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¿Qué refundación?

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«Hay que refundar la selección». La frase resuena en la tevé, en los bares y en las canchas. Sin embargo para refundar, antes, hay que cuestionar lo fundado ¿Qué es lo que gobierna el fútbol y el periodismo argentino y cómo salir de la lógica de ganar o ganar? Preguntas, anécdotas y referentes en un texto imprescindible de Ariel Scher.

Por Ariel Scher desde Moscú

Kira está más cómoda con el castellano que con el inglés y, entonces, en la línea 6 del subte de Moscú, de regreso de la casa bancaria que le paga un salario y rumbo al hogar que le estimula la vida, lanza palabras sueltas que algún día serán una oración o hasta un párrafo: «nombre», «hambre», «gente», «esperanza», «Messi», «mujer». En estos días, en su Moscú cotidiana, en su ruso cotidiano, practica lo que puede con colombianos, con mexicanos, con mundialistas hispanoparlantes del origen que sea. Con argentinos, desde luego, también. Cuenta que uno la sorprendió hace un rato. No le dijo ni «nombre» ni «hambre» ni «gente» ni «esperanza» ni tampoco «Messi». Le dijo un término que Kira jamás había oído. Le dijo que a Argentina le había ido más o menos en el Mundial de Rusia. Y, después, le dijo «refundación».

«¿La refundación es algo que pasa con el fútbol en la Argentina?», indaga Kira entre las vibraciones que provoca el andar veloz del subte. Tiene una curiosidad que reivindica a la condición humana, algo que resulta una virtud casi siempre y que constituye una macana en este instante porque no hay más remedio que contestarle que no. ¿Cómo desencantar a alguien que luce la buena voluntad de Kira en el subte de Moscú o a cualquiera de los pibitos o de las pibitas que en Flores, en San Miguel de Tucumán, en Paraná o en Santa Rosa podrían haber formulado una pregunta idéntica bajo la expectativa de que el fútbol -ese afecto- y la Argentina -ese otro afecto- quedaran asociados en una refundación?
 
Lo que sigue no está charlado con Kira. Sería un abuso. El fútbol en la Argentina funciona, en el fondo, como un abuso, pero un abuso que los abusados no advertimos y no advierten. EL abuso: se acepta y aceptamos que el fútbol es eso que está siendo sin asumir que podría ser radicalmente algo distinto. ¿Por qué hasta en la línea 6 del subte de Moscú vuela con cierta naturalidad el vocablo «refundación»? ¿Qué significa, más allá de los esfuerzos para explicárselo a una dama rusa, una «refundación»? Una refundación supone volver a ubicar las raíces de algo que ya está creado, hecho, fundado. ¿Y qué es lo que está fundado?
 
El antropólogo Eduardo Archetti no fue traducido al ruso, a pesar de que buena parte de su obra, a causa de que el genocidio de los setenta lo obligó al exilio, la desplegó en Oslo, Noruega, lejos de la línea 6 del subte de Moscú, pero bastante menos lejos que su Santiago del Estero natal. Antes que nadie y mejor que nadie, Archetti trató de pensar a la Argentina desde el deporte, en particular a partir del fútbol. Uno de los ejes en los que desembocó su trabajo gigante puede resumirse en una frase: «El fútbol en la Argentina migró de ritual alegre a ritual trágico», es decir, de punto de encuentro pasional y festivo a escenario sufriente y poblado de violencias simbólicas y hasta físicas.
 
Con ese y con muchos otros conceptos, Archetti planteaba ya en la década del ochenta que en la Argentina, aun sin idealizar a las etapas antiguas, el fútbol había atravesado una serie de cambios culturales y que los cambios culturales no son una pavada o un desvelo innecesario de científicos sociales a los que les sobra tiempo. En la línea 6 del subte de Moscú, ni Kira ni nadie porta libros del uruguayo Eduardo Galeano, pero Galeano, en cierta sintonía con Archetti aunque no centrando el foco en la Argentina, escribió: «El fútbol hizo un triste viaje del placer al deber». Archetti y Galeano, a su vez, leyeron a Dante Panzeri, el periodista  que más denunció los cambios culturales que avizoraba en el fútbol argentino en los sesenta y en los setenta. Y Panzeri dejó puesta una bandera hoy pisoteada: «El fútbol se inventó para liberar al hombre de sus padecimientos de lunes a sábado, no para agregarle uno más».
 
