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Parque Rivadavia allanado: La gendarmería DVD
Cien efectivos de la Gendarmería Nacional, armados, con escudos, y trasladándose en unos 15 flamantes vehículos, invadieron Parque Rivadavia, Buenos Aires, y allanaron loes puestos que habían sido clausurados cuatro días antes. Semejante despliegue no se debió a combatir mafias, sino la venta de películas y jueguitos copiados, en supuesta defensa de la Ley de Propiedad Intelectual. Sin embargo los feriantes intuyen motivos más terrenales.
Por tercera vez en seis días, los feriantes de Parque Rivadavia soportaron un operativo judicial. Sólo que éste fue especial: más de 100 efectivos de la Gendarmería Nacional se apostaron en la plaza por orden del juez federal Ariel Lijo y volvieron a allanar los mismos puestos que habían sido clausurados cuatro días antes por la justicia contravencional.
El motivo de los procedimientos es la venta de copias de CD y DVD. Es decir, la infracción a la Ley de Propiedad Intelectual que afecta los intereses de sus legales propietarios: corporaciones internacionales. Los feriantes sospechan de motivos más territoriales: la tradicional feria de libros y revistas usados está emplazada sobre un área que se ha convertido en un proyecto de remodelación, impulsado por la administración macrista. Hay quienes incluso miran con recelo a su flamante vecino, el gremio de camioneros que conduce Hugo Moyano, que está próximo a inaugurar el Sanatorio Antártida para su obra social. Lo cierto es este jueves 9 de octubre, más de quince camionetas de la Gendarmería estacionadas al costado de la plaza y la formación en tropel de cadetes de las escuela de gendarmes –con escudo, casco y armas- escoltando las mesas donde jubilados jugaban a las cartas o al ajedrez, conformaban un paisaje poco auspicioso para las especulaciones inocentes. Y no era un videojuego.
Modales y otras herramientas
Las fuerzas de Gendarmería cumplieron la orden del juez sin tropiezos y con modales. Llevaron computadoras e impresoras para las actas, cámaras de video y fotos para las pruebas y hasta herramientas para abrir los candados de los puestos clausurados. No fue necesario: los titulares de los permisos estaban allí, cumpliendo con la ceremonia de mostrar lo ya vaciado.
Durante el fin de semana habían tenido la custodia permanente de los inspectores municipales. Y el viernes anterior, presenciaron otro operativo, pero de la justicia contravencional que resistieron cortando la Avenida Rivadavia “porque quisieron levantar por la fuerza los puestos”. En esa ocasión, el motivo alegado fue el vencimiento de los permisos otorgados por el municipio. “Pero éstos son renovables automáticamente cada seis meses. Entonces no había excusa para un desalojo compulsivo”, explican los feriantes. Entre los jubilados que jugaban ajedrez o truco, y los gendarmes blindados con sus cascos y escudos, algunos feriantes planteaban hipótesis en conversación grupal: “Quieren levantar la mitad de los puestos” parecía ser una coincidencia generalizada. El espacio libre, según ciertas especulaciones, serviría para hacer una calle, o una playa de estacionamiento para el Antártida, por poner dos de las hipótesis en danza.
La tercera embestida contra el Parque Rivadavia fue esta, desde el juzgado federal del doctor Lijo, que ya había ordenado un procedimiento similar en la zona del barrio de Belgrano. Allí los gendarmes secuestraron entre los vendedores callejeros unas 4.500 copias informales. “Estamos hablando de material que de otra manera la gente no podría comprar, porque sus precios son inaccesibles”, se defienden los feriantes. Argumentos que, por el momento, la legislación vigente no contempla: desde hace un par de años la ley ha convertido a quienes comercialización copias de CD en delincuentes penales.
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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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