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Feminismo de otro género

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Son tres mujeres que desde hace cuatro años realizan, con ironía y arte, acciones callejeras para denunciar la violencia sexual. Carteles, stenciles y souvenires que regalan sin firma, porque lo que las motiva no es crecer, sino multiplicarse.

S i aceptás tomar un té con ellas, vas a sorprenderte. La infusión viene en un sobrecito de marca “Te-Taz” y es un digestivo que te ayuda a digerir la violencia sexual contra las lesbianas. Los repartieron como souvenir en la Marcha del Orgullo Gay, aunque en realidad están sembrando sus desfachatadas consignas desde 2003, cuando con el título de Mujeres Públicas se propusieron sacudir algunos mitos sobre el feminismo. Con innumerables herramientas, sus tres integrantes -Magdalena, Fernanda y Lorena- consiguen despertar reflexión o desconcierto -nunca indiferencia- en temas sobre los cuales parecía estar todo dicho. Lo novedoso, en este caso, no son las temáticas sino la estrategia de comunicación. Y la mirada que este trío le imprime.
La primera acción fue, por supuesto, un 8 de marzo y se corporizó en un cartel que mostraba dos agujas de tejer cruzadas sobre un ovillo de lana. La leyenda: “Escarpines. Abortos. Todo con la misma aguja”. Con ese afiche tapizaron el recorrido de la marcha por el Día Internacional de la Mujer y lo que cosecharon fue el desconcierto de las propias participantes del acto. Algunas los arrancaron y otras las increparon, por atrevidas. “El mensaje era muy fuerte y significativo de lo no cerrado, ambiguo, difícil de digerir”, resume Magdalena, muy seria.
La dificultad de digestión de ese mensaje se vio incrementada porque Mujeres Públicas no firma sus realizaciones. Pero tienen un motivo: “Estamos en contra de la propiedad intelectual. Nuestro trabajo lo pueden reproducir todos los hombres y mujeres que quieran, por eso es anónimo”, explica Fernanda.
Las frases que emplean no son consignas sino disparadores que proponen reflexión y debate. Son irónicas, incluso humorísticas, transmiten una pasión militante y algo más: hay mucho trabajo de elaboración detrás de cada símbolo o palabra que usan. El escenario que eligieron para mostrarlas es la calle, un espacio que intervienen con herramientas propias del lenguaje urbano. Una de sus acciones, por ejemplo, consistió en intervenir cada cartel publicitario de productos femeninos –shampúes, cremas, ropa interior, maquillaje– con un stencil que sentenciaba: “Esta belleza enferma”.
La relación con el juego, la ironía, lo inesperado y el humor no es algo poco común para las nuevas generaciones feministas. “Quizá para rebelarse a ese tono pomposo y victimizador de ciertos círculos especializados en temas de género; quizá para llamar la atención con las mismas herramientas con que el marketing intenta domesticarnos, lo cierto es que eso que llaman `nuevo lenguaje´ no es tan nuevo y ya tiene, incluso, su propia historia”, recuerda Lorena. Cita un ejemplo: las Guerrilla Girls, un legendario grupo de mujeres nacido en 1985 en Nueva York. Se trata de un núcleo de activistas que usa nombres de artistas muertas para identificarse y máscaras de gorilas para sus apariciones en público. Dicen en una presentación: “En 19 años hemos producido más de 100 carteles, adhesivos, libros, proyectos de impresión y acciones que ponen de manifiesto el sexismo y el racismo en la política, el mundo del arte, el cine y la cultura. Usamos el humor para transmitir información, provocar debate y demostrar que las feministas pueden ser divertidas”.
Por supuesto, el sitio web de Mujeres Públicas está vinculado con el colectivo Guerrilla Girls con el cual comparten varias ideas sobre lo que están haciendo (www.guerrillagirls.com).
“Se trata de abordar cosas jodidas sin victimizarte todo el tiempo. No es hacer un chiste, sino ver las cosas desde otro lugar que no sea siempre el de la pobrecita.” El eje central, concluye Lorena, es que, a diferencia de otras formas de comunicación –por ejemplo, del periodismo– ellas se expresan a través del arte, cuidando lo estético, pero con los pies plantados sobre una firme posición política.