En la Plaza Roja, en las horas en las que cierra lo que define como su «escapada» al Mundial, lo asume Gustavo, sesentón, disgustado no sabe bien con quién porque Argentina no avanzó más en el torneo y devoto de un equipo que compite en la Primera B Nacional: «Cuando yo era chico, me importaban todos los jugadores de todos los clubes, discutía sobre estilos de juego, leía los comentarios de El Gráfico, quería que mi equipo jugara de una manera o de otra. Algunos fines de semana me iba a ver a otros cuadros. La pasaba fenómeno a pesar de que muchas veces terminaba triste y hasta lloraba. Triste, digo, y no tenso como lo vivo ahora. Es que ahora lo único que me interesa es que mi equipo gane como sea y alguna vez, por fin, ascienda. Con la Selección es igual: si gana, le banco todo; si no, casi nada. No sé bien por qué cambié».
 
¿Qué es lo que pretenden refundar los dirigentes deportivos y no deportivos, los periodistas que se esmeran en el periodismo y los fabricantes de shows que desparraman bostas y risas según les convenga, los jugadores y los entrenadores, los pedagogos que se arriman al fútbol y los pedagogos que huyen espantados de él porque el sistema del fútbol los expulsa? ¿A qué se refieren los y las que pronuncian «refundación» cuando aluden al fútbol argentino? ¿Quieren refundar la relación social con el fútbol y hacerlo revirtiendo los recorridos que retrataron, entre otros, Archetti, Galeano y Panzeri? ¿Sueñan refundar para redireccionar los sentimientos de Gustavo y de miles o de millones como Gustavo, tipos y tipas que cabalgan sin conocer por qué marchan con ese itinerario «de ritual alegre a ritual trágico»? ¿Hablan de refundar para instalar otras bases culturales desde las que la tristeza y los dolores deportivos -se insiste: el fútbol es un afecto; se insiste: el fútbol no es sólo un afecto- no se confundan con la histeria, con el drama y con la agresividad? Quienes enarbolan que hay que refundar, ¿poseen una ambición de volver a ubicar al juego -cuesta evocarlo, pero el fútbol, en el comienzo, es un juego- en el nudo de la escena y sacar de allí a las minucias, a las operaciones políticas groseras pero cuya grosería no es fácil de decodificar para multitudes que sudan largo y mucho para sobrevivir cada día, al chismorreo consecutivo, a las nadas maquilladas con envergadura de algo?
 
¿O es bastante al revés? ¿O la mentada refundación apunta a que las cosas permanezcan más o menos como están salvo que hay que encontrar el modo de ganar más partidos y más títulos así millones se alegran y nadie jode con las críticas? ¿Los usuarios de la palabra «refundación» gastan saliva, precisamente, en esa palabra porque los satisface la cultura dominante en el fútbol de la Argentina, pero los incomoda que esa cultura, de vez en vez, los someta a la frustración de no salir campeones? ¿Qué creen que (SOBRA) los promotores de refundar que es esencial refundar: que la Selección no haya vencido en tres finales de competiciones internacionales o que parte de la sociedad -inclusive, en alguna medida, los propios competidores- haya sido empujada a la interpretación de que no vencer en las finales (o no vencer, en general) es un indicativo del fracaso? ¿Qué labor ideológica y práctica creen esos mismos promotores -gente diversa, con intenciones diversas, con nobleza o sin ella, con negocios futboleros o sin negocios futboleros, con negociados o sin negociados- que conviene desplegar para que el lazo social con el fútbol deje de ser ese de matar o morir, exaltar al triunfante y despedazar al caído, hay que ganar o ganar y luego ganar o ganar, y después ganar o ganar?
 
