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Contaminación en el subte: siguen las enfermedades por asbesto, en medio de la pandemia

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Las y los trabajadores de subte denuncian que hay 4 casos de cáncer y 27 con abestosis producto de la exposición al material venenoso. La empresa, cercada por la presión y las pruebas, prometió una desabestización que no se terminó. Para colmo, comenzó la pandemia: al menos 141 trabajadorxs enfermos y 4 fallecidxs por Covid-19. La falta de respuesta de Metrovías y el gobierno porteño, y la organización creciente de trabajadorxs que buscan visibilizar la contaminación en el subte. “Te come la cabeza esta situación. Porque tenés que andar cuidándote del asbesto y además tenés que cuidarte del COVID», reflexiona Francisco Ledesma, Secretario de Salud de la Asociación Gremial de Subte y Premetro. «La empresa te dice que tenés que venir a trabajar, hay poquito asbesto, las mediciones de aire dan bien; si dan bien, ¿por qué tengo 27 compañeros enfermos?”.

Por Mariana Salgado

El año arrancó con escenas apocalípticas en el subte porteño, antes de que se hicieran cotidianos los barbijos y las máscaras de protección: la primera semana de enero Metrovías invitaba a medios y funcionarios a que conozcan cómo se estaba realizando en el taller Roncagua, en Chacarita, el proceso de desasbestización de algunos vagones contaminados. Mostraron que se utilizan mamelucos descartables tipo Tyvek, que retienen el 97% de las partículas de asbesto. Y unas máscaras panorámicas full face de seguridad que filtran partículas de hasta tres micrones. ¡Click, foto! Pero otro tipo de cámara se necesita para retratar dónde se aloja el problema: en los pulmones de almenos 4 trabajadores con cáncer, de 27 con asbestosis, de los 400 que todavía esperan los estudios y de todes les trabajadores del subte expuestos.

Contaminación en el subte: siguen las enfermedades por asbesto, en medio de la pandemia
Imagen de Página 12 sobre Metrovías y el trabajo de desabestización.

A ocho meses de ese fotogénico despliegue, la Asociación Gremial de Trabajadores del Subterráneo y Premetro (AGTSyP) denuncia que no se avanzó en el proceso de desasbestización. Mientras tanto siguen contando enfermos: 141 enfermos y 4 fallecidos por Covid-19. “Te come la cabeza esta situación. Porque tenés que andar cuidándote del asbesto y además tenés que cuidarte del COVID», reflexiona Francisco Ledesma, Secretario de Salud de AGTSyP. «La empresa te dice que tenés que venir a trabajar, hay poquito asbesto, las mediciones de aire dan bien; si dan bien, ¿por qué tengo 27 compañeros enfermos?”.

No solo por asbesto y Covid-19, en el subte los tóxicos se descubren primero en los cuerpos de les trabajadores que, alertados por la prsencia de asbesto, auditaron los estudios que año a año les hace la ART por control. El resultado: encontraron también compañeres con plomo y silicio en sangre.

Esto se suma a las variables históricas: la pérdida de audición por el ruido, de la vista por la mala iluminación y de los que fallecen electrocutados (a razón de uno por año en estos 26 que Metrovías tiene la concesión del subte). Casos que la Ley de Riesgos de Trabajo y los empresarios llaman enfermedades profesionales y accidentes laborales, pero la organización no entiende de eufemismos: “Era ser protagonistas, plantarnos y defendernos colectivamente ante esta dejadez cínica de la empresa o vernos que hoy estamos y mañana no. La construcción colectiva, la discusión de las condiciones y escuchar a los compañeros es la mejor organización para enfrentar este modelo de organización del trabajo”, describe Francisco.

Insalubres

El aviso a les trabajadores de que el subte está contaminado con asbesto no vino de la empresa, ni del Gobierno de la Ciudad, ni del Ministerio de Salud, ni de ningún organismo obligado a velar por la salud y el ambiente: vino de sus pares españoles.

