impedía cualquier reunión de tres personas o más, por ser potencialmente subversiva.

Para decir la verdad, en este caso tenían razón: buscar la vida era subversivo. Como pájaros de uniforme, los policías empezaron a revolotear alrededor esas mujeres que hablaban y tejían de los asientos de la plaza. Ordenaron: “Caminen, circulen, no se pueden quedar acá”. Ellas se pusieron a caminar y a circular alrededor del monumento a Belgrano, en sentido contrario a las agujas del reloj: como rebelándose contra cada minuto sin sus hijos.

Marchaban, cada jueves, en las narices del gobierno dictatorial más temible. La plaza ya era el territorio de las Madres.

Algunos periodistas extranjeros descubrieron esas raras vueltas y vueltas. Consultaron a los militares. Les contestaron que eran unas mujeres trastornadas, unas Madres Locas que andaban buscando a gente que no estaba en ningún lado. Gran parte de la sociedad prefería no darse por enterada. La censura bloqueaba orejas, cerebros y corazones. Las madres locas eran las únicas que parecían cuerdas, tejiendo y circulando al revés que las agujas del reloj.

En octubre de 1977 se sumaron a la peregrinación a Luján, que congregaba a un millón de jóvenes. El problema era cómo encontrarse y reconocerse en la multitud. Alguien propuso que todas se pusieran un pañuelo del mismo color. Lo del color era un problema, pero entonces una de las madres tuvo una ocurrencia: ¿Por qué no nos ponemos un pañal de nuestros hijos? No existían los pañales descartables y la mayoría de las madres todavía guardaba los de tela, tal vez pensando en los nietos.

Frente a la Basílica, reclamaron y rezaron por los desaparecidos y desaparecidas. Todos los que estuvieron pudieron verlas, identificadas con los pañales blancos en sus cabezas. Poco después hubo una marcha de los organismos de derechos humanos, que terminó con 300 personas detenidas, incluidos –por error- varios periodistas extranjeros. Gracias a tanta eficiencia, el mundo empezaba a enterarse de lo que ocurría. En la comisaría las Madres rezaban Padrenuestros y Avemarías. Los policías no se atrevían a incomodar a mujeres tan devotas. Entre rezo y rezo, haciendo cruces, miraban a los uniformados, les decían “asesinos”, y seguían rezando. Amén.

El hecho de reunirse, romper el aislamiento, buscar a sus hijos, se convirtió en sí mismo en un delito. Diciembre de 1977, un oficial de la marina que se hacía pasar por hermano de un desaparecido organizó el secuestro y desaparición de tres de las madres, dos monjas francesas y otros familiares y amigos. Así era el coraje militar.

Las madres estaban organizando la colecta para publicar una solicitada el 10 de diciembre, denunciando las desapariciones.

El 8 de diciembre secuestraron a Esther Careaga y a Mary Ponce de Bianco en la Iglesia de Santa Cruz, junto a ocho personas más, incluida la monja francesa Alice Domon. Esther era paraguaya. Ya había encontrado a su hija adolescente, a la que los militares habían liberado. Las otras madres le habían pedido que volviera a su casa, que ya no se arriesgara más. Esther no les hizo caso, decidió seguir junto a ellas hasta que encontraran a cada uno de sus hijos.

Dos días después, desapareció la mujer con nombre de flor. El terror de aquellos tiempos superó todo lo imaginable. Desaparecían quienes buscaban a los desaparecidos y desaparecidas. Pero los militares habían sido selectivos: secuestraron a quienes todas siempre consideraron “las tres mejores madres”. Sin Azucena, había que elegir: seguir, esconderse, o volverse a casa. Para las madres no hubo demasiadas dudas: ahora no solo debían buscar a sus hijos e hijas, sino también a sus amigas y compañeras. Lograron sobreponerse a la parálisis y al terror, para seguir su marcha.

Azucena había parido la idea de que las madres se organizaran para nunca más estar solas en su lucha. Y había dicho algo: “Todos los desaparecidos son nuestros hijos”. Así estaba socializó la maternidad, potenció a cada madre y le dio grandeza a cada minuto de resistencia.