Si el castellano de Kira no perdurara entrampado en desovillar eso de «refundación» y si la línea 6 no tuviera una aceleración tan eficiente como ruidosa, valdría la pena sugerirle que reparara en otras expresiones. Por ejemplo, esta: «La crisis del fútbol argentino es tan grande que no se resuelve ni ganando el Mundial», había afirmado el entrenador César Luis Menotti, en el diario español El País, antes del campeonato. Con la misma lógica cultural que se palpa cada fin de semana en los estadios con público proscripto por ser visitante, con la misma mugre que barniza los ciclos constitutivos de los jugadores menos que jóvenes, con la misma exaltación de la minucia (así la bautizó el investigador Carlos Mangone) de parte del periodismo y del showmanismo deportivo, con la misma minusvaloración del juego y la misma maxivaloración del sitio en la tabla de posiciones, ¿los auspiciantes de las refundaciones las auspiciarían si la Selección se llevaba el título del mundo?
 
Está planteado que Kira prefiere el castellano al inglés y esa es otra barrera para que se sumerja en un artículo de Jorge Valdano, en el diario británico The Guardian y de hace apenas una semana, en el que detalla las mutaciones de la cultura futbolística argentina y parece tirar paredes con Archetti y con Panzeri: «Al gusto por el juego se le impuso una necesidad un poco delirante por ganar. ‘Ganar como sea’, según reza el lugar común, barre con todos los valores de referencia. Dividir el mundo en ganadores y perdedores fue una enfermedad que también atacó al fútbol en la etapa formativa». Y más: «En la cancha le dijimos adiós a los ‘olés’ y le dimos la bienvenida a un mundo donde los ‘huevos’ son mas importantes que el talento». Paredes con Archetti, con Panzeri y, habría que añadir, con un interlocutor asiduo de Valdano en los años final del siglo XX, el escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán, quien evaluó al fútbol como «la droga dura de las democracias» porque «permite responder tanto a la falta de proyecto de las sociedades globalitarias como a la paradójica soledad de las masas». Pensado desde la trama futbolera argentina del presente, se quedó corto: la droga dura es ganar.
 
Ni en la línea 6 del subte de Moscú ni en ningún otro sitio hay respuestas enteras para algunas preguntas que, al menos por ahora, Kira, silabeando «re-fun-da-ción», no ensaya: ¿quiénes fabricaron este fútbol y esta conceptualización del fútbol?, ¿a quién le conviene que la cultura futbolística sea esta?, ¿a quién le conviene que el fútbol sea esto?, ¿quiénes se benefician de que el fútbol argentino sea «el paraíso de los brutos», como lo caracterizó el periodista español Rafa Cabeleiras?, ¿quiénes modelaron audiencias, públicos, cantidades enormes de personas que funcionan como «el gordo sillonero» (que es «amo y señor de las redes sociales», que «sabe de todo»), de acuerdo con el lúcido análisis que, con la firma de Javier Garfias, publicó la revista Panamá?, ¿qué autonomía y qué enlaces con otros ciclos políticos, económicos y sociales de la Argentina expresa el fútbol? ¿Se puede refundar de verdad si los enunciadores de refundaciones son los actores habituales en la mayoría de los ámbitos o sea los que armaron esto que ahora proclaman que habría que refundar? ¿Por qué cabría esperar que estos actores alteraran algo si son las expresiones de un sistema que no por azar apela a estos actores? ¿No avisaba Rodolfo Walsh lo que no sólo para el fútbol conviene leer seguido: «El sistema no castiga a sus hombres: los premia. No encarcela a sus verdugos: los mantiene»?
 
Entre amabilidades y castellanos en progreso, Kira avisa que desciende en la estación Kitai-Gorod, barrio emblemático de Moscú, a unas pocas cuadras del Kremlin. Recomienda, generosa, acercarse hasta el Mausoleo de Lenin, donde el cuerpo del símbolo de una revolución que cumple un siglo se exhibe en este mes para el asombro de lluvias de individuos que llegaron a Rusia con el propósito de ser espectadores de fútbol. Lenin, justo Lenin, avisó en aquel tiempo que «la praxis hace a la conciencia». Puede retumbar irrespetuoso con semejante jugador, pero, bajado al dilema futbolero argentino, ¿cómo se puede cambiar la comprensión de lo que es o de lo que debe o puede ser el fútbol si todo funciona bajo prácticas que se repiten, se repiten, se repiten y no se ponen en cuestión?
 
Dan ganas de charlarlo con Kira, pero ella sonríe una sonrisa rusa y, cuando las puertas de la línea 6 del subte se cierran, dice su último «refundación» de la jornada y se va.
 

Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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