Nota
¿Qué pasó con Daiana Abregú? La muerte que conmueve a Laprida

Decenas de personas marcharon en el centro de la ciudad para reclamar justicia y verdad por la joven de 27 años que fue hallada muerta dentro de la Estación de Policía comunal. La familia asegura que no se trata de un suicidio, como buscó instalar la policía. Dudas, certezas y sospechas que envuelven a una comunidad movilizada, que se hace preguntas pero ya se responde: “Nadie se suicida en una comisaría”. Crónica desde Laprida.
Esta nota forma parte de una cobertura colaborativa realizada por Perycia, LAVACA y Revista Cítrica.
Texto: Redacción Perycia
Esta CRÓNICA forma parte de una cobertura colaborativa entre Perycia, Revista Cítrica y lavaca.org
Los carteles empiezan y terminan siempre en el mismo lugar: los custodia la familia de Daiana Soledad Abregú desde el martes siguiente a que apareciese muerta en la Estación de la Policía Comunal de Laprida, cuando se dio inicio a una serie de marchas para pedir justicia. La familia se encarga de bajarlos del auto y volver a cargarlos en el baúl cuando la plaza queda vacía. Elles hicieron los más chiquitos que dicen: “Justicia por Dai”, “Justicia por mi tía” y tienen la cara del Intendente Pablo Torres con la inscripción “Vos también sos culpable”. Los más grandes, que llevan entre varias personas y dicen “Justicia por Dai” y “Nadie se suicida en una comisaría”, se los acercaron les vecines. Les mismes que les alentaron a movilizarse hasta tener justicia y saber la verdad.

Para las cinco de la tarde, el mástil de la plaza se convierte en un altar rodeado por vecinos y vecinas que se acercan para apoyar a la familia. Hasta allí se acerca Dana con su hija y una amiga, como en cada una de las marchas que hasta ahora se convocan día por medio. Ella, al igual que muchos otres vecines, habla de la hipocresía de un pueblo que supuestamente alza la bandera de la solidaridad, pero no se acerca a pedir justicia por una chica de 26 años que entró viva a la comisaría y nunca pudo salir. “Somos muchos, que no nos callen. ¿Qué pasa que no están acá? ¿No saben que mañana le puede pasar a cualquiera?”, grita en la puerta de la comisaría.
En la plaza hay gente que nunca jamás se cruzó con Daiana Soledad, pero que sabe que si no sale a la calle a pedir justicia, mañana puede pasarle a cualquiera de sus hijes: “Porque preso podés ir, pero tenés que salir vivo, no muerto”, dice Marcela, otra vecina que se acercó con una amiga y sus hijas al lugar.
Ningún funcionarie municipal está en la plaza. No están el intendente Pablo Torres ni su secretario de Gobierno, Nicolás Di Filippo. Ni María Necul, la directora de Equidad de Género y Promoción de Derechos. Tampoco Daniel Bayones, el secretario de Seguridad e Inspección General. En la plaza, las posturas sobre las causas y consecuencias que llevaron a la muerte de Daiana son disímiles y no están exentas de aprovechamientos partidarios. En un rincón observan la escena
les concejales locales de Juntos por el Cambio, y dicen que no solo quieren apoyar a la familia, sino también conocer la verdad para que la policía sea la institución que “tiene que ser” en una localidad como Laprida, “porque sabemos que no todos los policías son iguales”.
—Hoy no vamos a putear a nadie porque hay suficientes pruebas y creemos que la justicia se va a encargar —se escucha.

Una a una las personas pasan por el mástil a retirar un cartel y se encolumnan atrás de la familia de Daiana Soledad. Hoy Laura, la mamá, no tiene ganas de hablar y le pasa la posta a su hija Antonella. Roberto, el papá, camina de un lado al otro, con un cigarrillo en una mano y un parlante en la otra. Ese parlante que hasta hace dos semanas hacía sonar cumbia a todo volumen mientras “Sole” —como elles le decían— limpiaba, y que ahora reproduce una y otra vez la canción de Sara Hebe que dice:
Nadie se suicida en una comisaría /
yo abortaría por si se hace policía /
Nadie se suicida en una comisaría /
los cuerpos hablan, no flotan río arriba.
“¡Mami presente!”
Laprida es una ciudad de once mil habitantes en el sur de la provincia de Buenos Aires, visitada turísticamente por ser el corazón de la obra del arquitecto Francisco Salamone, reconocida por tener un equipo fuerte de cestoball y que fue noticia en los últimos días porque una chica de 26 años apareció colgada de su campera de jean en una celda después de haber sido detenida por una contravención.



