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Marlene Wayar: pistas para re-construir-se
“No me impongas tu progresismo colonizado, extractivista, de grandes banneres y ninguna acción”: así plantea la activista y teórica trans uno de los problemas del presente. La falta de escucha social y de apoyo a los reclamos de la comunidad, el uso de sus figuras y la necesidad de una indemnización. La violencia del trabajo. La maternidad y la paternidad en un planeta en crisis. Los conglomerados masivos frente a la escala humana. Por Anabella Arrascaeta.
¿Cómo llega a este presente difícil el colectivo travesti trans, siempre más golpeado que el resto?
Hubo pérdidas. Todo lo que se ganó, se perdió en fuerza de cuerpos concretos que tenían un discurso, una narrativa, una posición política, que teníamos una amistad que nos hacía actuar estratégicamente y en red. y al perderse estos cuerpos, y al estar esta posición tibia del progresismo… No hay una claridad en la conducción. Todas las personas trans quieren ser Lohana Berkins, ocupar determinado lugar como lo ocupó Diana Sacayán, pero lo hacen copiando a Cristina Fernández de Kirchner. Y Cristina Fernández de Kirchner es heterosexual, es blanca, es educada, está en un partido político con otra claridad, con otra dimensión. Nosotras teníamos la claridad: somos pobres, somos las menos escuchadas, somos las que tenemos que entrar a patadas a un lugar, somos las que tenemos que levantar la voz porque nadie nos va a dar la voz; la tenemos que tomar a los codazos, nos tenemos que exponer, tenemos que exponer nuestras biografías, es un lujo que nos queramos guardar lo que nos pasa: me violaron, me patearon, me metieron una botella en el culo. Tuvimos que ir, decir y dar cuenta de todo, autosometernos a la revictimización permanente para lograr impacto, y estar expuestas a algo que ya sabés que va a ser violento, que puede pasar cualquier cosa, que te pueden venir a reprimir y que vos hacés un acto frente a la Legislatura y a la noche estás parada en una esquina nuevamente prostituyéndote, sola en manos de la policía. Todo esto se va lavando, se va perdiendo, y entonces ya no hay conciencia de lo que está en juego. Y la promesa dorada constante, de los diferentes partidos, de que en algún momento van a tener un trabajito en la estructura, en algún momento van a poder ser legisladoras, van a poder ser candidatas a diputades; esta promesa que no llega hace que quienes están negociando esos espacios alarguen la agonía: no darle espacio a otras compañeras, silenciar otras voces. Si algo tenía en claro puntualmente el movimiento travesti es que nosotras sabíamos muy bien negociar desde la pobreza absoluta, sea con los clientes o con la policía; era una negociación constante palmo a palmo, sin darle la autoridad de que lo que estemos negociando no tenga resultados concretos para nosotras. Eso, al trasladarse a los diferentes espacios políticos es una pobreza a futuro, vacía, no saben negociar: ¿Cuánto me das? Han desaparecido estas figuras y sin tener la humildad del aprendizaje en comunidad, de darnos tiempo de que el aprendizaje sea colectivo y les nueves líderes surjan de esa grupalidad, todos, todas, todes se postulan a esos lugares que les quedan grandes. Y lamentablemente no hay quien nos haga crecer. Si no tenemos crítica, si nadie nos acompaña con preguntas que nos movilicen, si no lo hacemos nosotres mismes, lo que el movimiento logra, en lugar de fortalecerse, aprender y crecer, es empobrecerse y no apostar a la creatividad.
¿Dónde ves ahora la furia trasvesti, lo contundente frente a este panorama?