Llegó el Mundial 1978. El fútbol tapando de gritos y sonrisas la realidad, mientras a pocas cuadras de la cancha de River seguían torturando gente en la ESMA. El mundial fue oxígeno para los militares: para seguir matando y seguir castigando cada vez a más gente con la miseria planificada. Las madres cambiaron sus lugares y horarios de reunión. No todos los jueves iban a la Plaza, para evitar que las detectaran. Cuando iban, la policía les largaba los perros. Cada una llevaba un diario enroscado para sacarse a los perros de encima, una de las pocas cosas útiles para las que servían los diarios de esa época.

Muchas veces detenían o demoraban a alguna de ellas en las comisarías. Se les ocurrió una idea: cuando una iba presa, se presentaban todas y pedían ir presas ellas también. Los policías veían llegar a decenas y decenas de mujeres que exigían ser encarceladas junto a su compañera. Una vez fueron tantas las que exigieron ser detenidas, que tuvieron que llevarlas en un colectivo de la línea 60.

Madres locas, dirían los policías, que no sabían bien qué hacer: muchas veces las soltaban para sacárselas de encima.

Cuando en la Plaza le pedían documentos a una, todas las demás se acercaban a la policía a entregar también los suyos. Cientos de documentos, cédulas y libretas cívicas, que la policía tenía que verificar. De paso, las madres se quedaban más tiempo en la plaza.

En 1979 llegó al país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. También el fútbol jugó en contra. El mundial juvenil tenía a todos pendientes de Maradona, y los militares aprovecharon para que relatores de fútbol y periodistas radiales llamaran a la gente a Plaza de Mayo, y que de paso repudiaran a quienes hacían cola para declarar ante la Comisión. Querían mostrar lo que llamaban “la verdadera imagen del país”. Decían: “los desaparecidos algo habrán hecho”, o “por algo será que se los llevaron”. Los hinchas, sin embargo, no molestaron a los que estaban esperando para hacer sus denuncias.

Ya era la época de la plata dulce, la fiesta de las multinacionales, el dólar barato, miles de argentinos gastando en el exterior lo que nunca habían sabido ganarse, gracias a la miseria planificada de millones.

Los diarios y las revistas no sólo censuraban la información para defender su negocio, sino que hacían campañas por los militares: “Los argentinos somos derechos y humanos”. Confirmado: nunca hay que subestimar la estupidez humana, la capacidad de negación, el tamaño de la crueldad.

En ese 1979 hubo otro parto, otro alumbramiento: las Madres decidieron crear la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Si todas estaban en peligro, esa era una forma de mantener la lucha viva. La casualidad, o el destino, determinaron que la asociación fuese creada en una fecha imposible de olvidar: 22 de agosto. Habían pasado siete años de la masacre de Trelew, aunque parecían siete siglos.

Los militares asesinos argentinos inventaron un conflicto contra los militares asesinos de Chile, que a todos les servía para ganar tiempo en el poder. En esos días fue muy próspero el negociado de la fabricación de ataúdes, hasta que el Papa intervino. Secuestros clandestinos y desapariciones en la noche, permitían mirar para otro lado. Guerra abierta entre gobiernos tan vecinos y tan beatos era demasiado. Hasta para el Vaticano. Amén.

Seguían encontrándose en plazas y bares. Para que no las descubrieran cambiaban el nombre. Si iban a ir a Las Violetas, decían Las Rosas. Ellas mismas llevaban en sus carteras las carpetas, las denuncias, los expedientes.

Recién en 1980, gracias a los apoyos internacionales, las Madres pudieron tener una oficina. Pero también ese año decidieron volver a su territorio, la Plaza de Mayo, para nunca más abandonarla.