El informe policial publicado el lunes 6 de junio —un día después del hecho— habla de suicidio. La familia no les cree: “Si hay algo que yo sostengo es que ella no se quería matar, nunca quiso hacerlo”, dijo Laura, la mamá de Daiana Soledad, en su casa. La familia quiere que la carátula de la causa se cambie de “Averiguación de causales de muerte” a “Homicidio culposo”. Es decir, que se investigue si Daiana murió por la por imprudencia, negligencia o impericia de los policías que estaban a cargo de la comisaría.
Desde el día de la muerte de Daiana Soledad, la familia y les vecines recibieron comentarios de personas que estuvieron detenidas en el mismo sitio y que cuentan experiencias que hacen parecer que la violencia institucional no es algo tan raro como parte de la comunidad cree.
A la sospecha de la familia se le sumaron una serie de eventos desafortunados que cada vez les aleja más de la versión oficial: tres horas pasaron desde la muerte de Daiana Soledad hasta que la familia se enteró. A Roberto le duele sentir que todo el pueblo sabía que “La Sole” —como él la nombra— estaba muerta antes que elles. Casi un día tardaron en poder ver y reconocer un cuerpo que, para elles, tiene muchas más marcas que las que debería tener el de una persona que decidió quitarse la vida, un cuerpo que todavía no está en un nicho porque se está evaluando la posibilidad de una segunda autopsia. Un cuerpo que hasta que no haya justicia, no va a descansar en paz, como dice uno de los trapos que se pintaron para la marcha.
La columna ocupa la avenida San Martín y dobla en la esquina Carlos Pellegrini hasta llegar a la comisaría, custodiada por cerca de veinte policías. La protesta es pacífica: a diferencia de las primeras movilizaciones en las que se quemaban gomas y se cuestionaba a los uniformados, esta vez nadie se enfrentó a los policías. En cambio, cantaron y gritaron pidiendo Justicia por Dai.
Roberto es el encargado de ubicar el parlante en un lugar donde todos escuchen. Laura llora abrazada a su nieto Tobías, que de a ratos dice “MAMI” para que todas las personas que están detrás de él le respondan “¡PRESENTE!”. Un cartel se destaca entre todos los demás, el que dice: “¿Quién nos cuida de la policía?”

Cuando la gente se calla, Leo grita. Durante toda la tarde se va a dedicar a encabezar la marcha, repasar las pintadas de la calle —frente a la municipalidad, en la puerta de la comisaría y en la esquina de San Martín y Pedro Pereyra— con un aerosol blanco y dejar la garganta cada vez que dice “Justicia por Daiana” y la gente le responde “¡JUSTICIA!”. Pasaron dos semanas y el amigo de Dai, con el que pateaba las calles de Laprida todos los días, con el que contaba para todo cuando tenía una relación conflictiva y el resto se alejó, no lo puede creer. El día que se enteró de la noticia, se puso pálido y salió corriendo para la casa de la familia. Desde ese momento, se dedica a luchar para que se haga justicia por Daiana y para que no vuelva a pasar. “Queremos hacer marchas pacíficas, porque a los pobres siempre nos tildan de quilomberos, y nosotros solamente queremos saber la verdad”, dice.
“Cuando mi hermana regrese vengo a limpiar tus calles”
Entre las decenas de personas que se agruparon enfrente de la comisaría, sosteniendo un cartel que dice “Cuando mi hermana regrese vengo a limpiar tus calles”, está Daiana Antonella, una de las tres Abregú que tienen el mismo primer nombre. Antonella, que desde el día que se enteró de la noticia fue la que se puso al frente de la burocracia de la investigación, dice que hay bastante menos gente que en las marchas anteriores, pero que ellxs van a seguir estando porque siempre van a ser —por lo menos— nueve: la cantidad de hermanxs que quedaron después de la muerte de Daiana Soledad .
El mismo domingo 5 de junio, llegó desde La Plata con su abuela y sus tías, y sin quererlo empezó a hablar con abogados, con periodistas, con organismos de Derechos Humanos, con Ignacio Calonje, titular de la Fiscalía Especializada en Violencia Institucional y Delitos Carcelarios de Azul, y con todas las personas involucradas en la causa. Dos semanas después de perder a su hermana, necesita volver a La Plata para retomar su vida cotidiana pero tiene miedo de lo que pueda pasar cuando no esté siguiendo el minuto a minuto y sus padres tengan que hacerse cargo de decidir entre tanto dolor.


La marcha termina una hora después de haber empezado con una ronda en la esquina de Pedro Pereyra y San Martín. Todos los cruces quedan obstaculizados durante el tiempo que Leo tarda en pintar el nombre de Daiana Soledad y la fecha en la que entró a la comisaría (05/06/22) en la senda peatonal. Los autos hacen marcha atrás, desesperados por salir de la fila; otros tocan bocina.
En la esquina, una persona le dice a otra que entiende lo que pasa, pero que no hay derecho de que corten la calle. Lo que no sabe es que la mujer con la que está hablando está marchando desde la cinco de la tarde y no va a tardar en contestar que la chica también tenía derecho a seguir con su vida, a disfrutar de su hijo de nueve años y de su familia.
“Lo que más cuesta es la noche, porque a la tarde viene gente, pero cuando cae el sol y nos sentamos a comer con mis hijos y nietos, hay una silla que queda vacía”, dice Roberto, que conoció a Laura cuando las tres Daianas eran chiquitas y las crió como si fueran suyas. El hombre se quiebra, prende una vela en el mástil y le agradece a toda la gente que se acercó. Después junta los carteles y los vuelve a meter en el auto hasta el martes, que va a volver a ocupar la plaza con toda su familia para pedir justicia por su “Sole”.

Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.
Por María del Carmen Varela
La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.
La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario. Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.
El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.
Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.
Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.
La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.
Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA
Domingos 18 y 25 de mayo, 20 hs
Más info y entradas en @perlaguarani
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