Lo encuentro esporádicamente en un par de chats en donde están las travas, a nivel nacional, uno que quedó del momento de la pandemia llamado “Emergencia travesti”, para ayudarnos y pedir socorro; y en “Indemnización travesti ya” que es donde están las viejas. Lo que pasa es que está sumamente desorganizado y todavía es del orden de lo catártico. Si yo escucho, tengo miedo de proponer porque me digan sí, vamos con esa acción, pidamos una cita al Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, y lo tomamos, no nos movemos de ahí. Y qué va a pasar conmigo que soy vieja, que quiero ser indemnizada, que quiero que este país me pida disculpas, que quiero que muchos responsables directos de acciones puntuales paguen las consecuencias, sean judicializados, y se lleve a juicio y tengan un castigo; y que este país me diga, me asegure, que se va a hacer todo lo posible para garantizar la no repetición de todo eso. Cómo hago yo que tengo trabajo, en el Estado, para quedarme con las compañeras que digan: sí, no nos vamos; tenemos hambre, tenemos frío, no tenemos con qué pagar, así que hasta que ustedes piensen, clase media, cómo sistematizan, evalúan, regulan, administran y acomodan toda la burocracia para que suceda, para que tengamos acceso a la justicia, para que se nos solucionen cuestiones, no nos vamos, nos quedamos a vivir en el Ministerio. Y tener esa claridad que tenemos las travas de: no me importa quién seas, sos heterosexual; la verdad es que no voy a ir a discutir mucho con la derecha que sé que tiene otros intereses, me interesa discutir con mamá, con papá –como discutí al principio para firmar mi identidad– y a partir de ahí, con quien sea. Podés ser todo lo progresista que seas pero no me impongas tu progresismo colonizado, tu progresismo extractivista, tu progresismo de grandes banners y ninguna acción: queremos cosas concretas. Es una discusión el cómo hacemos con un pequeño grupo tan heterogéneo, porque están las que no tienen nada y tienen muchas necesidades, y las que estamos en otra situación donde corre peligro nuestro trabajo. Pero en esos chats las compañeras realmente están en ese nivel de exigencia, de que hagamos algo concreto. Y hay mucho también de ingenuidad con la decisión de todos los meses ir a reclamar frente a la Casa Rosada esperando una solución que no llega. A las soluciones parciales que han prometido hace unos meses en La Matanza, todavía no les pueden dar curso burocrático, y es algo urgente, y lo saben. Si hay alguien que sabe cuál es la situación son las diferentes académicas y académicos que han accedido en nuestro nombre a puestos laborales importantes, que tienen un enorme bagaje de estudios, sistematización, del pre análisis que nunca llega al momento de que se convierta en una política pública que sea específica para la comunidad travesti trans y no que se nos den pequeños cupos en políticas públicas pensadas para la familia y la heterosexualidad. Claramente debe haber un abrir las arcas, dar un presupuesto específico para la comunidad travesti trans, que además es una comunidad pequeña, que puede ser resuelta; y en términos de volverlo realmente un posicionamiento político transformador que a partir de eso se hagan las lecturas necesarias para decir: esta comunidad es la más perjudicada de todas desde el momento cero; no tenemos respaldo familiar, la familia es la primera que te violenta, entonces a partir de ahí hacer una traducción porque evidentemente las políticas que vienen implementando no son una solución, tampoco, para las familias heterosexuales. Realmente la comunidad travesti trans puede ser un laboratorio de creación para poner en actividad la creatividad, una cierta radicalidad política, y que esto después se pase a otras comunidades, no pensamos que somos las únicas. Pero si se implementan políticas públicas complejas, específicas, pensadas en profundidad, se puede trabajar sobre los procesos democráticos en sí.
¿En qué condiciones vive hoy el colectivo travesti trans más vulnerado?
Lo más reciente y concreto es el periodo pandémico, en donde las compañeras no pudieron hacer cuarentena, tuvieron que salir a trabajar, porque a nosotras no nos impactó ni siquiera el decreto de no desalojar porque no tenemos contratos legales, o traés la plata o te vas. Después la imposibilidad de ser incluida en cualquiera de los programas de apoyo alimenticio o de dinero que había porque no pertenecés a una fuerza partidaria, porque nadie te conoce, porque no estabas respaldada, porque no fueron a golpearte la puerta, porque toda la comunicación funcionó suponiendo que todas las personas estamos capacitadas para lo virtual, que tenemos conectividad y las herramientas para usarlas, entonces las compañeras no se enteraban dónde ir a anotarse; y era en parroquias, partidos políticos, lugares donde las compañeras no van porque no tienen vínculo y son expulsadas cuando llegan. En el caso de muchas de las travestis en situación de prostitución estaban en posibilidades de comer con algún apoyo estatal, aunque sea la caja miserable que llegaba de alimentos secos, pero había lugares como la Patagonia o el norte donde no tenían subvencionado el gas; entonces no había garrafa con que cocinar esos alimentos, no hay con qué pagar el alquiler. Todo es muy acotado porque se piensa en términos de familia, y las travestis, las personas trans, están en absoluta soledad y las que no estaban en soledad estaban expuestas a vivir con un padre golpeador, con un hogar transodiante. La situación ha sido de hambre.