Fueron un jueves, al jueves siguiente las estaba esperando un escuadrón entero, con las armas gatilladas. Ellas cambiaban el horario, circulaban por donde no las veían. Poco a poco envolvieron a la Pirámide de Mayo con sus marchas que nadie podía detener. Llevaban diarios enroscados. Pronto aprendieron de sus hijos, y llevaban también botellitas de agua y bicarbonato por si las esperaban con gases lacrimógenos. No necesitaban gases para llorar. Pero habían decidido transformar el llanto en acciones.

Los militares eran la rigidez y la violencia. Las madres eran la fluidez y la energía. Los militares y la policía eran la muerte. Los verdugos. Las madres eran la vida.

Se editó el primer boletín de Madres, se iba ganando apoyo afuera y adentro. Los militares llamaron a los viejos políticos a dialogar, como abriendo el paraguas frente a la crisis económica y a su propio desgaste. Pero las Madres estaban simbolizando dónde estaba la verdadera política, y quiénes eran sus nuevos protagonistas. En 1981 lo demostraron retomando la Plaza y haciendo la primera Marcha de la Resistencia. Solas, pocas, pero juntas, resistiendo 24 horas seguidas.

Vinieron épocas de ayunos, de tomas de iglesias y catedrales. Los jóvenes, sobre todo, se conmovían. Nació la consigna “aparición con vida”.

El 30 de abril de 1982, hubo manifestaciones de protesta en Buenos Aires contra la situación económica, la miseria planificada, con la policía reprimiendo a todos. Dos días después, se llenó la Plaza de Mayo para aplaudir a los militares que habían invadido Malvinas, creyendo que así se iban a reciclar en el poder en una especie de brindis perpetuo.

Las Madres dijeron que la guerra era otra mentira. Los militares que secuestraban cobardemente, torturaban clandestinamente y asesinaban tirando cuerpos al río, no podían convertirse de un día para otro en patriotas impecables y valerosos guerreros. Por decir eso, acusaron a las Madres de antinacionales. Ellas inventaron un cartel: “Las Malvinas son argentinas. Los desaparecidos también”. Muchos que acompañaban a las Madres las criticaron: había que estar del lado de la guerra, del lado de los militares. El tiempo mostró quién tenía razón sobre los guerreros, entre ellos el mismo que había delatado a Azucena, Esther y Mary.

La derrota de los militares resucitó la posibilidad de la democracia. Se abrió la multipartidaria, formada por cantidad de partidos y políticos muchos de los cuales, durante los tiempos más duros de la represión, habían sido expertos en el arte de callar.

En 1983 hubo elecciones, Alfonsín llegó a la presidencia, y las madres hicieron la marcha de las siluetas para que nadie olvidara a los ausentes. En los afiches decían que esos hijos e desaparecidas habían luchado por la justicia, la libertad y la dignidad.

El gobierno formó la CONADEP, la comisión nacional para la desaparición de personas. Las madres desconfiaron, no quisieron integrarla. Siempre prefirieron la calle, y no las comisiones. Crearon un periódico, la Asociación iba creciendo y seguía reclamando aparición con vida y castigo a los culpables.

En 1985 Alfonsín las citó, pero luego no las atendió porque tenía que ir al Colón, según la explicación oficial. Las Madres tomaron la Casa Rosada, y se quedaron ahí instaladas como forma de resistencia pacífica. Esas acciones mostraban la grieta entre los discursos sobre los derechos humanos que hacía el gobierno, y la realidad. Y mostraban cómo el protagonismo político se desplazaba de los políticos de museo, a los movimientos generados en la sociedad para enfrentar los problemas tomando las riendas de sus propias decisiones.

Se hizo el juicio a las Juntas, pero sólo hubo dos condenas a prisión perpetua. Las de Videla y Massera. Los otros jefes militares recibieron penas bajas, o fueron absueltos. Las Madres opinaron del siguiente modo: se levantaron y se fueron de la sala de audiencias.

Seguían las acciones, marchas, escraches a los militares en sus casas, viajes y campañas en todo el mundo, la lucha contra las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, La lucha contra las rebeliones de Semana Santa y de los carapintadas, La marcha de las manos, La marcha de los Pañuelos, cuando taparon la casa de gobierno de pañuelos blancos, los premios internacionales.

