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De civil y con el pañuelo del aborto: así detuvieron los policías a las mujeres en Trelew

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El relato de Agostina, una de las detenidas, desnuda cómo actuó la policía en Trelew tras la gran marcha del domingo en el Encuentro Nacional de Mujeres. Personas sin identificación e infiltradas las detuvieron y les armaron causas por “resistencia a la autoridad”. Otra vez la fiesta terminó en represión, y puede seguir en los tribunales.
Primero fueron piedrazos a las escuelas donde se dormía, de noche: la policía no apareció, o llegó tarde. Los hostigamientos hacia las mujeres que participaron del ENM estuvieron desde el principio y contaron con la complicidad del Estado local. Luego, terminada la gran marcha del domingo, la policía tomó la posta de la represión.
Según relatan distintas testigos, todo empezó en la plaza central de Trelew, frente a la Municipalidad. Los relatos de las detenidas recuerdan que vieron cómo dos hombres se llevaban arrastrada a una mujer. Una de ellas, al salir de la comisaría, precisó: “Lo único que vimos cruzando la plaza era a una piba siendo arrastrada por dos hombres. Cuando nos acercamos ahí también vinieron encima nuestro y nos empezaron a tironear. Después de que nos arrastraron recién ahí vimos a gente con el uniforme policial. Y ahí fue peor: nos tiraron al piso, nos llevaron a un lugar que nosotras creemos que era un cuartel de bomberos. Otra vez nos tiraron al suelo. Un oficial nos decía: bajen la mirada, ahora no se hacen las vivas, eh. Después de ahí nos pasaron a una camioneta y se subieron encima nuestro. Nunca se identificaron, nunca nos dijeron por qué nos estaban deteniendo. Por fin nos llevan a una comisaría nos bajaron arrastrándonos y después nos hicieron pasar. Ahí ya pasó a ser un procedimiento legal. Ahora estamos bajo investigación por daños, incendio y resistencia la autoridad. Pero, bueno, chicas, no podíamos terminar de tener un Encuentro en paz como veníamos teniendo. Necesitaban llevarlos detenidas, cagarnos a palos, pero no se esperaban esto: que iban a estar todas acá esperándonos”.
En la Comisaría 1ª de Trelew estuvieron detenidas por horas al menos 10 mujeres. Una fila de policías bloqueaba la entrada, y afuera una marea de mujeres reclamaba la liberación. “No estamos todas, faltan las presas”, cantaban. “¡Liberen a las pibas!”, gritaban.
Las primeras en salir fueron dos mujeres que habían viajado desde Capital Federal. Luego, mujeres de Mendoza y Lomas de Zamora. Otra de ellas, con las rodillas sangrando, contó: “Me agarraron entre no sé cuántos chabones, me metieron en el casino y me empezaron a pegar entre todos. Tenía un cuchillo porque tenía que cortar limones, es lo único que me sacaron, pero me agregaron un cascote que no tenía”.

Los relatos iban develando la estrategia: detenciones al voleo, sin identificación y el armado de causas para justificarlo todo.

“¿Cómo están?” preguntaban las mujeres a las que iban saliendo.
“Doloridas estamos. Nos cagaron a palos”, resumían las chicas. El relato era el mismo: “Nos detuvieron de civiles. No se identificaron, nos reventaron a patadas, nos cagaron a palos”.
Agostina fue otra de las detenidas. Ya en la mañana del lunes relató a la periodista Melina Antoniucci cómo había sido la noche de represión: “Estaba en la esquina de la Plaza Central, donde está la Municipalidad, y de repente veo que se estaban llevando a unas compañeras. Eran 3 ó 4 chicas que estaban forcejeando con unos varones. Me acerqué para ayudarlas y bueno, por supuesto, empecé a escuchar que me decían “a esta, a esta”, y ahí me agarraron dos chabones también. Empecé a forcejear un poco y obviamente no pude contra ellos porque eran enormes. Me arrastraron como una cuadra, se me abrió la mochila, perdí más de la mitad de las cosas… Después me pusieron contra una camioneta, me tiraron al piso, me pusieron la rodilla en la cara contra el asfalto, me tiraron en el asfalto y me pegaron una patada en la espalda. De ahí me levantaron a la rastra de los pelos me llevaron a la vuelta y ahí recién apareció una femenina; me tuvieron contra una pared unos minutos hasta que vino un móvil y ahí me llevaron detenida. No me dijeron en ningún momento ni por qué me estaban llevando. Estaban todos de civiles, la femenina tenía puesto el pañuelo de la Campaña por la legalización del aborto. No nos dijeron nada, no nos dijeron dónde estábamos. Cuando llegué éramos 7 compañeras en total, después aparecieron otras tres. Esto fue como a las 9. Y una hora y media después apareció una abogada que dijo que ellos iban a tener nuestro caso y 23.30 teníamos la audiencia. Nos tomaron los datos, nos hicieron dar nuestros nombres y datos personales y el caso que tenía la fiscalía nos estaban acusando de resistencia a la autoridad y agresión en la vía pública. Con lo cual ninguna tenía nada que ver. No nos preguntaron mucho, hicimos una denuncia todas, oral, denunciando los actos de cómo nos llevaron detenidas y sobre todo porque eran personas vestidas de civiles. A todas nos pegaron. En la comisaría no, en la calle. Dentro de los seis meses se puede abrir una investigación o no. Puede ser que nos citen a declarar o que quede en la nada”.

#ENM día dos: la revolución según Trelew

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

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