¿Las leyes, los derechos que se ganan se hacen sin contemplar estas complejidades?
En el caso de las travestis es de imposibilidad de recursos porque nuestro único aprendizaje en la vida es a vivir de nuestro trabajo: salgo, trabajo, tengo plata, y pago lo que me pidan, y esto se vio muy imposibilitado, no pudieron hacer cuarentena, el sistema siguió exactamente igual pero mucho más cruel porque se redujo la posibilidad de clientela y parte del dinero se iba a pagar coimas para transitar. Y cuando se inició la autoconvocatoria de las viejas por la indemnización travesti para que el Estado reconozca que somos una comunidad víctima de crímenes de lesa humanidad en contexto de un genocidio, las travestis viejas decían: no se nos ofrece trabajo, tenemos una ayuda económica y se choca contra otra posibilidad de tener dos ayudas económicas; y tenés los gastos que tiene toda una familia, sobre vos pesa alquiler, alimentación y salud, lo básico, y para eso no alcanzaba. Se han hecho algunas redes muy locales de ayuda, sobre todo alimentaria, pero eso ha impactado sobremanera en la salud. De las que habíamos empezado, para principios de este año habían muerto ya 35 compañeras por motivos evitables, por un desmejoramiento general de la salud a partir de la mala alimentación y la insuficiencia de un servicio de salud que les dé calidad. Y ahora ya perdimos la cuenta, no la estamos llevando.
¿Qué lección dejó sobre los cuerpos la pandemia y esta pospandemia?
En principio hay una lectura sobre qué cuerpos son necesarios para la vida y qué cuerpos sostienen la vida, dónde están y qué valuados están sus trabajos. Muchas de las personas que pensamos que su trabajo es importante, necesario, no fue así. Si hubo algo absolutamente necesario fue alimentarnos y estar asistidos sanitariamente, sin embargo los flujos económicos siguieron sosteniendo a un montón de personas en las urbes que no hacemos nada que sea esencial, no plantamos una papa, no cambiamos una curita, y sin embargo nos arrogamos el derecho a opinar. También cómo todos los cuerpos podemos ser frágiles y vulnerables, no solo a una cuestión muy puntual como un virus, sino a las políticas que se toman. La desigualdad, el distanciamiento, la manera en la que se concretiza la exclusión en cada una de nosotras y nosotros, se hizo muy palpable, y cómo esto se sostiene y se fogonea a partir de desensibilizar a toda una sociedad que puede estar hablando de cualquier pelotudez mientras a otra parte de la sociedad se le esta muriendo un ser querido, de hambre, de Covid. Es un proceso de desensibilización y frivolización permanente al que se nos somete, por eso es tan difícil que discursos y reclamos como los de la comunidad travesti trans puedan tener asidero, porque los oídos están desconectados, se escucha el ruido, pero no las palabras. No nos estamos atreviendo a atravesar el dolor que significa ser parte de esta, yo pago a la policía, yo formo parte de esta democracia, yo he formado estas instituciones educativas que han hecho todo este desastre, yo fomento la industria alimenticia en estos términos, hacerse consciente de la responsabilidad es abrumador, doloroso, triste, pero lo tenemos que atravesar para dejar de ser llevados a la discusiones de qué lado de la grieta estás, estamos jodidamente en la grieta de discusiones ajenas, ficticias. Discutamos realmente quiénes son necesarias para nuestras vidas, quiénes sostienen nuestras vidas, y qué necesito yo, que hago helado artesanal, para que el resto de la gente tenga plata y pueda decir me voy a comprar un heladito artesanal porque tengo el deseo. Es lo que hago, aporto con heladito, es lo que sé hacer, y no quiero que el heladito se convierta en un lujo, que todas las personas puedan tomarse un heladito. Fundamentar la estrategia de subsistencia en esa lógica y no en que el helado sea un lujo y que haya suficientes personas que paguen mucho por ese lujo. Aspirar a pagos más dignos y justos, que el trabajo se dé en otra dinámica que no sea la impuesta de afuera y que no se dé en los términos heterosexuales que llegaron a un punto que las conquistas laborales no solo no las acrecentaron, sino que están dejando que las perdamos. Cuando una comunidad altamente desventajada en el sistema laboral accede, lo hace en condiciones de absoluta humillación, que es la humillación a la que se auto somete la heterosexualidad, donde las relaciones son de absoluta violencia, de desvalorización e inseguridad permanente para poder sostener el trabajo.