El apoyo a los conflictos, a las huelgas, a los reprimidos y a los perseguidos.

Empezaban a hacer propia una idea: el otro soy yo.

Las Madres, además de denunciar lo que había ocurrido con sus hijos, hicieron otra cosa: comenzaron a levantar las mismas ideas y sueños por las que esos jóvenes habían luchado.
Por eso sintieron que aún sin estar, sus hijos las estaban pariendo.
Aquellas amas de casa desgarradas por la desesperación, habían logrado transformar el dolor en acción y en pensamiento.

Todas estas luchas se multiplicaron al infinito cuando Menem llegó a la presidencia para perfeccionar, en democracia, la miseria planificada: privatizó el país, regaló el Estado, masificó el desempleo, protegió a toda clase de mafiosos, asesinos y corruptos, y además los puso a gobernar con él. De paso indultó a todos los militares que habían sido condenados.

Hubo más de lo mismo cuando subió De la Rúa, y las madres estuvieron allí, nuevamente en la plaza, el 19 y 20 diciembre, cuando ese gobierno intentó imponer el Estado de Sitio y se dedicó a reprimir a miles y miles de personas hartas de tanta decadencia y de tanta mentira. Nuevamente las plazas se llenaron de balas, y de jóvenes muertos.

La historia reciente es más conocida, las Madres y su universidad llena de jóvenes, de movimiento, de conferencias, de proyectos. Las Madres y su flamante radio, para que se escuche cada cosa que hay que decir. La intervención en cada lucha contra las mafias, contra la miseria, contra la muerte.

Y cada jueves, como siempre, las madres circulando, tejiendo solidaridad, construyendo este territorio de la Plaza para que sea el espacio de todos.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos. Las madres están dejando esa herencia.

Cómo convertir al dolor, en acción.

La parálisis y el miedo, en lucha.

La desesperación, en coraje.

Las lágrimas, en acciones.

Para acorralar a la muerte, como el primer día:

tejiendo luchas,
haciendo circular los sueños,
y alumbrando la vida.

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4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

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La familia de la joven asesinada en Capilla del Monte volvió a viajar de Buenos Aires a Córdoba para reclamar que se asigne urgentemente un fiscal en la causa y que se investigue su femicidio. Hace 4 años el cuerpo de Cecilia fue encontrado luego de estar 20 días desaparecido; su familia denuncia una trama local que involucra a la última persona que la vio con vida, el ex boxeador Mario Mainardi, jamás investigado, y la complicidad de la justicia de Cruz del Eje, representada por Paula Kelm, que buscó inculpar a un perejil. Gracias a la lucha familiar se logró anular esa línea de investigación, que culminó en un juicio nulo, pero desde entonces no se retomó la instrucción; y pese a que en diciembre se anunció que un nuevo fiscal tomaría la causa, eso no sucedió, y las dilaciones siguen. Crónica de una nueva reunión con promesas y sin hechos, cuando la impunidad se hace cada vez más grande y el reclamo, también: “Verdad y justicia para Cecilia Basaldúa”.

Por Bernardina Rosini

Daniel y Susana, padre y madre de Cecilia Basaldúa ya perdieron la cuenta de las veces que han viajado desde la ciudad de Buenos Aires a Córdoba con el único objetivo de lograr justicia por su hija. Han perdido esa cuenta pero no la cantidad de días que contabiliza la impunidad: 1460, es decir, cuatro años. 