En 2018 se enteraron que les trabajadores del Metro de Madrid estaban contando sus enfermos por exposición al asbesto. Solo bastó mirar alrededor para ver que estaban rodeados de los trenes que en el 2011 el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires le había comprado al Metro de Madrid: 36 coches que contienen asbesto. No fueron engañados: los manuales y planos de especificaciones técnicas mencionaban explícitamente la presencia de asbesto.

Por Decreto N° 658/96 el asbesto fue incorporado al listado de enfermedades profesionales por su capacidad de producir cáncer de pulmón en trabajadores expuestos. Además, produce una afección crónica, la asbestosis, que daña a los pulmones de forma permanente e irreversible y causa insuficiencia respiratoria. Por esto, la producción, importación, comercialización y el uso de asbesto y productos que lo contengan está prohibido desde 2003 en nuestro país, por Resolución del Ministerio de Salud N°823/2001. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció en 1998 que la aparición de los efectos crónicos por exposición a esta sustancia es independiente de la dosis de exposición, por lo tanto, es imposible establecer niveles de exposición seguros.

Los materiales que contienen asbesto no deben ser cortados ni manipulados, que es todo lo que hicieron les trabajadores del taller Roncagua de la línea B para adecuar los trenes madrileños a nuestras vías.

En dos años, les trabajadores del subte lograron que las empresas Subterráneos de Buenos Aires S.E. (SBASE), Metrovias S.A. y el gobierno porteño admitieran la presencia de asbesto, y que crearan un registro de trabajadores expuestos. A todos los que ingresan a este registro, la empresa debe hacerles estudios anuales por exposición al asbesto, de por vida si el trabajador se jubila en la empresa, y por 5 años si cambia de trabajo.

A este registro ingresaron 1600 trabajadores, de los cuales ya han sido testados 1200 y a 27 se les detectó abestosis.  Se confirmó así que cuatro trabajadores expuestos desarrollaron cáncer; dos de ellos ya fueron operados y están rehabilitados. De los dos trabajadores que todavía padecen la enfermedad, a uno la ART le está haciendo el seguimiento para operarlo y al otro, una persona que trabajó en el subte siete años, la ART se niega a admitir su caso como enfermedad laboral porque sostiene que su condición no se condice con la cantidad de tiempo que trabajó en el subte, por más OMS afirme que no hay ninguna exposición segura al asbesto.  La AGTSyP llevará este caso ante la Superintendencia de Riesgos de Trabajo.

Pero el asbesto no está solo en los coches de la línea B comprados por la Ciudad. Según consta en los diferentes pliegos está en las flotas de subtes modelos CAF 5000, Mitsubishi, Fiat concord, GEE, Nagoya series 250-300-1200-5000, en todas las subusinas de energía eléctrica, en el sistema de señales de la línea C (que contiene piezas de las señales de todas las líneas), en el Premetro, en los cuartos de bombeo y en los depósitos de agua de los baños de la mayoría de los sectores, áreas y líneas del subte. Además, a través de análisis realizados en la Universidad del Sur la AGTSyP encontró asbesto también en los frenos de las escaleras mecánicas, en las chapa de fibrocemento del cuarto de descanso y vestuario de les trabajadores del Premetro y en la flota SIEMMENS. Aunque la empresa aún no lo haya admitido, les trabajadores ya saben que piedra que se levanta en el subte, piedra en la que se encuentra asbesto. Por esto, reclaman que se sume a los 5200 trabajadores del subte al registro (sin importar rangos ni jerarquías) y se realice un plan de desasbestización de todo el subte.

“Es una pelea permanente. En la cantidad de lugares que hemos encontrado asbesto la empresa tendría que haber aceptado la situación y meter a todos a hacer los estudios. Pero no, no funcionan con esa lógica. Funcionan con la negación sistemática: demostrame que tiene”, cuenta Francisco, y así describe el engranaje que deben mover para avanzar en esta lucha: ir denunciando piezas, que la empresa las mande a muestrear, que comprueben que está contaminada, que ingresen al registro les trabajadores del sector que trabajen con ese material, que se les hagan los estudios, y así, para ir encontrando más afectados y que la empresa reconozca las áreas contaminadas que deben ser desasbestizadas.