¿Es importante la escala pequeña entonces, una escala humana?
La pandemia lo reafirma: tenemos que ser pequeñas comunidades. Algo que nos alarmó cuando lo conversamos con otros compañeros, compañeras, es la cantidad de partos que hubo. ¿A quién se le ocurre seguir trayendo hijes al mundo en la situación que estamos? Tenemos que ser menos porque el planeta no nos quiere, nos está diciendo: ustedes son la plaga, son los que traen destrucción, expoliación, hambre, cambio climático, todo el desequilibrio es lo humano: ser los que somos. Y quien enfrente la experiencia de maternar, paternar, tiene que estar consciente de la responsabilidad. No podés no haber pensado una estrategia para sustentar esa vida de la que te has responsabilizado. Esto no se va a reducir de la noche a la mañana, pero sí una manera necesaria de participación política para tomar responsabilidad civil en la construcción de qué tipo de sociedad queremos, y si decidimos que la forma sea la democracia, qué democracia y cuáles son los movimientos que queremos darle, tiene que haber mayor participación y esto no se puede dar en conglomerados inmensos, tiene que necesariamente fraccionarse en pequeñas comunas donde te conozcas con les vecines. Esos deberían ser los lugares de donde salga la potencia política. La forma es que nos organicemos en pequeñas comunidades que tengan incidencia política, tenemos que salir de la exigencia de la necesidad de que para hacer política tenés que ser una buena showman, un buen pastor religioso, y entretener a la multitud mientras te afanan y piensan por vos; tenés que ser lindo, carismático; y no: tenés que ser confiable. Esa confianza no se puede construir en lo desmesurado de la dimensión que hemos llegado, tenemos que volver a la dimensión humana, y ahí ver quiénes surgen con liderazgos, con capacidad de escucha, y qué incidencia tenemos en las partidas presupuestarias. No estamos llegando a lo básico. Entonces: me autoimpongo la justicia y que sea realidad; entonces, que eso nos vuelva a la dimensión humana donde realmente hacer un ejercicio de empatía con los demás. Por supuesto nunca vamos a no contemplar el ejercicio de la belleza, de terminar de trabajar y que nos canten o nos cuenten una historia solo porque es bonita. Pero hay un desajuste muy grande, entonces, se trata de buscar un balance posible donde evaluar la jerarquía de ciertas deudas sociales. La nuestra es urgente.
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La combustión del aceite
Cooperativa Aceitera La Matanza fue la fábrica recuperada de tres hectáreas y media que los trabajadores lograron rescatar durante el primer año del macrismo. Soportaron la violencia del desempleo, y el costo de poner en marcha el sueño cooperativo. Hoy cosechan sus frutos: mayor producción, más fuentes de trabajo y retiros que están por sobre el convenio de los aceiteros. Por Lucas Pedulla.
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Originario & Original: MU en Salta, viaje al país olvidado
La comunidad chorote –etnia nómade y preexistente a los Estado Nación– habita en Paraguay, Bolivia y Argentina. La Pomis Jiwet es una de ellas. Emplazada al norte de Salta, se organiza en medio de un territorio asolado por el hambre y el extractivismo. Crearon un proyecto autónomo de piscicultura, su propio pozo de agua, pelearon por educar en su idioma originario, y llevan la música como bandera. En esta tercera entrega hacemos caso a las palabras ancestrales: “No solo somos pobreza, hambre y desnutrición: cuenten también todo lo otro”. Por Francisco Pandolfi.
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Los neogauchos
Traslasierra, Córdoba: Proyecto Atahualpa. Son parte de un proceso que de a poco, pero cada vez más, revaloriza al campo frente a la ciudad como lugar no solo de producción y trabajo, sino de vida. Se consideran neocampesinos. Demuestran de qué modo la agricultura natural, agroecológica, es realizable y rentable. Están recuperando hectáreas de nogales abandonados, regenerando el suelo y abasteciendo una demanda creciente de alimentos sanos en Córdoba y San Luis. La huida del ambiente tóxico laboral y universitario. ¿Cómo viven ahora? Bocashi, bioinsumos, horizontes y la reivindicación de la gauchada. Por Sergio Ciancaglini.
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