En efecto, hace cuatro años (el 25 de abril de 2020) encontraron el cuerpo de Cecilia Gisela Basaldúa en un codo del Río Calabalumba en Capilla del Monte, luego de veinte días de estar desaparecida. Cuando Daniel y Susana llegaron ayer a los Tribunales en Córdoba Capital, se los ve invadidos por la bronca y el hartazgo. Son cuatro años sin Cecilia y a la par sostienen que las líneas de investigación han sido deliberadamente manipuladas y el material probatorio  de contundencia, ignorado

La última vez que estuvieron parados sobre esa vereda fue el pasado 7 de diciembre, tras reunirse con el Fiscal General Juan Manuel Delgado. Celebraban la noticia: “Tenemos fiscal, vinimos con 3.000 firmas de apoyo pidiendo fiscal y lo tenemos. Es el Nelson Lingua y comienza el 1° de febrero, después de la feria judicial”. Cinco meses después, otra vez viajan 700 kilómetros para golpear la puerta del Palacio de Justicia pues tal designación no sucedió y la causa acumula once meses sin fiscal a cargo de la instrucción.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas
Daniel Basaldúa y Susana Reyes, papá y mamá de Cecilia: viajaron desde Buenos Aires para mantener una reunión y reclamar justicia por su hija.

El baile del fiscal

Mientras los Basaldúa llegaban el 25 de abril nuevamente a Córdoba para pararse frente a Tribunales y exigir justicia, fueron notificados que la Fiscal General Adjunta Bettina Croppi los convocaría a una reunión. 

Antes de ingresar al edificio Daniel comparte la situación actual de la causa “Nos vienen diciendo que no designan fiscal porque falta una firma: me cuesta creerlo. No puedo hacer nada más que venir y reclamar. Hasta ahora la única justicia que logramos fue que no metan preso a un inocente”. 

Hoy le cuesta hablar; tiene un nudo en la garganta y el rostro de su hija estampado sobre el pecho. “Sólo espero que esta investigación vaya tras los verdaderos sospechosos, tras Mario Mainardi, última persona que vio a Cecilia con vida, quien tenía pertenencias de ella y las regaló; la policía y la fiscal Paula Kelm contaban con ésta y más información y nunca lo investigaron. No podemos creer que Mainardi, que dijo trabajar en Uber porque no podía acreditar ingresos, tenga más poder que Diego Concha, quien fue durante décadas Director de Defensa Civil de la provincia y sin embargo hoy está preso”. 

Daniel pasa lista de todos los uniformados que participaron del caso y que hoy se encuentran desplazados, procesados o presos por distintas causas: el común denominador es la violencia de género. 

Mientras las abogadas ingresan junto a los padres de Cecilia a la reunión, afuera les esperan periodistas, agrupaciones feministas, trabajadores de la Secretaría de Derechos Humanos y familiares víctimas de violencia institucional. Repiten el colgado de banderas, los carteles con rostros de otras víctimas, y los cantos que se recitan como mantras: “¡¡Queremos fiscal, queremos fiscal, queremos fiscal!!” y “¡¡Justicia, justicia, justicia!!”.

Al salir, Giselle Videla -una de las abogadas de la familia- comparte lo conversado en la reunión: “Para iniciar nos han pedido disculpas puesto que en noviembre nos dieron la seguridad que tendríamos fiscal apenas finalizada la feria judicial. Como hoy no hay fiscal, y están subrogando fiscales de otros territorios que toman la causa por un plazo corto de tiempo, el avance es mínimo. Nos informaron en relación a esta situación que la designación de Nelson Lingua espera la firma del gobernador, Martín Llaryora. Ahora bien, nos enteramos que será designado como Fiscal reemplazante, y no como Fiscal titular puesto que Lingua no ha rendido el concurso que lo habilita para ese cargo; debe rendirlo ahora y recién en julio- agosto podremos saber si será finalmente el fiscal titular de la causa”. 

Para que se entienda: desde que el tribunal absolviera a Lucas Bustos en julio del 2022 reconociendo su inocencia y su no vinculación al crimen, y ordenara una nueva instrucción para dar con los responsables del femicidio, la causa demoró meses en ser asignada a un fiscal. Luego recaería en el Dr Raymundo Barrera de Cruz del Eje, fiscal que, hábil con el calendario, entre feria judicial y licencias llegó a junio del 2023, mes en el que se jubiló. 