¿Desasbestizado?

“Afrontamos nuestro compromiso desarrollando una cultura de mejora continua de protección del medio ambiente, velando por un uso eficiente de los recursos naturales e innovando con prácticas responsables, que minimicen el impacto ambiental de nuestras actividades, de acuerdo con la legislación vigente en cada lugar en donde actuemos”, reza el Código de Ética y Conducta Empresarial de Metrovías.

Sin embargo, entre los papeles de los escritorios del Juzgado de 1ra instancia en lo Contencioso Administrativo y Tributario Nº 12 está el recurso de amparo colectivo ambiental y una medida cautelar promovida por la AGTSyP contra el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Subterraneos de Buenos Aires, Metrovías S.A., y Metro de Madrid S.A., con el objetivo de que se recomponga el daño ambiental y se prevenga el daño a la salud producido por la contaminación con asbesto.

La jueza Alejandra Beatriz Petrella hizo lugar a la medida cautelar a fines de enero de 2020 y prohibió el contacto tanto de trabajadores como de usuario con materiales o lugares que tengan o estén sospechados de tener asbesto, ordenó la toma de muestras de piezas, que se realice un pan de desasbestización de los lugares contaminados y solicitó a Metrovías y SBASE que le entregue un listado de trabajadores que hayan desempeñado tareas en el ámbito del subte 40 años antes a la demanda, en un plazo de 10 días.

El 14 de agosto pasado, la jueza volvió a darle la razón a les trabajadores del subte, que reclamaron el incumplimiento de la cautelar, y les pidió a los demandados que dejen de hacer tiempo: “Deberán abstenerse de acompañar meros informes producidos por la Administración o por las distintas dependencias, se las exhorta a presentar un escrito claro, preciso, concreto y detallado de cuya lectura se desprenda la información peticionada”.

¿Y el plan de desasbestización? Francisco Ledesma: “No se está cumpliendo. Hoy estamos en cero. Hasta ahora hicieron una publicación de publicidad, en enero, pero eso no tenía fechas, no decía quién lo iba a hacer, cómo lo iba a hacer, cuándo, dónde. No hay voluntad política. No lo quiere hacer la empresa privada, no lo quiere hacer la empresa estatal y la Subsecretaría de Trabajo de CABA tampoco porque si no lo obligaría, tiene la policía de trabajo para clausurar los sectores y obligarla a que si quiere que se lo habiliten, invertir”.

Ciudad contaminada

El ambiente en la Ciudad de Buenos Aires está en los cuatro metros cuadrados de espacios verdes por habitante -la Organización Mundial de la Salud recomienda que sean 15- y en las asambleas de vecinos que defienden las plazas. En las calles de los barrios y las organizaciones que luchan por la urbanización. En los bolsones de verduras agroecológicas y en la Unión de Trabajadores de la Tierra. Y también está en los túneles del subsuelo porteño y en la asociación de trabajadores del Subte que hace dos años expuso ante todo el mundo que el subte está contaminado.

“Nosotros tenemos que entender que tenemos que ser el inspector que nunca va a llegar a nuestro lugar de trabajo, tenemos que ser los protagonistas de defender nuestra salud ante la organización del trabajo que va en detrimento de nuestra salud, de nuestra vida”, sentencia el Secretario de Salud de AGTSyP y cuenta que la lucha por la contaminación del subte no se queda bajo tierra: “vinieron los compañeros docentes y fuimos a los colegios. Nos pareció importante el vínculo con la ciudad. También los vecinos nos decían, ´nosotros creemos que acá en el club o en el edificio tenemos asbesto´ o ´nosotros también viajamos en subte, entonces queremos información´, y fuimos a varias comunas a dar charlas sobre ese tema, para explicar qué está pasando y cómo nos afecta a todos como sociedad”.

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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