Fernanda es comunicadora social, y junto con Lorena forma parte del Grupo de Arte Callejero (gac) relacionado con el activismo, los derechos humanos y el trabajo barrial. Magdalena tiene formación en artes plásticas, es galerista, artista plástica y también docente. “Nuestras formaciones aportan una mezcla que cruza varios mundos y suma, pero sobre todo, lo que aportamos individualmente al colectivo tiene que ver con nuestras propias experiencias en la vida cotidiana.” Es de allí de donde sacan ideas para sus nuevos proyectos.
Ahora se encuentran escribiendo un libro al que llamaron Elige tu propia desventura. A la manera del clásico Elige tu propia aventura, se presentarán distintos tipos de mujeres que enfrentarán, dependiendo de sus elecciones, diferentes desafíos. “Hay una historia sobre una chica gorda que atraviesa problemáticas que tienen que ver con enfermedades como la bulimia y la anorexia. Tiene que lidiar con los estereotipos de belleza, con cómo la ven, con encuentros sexuales, ansiedades con relación a la comida, a la ropa”, adelanta Lorena. Y agrega que todo está relatado con mucha ironía, un tono que ya manejan con bastante soltura. Llevan escritas tres historias y tienen en la cabeza muchas más, pero a la vez ansían poner el material en circulación. Este impulso se repite en todas sus producciones. “Ahora vamos a sacar un cuadernillo con una de las historias y a seguir con el libro en paralelo.”
Otro momento en el que sintieron la urgencia de salir a la calle fue cuando hicieron el afiche “Ni grandes ni pensadores: frases idiotas”. “Primero queríamos hacer un video con los rostros de los pensadores y que se fuera arrugando el papel, fundiendo la imagen a las frases misóginas”, explica Lorena. Después se dieron cuenta de que no les era tan fácil manejar el lenguaje del video y diagramaron en la computadora de Fernanda las frases y las fotos de los “genios”. Terminaron de resolver la idea concentrándola en un blanco sobre el cual invitan a disparar un dardo, para descargar tensión. “Hicimos un afiche porque lo queríamos sacar a la calle. El video, en cambio, ¿a quién se lo íbamos a mostrar?”
En los cuatro años que llevan circulando lograron convivir con el feminismo tradicional. “Creo que Mujeres Públicas les hizo replantearse un montón de cosas con respecto a qué pasa cuando irrumpen nuevas mujeres que aportan otros aires”, opina Fernanda. Magdalena dice: “Hay una cosa de expulsión no intencional, cuando te dicen: ´esto ya lo discutimos hace 30 años…´. Pero también me parece coherente. Son mujeres que la vienen peleando hace mucho. Por otro lado, genera que las mujeres que llegamos al feminismo ahora nos auto-organicemos y eso esta bueno también. No peleamos un espacio, sino que hacemos la nuestra. Y así, sumamos al feminismo”.
Con el tiempo, también se relacionaron con los grupos de mujeres que no son “del feminismo”, como las organizaciones de mujeres que trabajan dentro de diferentes movimientos de trabajadores desocupados, empresas recuperadas, organizaciones sociales o partidos políticos. Pero las Mujeres Públicas aseguran que pueden trabajar con todas porque no están ni de un lado ni del otro: “Nos sentimos vinculadas de distintas maneras con los distintos grupos. Con el feminismo lo que compartimos es una ideología, principios, un tipo de discusión, y con las mujeres de los mtd, de grupos barriales y organizaciones más de base, compartimos un espíritu de lucha, de rebeldía. Es a estos lugares donde queremos que nuestras cosas lleguen para que aparezca la reflexión –dice Magdalena–. Trabajar con imágenes y con objetos es lo que facilita ese encuentro, porque no se trata de leer un libro o escuchar una ponencia, sino partir de una imagen y una frase para reflexionar sobre la cotidianidad. Esto resulta muchas veces más atractivo porque las mujeres se pueden relacionar desde otro lugar. No es un discurso, no es un dogma. Es una excusa para pensar.”
Pero lo fundamental, asegura Fernanda, es que Mujeres Públicas tiene una mirada y una práctica totalmente autónoma que alientan a multiplicar: “Nosotras somos un grupo cerrado. Es decir: somos las que estamos. Y cuando otras mujeres se acercan, les decimos: creen sus propios espacios y hagan lo que se les dé la gana. No les hace falta ninguna otra autoridad para que se organicen y digan lo que piensan. Y muchas chicas ya lo están haciendo”.

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