Por la presión de la familia Basaldúa, en diciembre el mismísimo Fiscal General anunció la designación del Lingua el 3 de febrero; eso no sucedió y no hay certeza de que Lingua resulte el fiscal que definitivamente dirigirá la instrucción, puesto que no cumple con los requisitos.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

Preguntas sin respuesta

Es mediodía y el cielo se refleja en las ventanas del edificio neoclásico de la calle Caseros; da la impresión que adentro estuviera vacío, que sólo es una fachada. “Hoy, 25 de abril se cumplen cuatro años de la aparición del cuerpo sin vida de Cecilia Gisela Basaldúa” lee Susana de la pantalla de su celular; ella también lleva una remera con el rostro sonriente de su hija. Sigue:

Cuatro años de impunidad y de violencia sistemática por parte del Poder Judicial a quienes pedimos y exigimos justicia por ella. La causa volvió a foja cero en el 2022 luego de pasar por un juicio vergonzoso.

El tiempo pasa y los asesinos de Cecilia siguen libres e impunes. No tenemos fiscal ni respuestas” y continúa “¿Cómo vamos a llegar a la verdad? ¿Qué fue lo que pasó con Cecilia? ¿Por qué tardó tanto en aparecer? ¿Dónde está Mario Mainardi? ¿Por qué la fiscal Paula Kelm ordenó tan rápidamente detener a un joven sin tener pruebas? Todas estas preguntas nos conducen una y otra vez a un círculo cerrado de impunidad entre funcionarios judiciales que se jactan en demostrar un abuso de poder constante”. 

La carta leída en la vereda, casi sobre la calle, concentra todas las preguntas que la investigación del femicidio debiera responder. 

Y la carta también cierra como se espera que cierre la investigación: “Verdad y Justicia para Cecilia Basaldúa”.

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La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Séptima entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa de lavaca Lina Etchesuri.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Ese jueves hacía 38 grados de calor pero parecían 43. El calor quemaba y picaba.

Faltaba el aire, el que había estaba caliente y la humedad pegoteaba.

El día que acompañé a la Ronda haciendo fotos para este proyecto, fui descubriendo imágenes a medida que los pasos y las sillas de ruedas daban vuelta como siempre, hace 2392 jueves.
La ronda siempre me emociona. Mucho. Las miro a las madres y veo proyectada las fotos de sus hijxs en su mirada, hacia delante, repitiendo Presente como un mantra de presencia y resistencia. Lxs veo a ellxs en imagen, mirando de frente en su juventud detenida. Veía a Elia, que ronda en silla de ruedas, con la foto de su hijo Hugo Meidan, desaparecido el 18 de febrero de 1977, hace 47 años, y pensaba si ese día hizo tanto calor, si la luz tenía esta misma inclemencia.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

En las rondas transcurre un tiempo extraño, persistente y atemporal. Las hermanas abrazan las fotos de sus desaparecidxs, gritan sus nombres con contundencia, caminan junto a las madres, junto a nosotrxs.

Transforman el tiempo y la imagen en un futuro posible.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Sobre Lina

Soy Lina Etchesuri. Fotógrafa, editora y docente

Soy parte de la cooperativa Lavaca desde hace más de 12 años donde hago todo lo que me describe y más. Me hace sentir muy orgullosa y feliz.

Estudié con Filiberto Muganini en el Rojas durante los 90s. Hice la carrera de fotógrafa en la Escuela de foto y artes visuales de Avellaneda, durante el 2001 y los años siguientes. 

Me seguí formando en talleres visuales con mi querida Julieta Escardó y muchxs más.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Viajé haciendo fotos durante algunos años: conocí al subcomandante Marcos y le saqué una foto en la que se está riendo. Estuve en Cisjordania, Palestina, durante 3 meses, viviendo retratando la vida bajo la ocupación. 

Junto con algunas personas y amigxs fundamos MAFIA en 2012, un colectivo de fotógrafxs que sigue hasta hoy.

Coordino talleres de foto e imagen.

Soy mamá de Fermin.

Y me encanta hacer todo lo que hago.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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